Partida Rol por web

Todo estaba demasiado oscuro y lleno de espesas telarañas, como para ver con una buena definición de detalle los entresijos que la base de la torre encerraba. Sicarius, comenzó a caminar entre los restos de cajas y barriles carcomidos, moviendo de un lado para otro la antorcha que su mano siniestra sostenía. El fuego, quemaba con avidez los hilos del entramado sedoso que discurría entre restos de mobiliario, arcones destrozados y toneles. Mientras tanto, Jarik apuntaba desde la puerta pero sus ojos humanos, le impedían discernir con claridad si existía algún peligro acechando al tosco guerrero.

De repente un peso se precipitó sobre el hombro derecho de Sicarius. Los reflejos entrenados del guerrero, actuaron con rapidez y tras palmear con fuerza su charretera, un aracnoide de color anaranjado y 20 cm de diámetro, cayó sobre unas maderas pútridas. La araña mostró sus calíceros con aire intimidante, al tiempo que emitía un agudo chirrido insectoide. Ese momento de sorpresa, cuando la defensa del forzudo humano fue superada por un segundo arácnido que se agazapaba entre las cajas herrumbrosas. Esta segunda amenaza se abalanzó sobre su pierna derecha e hincó sus poderosos colmillos haciéndolo bramar de dolor... 

Sicarius bramó de dolor, pero se recuperó enseguida, no podía permitirse el lujo de flaquear ahora. Así que dejó caer la antorcha en el centro de la sala para tener algo de visión y desenvainó a la milenaria Descanso Eterno poniendose en posición de ataque.

Venid asquerosas criaturas, pienso darme un festín

El sonido de la madera rota, el ruido extraño de algo o alguien dentro de aquella sala llega a oidos del niño, que también se percata de que el hombre algo delante suyo apunta con aquella...arma? hacia dentro del cubiculo. La reacción instintiva de aquellos que le acompañan pasa por sus sentidos con el mismo efecto que la brisa temprana de la mañana sobre las piedras...NADA, como siempre. Conceptos tales como nervios, miedo, alegria, ira, tristeza se antojan como un vaso limpio lleno de agua clara para Erodel, transparentes, sin olor ni sabor ni... NADA. Aun asi, por la fuerza de la costumbre, por haberlo visto hacer a aquellos que han pasado por su vida, por obligación diríase, el niño echa a un lado su capote, y extrae dos agudos cuchillos de sus vainas, cuidadosamente distribuidas a lo largo de su torso hasta cubrirlo por completo y alcanzar asi la suma de 8 dagas que el chiquillo luce del mismo modo que otro niño cualquiera luciría juguetes o chucherias. En sus ojos esmeralda, el atisbo de un proximo movimiento es tan dificil de distinguir como un copo de nieve en una ventisca invernal.

El grito de Sicarius sobresaltó a Lyria que estaba más pendiente de las acciones de Erodel que la situación proveniente de dentro de la torre. Se reprendió a sí misma por su despiste un único segundo, tiempo suficiente para vislumbrar a su objetivo entre las piernas de Jarik. Se retrayó otro segundo para concentrarse en los gestos y palabras necesarios, y acto seguido se dispuso a liberar las energías mágicas que manaban dentro de ella en una rápida y eficaz acción.

Tras el bramido de Sic, el enano temiendo por la vida de su hermano se intenta colocar tras el pistolero y lanzar una oración para que el poder curativo de su fe restañe las heridas de sus hermanos.

Un trozo de madera... o no es madera? Cuando Jarik escucha el grito de dolor de Sic, mira con más atención y ve dos arañas demasiado grandes, se maldice por no estar suficientemente atento. Aun asi, se aparta hacia un lado para no bloquear la entrada y apunta cuidadosamente...

- No conoceré el miedo. El miedo mata la mente. El miedo es el pequeño mal que conduce a la destrucción total. Afrontaré mi miedo. Permitiré que pase sobre mi y a través de mi. Y cuando haya pasado, giraré mi ojo interior para escrutar su camino. Allí por donde mi miedo haya pasado ya no quedará nada, sólo estaré yo...

recita mientras otro de los mantras de Nathaniel

El disparo retumba el en la pequeña estancia. Pero para los sentidos de Jarik, la forma ha sido la idónea. Todo se ralentiza y ve salir la bala dirigida hacia la criatura. La parábola es perfecta, y ve brotar el icor de la bestia... El olor de la polvora es gratificante...

Los brazos del niño cuelgan flacidos sujetando los cuchillos mientras mira como el hombre del extraño artefacto da un paso atras, y acto seguido un estampido resuena en la sala. Sus ojos pestañean a causa de la sorpresa, y de paso, revelan a una bestia que se perfila en la entrada de la sal de enfrente. Erodel gira un poco la cabeza, arruga la naricilla y su árida mente parpadea a causa de algo parecido al disgusto, una leve molestia similar al picotazo de un mosquito en la piel de un elefante, un torrente emocional en los canones de la muerta mente del niño. Esa molestia hace que eleve uno de sus brazos, y a velocidad imposible el cuchillo desaparece de su mano y se estrella en la pared de la puerta, esparciendo chispas por el suelo...

