Partida Rol por web

La noche caía por todo el continente. Los cálidos rayos de sol refulgían a través de las coloridas nubes de sus tierras en un saludo de despedida hasta la mañana siguiente. Las primeras estrellas comenzaban a hacerse notar y los bosques y tierras daban sus primeras nociones de oscuridad y largas sombras.

Esta noche era de descanso para todos ustedes. Ninguno tenía trabajos que realizar ni guardias que cubrir. Cada uno de ustedes podía apreciar el firmamento, sin saber aún que sería la última vez que lo verían... al menos en el corto plazo.

La noche transcurría llena de paz y silencio, cada uno de ustedes sumidos en un profundo sueño, sin notar siquiera la niebla que se abría paso inexorablemente hasta donde se encontraba cada uno. Engulléndolos totalmente.

Al despertar se encuentran en un bosque, con una bruma gris muy densa rodeándolos, impidiéndoles ver más allá de un par de metros. Si ven arriba pueden notar que las nubes muy densas, aunque hay pequeños huecos que les permite observar las estrellas... Ninguna esta en un posición conocida por ustedes.

La rojiza luz del sol desaparece de a poco entre las ramas y copas de los árboles. Una visión que el joven no disfrutaba desde hacia muchos años cuando su enclaustro inició.

En medio de un remoto valle se erige uno de los más recónditos monasterios. En éste se imparten, desde tiempos impensables, las enseñanzas del dios quebrado. Fuera de casi cualquier contacto con la sociedad, allí los jóvenes aprendices conviven bajo la más estricta supervisión de sus maestros.

Era la primera de ves que Derril realizaba aquel encargo. Tenía que viajar a la villa más cercana desde el monasterio, a unos cuantos días de camino, y realizar algunos trueques por materiales que en el monasterio no podían ser fabricados. La noche se había puesto, y el joven buscó un lugar que creía seguro para resguardarse en medio del bosque. Recostado contra un gran árbol, Derril inició su descanso.

Horas más tarde el joven abrió sus ojos. Un repentino cambio en la temperatura fue suficiente para poner en alerta al monje. La densa niebla frente a sus ojos no le permitía distinguir apenas nada, una niebla que nunca se había visto por el valle. Su primera reacción fue entonces la de intentar orientarse con las estrellas, pero nada de lo que veía en el cielo le era familiar.

Con su habitual actitud calmada, Derril empieza a reconocer el lugar en busca de cualquier pista que le pudiera decir dónde se encontraba.

Llegó de hacer ofrendas en el templo de Umberlee a la posada de "El tuerto" para recoger a un tripulante de última hora, un tal Kord. A Yedrik le daba igual. No se encontraba a gusto en ese puerto y estaba contento de poder partir.

En la barca, mientras remaba, apenas cruzó un par de palabras en el trayecto al barco, aunque compartió un odre de hidromiel como gesto de hospitalidad.

Una vez a bordo, se sintió de nuevo en casa y se tendió en cubierta a disfrutar de la noche estrellada hasta caer dormido. 

En algún momento sus sueños se volvieron turbios. Un vago malestar le despertó y antes de abrir los ojos supo que algo andaba mal. Estaba en tierra firme. Abrió los ojos y entre las densas nubes entrevió las estrellas.

-¡¡Por todos los dioses!! ¡¡Las estrellas!!

¿Estaría en un sueño? No parecía un sueño.

Se incorporó a medias y vació el odre pensando que la hidromiel estaba en mal estado y le provocaba delirios... luego examinó lo que había a su alrededor.

Kord, con la carta de órdenes bajo su pechera, acababa de llegar aquella tarde a puerto de mar dispuesto a embarcarse en un navío para unirse a su nuevo regimiento allende los mares. Era un nuevo reto y como tal lo afrontaba con ilusión y con el firme objetivo de dar lo mejor de sí mismo.

Allí debía encontrarse en la posada "el tuerto" con un tal Yedrik, él le conduciría hasta el barco que había de transportarle a su lejano destino.

El encuentro fue parco en palabras aunque cordial, o al menos aquello le pareció, no solo por el ofrecimiento de hidromiel, sino porque cuando vio la barca y la comparó con su tamaño y envergadura una sombra de duda cruzó su rostro. El hombre que ya debía habérselo imaginado nada más verlo, tan solo le dedicó una media sonrisa y un gesto de asentimiento, más que suficiente para que el gigantón confiase en él. A cambio, Yedrik, remó todo el camino hasta el barco sin rechistar, a pesar de que las gotas de sudor empezaron a aparecer en su rostro.

