Partida Rol por web

“Hay poderes que van más allá de nuestra comprensión, caballeros. Harían bien en no tomarse esto a broma.”

(imperturbablemente serio ante un grupo de matones y asesinos, en algún tugurio nepalí, a cientos de kilómetros
del último punto civilizado)

Aspecto Físico:

Eres un joven de tez pálida, con apenas veinticinco años recién cumplidos. Pelo corto rubio y ojos azules. Más interesante que apuesto, eres de mediana estatura aunque algo flacucho. Vistes de forma discreta, siempre con colores apagados e intentando por todos los medios no llamar la atención. A todas partes llevas un maletín con libros y un kit completo para examinar antigüedades (guantes, bolsitas, etc...)

Historial:

Tu padre era un brillante historiador, experto en cultura antigua del Museo Histórico de Berlín. Acababas de entrar en la facultad cuando recibiste la terrible noticia de su suicidio. Sabías que el comportamiento de tu padre se había enrarecido desde que comenzara a relacionarse con círculos ocultistas de la alta sociedad alemana.

Siempre sospechaste que algo importante había descubierto y que, de alguna forma, eso le había llevado a tan trágicos extremos. Sin embargo, tanto tu hermano mayor, Günther, como tu madre preferían creer la versión que todos sus “colegas” profesionales mantenían: que, de un tiempo a esa parte, el prestigioso erudito se había vuelto loco... ¡pues sólo había que ver la clase de tonterías que había estado investigando para darse cuenta!

Por lo poco que pudiste saber de aquellas “tonterías”, tu padre parecía obsesionado con una figura mitológica, un supuesto guerrero nórdico al que la muerte no podía derrotar y cuya presencia en culturas y civilizaciones tan dispares (egipcios, mesopotámicos, mogoles…) había comenzado a obsesionarlo. Ignorando los avisos de familiares, profesores y amigos; seguiste profundizando en aquello que tu padre había dejado a la mitad… lo cual te llevó a ser expulsado de la universidad y a ganarte la antipatía de tu hermano Günther.

Fue recopilando sus trabajos cuando un grupo de misterioso individuos se puso en contacto contigo. No dijeron sus nombres pero aseguraban ser viejos amigos de tu padre y querían tener acceso a sus notas. Sin embargo, sospechaste que aquellos sujetos, tras su halo de misterio y secretismo, tenían algo que ver en la muerte de tu padre.
Rechazando la oferta de unirse a ellos, no tardaste en ver cómo tus problemas aumentaban cuando el mismo Gobierno alemán comenzó a perseguirte. Ante unas falsas acusaciones de espionaje, te viste forzado a dejar Alemania.

Personalidad:

Serio, educado, calculador, sin un ápice de sentido del humor: eres un frío y directo alemán que no cree en los eufemismos. Estas obsesionado con averiguar qué fue aquello que le costó la vida a tu padre (estando cada vez más convencido de que no fue un suicidio, sino un asesinato...).

Sientes verdadera fascinación por la arqueología y los misterios que hay tras ella, haciendo gala de un respeto casi reverencial ante las reliquias que encuentras a tu paso. Pese a tu racionalismo empírico, eres un total creyente en lo
que respecta a ciencias ocultas y estás convencido que hay fuerzas que escapan a la comprensión del ser humano.

Prólogo, sinopsis:

Hans se encuentra en Alemania, y sabe que debe huir.

Un agente del MI6 contactará con él y le ofrecerá ayudarle a huir a Inglaterra, a cambio de comenzar a trabajar para ellos. Pueden comentarle sus sospechas acerca del grupo de Thule. Más adelante se encargará a Xinng Lau que le proteja (y vigile)

CAZADORES DE LEYENDAS. PROLOGO

5 de Julio de 1936. Berlín, Alemania.

El tiempo se acababa, y Hans lo sabía. No le cabía la menor duda de que los servicios secretos de las fuerzas nacionalsocialistas, que ahora gobernaban su amado país, lo tenían en su punto de mira. Aquellos bastardos sin duda habían acabado con la vida de su querido padre, y dentro de poco irían a por él.

Hans se encontraba sentado en una silla de su despacho, uno de los pocos cuartos que tenía su diminuto apartamento. Una cocina, un aseo y un pequeño dormitorio componían el resto de la vivienda. No podía permitirse nada más. El licor en su copa apenas era una sombra de lo que se había echado, y notaba el agradable calor del alcohol al bajar por su garganta.

