Partida Rol por web

El trío se apresuró en su retorno a la plaza. La música seguía oyéndose, como una melodía agradable e hipnotizadora, pero nadie parecía haber reparado en ella. Las gentes de Ravengro, observaban a distancia, como el pistolero, la chica de ojos de distinto color y el muchacho de pelo naranja, dehacían el camino que los había llevado hasta la orilla del río. En realidad estaban agradecidos de que los forasteros hubieran mediado contra las estirges, pero aun así, permanecían alejados contemplado en silencio a sus salvadores. Tal vez todavía era demasiado pronto.

Una mujer envuelta en ropas negras típicas de viuda, se interpuso al trío con lágrimas en los ojos... ¡¡Mi niño!! ¡¡Mi niño!!!

Erodel miró a la mujer enlutada como un niño mira a las piedras del rio...sin interés. Sin embargo, dado que alguno de sus amigos diría algo mas pronto o más tarde, su mente se le adelantó y se disparó de igual modo que la pistola de Jarik.

- Tu niño? Te refieres al chiquillo del islote del rio? Nuestro hermano se está ocupando de el... los mo...las estirges casi lo desangran. Pero no tema señora, Ishaya es habil a la hora de sanar.

Hermano...había dicho hermano... Que jugarretas le estaba jugando su maldita mente independiente?

Lyria puso una mano tranquilizadora en la espalda de la mujer:

- El peligro ha sido eliminado, y como bien ha dicho nuestro joven hermano Erodel, Ishaya, hijo de la orden de Pharasma, se está ocupando personalmente de su hijo en el río. Vayamos a verlo. - dijo esto ofreciéndole su brazo para acompañarla en estos momentos de angustia hacia el rio.

Se volvió hacia sus hermanos y les hizo gestos de que continuasen que en seguida se reunía con ellos.

Escuchando las palabras de Lyria, el pistolero  La mira a los ojos

Ves tranquila. Intenta calmar a la pobre mujer. Y regresa pronto.

Levantando la cabeza, intenta escuchar la melodía perversa y dirigirse hacia ella.

Vamos, Erodel.

Haciendole un gesto al pequeño hermano, le comenta en voz baja.

Intentemos no meternos en líos. Solo localizar y observar... si no se complica, claro...

Y mirandolo con una mueca casi alegre, comienza a caminar hacia la plaza

La hechicera cambiante marchó junto a la desconsolada madre del niño herido, pero a pesar de eso, la música proseguía sonando...

En la plaza, Kendra aguardaba junto a las gentes de Ravengro y los niños rescatados, intentando poner calma y sentido tras el incidente con las estirges. A unos metros de la multitud, el muchacho flautista proseguía tocando acordes junto a Río Viejo, mientras una mujer de mediana edad intentaba sin éxito llamar su atención.

Jarik y el niño pelirrojo irrumpieron en la plaza. Erodel se había desencapuchado de nuevo, revelandose una vez más al pueblo de Ravengro. El Diablo Rojo estaba en la ciudad, y su mente, en ocasiones macabra, le impelía a que ese hecho fuese conocido a cada momento. El temor que podía llegar a inspirar quizás les fuese útil. Con paso decidido y todo lo imponente que su fatiga le permitía, se encaminaron hacia Kendra. Cabía la posibilidad de que relacionar a la hija del difunto sabio con aquellas gentes entre las cuales se hallaba el Diablo Rojo fuese en detrimento de esta, pero eso, a Erodel se le daba una higa.

Al llegar junto a la muchacha, el niño tornó su voz en aquella que semejaba un hombre de enorme porte y poder, habló en voz alta y preguntó:

- Kendra, sabes acaso quién es el flautista que parece ser ajeno al tumulto de las estirges? Es de por aquí?

La joven muchacha miró a Erodel y de forma calmada respondió: - Se trata del joven Bareth y su madre Ilnar. Pero... ¿Por qué lo preguntas?- preguntó con cierta cara de incredulidad, mientras miraba la extraña escena, pues a pesar de los intentos de Ilnar, su hijo proseguía interpretando una la magnífica melodía con una maestría propia de los mejores músicos de Taldor.

Con gran calma, el pistolero se fue lentamente aproximando al muchacho y  a su madre. No quería que se asustasen ni tampoco utilizar la fuerza. Quería ganar tiempo hasta la llegada de sus hermanos.

- Perdone, señora -dirigiéndose a la madre del chico-. ¿Le ocurre algo a su hijo ?

A pesar del alboroto que hay en la plaza, él no ha cesado de tocar...

