Partida Rol por web

Frantisek logar golpear a su oponente con un culatazo en la cara, cosa que aprovecha Diego para atacar con la espada que lleva en la mano, claramente un trofeo obtenido de la casa, pues parece la misma que adornaba la chimenea. El golpe de Diego pareciera estar a punto de hacerle un buen tajo en el cuello al criminal que les ataca, pero se detiene justo en el último momento, como si el cámara hubiera tenido un ataque de compasión repentino o la espada fuese demasiado pesada.

- IIIIIAAAAAA !!!!! – es el grito de guerra que retumba entre las sombras de la noche sin previo aviso. Para vuestro pasmo, Raul acaba de surgir de las sombras entre la esquina de la casa y un arbolillo del jardín para correr hacia vosotros, tomar impulso y culminar con una violenta patada voladora que busca inmisericorde la destrucción de su objetivo.

Contra todo pronóstico, el taconazo aterriza en el hombro del tipo del cuchillo, haciéndole a un lado, agarrándose el brazo. Él parece haber tenido suficiente castigo o sentirse lo bastante rodeado por fin, así que intenta un movimiento de sentido común: rodear a Frantisek a la carrera, intentando escapar hacia la carretera.

El anciano a penas ha tenido tiempo de raccionar cuando el joven del cuchillo le esquiva para dirigirse a los vehículos de la carretera. No puede mas que girarse y gritar al joven.

¡Nieciesitiamos tu aysiuda. No zsiomios tuzs eniemigios! - Al gritar ceba su escopeta. Perarado para disparar, aunque no en la dirección del joven. Se adentra en la casa, hacia donde supone fue Henar. - ¿Pior diónde hya ido iesa fuliana Diego?

-Aaaaaah

Dice mirando al viejo y luego volteando su cabeza hacia el cuchillero... podría seguirlo y acabar con el, después de todo estaba seguro de que toda la situación se estaba moviendo hacia su beneficio, pero cambio su orden de prioridades ante estos nuevos acontecimientos

-Esta con Facundo en el baño, vamos por el, buscamos a Hernesto y vemos como puta rajar* de haca

Dice mientras camina hacia la ventana del baño por donde salio

La saliva se desliza por su garganta. Una cuesta abajo que debería ser tan natural, pero que por la situación es como a contramarea. Las cuerdas vocales se le han cerrado. También el pecho. La sombra que ha aparecido en el resquicio de esa puerta improvisada a metros suyo no es peor que todas las otras cosas que vio antes: pero sin duda, es la más insólita. La menos entendible. Cuando de los pelos lo arrastraban por las baldosas o cuando pasaban los meses y aún seguía confinado a las celdas de la tortura, al menos sabía quiénes eran y por qué lo hacían. No había nada raro, sólo una mierda de realidad en la cual le había tocado estar en la posición del encierro. Las manos eran de verdad, eran de personas, hijos de puta sólo comparables con lo más bajo de la escala animal y moral: pero seguían siendo humanos. No tenían pelos, ni cola, ni colmillos a través de los cuales jadeaban con aliento a azufre. Sólo tenían la sonrisa irónica que sólo permite el conocimiento de ser el amo. No había garras. Todo era una mierda, pero era real.

Y aquello también era real, sólo que a pesar de sentir y reaccionar contra la muerte, Ernesto aún no podía asimilarlo. Todo su cuerpo reaccionaba instintivamente, cubriéndose con piel de gallina y con cada uno de los vellos y pelos erizados hasta el límite de lo imposible. Una criatura había llegado ya a buscarlo, y se lo comería. No había terminado su vida en las salas de tortura de una dictadura, si no en el sótano de una casa en ruinas en un pueblo de mierda perdido en el medio de España. Su lápida iba a ser la ironía mismísima. Sí, iba a serlo, si al menos quedaba algo de él.

Tiene sólo un segundo para pensarlo. Facundo está en una casa encerrado, y Diego está fuera armado, pero al otro lado de una cerca. No hay manera de que lleguen a auxiliarlo. Frantisek y Raúl están en algún sitio perdido, desarmados, sin posibilidad de saber qué está sucediendo. Están todos demasiado lejos. La criatura está demasaido cerca. Y de él no quedará nada. Cuando la criatura lo alcance, no quedarán si no sus huesos, metidos bajo el sótano, como el fémur que habían encontrado en el Cuarto Creciente. Nadie le buscaría allí abajo. No quedaría rastro suyo. No habría cuerpo que mostrarle a sus hijos para que hicieran el duelo, y ellos tendrían que vivir con la espina medio clavada de un padre presuntamente muerto, desaparecido.

Un escalofrío le invade hasta la nausea.

No, desaparecido no. Jamás.