El arácnido se movía con una velocidad endiablada entre los restos de cajas y barriles, pero aun así, Sicarius podía escuchar sus chirridos y los claqueteos que producía cuando entrechocaba sus gruesos calíceros. De una patada, apartó un cesto de mimbre que se deshizo en una lluvia de polvo y ramas, mientras la atigrada araña quedó sin cobertura. A pesar de eso, el molesto enemigo no se arrugó y aprovechando el impulso de sus poderosas patas, se lanzó contra el guerrero volviendo a picarle en la pierna derecha.

El dolor de la terrible picada no fue suficiente para desestabilizar la posición de guardia de Sicarius, ni suficiente para hacerle caer ni retroceder, ni en absoluto le distrajo. Su concentración en el combate era total, había escuchado el disparo del fabuloso artefacto de su hermano Jarik en su flanco trasero y el crujir de la queratina resquebrajándose por el impacto, pero también escuchaba como el resto de sus compañeros continuaban movilizándose para continuar combatiendo. Sin duda tras él había otra araña, herida, pero ni mucho menos muerta y dispuesta a atacarle a traición. Así que en ese instante decidió utilizar ese movimiento que otrora hizo famoso a su padre en el arte del mandoble y que siendo solo un chaval Sic aprendió, "El Gancho con Giro y Caida del Halcón".

Con un delicioso giro de sus muñecas colocó su arma en posición y ejecutó un devastador golpe ascendente capaz de partir en dos a un caballo, su golpe acertó, pero sin tiempo a ver las consecuencias de la herida causada, el diestro espadero pivotó 180 grados sobre su posición aprovechando el impulso que le otorgaba el peso en movimiento del arma para que una vez la hoja estaba en una perpendicular perfecta hacerla caer con la furia de un titán y así aniquilar al enemigo que le flanqueaba de forma vil y cobarde.

El choque del magistral acero de Descanso Eterno contra el suelo hizo saltar chispas de tal tamaño que incluso iluminaron el rostro del violento ejecutor del virtuoso golpe, pero también dejó entrever que el golpe había sido errado.

Maldición, donde diablos...?

Tras el primer mandoble brutal, el arácnido fue seccionado diametralmente con la precisión de un físiólogo real, mientras un charco de icor verde-amarillento fosforecente se esparcía por el suelo de piedra. No hubo tanta suerte con el segundo movimiento, pues la araña que se hallaba en la puerta, a pesar de poseer un par de patas dañadas, todavía conservaba un elevado grado de movilidad y agresividad.

Ajena al devenir de la situación en el interior de la torre, Lyria intentaba fijar el objetivo que, sabía, se hallaba en el dintel de la puerta de acceso a la torre, pero entre tantos cuerpos entre medio de su visión, era incapaz de fijarlo de una forma que no fuese fugaz entre las piernas, brazos y cuerpos de sus compañeros. Avanzó al lado del nuevo compañero, Erodel, olvidándose de toda supuesta precaución ante desconocidos y se sumió en unos instantes de trance para invocar su fuerza interior y transformarla en energía para el ataque al objetivo. Abrió los ojos y extendió su mano derecha con la palma hacia arriba. Un halo en espiral de energía recorrió su brazo y se concentró en un brillante y chisporroteante punto verde en su dedo índice. Lyria giró su mano y apuntó con su dedo índice a la araña de la puerta. Sólo podía ver una ínfima parte del abyecto ser, pero era más que suficiente para atacarlo. El proyectil salió disparado, dejando una reluciente estela tras de sí, para impactar con endiablada precisión en el cuerpo del objetivo.

Hubo un gesto de satisfacción en los labios por la acción realizada, pero sólo duró unos instantes. Por alguna extraña razón, se puso de nuevo en alerta, ..., tensa, ..., su cerebro le estaba indicando de nuevo que estaba peligrosamente cerca del nuevo compañero, però por qué?, ..., estaba ayudando en el combate, y el combate podía no haber finalizado, ..., por qué ese ansia y esa desconfianza aparentemente injustificada, ..., acaso padecía alguna enfermedad mental que le impedía confiar de forma normal en la gente? ..., tantos estigmas había causado su juventud en su conciencia para tener esa extraña aversión hacia la gente desconocida?

Su gesto se endureció hacia Erodel sin causa justificada, mientras en la mente de la muchacha se debatía la razón con la irracionalidad ...

La criatura sufrió el choque de energía y cayó con las patas boca arriba mientras se cerraban como el capullo de una flor. Esa pérdida de tono sólo podía significar que el arácnido había sucumbido.

Una vez más el grupo trabajó en equipo uniendo sus diferentes fuerzas y dones para superar las trabas que el destino ponía ante ellos...

La irracionalidad se terminó implantando, y tras una leve visión para comprobar que el enemigo ya estaba eliminado y que aparentemente la situación de peligro se había normalizado de nuevo, Lyria retrocedió de espaldas con la mirada fija en Erodel y su ceño fruncido por la irracional desconfianza.
Cuando ya estuvo bajo el amparo protector de su hermano Ishaya, su semblante se relajó, y el escudo irracional desapareció. Sólo en ese preciso instante su parte racional dominó completamente su cerebro y cayó en la cuenta de lo que estaba haciendo, ruborizándose, y mirando a sus compañeros por si alguien había reparado en sus irracionales actos.