Los nervios atenazaban al joven erudito, cuando de pronto un leve golpe sonó en su puerta, precedido por un sobre que se deslizaba al interior de apartamento por debajo de la puerta. Los pasos de quien lo hubiera metido allí se alejaron a toda velocidad, como si temieran ser descubiertos...

Se abalanzó hacia la entrada sin pensárselo. Con la mano izquierda, agachado, agarró el sobre. Mientras, con la otra mano, quitó el cerrojo y abrió la puerta. Al salir al exterior le importaba bien poco a quién podría encontrar, aunque echó un vistazo de todas formas.

A decir verdad, estaba seguro de que sería tarde. De que ya no habría nadie a quien ver.
Pero era lo que había que hacer.

Un gélido viento golpeó a Hans cuando abrió la puerta, el viento típico del invierno berlinés.

Afuera estaba bastante oscuro, las calles tenuemente ilumindas por faroles colocados demasiado lejos unos de otros como para resultar realmente efectivos. Nadie en su sano juicio salía a la calle de noche, en aquellos tiempos, si no tenía una muy buena razón, o muchas ganas de morir.
 

Como esperaba, el joven alemán fue incapaz de distinguir al responsable de la misiva, ya ni siquiera se escuchaba el sonido de sus pasos al alejarse. Todo muy típico, demasiado. Si no estuviera en una situación tan apurada, se permitiría el lujo de reirse.

Cerró la puerta y echó de nuevo el pestillo. Lo primero que hizo al entrar en el despacho fue ponerse una manta por encima. La casa estaba helada. Hacía dos días que se había quedado sin leña.

Rebuscó en uno de los cajones del escritorio. Siempre lo mismo, ni rastro del abrecartas. Un sitio tan pequeño obliga a amontonar las cosas, guardando gran parte donde no deberían estar, ocultando las que estaban bien colocadas. Nada bueno para una persona ordenada como él.

Mientras buscaba de forma inútil, se dio cuenta de que no había mirado lo que tenía en sus manos. Dejó el cajón en paz y puso el sobre a la luz. No buscaba nombres ni direcciones ni intentaba adivinar el peso ni el tamaño ni...
Simplemente era lo que había que hacer.

El sobre no era nada grueso, no parecía haber nada más que papel en su interior, a juzgar por lo que se veía al mirarlo al trasluz. La forma rectangular de una hoja doblada se adivinaba sin mayores problemas, y las oscuras líneas que contrastaban con la claridad del papel eran sin duda palabras escritas con tinta.

No parecía haber nada sospechoso dentro.

Pero ¿por qué esas palabras asaltaron su mente? ¿Qué podría haber sospechoso dentro de un sobre?
Metió un dedo bajo la lengüeta y rasgó el papel. Tras sacar su contenido, volvió a acercarse a la luz para leer con claridad.

Al fin y al cabo, ¿cómo iba a enterarse de lo que ahí había escrito sin hacerlo?

La letra era bastante clara y fluida, y la misiva se encontraba escrita en un perfecto alemán.

Estimado señor Wagner.

Nos constan las dificultades que atraviesa en estos momentos, así como su reciente pérdida familiar. Nuestro más sentido pésame acompaña esta carta, mas son gratas noticias las que nos llevan a ponernos en contacto con usted.

Recientemente ha quedado disponible una plaza dentro de nuestra empresa, Merchant Industries VI, dedicada a las importaciones y exportaciones con el resto de Europa. Nos es muy grato comunicarle que su petición para trabajar con nosotros ha sido estudiada y aceptada, por lo que pondremos a su disposición de inmediato un pasaje en el primer transporte aéreo que salga para nuestra sede en Londres.

Le rogamos encarecidamente que no se demore, pues parece ser que una tormenta de importantes dimensiones se cierne sobre el lugar en el que reside.

Todo aquello era un sinsentido. ¿Qué querían decir con que habían estudiado su solicitud? El no había enviado solicitud alguna, y desde luego no había realizado comentario alguno fuera de su círculo íntimo, sobre sus intenciones de abandonar el país. Así pues... ¡de qué iba todo aquello?

¿Tormenta?  No había informaciones que hiciesen sospechar que algo así se acercaba. Aquello olía a broma macabra.

Pero si de verdad era una broma, ¿cómo era posible que supiesen tanto de su persona? Habrían tenido que investigarle para conocer la muerte de su padre, y había sido lo suficientemente cauteloso en cuanto a las posibilidades de huir del país. Además de que pocas de las personas a las que podía considerar amigos, que ya eran escasas, conocían su lugar de residencia.
Aquello apestaba a trampa.