- Sótano-Luna-Criatura-Memata - pronuncia despacio y bajo, muy rápido, pero suficientemente audible y nítido para que Facundo se entere cada una de sus palabras. Exactamente como le habían enseñado. Dónde, quién, qué. Dónde estará tu cuerpo, quién te ha tocado, qué te ha hecho. Los datos que tus compañeros darían a tu familia - Auxilio...

Contiene la respiración. El revólver en su mano continúa firme. Será sólo cuestión de segundos.

Al otro lado, una voz aterrada que reconoces como la de Ernesto te responde bajo, muy rápido, pero suficientemente audible y nítido para que te enteres de cada una de sus palabras.

Sótano-Luna-Criatura-Memata-Auxilio...

Casi de inmediato le siguen un gruñido brusco y brutal.

Por un momento infinidad de ideas se cruzaron por la mente a Facu. Por un lado quería ayudar a Ernesto, pero por otro, su natural cobardía le impedía hacer nada que tuviera como posible desenlace algo dañino para el... precisamente como ayudarlo.

Finalmente tomó una decisión... podría mandarlo a Diego. Casi sin darse cuenta se acercó al baño y miró por la ventana donde el cámara había salido - Ernesto, está encerrado en el sótano de Henar! - gritó con todas sus fuerzas, esperando que el que ahora llevaba SU espada lo escuchase y omitiendo informar que el lobo humano estaba con el

Repentinamente se dió cuenta que había delatado su posición "Y eso no es bueno" se dijo a si mismo saliendo del baño y de la habitación y volviendo hacia la entrada "Creo que había, también, unos cuchillos" se planteo mientras se movía velozmente, pero intentando prestar atención en búsqueda de un arma.

Después de aquella demostración de salvaje furia guerrera, que había servido sin dudas para salvar la vida de sus amigos, Camestres se mantuvo unos segundos en su lugar, de pie en aquella extraña postura y completamente en silencio, exhalando serenamente para aquietar su espíritu. Los vaivenes de su caja toráxica eran acompañados de un leve movimiento con sus manos, que servían para reforzar el sentido de la ceremonia. En aquella oscura noche de terror, a la escasa luz de las farolas cercanas, muchos podrían haber confundido esa silueta y ese ritual. Sin embargo, para su desesperanza, algunos destellos les permitieron corroborar el horror: no se trataba de Bruce Lee ni de Van Damme… tan solo era Camestres.

- LUUUUIIIIIISSSSS !!!!! - su alarido desgarró durante varios segundos el velo de la noche.

¡¡¡LUUUUIIIIIISSSSS!!!!! se escucha el grito de Camestres, reunido en el jardín con Frantisek y Diego. este último se está dirigiendo a la casa, a la ventana del cuarto de baño cuando por ella se asoma precisamente Facundo y ambos hombres quedan encarados.

¡Ernesto, está encerrado en el sótano de Henar! os grita Facundo antes de darse la vuelta inmediatamente y volver al interior de la casa.

Aquella cosa ha escuchado a Ernesto y sin dejar que ningún sentimiento de prudencia más le ofusque, se lanza a través de la puerta, mostrando la boca del infierno inserta en la suya propia..

Después de unos largos y pasivos instantes, se hizo evidente que el hijo de Henar no respondería al clamor guerrero de Camestres. Cuando Raúl finalmente lo comprendió, se reprochó su falta de llegada al muchacho, y rogó para que el encuentro reciente no hubiera perjudicado aún más la relación entre ambos. Si era verdad lo que se decía, el pobre infeliz no era más que otra víctima de aquella noche macabra.

Con estos pensamientos en mente, Camestres se dirigió a la casa por la que Facundo había desaparecido.

- Vamos, profesor. – dijo tendiéndole el brazo al anciano. – Hay que esconderse en algún lado hasta que pase todo.

Cuando llegas al salón, aunque escuchas de lejos amortiguadas las palabras de Camestres dirigiéndose a los demás sin saber qué dicen, tu atención se centra en buscar un arma. Ah, sí, ahí hay un par de cosas. El escudo metálico de rodela con pinchos en el mango y el enorme machete de cortar azúcar traído de algún viaje a Santo Domingo o Cuba o quién sabe qué chiringuito de souvenirs.

Sakra Blbost! - Miara a Raúl con ojos duros. - Íl tieñía infiogmazsión impiogtiantie, diebía hablíag con íle.

Al llegar a la sala los ojos de Facu se dirigieron, ante nada a el machete que tenía en mente y su mano lo tomo, casi sin darse cuenta. Sin embargo, más allá de los nervios captó que, justo al lado de esa arma había una larga piqueta de alpinista que lo llamaba sin palabras.

El machete, aún enfundado fue a parar a su cintura antes de aferrar el mago de la piqueta "Con el mango será más sencillo mantener las distancias" se planteó a si mismo antes de volver hacia el dormitorio donde había dejado a Henar