Partida Rol por web

Luego d ehaber visto la pelea, y pensar que otra parte de la casa podría investigar, saca la osamenta de su bosillo y la observa claramente

-Está claro que es un hueso humano, pero no se que más se podría investigar en esto, al haber más luz que en el sótano puedo examinar más el hueso, no me deja de parecer extraño.

Antes de dirigiros al coche hacéis un último examen del hueso. Frantisek de hecho lo coge en una mano y con la otra saca un péndulo de cristal atado a una cadenita plateada y empieza a hacerlo girar sobre el hueso. Mientras hace esto, cierra los ojos en busca de las energía que cree que podría tener el objeto.. pero parece que no hay nada en él sobrenatural o bien este no es el mejor ni más tranquilo de los lugares para examinarlo.

En cualquier caso, después de guardarlo, os encamináis de nuevo hacia el vehículo para ir hacia el concierto, como había sugerido Ernesto. Miráis vuestros relojes y veis que aún son las 15:45, falta bastante para el comienzo.

Al pasar frente a la casa, veis que una Henar de rostro preocupado os observa desde las ventanas que hay a la derecha de la entrada principal. Se escucha el sonido del agua y el entrechocar de los platos, debe ser la cocina.

En efecto el hueso te parece humano.. aunque es un poco raro. Te preguntas, por sus proporciones, si podría tratarse de un humano bien grande, quizá jugador de baloncesto o afectado de gigantismo, como aquel tipo que luchaba en el wrestling americano, No-se-quién El Gigante. No ves marcas en él que te llamen la atención, aparte de las lógicas manchas de humedad dejadas por llevar bastante tiempo enterrado en el sótano.

Al pasar por la ventana, y ver por el rabillo del ojo que Henar los está mirando, a Ernesto no se le ocurre otra cosa más que saludarla. Es un acto reflejo, no se sabe bien si por cortesía, si por caballerosidad, o porque está muy loco por la situación y le sale automático el aparentar la mayor normalidad posible. En ese sentido, Ernesto es simplemente indescifrable, y por la forma en la que frunce las cejas cuando le da la espalda a la ventana, es normal que nadie quiera tratar de averiguarlo. Sería normal que nadie quisiera acercársele, pero eso es lo bueno del poder: al menos, temporariamente. Ernesto también sabe eso.

Caminando en soledad con Facundo hacia la camioneta, con los otros que se han quedado un poco atrás, Ernesto se inclina hacia el locutor y parece decirle algo en voz baja. Luego, con el fracaso del parapsicólogo confirmando su teoría de que todo era una gran locura, Ernesto llega a la camioneta cargando su bolso como si de él estuvieran colgando todas las piedras de la muralla china. Se sienta en el lado del conductor sin soltar el bolso, cierra la puerta, se queda mirando a través del parabrisas con las manos sobre el volante, y tarda en reaccionar cuando Facundo le ofrece el amargo. Lo acepta casi sin mirar qué está agarrando, sorbe toda el agua de uno, y lo pasa de nuevo cerrando los ojos.

Se da vuelta, finalmente, y le da el hueso a Camestres.

- Tené cuidado. Vos - mira al parapsicólogo - Si querés hacer algo más con el hueso, avisá, pero no te mandes solo.

Mira el reloj de nuevo, innecesariamente, y tamborillea con los dedos sobre el volante.

- Salgamos de acá lo más rápido que podamos. Por lo pronto, vamos a ver los alrededores del lugar del concierto. ¿Alguien tiene algo más que hacer?

- No creas que no te escuché lo que le dijiste a Diego al principio. Dejame los calificativos a mí para la próxima - las palabras de Ernesto no tienen nada de humor, ni una pizca, aunque pueda parecerlo - Vos sos el locutor del equipo. Para evaluar el trabajo de tus compañeros estoy yo. Espero ser claro en esto, Facundo.