Era casi dos veces más alto que cualquiera de los miembros de la tripulación, por lo que su presencia no solo despertó miradas curiosas, sino que significaba que, quisiera o no, su sitio estaba en cubierta. 

Desconocedor del entorno, trató de imitar a los marinos que allí se encontraban, puso sus cosas en un sitio que no molestaran y se tumbó sobre ellas, preparándose para pasar la primera de sus noches en un barco. No era el único en la cubierta, el hombre que conoció en el puerto también lo estaba y un rasgo de felicidad se dibujada en su castigado rostro mientras contemplaba el firmamento.

Aquella visión le relajó y al igual que este cayó dormido contemplando el firmamento.

Le despertó el grito de Yedrick y poco tardó en reaccionar levantándose de un brinco. - ¿Las estrellas? ¿Cómo que las estrellas? ¿Qué coño le ha pasado al barco? ¿Y al puerto? - preguntó de manera retórica sin esperar respuesta cierta - ¿Qué brujería es esta? - volvió a decir mientras miraba sin cesar de un lado a otro como esperando una embestida.

Otra mision dentro de la ciudad.

Los asesinatos proseguian y la guardia de la que Ranesh formaba parte solo se dedicaba a enterrar a los muertos.

Lo dejaria, buscaria otra cosa, pero no iba a dejar tirados a sus compañeros, que estaban tan asustados como el de los hombre rata.

Cerro los ojos, en su camastro, sabiendo que es sueño sería intranquilo.

Cuando los abrió, empapado en sudor y con un grito en los labios, se enontro con un cielo cuyas estrelas no recnonocia. Aturdido, recogio una de sus hachas y se puso a investigar el lugar donde alguna extraña brujeria le habia arrojado.

Con el acero desenvainado, Yedrik se guió por el sonido para acercarse al Goliath. Cuando estuvo lo bastante cerca, pudo leer en el rostro de Kord el mismo desconcierto que sentía él mismo así que, adoptando una actitud pragmática, se colocó espalda contra espalda con la mirada clavada en la niebla, atento a cualquier sonido y con los músculos tensos a la espera de un ataque.

Habló con susurros lo imprescindible: ¿Estas herido?¿Recuerdas algo?¿Oyes algo?

No se atrevía a desplazarse por miedo a caer en un foso un un barranco. Los minutos pasaron lentamente sin que ocurriese nada. Finalmente alzó de nuevo la voz.

-¡¡Hay alguien ahí!!

Kord pudo ver cómo, de entre la densa niebla aparecía una figura espada en mano a la que rápidamente identificó como Yedrik. - Estoy físicamente bien. Solo recuerdo caer dormido contemplando las estrellas y aparte de nuestras voces y nuestros propios pasos no escucho nada más. - respondió escueto también susurrando intuyendo que el marinero estaba, aparte de desorientado y perplejo, como él, ileso.

Sus pies estaban básicamente sobre su saco de dormir así que se agachó apenas un instante a recoger su escudo y su maza, pues no había tiempo para mucho más y se mantuvo en posición de guardia mientras esperaba respuesta al grito de su compañero y forzaba su vista para penetrar en la niebla.

Te incorporas rápidamente y comienzas a tratar de ubicarte, mas no encuentras el gran árbol que buscabas. Todo esta cambiado, ni árboles en su lugar ni estrellas en su posición, además de que notas que el aire esta totalmente enrarecido, tiene un olor particular, como a viciado y cargado de pesadez y maldad.

La niebla comienza a levantarse poco a poco, pero no desaparece, notas que a no más de unos 100 metros de donde estás hay como una pared de la misma, pareciese que es totalmente distinta a la que te rodea actualmente, no deja ver que hay detrás de ella. 

Así mismo, hacia el lado opuesto de la pared de neblina logras divisar pequeños puntos de luz... ¿antorchas?

Cuando logras divisar las luces al mismo tiempo escuchas un grito no muy lejos de tu posición:

-¡¡Hay alguien ahí!!

Con el arma en mano comienzas a dar pasos precavidos y lo más sigilosos que te son posibles, tratando de ubicarte y saber donde puedes estar. Mas a cada paso te das cuenta de que nunca has estado aquí y que todo te resulta cada vez más extraño.

La neblina amaina un poco pero no desaparece, aunque te permite ver los árboles y un poco más allá que tu nariz. Lo que notas es que la neblina retrocede unos metros y forma como si fuese una pared, no dejando ver absolutamente nada detrás de si misma. 

