Partida Rol por web

Carnival

Epílogo

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05/02/2013, 00:07
Director

Hay pocas cosas que emocionen más al público que un misterio, y para el pueblo desconocedor – aquél que no conocía lo que era una verdadera pesadilla -, Carnival había resultado uno.

Poco tiempo después de darse a conocer el segundo incendio a aquel circo maldito, los rumores se fueron extendiendo sin cesar. El público exigía respuestas. ¿Cómo había ocurrido aquello? ¡El fuego no se prende solo! ¿Acaso los aventureros habían tenido que ver con el fin de Carnival? ¿O había sido la policía?

Mientras aquellas cuestiones se iban propagando de boca en boca, y la prensa y la televisión se hacía eco de las murmuraciones, la familia Von Hausen, así como Nicole, Susan e Ian, trataron de volver a la normalidad.

Por el mismo tiempo que se le hacía un funeral sin mucha pompa a Leonard Archer, el policía caído, circuló el rumor de que Christopher y Walter Von Hausen tenían la intención de vender la gran mansión donde todo el asunto del secuestro había comenzado. Tras venderla a un precio exorbitante, la millonaria familia se disperso. Se dijo en los tabloides que Antoniette Von Hausen planeaba viajar a Francia con el pequeño Peter. Aparecieron en fotos la casa que el abogado de la familia compró para él y para los suyos; y también como, al poco tiempo del entierro, los padres dolidos del muerto habían salido del país rumbo a Alemania, sin intensiones de regresar a los Estados Unidos nunca más.

Por su parte, la vida también se desarrolló para los tres aventureros. Como cabía esperarse, y tras todo el misterio que arrastraba su viaje a los confines del teatro maldito, aquellos tres habían pasado a ser la comidilla de los periódicos amarillistas.

Se informó, por ejemplo, cuando Nicole Johnson y su esposo habían regresado de un viaje por tierras rusas, llevando con ellos dos niños con ellos, con los que no se les había visto antes. La fama del momento precedió a la joven señorita Fox, quien, gracias a sus nuevos contactos y aquel golpe de suerte que da el conocimiento público, ya sea bueno o malo, consiguió calarse en la televisión con un programa propio. Susan pronto había sido querida por los televidentes por su gracia y su físico. Tampoco se había dejado al apuesto señor Brown atrás. Se había comentado con gran ahínco y emoción como su mano había salvado a la famosa chocolatera Wallington; y no se escatimaron los detalles con sus segundas nupcias con la heredera de la familia.

Pero ningún hecho fue más emocionante que el juicio contra Adolf Von Hausen. ¡El famoso millonario iba a ser lanzado de su sitial de honor! ¿Inocente o culpable?, se preguntaban todos. ¡Oh, qué emoción!

El juicio había sido programado para finales de abril; así que una mañana oscura y fría, en la que el otoño hacía gala de toda su majestuosidad, el público se congregó como moscas a la miel dentro de la sala donde se llevaría a cabo tan emocionante evento.

No faltaron las debidas acusaciones, ni las pruebas por doquier. La gente de emocionaba al oír las mordaces palabras del juez de instrucción, así como la ferviente resolución que había demostraba el abogado defensor de demostrar que su cliente no era culpable de nada. Cuando se dijo que Von Hausen estaba implicado en el tráfico de drogas, el público ahogó el aliento. Cuando Nicole Johnson mostró al jurado el diario del circense, la gente se volvió como loca. ¡No podía ser posible que Adolf Von Hausen estuviera implicado en el secuestro de su propio hijo!

Pero las cosas no se caldearon hasta que el mismo Adolf Von Hausen fue llamado a prestar declaración. Con una sonrisa sarcástica en los labios lo confirmó todo. ¡Sí! Él había incitado el secuestro del pequeño Peter, ¡la juventud eterna y la gloria eran más fuertes que cualquier prejuicio! La sonrisa macabra que soltara ese hombre delante de todos los que le escuchaban aún resonaba en los oídos.

El jurado no tuvo que pensarlo mucho para emitir su decisión, y a pesar de los esfuerzos del abogado defensor, Adolf Von Hausen fue declarado culpable. Se le había metido en la cárcel; y el millonario, al que en otros tiempos no le faltaba nada, el que se podía dar cualquier lujo que quisiese, estaba ahora encerrado como cualquier perro.

Pero la historia de Von Hausen no terminaría allí. Habían transcurrido dos semanas desde el juicio cuando se encontró el cuerpo del millonario colgando de una soga, con la cara amoratada por la falta de oxígeno. El dictamen de suicidio fue declarado sin ser pensado durante mucho tiempo, aunque había en todo aquello algo extraño, como si el hombre hubiera sido obligado a ahogarse a sí mismo; mas, a falta de pruebas, la idea quedó en eso, en una idea, formando aquello una parte más del gran misterio que representaba Carnival.

Y tras ello la vida transcurrió, no sin normalidad. El tiempo se encargó de aplacar las llamas de la curiosidad y nuevas cosas hicieron borrar de la imaginación colectiva los misteriosos eventos. Incluso Nicole, Susan e Ian habían tenido tiempo de sanar y olvidar. Las pesadillas se habían quedado atrás, ya nada de eso podía ahora atacarlos…

Al menos eso creían aquellos, pues aunque la vida les había vuelto a sonreír a cada uno de aquellos tres individuos, nada podían hacer por aplacar los sonidos del mismo infierno que se apoderaban de sus cerebros cuando la noche caída y las pesadillas se volvían una vez más realidad. Carnival podía haberse quemado, podía haber dejado de existir, pero Gouchet y los suyos vivían por siempre en el tormento de sus mentes, sin dejarles olvidar que el terror y la maldad eran muy reales.

Porque el show no se acaba hasta que la última luz se extinga. Carnival, aún muerta, no iba a dejar en paz a los que habían observado su antigua belleza. Sus armas serían torturadas por siempre, hasta la muerte…

Notas de juego

- Fin -