- Si, claro - con la voz tan baja como la de su interlocutor, Facundo acepta la regañina sin inmutarse. Por un momento piensa en justificarse, pero finalmente no lo hace. Ya bastantes problemas tiene con el cámara, para encima ponerse en contra al único que realmente parece tener dos dedos de frente

- No se repetirá - asevera tranquilo - Aunque no me falten ganas de... de evitar cualquier problema - cambia la terminación de su frase, dispuesto a hacer "buena letra" con Ernesto

Tras recibir el mate de Ernesto, Facu vuelve a verter el agua caliente y se da vuelta mirando a quienes ocupan el asiento de atrás. Sus ojos miran al rumano y al loquito, como esperando que alguno reaccione, estirando la mano para tomar el mate. Sin embargo sus ojos evitan cuidadosamente al cámara cosa de no verse obligado a ofrecerle nada.

Camestres observaba distraído el hueso que habían conseguido. Recordaba vagamente alguno de los estrambóticos nombres que había tenido que aprender en el cursillo de ingreso a la facultad, pero solo aquellos que le producían gracia. Y, por supuesto, jamás hubiera podido asociarlos a ninguna localización en particular. También recordaba a "Milton", un esqueleto casi completo que sus padres le habían conseguido para que practicara las lecciones de Anatomía.

Absorbido como estaba por tan gratos recuerdos, solo reaccionó cuando todas las miradas parecieron converger en él, instándolo a tomar la iniciativa. En realidad, no tenía ninguna intención de hacer nada, como no fuera seguir ahí sentado con el hueso en la mano. Pero desde algún oscuro rincón de su cerebro, una mortecina vocecita le recordó algo. Puesto que no pensaba trabajar, al menos debía parecer que lo hacía.

- No se como estaremos de tiempo… pero antes del concierto tendríamos que volver un rato al pueblo, si se puede. Hay que comprar algunas cosas… nada importante… más que nada de ferretería. Creo que vamos a necesitar destornillador y alambre… y un taladro vendría bárbaro también. Por si tenemos que colgar las luces y ese tipo de cosas. Y, por las dudas, para salir de paso…

Ernesto permanece con las manos sobre el volante por un momento. Toda la situación es tan disfuncional que hasta le hace acordar a uno de los tantos programas de los Tres Chiflados. Por ello guarda silencio mientras Raúl dice lo que es una obviedad a gran escala, mientras Facundo continúa en lo suyo sin hablar, František decide caer en su mutismo habitual, y Diego extrañamente decide cerrar la boca. Todo era una locura, pero de las buenas, como si fueran guiones de las cámaras ocultas de esos programas mediocres en Argentina con cuarenta puntos de rating.

Tras un minuto, Ernesto decide que si quiere coherencia, la tendrá que poner él. Así que pone en marcha la camioneta con un movimiento mecánico.

- Vamos primero al lugar este del concierto. Que Diego nos diga qué tal, y si hace falta, vamos al pueblo a comprar las cosas. Tampoco podemos comprar por comprar. Tenemos tiempo.

Demasiado para mi gusto, piensa mirando por el retrovisor, justo hacia Raúl y el hueso, frunciendo las cejas. Aquello no le gusta para nada, ni el hallazgo del hueso ni haberlo metido en la camioneta, y menos que lo estuvieran manoseando así. No era por tener respeto a los restos de algo que ya no era nada. La propiedad privada era, simplemente, la propiedad privada.

Mientras maniobra para sacar la camioneta de ahí, y fijarse cómo ir hacia Estación, una pregunta fugaz recorre su memoria, a ver si logra identificar la procedencia del hueso.

Me siento detrás del asiento del copiloto de la combi, no digo nada, solo dejo que cada uno haga sus cosas, mientras miro por la ventana cuando estamos a eso de mitad de camino comienza a patear como si no quisiera la cosa el asiento de Facundo

Arrancáis la combi en la dirección que os señala el GPS, siguiendo por la misma carretera que os ha llevado aquí. Tras pasar un par de casas en construcción atravesaís las vías del ferrocarril y giráis a la izquierda por una nueva carretera. Vais dejando atrás un vivero, un hostal y unas pistas de tenis de un curioso color azul antes de llegar frente al parque que contiene a su vez la plaza donde debería tener lugar el concierto. Al otro lado de la calle hay un una tienda de alimentación que hace las veces tambiñen de bar en cuya puerta algunos parroquianos toman unas cervezas mientras observan la llegada de cualquiera de fuera, en este caso vosotros. Pero sólo es una mirada breve, pronto vuelven a lo suyo.