Con este "levantamiento" de la niebla a lo lejos, en dirección contraria a la pared de neblina, alcanzas a distinguir algunas luces.... ¿antorchas quizás?

Al mismo tiempo que notas las luces, logras escuchar, bastante alejado y casi apagado un grito en este gris y triste bosque:

-¡¡Hay alguien ahí!!

No solo no habían cambiado la posición de las estrellas, sino que además estaban en tierra firme y sin ningún atisbo de mar o corriente de agua que pudiese guiarlos o ubicarlos geográficamente.

El marinero es el primero en gritar y logra encontrar a su cliente/compañero no muy lejos de donde él mismo se encontraba. La neblina era espesa, aunque podían notar como iba retrocediendo poco a poco. Y cuando digo "retrocediendo" es algo literal, ya que a pocos metros de donde están notan como la misma se va acumulando y poco a poco forma una especie de pared que impide ver que hay del otro lado.

Con este retroceso la neblina se hace más liviana y les permite ver más el entorno. Árboles grises y un aire enrarecido, aunque lo que más les llama la atención son las luces que ven a lo lejos, en dirección opuesta a la pared de neblina.

Yedrik estaba completamente desorientado. Aquel extraño enorme era la única referencia que le quedaba. Aunque Yedrik era desconfiado por naturaleza, percibía que Kord estaba igual de perdido que él y eso le despertó un sentimiento de camaradería que normalmente tardaba semanas en desarrollar con nuevos compañeros. 

Conforme el entorno se iba revelando, no hacía más que aumentar su sensación de extrañeza y desorientación, sin embargo, su instinto de supervivencia le empujaba a seguir adelante y en este caso, adelante parecía ser dirigirse a las luces. Quizá fuese un campamento o una aldea. Además, si había una amenaza no se quedaría quieto esperando ser cazado, iría a confrontarla.

Yedrik miró a Kord y luego señaló con su espala las luces. -¿Vamos?

Esperó la respuesta del gigante.

El hecho de que la niebla se fuera retirando confirió, por llamarlo de alguna forma, un toque de normalidad a la anormalidad del tétrico escenario que tenía ante él. Ahora, al menos, sus sentidos le permitían advertir que no había una amenaza inminente, aparte del muro de niebla que parecía estar formándose.

- Dame un minuto. - dijo figurativamente señalando su petate y su saco extendido.

De manera metódica, con un ojo puesto todavía en sus alrededores y confiando en la guardia de Yedrik empezó a colocarse adecuadamente su armadura de cota de mallas, a enrollar el saco, a colgarse el resto de sus armas y, en definitiva, dejarlo todo en perfecto orden de revista, para comenzar a andar.

- Listo. - señaló casi con tono marcial, cuando hubo terminado de equiparse y de recoger todo. Tras ello dio el primer paso en dirección hacia la luz que le había señalado minutos antes el marinero. Cierto es que estuvo tentando de acercarse a tocar el muro de niebla que se había formado, pero su instinto de supervivencia le previno contra ello, - mejor conseguir información antes -  pensó.

Ranesh, con ciudado, se dirige hacia las luces y la voz. Pero evita el camino e intenta avanzar por uno de los margenes, para ocultarse si fuese preciso.

El joven monje se encontraba completamente desorientado. Nada de lo que veían sus ojos tenía sentido alguno. Derril meditaba sobre cientos de posibles respuestas a estos inquietantes hechos, pero nada parecía mostrar una explicación concluyente. -¿Niebla en el valle? Eso jamás había sucedido antes.- Pensó.

Mientras meditaba sobre el asunto escuchó el llamado de un hombre, este parecía relativamente próximo. -¿Un viajero?- Aquel era otro hecho peculiar, ya que lo únicos que tomaban este camino eran los monjes del monasterio, y Derril estaba seguro de poder reconocer la voz de alguno de sus hermanos. Sin mencionar aquellas luces a la distancia, hecho que sumaría un nuevo y extraño suceso en este despertar.

Si había otro individuo en las cercanías, el contactar con él sin dudas podría ser el primer paso para esclarecer esta situación.

Derril se acercó entonces hacia el foco de aquella voz, iba con sus manos extendidas en muestra de sus pacificas intenciones.

-Viajero. Derril es mi nombre. ¿Sois habitante de Villa Lulvil?- Preguntó con voz calma el joven, pensando que podría ser uno de los residentes de aquella villa que era el destino de su viaje.

