Partida Rol por web

Lyria, una vez hubo finalizado de investigar los objetos, aunque con la espina clavada de no saber las características de la pequeña hacha de mano, siguió a Ishaya en su dirección:
- Yo soy de la opinion de no dejar nada a nuestras espaldas.

Erodel, igual que un perrito abandonado y hambriento, siguió al enano con un trote suave, dispuesto a no perderlo de vista ni un momento, pues ahora, para el niño, Ishaya era la primera persona que conocía en su vida.

El grupo se dirigió hacia la puerta que que anteriormente dejaron atrás. Sicarius, una vez más, volvió hacer de de maestro de ceremonias entrando con su habitual sutileza. Tras él, Ishaya continuaba portando la antorcha en su mano derecha, mientras que Jarik, ahora con su espada en la mano, escoltaban al corpulento guerrero. En la retaguardia, Erodel y Lyria intentaban mantener las espaldas del grupo cubiertas.

Estantes y armaduras cubiertas de telarañas permanecían en esta estancia. Lo que debió ser una bien equipada armería, ahora está desprovista de armas y armaduras...

Ishaya entró en la sala tras Sicarius, los métodos del humano eran....... expeditivos pero había que reconocer que en aquellas situaciones la sutileza sobraba, y en esa tesitura Sic era el mejor.

Tras entrar en la sala como si de una desbandada de ñus se tratara, Sicarius pudo comprobar que no había peligro inminente en apariencia, pero las últimas experiencias le hacían estar alerta, quien sabe si algo se ocultaba en las sombras para asestar golpes viles por la espalda? Así que en posición de guardia movió su cabeza en todas direcciones acompañando a su mirada siempre la hoja de su espada.

Lyria se concentró en sus habilidades mágicas para descubrir la presencia de auras mágicas. Era una forma, dentro de sus posibilidades, de encontrar nuevos objetos o pistas que pudiesen ser de utilidad para el grupo. Parecía que en este monasterio abandonado había muchas cosas que se habían dejado en él.

Sus ojos volvieron a brillar con el clásico fulgor azulado ....

Erodel, pegado a la pared contigua a la puerta por donde había entrado Ishaya, extrajo dos dagas de su cuerpo, y con la mirada fija en los alrededores, se preparó para posibles ataques y sopresas por la retaguardia de sus... amigos...?

La sala estaba repleta de los restos de hojas oxidadas, mangos de hacha carcomidos y virotes cuya madera se hallabá en una situación de severa fragilidad. Sicarius recogió una del suelo y casi sin esfuerzo pudo quebrarla por la mitad. Seguramente, algún grupo de valientes pasara por este recóndito lugar y saqueara lo poco que se conservara junto a las armerías. Pero entre toda esa maraña de astillas y metal oxidado, tanto el guerrero como el sacerdote encontraron un grupito de cuatro virotes en buenas condiciones.

Lyria observó el fulgor mágico proveniente de lo que acababan de encontrar Sic e Ishaya en el suelo de la estancia. Se adelantó y les comentó:

- Desprenden magia estos virotes. Por eso no se han podrido como el resto de las armas que formaban parte de la habitación. Si me dáis unos minutos puedo intentar analizar su poder.

Con la espada en la mano , Jarik entró en la habitación tras Ishaya. No le daba la misma sensación que pimentera de seguridad, pero también estaba familiarizado con su peso y sabía como utilizarla. Estaba pensando en como reparar su preciada arma, pero no impedía que su concentración fuese total. Giró sobre si mismo, cubriendo la espalda de sus compañeros, atento a todo...

Ishaya escudriñó cada rincón de aquella estancia, intentando prever de donde podría proceder el peligro. Desde que habían entrado en aquel monasterio todo eran sorpresas, y no agradables precisamente, entonces mientras sus ojos pasaban por encima de la pared situada al este le pareció ver algo, una minúscula sombra apenas perceptible, una pequeña rendija que apareció al pasar la antorcha por la zona.....

Chicos, en esa pared hay una puerta secreta.

Cuando el niño escuchó hablar al enano, se giró, y dagas en mano, entró en la sala. Dirigiendose a Ishaya, se acercó ala pared dondel el clerigo miraba.

- Puedo examinarla... por si hay alguna... trampa... - balbuceó Erodel, como un chiquillo timido recitando la lección.

Erodel se acercó hasta la puerta secreta. La observó y analizó concienzudamente durante varios minutos, pues era conocedor de que en ocasiones, este tipo de accesos escondían cosas de valor... tal vez un gran tesoro abandonado por los enanos del monasterio. Pero también sabía que frecuentemente, estas puertas estban selladas con poderosas trampas que podían ser cuanto menos tullidoras e incapacitantes...

- Parece que esta limpia... - dijo el niño, tan cerradamente que parecía que hablaba para si mismo. Luego se incorporó, pues estaba en cuclillas, y dejó libre el acceso a la puerta. Sin saber porqué, sonrió, miró al bruto guerrero del sombrero ancho y le hizo el gesto de invitarle a pasar.

- Toda tuya . - La voz de Erodel había cambiado de golpe, y ahora parecía que hablaba un hombre, un hombre grande y poderoso.

Bien bien, si parece que al final vas a ser útil y todo, eh Malachai!

Después de darle una palmadita en la espalda al chaval pelirrojo, Sicarius miró al resto del grupo como pidiendo consentimiento para pasar, esta vez no quería precipitarse. Así que dijo:

Ishaya, pásame la antorcha y la espada que hemos encontrado antes, esta vez no me pillarán por sorpresa...

Tras decir esto y hacerse con la antorcha y la espada enana, Sicarius se dispuso a entrar.

Estaba claro que lo siguiente era abrir la puerta y volverse a enfrentar nuevamente a lo desconocido. Ishaya, hizo acopio de la ballesta ligera de bella manufactura y el pergamino clerical. Por otro lado, Sicarius extrajo la espada corta de hoja triangular y más ancha de lo habitual, algo propio de enanos, cuyas hojas eran temidas, mientras le entregaba a Jarik el hacha que la hechicera cambiante no había podido identificar. En cuanto el mango del hacha entró en su contacto, notó una fuerza interior descomunal y difícil de calificar. Por unos segundos, se sintió preso de miles de batallas y luchas agónicas. Estaba claro que el pequeño destral despedía un aura de poder brutal...

Sicarius abrió la puerta y se introdujo en lo que parecía un largo pasillo. Por suerte, la antorcha iluminaba lo suficiente para ver una imagen desgarradora y funesta. Las estructuras óseas de lo que debieron ser enanos, se acercaban al bravucón con paso firme, empuñando armas desvencijadas y armaduras destartaladas.

Justo en ese momento, cuando una vez más parecía claro que el grupo debería batirse en combate, el pequeño hacha vibró en la mano de Jarik revelando una par de palabras, o tal vez un nombre lejano, extinto al que resultaba difícil encontrarle significado. El pistolero leyó con voz queda... Capullito Mágico.