Pero si de verdad era una trampa, ¿para qué molestarse tanto? Y sobre todo, ¿por qué dejar tan claro que lo era? Si de alguna forma pretendían atraparle, habría sido mucho más efectivo hacerlo de otra forma. Una que al menos no le hiciese dudar.

Miró las humedades del techo. No deseaba averiguar lo que ocurriría si realmente llegaba una tormenta mayor que la de hace unas semanas. Se guardó el papel en el bolsillo del chaleco y agarró los numerosos papeles y prensa que tenía por allí amontonados.
Con un poco de suerte, encontraría algo referente a Merchant Industries VI.

Afortunadamente, siempre tenía preparado su maletín para escapar al mínimo imprevisto, así como los bolsillos de su abrigo llenos del resto de cosas inútiles que, quizá, podría necesitar pero no entraban en el maletín. Puede que fuese paranoico, pero a nadie se le ocurriría llamar paranoico a alguien a quien persiguen.

Esperó en el sitio, intentando no hacer el más mínimo ruido, y apagando las velas que aún estaban encendidas en el despacho. En su mente no dejaba de repasar las posibles formas de escape que tenía en esos momentos.

Ahora que sabía que había alguien fuera, Hans estaba mucho más atento, lo que le permitió detectar el quedo sonido de los hombres de fuera hablando en voz baja, si bien no logró entender qué decían.

Dos capós de coches sonaron al abrirse, y los ruidos de cosas de metal chocando entre ellas alertaron al joven alemán de que con seguridad estaban sacándose armas de gran calibre allá afuera.

El tiempo se acababa...

Levantó la alfombra y tiró de una diminuta argolla que había en el suelo para descubrir un pequeño hueco bajo el piso. Dejó allí el maletín y el abrigo y, intentando hacer el mayor ruido posible, abrió la ventana. Procuró no hacerlo, sin embargo, al volver atrás hacia el hueco, y se introdujo en él mirando hacia arriba. Cerró el falso suelo dejando todo su mundo a oscuras de momento y recordó en el último momento tirar de la cuerda que dejaría la alfombra en su posición. Esperaba que creyesen que había escapado.

De salir todo bien, habría sido un acierto preparar todo aquello con antelación.

Hans terminaba de ultimar su escondrijo, recolocando la alfombra en su lugar, cuando pudo escucharse sin problemas el sonido de un cristal rompiéndose, haciéndose añicos. A los pocos segundos,  una ventana se abrió hacia arriba, y un golpe sordo indicó que alguien había entrado a través de la propia ventana.

Los pasos de un hombre se dirigieron con cautela hacia la puerta de la calle, que se abrió y dejó entrar a varias personas más, antes de cerrarse de nuevo.

¡Registrad la casa a conciencia! exclamó una voz autoritaria ¡Quiero a ese traidor y lo quiero ya!

A juzgar por los pasos había al menos seis hombres, fornidos, encima de la cabeza de Hans, que se estremecía cada vez que alguno de ellos pisaba justo en su trampilla. Apenas podía distinguir nada, pues la alfombra ocultaba las rendijas del suelo, y confiaba en que no se les ocurriese retirarla o estaría perdido.

los hombres arrasaron con la casa. Sonidos de cosas cayéndo y rompiéndose por todas las habitaciones, eran acompañados de gruñidos de esfuerzo cuando se tiraban al suelo armarios o estanterías. La casa fue registrada por completo, a conciencia, pero por fortuna, a nadie se le ocurrió mirar en el suelo.

Herr Falken... ha desaparecido, no hay rastro de él. Ha escapado por una ventana abierta en la cocina. Pero hemos encontrado estos papeles en la mesa añadió rápidamente el secuaz.

¡Maldición! exclamó la voz del líder  Llevaos todo eso, y prended fuego a la casa. Vosotros, seguidme. No puede andar muy lejos...

Mientras esperaba, procurando hacer el mínimo ruido al respirar, intentó recordar qué clase de documentos habrían podido encontrar. Pensaba que los había guardado todos en el maletín, o al menos todos los importantes.

Tenía que aguardar al momento justo para comenzar a moverse. Un mínimo ruido y su escondite quedaría revelado. Al menos, esperar a que hubiera la mínima cantidad de personas posibles sería lo adecuado. Y la salida... bueno, podía utilizar la ventana o... la otra salida menos buena.

Deseaba no tener que utilizar la otra.