Antes de dar el segundo paso y casi 15 minutos después de que su compañero elevase la voz entre la niebla para darse a conocer, llegó una voz de respuesta, por lo que se giró para encararla.

Una figura se siluetó en la bruma, emergiendo de ella con las manos en alto en aparente son de paz. De todos modos, después de aquél despertar, de pocas cosas podía estar seguro ahora, así que se quedó en posición de guardia¹.

- No - respondió escueto con su voz grave y cavernosa anticipando su respuesta a la que pudiera dar Yedrik. - ¿Acaso sois vos de allí? ¿Son aquellas luces que se ven a lo lejos de esa villa que decís? - preguntó.

Umberlee no es una diosa pacífica y, aunque su domino es el mar, sus clérigos son formados en el uso de armaduras pesadas. Así que en la medida de lo que pudo, ayudó a que Kord se vistiese la armadura, revisando que las correas no quedasen por fuera en aquellas zonas donde el gigante no podía ver bien.

Cuando estás en medio de ninguna parte, contar con un aliado acorazado y bien armado resulta reconfortante.

Cuando se iban a poner en marcha, apareció el hombre vestido con una túnica, con las manos extendidas. Quizá tuviese respuestas, o quizá su actitud pacífica fuese una trampa. Aunque, si alguien con el poder de transportarlos a tierra y cambiar la posición de las estrellas quisiera matarlos, ya lo habría hecho. Así que, en realidad, no tenía mucho sentido ponerse a la defensiva.

-Viajero. Derril es mi nombre. ¿Sois habitante de Villa Lulvil?-

- No - respondió escueto con su voz grave y cavernosa anticipando su respuesta a la que pudiera dar Yedrik. - ¿Acaso sois vos de allí? ¿Son aquellas luces que se ven a lo lejos de esa villa que decís? - preguntó.

Yedrik esperó la respuesta del desconocido.

Una voz diferente a la primera responde entre la densa niebla. Eran entonces dos viajeros, o puede que más los que estaban en aquel punto, pensó. La persona respondió a la pregunta de Derril para luego traer nuevas incógnitas al rompecabezas de piezas en que se había convertido todo desde que el joven despertase.

Si fuesen viajeros habituales de este lugar, deberían conocer Villa Lulvil. Y si por alguna increíble razón fuese Derril el que estaba en un lugar diferente al que debería, ¿cómo es que estos viajeros no conocen la naturaleza de aquellas luces a lo lejos? La única respuesta razonable era que aquellos viajeros también eran extraños en estas tierras, pero ¿qué tierras? Era la cuestión ahora.

-No. Villa Lulvil era el destino de mi viaje por el amplio valle.- Hace una pequeña pausa. -La naturaleza de aquellas luces es algo que desconozco y por vuestra pregunta deduzco que vosotros también, por lo que es posible que en estos momentos tengamos todos las mismas preguntas sin respuestas en nuestras cabezas.-

El monje se terminó de acercar a una distancia en que la niebla y la oscura noche le permitiera observar a sus interlocutores.

-Mi nombre es Derril, discípulo del monasterio del amplio valle. Humilde siervo de Ilmáter.- Se presenta nuevamente ante los desconocidos. Lleva una túnica color marrón con capucha y sandalias.

Aquella respuesta no es que tuviera demasiado sentido para él, salvo por el hecho de aquél individuo provenía de un lugar completamente diferente al suyo, aunque al menos, la deidad que nombró era una que le resultaba familiar, Ilmater.

Estaba claro que de aquella persona no iba a obtener ninguna información que le permitiera volver al barco que le habría de llevar a su destino, así que no preguntó nada más. - No parece ser una amenaza, Yedrik y yo no tengo más preguntas que formularle - le dijo a su compañero relajándose un poco y sin importarle que Derril le escuchase. - Cuando quieras podemos ir a investigar qué son aquellas luces. - 

Esperó a que el marino asintiera o dijera lo que tuviera que decir para encaminarse hacia su inicial destino.

Yedrik se alisó la barba mientras estudiaba al desconocido.

No parece ser una amenaza, Yedrik y yo no tengo más preguntas que formularle 

-Yo tengo una. No distingo bien las estrellas entre tanta nube, lo cual me tiene desorientado. Me puedes decir ¿qué constelación es esa?

Y señala algún hueco entre las nubes a través del cual se vea una agrupación de estrellas candidatas a ser una constelación.