Partida Rol por web

Jim ha desistido ya, aunque graba en su mente la cara y el nombre del hombre. Ya te daré caza, bastardo.

Se frunce de hombros. Como quiera. 

Mientras salen de la tienda, Molly se acerca a Jim y le susurra:

Si le parece oportuno, me gustaría supervisar qué se llevan de medicación, a ver si consigo salvar algo.

- Solo... tenga cuidado, sí? susurró Jim entre dientes, antes de separarse de Molly.

Jim acompaña a los franceses y procura que no se lleven demasiadas cosas, o al menos eso intenta, los soldados son bastante voraces, pero la vigilancia de Jim hace que Alain y su capitan mantengan lo dicho, aun así se llevan una parte muy importante de vuestros recursos

Molly no tiene mucha suerte y los franceses la ven acechando con lo que se ha de marchar sin revisar que se llevan y sin poder salvar algo

Los franceses trabajan deprisa, parece que tienen prisa por algo, y al cabo de casi una hora ya tienen su botin empaquetado y están listos para marchar

-ha sido un placer tratar con ustedes, espero que la naturaleza desafortunada de este encuentro no ensombrezca mucho su viaje, au revoire-

Pese a que se les ve seguros los legionarios no se descuidan, tres toman posiciones de francotiradores antes de que los que van cargados salgan del campamento

Finalmente los legionarios se pierden de vista. Se han llevado media docena de rifles dejando solo dos y munición la justa para no hacer locuras. Se han llevado buena parte de los suministros médicos, Blusiur tendrá que evaluar, pero se han llevado muchas cosas.

Por último se han llevado tambien bastantes provisiones, aunque de esto último diríais que aun tenéis bastante, aunque seguramente necesitaréis cazar algo, y no por diversión esta vez

Agotados por la tensión pasais el dia haciendo este triste recuento y así os encuentran al volver al campamento vuestros compañeros

Una vez mas solos en el campamento. Cuando la expedición desaparece tras una suave colina los porteadores que se han quedado con vosotros (la gran mayoría) se van a hacer sus tareas, aunque la mayoría va formando pequeños grupitos que hablan entre si.

Los dos soldados se dedican a vigilar el perímetro con evidente nerviosismo

Jim toma asiento, observando el sol, como su calor deforma la visión. Sus cigarrillos van haciendo un pequeño montículo a sus pies, muertos en forma de ceniza de cae de entre sus dedos.

Parece viejo. Parece cansado. Y se siente peor. 

Tiene ganas de correr, o de reventar a puñetazos algo duro, algo grande, algo que le rompa los nudillos y le de vida, dolor, al cuerpo. Más que el dolor sordo de su pecho, lo que quiere es algo que le quite esta sed de sangre. 

Y no piensa en los soldados franceses. Piensa en todos los reverendos estúpidos que dan órdenes. Piensa en lo cansado que se encuentra de que le den órdenes. Y sobre todo, piensa en Africa, que no le da órdenes sino que las exige. El único precio que puede aceptar pagar, porque por ese precio es libre.

Lentamente se levanta de su lugar, y camina hasta el centro del lugar. Señor Boring! Señora, y señorita! Tenemos que hablar! comienza a dar voces para llamar su atención. Con un gesto de la mano llama también a Tembaqui; el jefe de los porteadores puede aportar también su conocimiento y opinión a este tema.

Lady Cottonwell había visto como el grupo se marchaba, lo había observado sorprendida de no ver a su esposo dirigirle una última mirada, un gesto, algo... temía no volver a verle y temía aquella incertidumbre que tendría que sufrir durante horas, tal vez días.

Cuando las hojas y las ramas que observaba dejaron de moverse, cuando ni a lo lejos notaba presencia alguna, sin mediar palabra se metió en la tienda y se sentó frente al espejo. Durante largos minutos simplemente se quedó allí, mirando a ninguna parte y absorta completamente en sus pensamientos.

La voz de uno de los guías llamándola la hizo reaccionar, aunque seguramente no tanto como debiera.

Con voz ténue y movimientos tranquilos acudió a la llamada, ¿Qué ocurre Señor Farewell? En ese momento fue consciente de Molly, a la que buscó con la mirada.

Una vez desaparecen los miembros de la expedición, los que quedan se van dispersando, y Molly decide dar una vuelta por el campamento. No tiene ganas de meterse de nuevo en la tienda, adonde ve que se dirige Milady, pero tampoco tiene nada que hacer, así que observa a los nativos y se pregunta qué opinarán, pues los ve hablar pero sabe que aunque los oyera no podría entenderlos. Apoyada en un árbol, deja vagar su mirada y su mente por el campamento, deteniéndose a veces en el guía pensativo, pensando cómo debe sentirse al haber quedado de nuevo al cargo de todos ellos.

Cuando Jim se levanta y los llama, Molly sale de su ensimismamiento y se dirige a donde él se encuentra, sin prisa pero sin hacerse esperar.

Boring pudo contemplar el estado anímico de Jim. El guía parecía frustrado. Maurcie pensó que sería por la discusión que había tenido con Costigan momentos antes o quizás fuera por no haber ido con el contingente. No le dio más importancia y mucho menos se atrevió a consolarle. Un hombre como aquel lo menos que necesitaría en ese momento es que un estirado londinense le preguntase por su ánimo. Por tanto, viendo lo poco que había que hacer en aquel lugar, decidió hacer por fin unas fotos de paisajes para el especial del periódico. Le harían falta bastantes pues el suplemento sería gigantesco. También podría pasar sus anotaciones a limpio y comenzar a escribir la crónica de los primeros días. La junta directiva le comentó algo sobre hacer una especie de diario para publicar en varias semanas. Todo sea por asegurarse unas buenas ventas por un largo periodo de tiempo.

Todos aquellos pensamientos cayeron en el olvido cuando escuchó la voz de Jim, avisándoles a todos. Aquel hombre parecía tener algo importante que decir. Se acercó a él y se ahorró la pregunta cuando la hizo Lady Cottonwell.

El guía tomó aire. Lo que quería decir no era fácil, especialmente ante la mirada de las mujeres... pero tenía que hacerlo.

- Señora, señorita, señor... quiero conversar con ustedes al respecto de algo importante. Salir de excursión, o cacería, en un lugar como África, no es fácil. La sabanna es salvaje, su gente es dura. Ya han visto algo de ella, y créanme, no es más que una muestra pequeña. 

- Se nos ha contratado para llevarlos de cacería. Mostrarles las vistas, cazar algún que otro animal a distancia segura. No para entablar guerrillas con soldados franceses, o enfrentarnos a nativos extremadamente molestos. Esto no es bueno para los porteadores, que están a un pelo de marcharse. No sé cuanto tiempo más pueda mantenerlos aquí.

- Y la verdad, tampoco me parece lo mejor. Este campamento, aquí, es una posición vulnerable, estamos desprotegidos. Y es también un sinsentido. Es por ello que, cumpliendo mi contrato y mi palabra, los llevaré a la seguridad lo antes posible... con los porteadores. Pero tiene que ser pronto, tiene que ser inminente.

Tomó aire. Les dejaré el día para que lo mediten. Pero tienen que pensar en ello; porque probablemente mis hombres se marchen con el próximo alba; y en ese caso me apenaría mucho realmente dejarlos aquí, especialmente si puedo evitarlo.