Con aire serio, Jarik mira a la mujer  esperando su respuesta. Pasados unos segundos, sus ojos se dirigieron al muchacho, intentando descubrir que le pasaba a este por la cabeza.

A pesar de la aproximación del pistolero, el muchacho prosiguió con su "arte". No fue difícil para Jarik y Erodel descubrir que mientras acariciaba la flauta con sus dedos, Bareth parecía ido, perdido, en trance. Aunque las exigencias de su madre cada vez se hacían más bruscas, no había forma de detener la obsesión del muchacho por continuar tocando.

Ante las preguntas de Jarik, Ilnar sólo pudo encogerse de hombros - No sé que le ocurre... no consigo que me mire y deje de tocar. Debemos irnos, no sea que esas alimañas consigan entrar al pueblo...- argumentaba con tintes de preocupación y temor, mientras Bareth hacía sonar su flauta de madera de forma suave.

Fue en ese instante cuando Lyria llegó. La cambiante portaba su tez perlada de sudor, pues había tenido que correr hasta la posición de Ishaya y Sicarius para luego retornar hasta la marquesina dela plaza.

Lyria llegó resoplando y tardó un momento en recuperar el aliento. Le sorprendió encontrarse a sus hermanos hablando con los lugareños y mirando con curiosidad al chico que estaba totalmente absorto en la melodía y no respondía a los zarandeos que le propinaban los lugareños.

- Por qué no deja de tocar? - Preguntó Lyria.

Aunque era una pregunta retórica, ya que su cuerpo, casi inconscientemente, reaccionó acercándose al chico y poniendo uno de sus dedos en la salida de la flauta para que cesara la melodiosa música e intentar sacar al pobre muchacho de su estado embelesado.

Cuando Lyria tapó la desembocadura de la flauta, la melodía cesó. Por unos instantes, el muchacho continuó punteando acordes con sus dedos como si nada sucediera, pero repentinamente, fue abstraido del trance en el que se encontraba, sorprendiéndose al ver a su madre y al grupo de forasteros frente a él.

Sacudió su cabeza como si intentara salir de una mala borrachera, y Río Viejo ladró a modo de protesta, pues el perro había estado disfrutando de la música como el mejor de los entendidos.

- ¡¿Qué sucede?!...- preguntó Bareth con cara de no saber lo que hasta ese momento había estado haciendo...

El niño de pelo rojo, con un sutil movimiento, se acercó al desconcertado flautista, moviendose por el costado de la cambiante, y como sin querer, alargó la mano y la dirigió hacia la flauta ya muda. No estaria de más que alguno de sus instruidos compadres estudiasen aquella flauta, no fuese que "escondiese" algo...

El muchacho se quedó boquiabierto ante la felina reacción del pelirrojo. Su movimiento había sido tan rápido que ni siquiera había tenido tiempo de respirar. Ilnar, dio un paso atrás asustada por la rapidez de Erodel, como un caballo evita a las serpientes del camino.

¿Por qué me la quita señor?- se apresuró a preguntar

Erodel, con una sonrisa ladina miró al flautista sorprendido, y haciendo voltear la flauta entre sus dedos, de una mano a otra, contestó:

- Creo que esta flauta te hace más mal que bien...hay estirges MUY cerca, y hay que estar alerta...y no queremos que nadie se haga daño...verdad?

Luego, una chispa de claridad acudió a su mente, y se le ocurrió preguntar:

- Hace mucho que tienes este...instrumento?

Lyria observando la línea que quería tomar su joven hermano Erodel añadió su parte para apoyarle y encarar al muchacho para conseguir que compartiese esa información con ellos:

- Cuando tocabas esta flauta parecías como poseído. Y hasta que no he parado la música no has vuelto a ser tú. - Dijo adoptando una expresión de hermana mayor con el muchacho.

El muchacho permaneció estupefacto ante la afirmación de la hechicera de ojos dispares. - La flauta la he poseído siempre...- respondió mirando con cara de miedo al siempre peligroso pelirojo. - No sé... Una voz en mi cabeza me impelía a continuar tocando. En un principio pensé que se trataría de algún vecino... No sé... ¿Me devuelven mi flauta?-  Preguntó Bareth con ojos húmedos y llorosos. Ques se acercaran a él los forasteros de la escabechina de las Reslands lo habían sumido en un estado de ligero pavor.

A Lyria se le partió el corazón al ver al pobre muchacho implorar por el retorno de su flauta. Sin embargo no podía ignorar el potencial peligro aparentemente relacionado con la inocente melodia que profería el muchacho.