La plaza es un lugar bastante bonito y tranquilo, con su fuente para beber, su fuente decorativa con una estatua de cisnes abstractos, columpios para los niños, un pequeño colegio anexo y un centro cultural con bar y biblioteca para ancianos. La plaza tiene en medio un kiosko de música y tras de él están colocando el escenario, sencillo, pero amplio.

Al ver que ni el rumano ni el asistente aceptan su ofrecimiento, Facu decide que solo tomarán mate Enrique y el, por lo que nuevamente ceba y chupa de la bombilla, disfrutando el cálido amargor de la infusión

Sin embargo su "tranquilidad" dura poco, repentinamente está a punto de clavarse la bombilla en el paladar cuando siente a su espalda el impacto de algo (los pies de Diego) que lo impulsan hacia adelante. Por un momento está a punto de quejarse, pero ya ha tenido suficientes "retos" del redactor para comenzar una nueva discusión.

Con calma intenta descubrir el ritmo de los golpes que terminan impactando en su espalda y sostiene con mas fuerza el mate y el termo al momento de cada impacto, sin ganas de que el agua caliente de ninguno de ambos caiga sobre sus pantalones.

Sin embargo, más allá del silencio, exagera sus movimientos, impulsándose hacia adelante cada vez que siente el golpe en el asiento. Su rostro, simplemente denota hastío, como si fuera un niño el que hubiera decidido hacerlo objeto de sus bromas. Con todo se mantiene en silencio, tomando sus mates y ofreciéndole a Ernesto uno de cada dos cebadas y siendo consciente que este debe darse cuenta que algo extraño le pasa a su asiento.

Cuando cree que ya ha captado el ritmo aprovecha para cebar un nuevo amargo y se lo ofrece al conductor, simplemente pronunciando su nombre mientras su brazo se extiende entre ambos asientos. Pese a todo es cuidadoso, no quiere quemar a su jefe... solo hacerlo reaccionar, por lo que justo en el momento de recibir la última patada mueve el mate, excesivamente lleno, y deja caer algo de agua caliente justo al lado de Ernesto mientras se queja, echándose la culpa a si mismo, por "no haber calculado bien el momento de la patada" - Perdón, esa no me la esperaba - murmura - Suerte que no te quemé -

-Che... pero que pelotudo importante que sos, ni un mate podes sebar sin quemar a alguien
Luego de eso y antes de que Facundo conteste abre la puerta y se baja... comienzo a caminar un poco por el parque mientras veo los alrededores

Mientras comenzaba a descender del vehículo, Camestres se dirigió casi distraídamente al anciano. Su voz era distendida y despreocupada, y el grupo entero podía oírla, dada la cercanía entre todos.

- Y digamé, Frantisec. ¿Puedo decirle Frantisec? O prefiere "profesor". Si, mejor le digo "profesor". Digamé, profesor… ¿cómo encontraron el hueso? ¿Había algo más en ese sótano? Esa vieja me pone la piel de gallina, seguro que anda en algo raro. Pero con Facundo ya le sacamos la ficha ¿no, Facu? Al toque la sacamos a la vieja esa. – al tono despreocupado de sus comentarios, Camestres le agregó un inconfundible dejo de confianza cuando incorporó al presentador en la conversación. Para los presentes, parecía evidente que entre ambos había un entendimiento íntimo y profundo. Para todos, excepto tal vez para el propio Facundo…

El ambiente distendido de la gente en la plaza no impide que se fijen en vuestra llegada con atención, sobre todo los niños. Escucháis a alguna persona cuchichear "otros de la tele". Mientras recorréis la plaza. Está claro por dónde va a colocarse la banda que el mejor sitio para filmar el concierto es el kiosko de música que hay en el centro. Que curioso que el grupo vaya a tocar en un escenario aparte y no en el kiosco construido al efecto.

Sobre el kiosko veis de hecho a una chica rolliza con la camisa vaquera remangada sobre los brazos instalando lo que parece el trípode de una cámara. El logotipo de la pegatina pegada a la bolsa donde lleva el material no deja lugar a dudas.