Partida Rol por web

—Levon, maldito capullo, saca la nave de su puta linea de fuego. ¡Vamos joder, vamos! —gritó el capitán a uno de los pilotos.

Fueron las últimas palabras que se escucharos antes de que se recobrara la calma en la nave. La nave sobrevolaba el planeta acuático de Madoc cuando el piloto de la nave accedió a la zona de pasaje donde el capitán, Jacob Moss, trataba de encontrar una solución.

—Capitán, los daños son graves —dijo el piloto— no podremos sobrevolar mucho más tiempo este sitio. Los radares detectan una zona terrestre a pocas unidades astronómicas de distancia. Sinceramente, no veo otra solución.

El piloto parecía resignado. No parecía convencerle la opción de aterrizar en una zona desconocida pero al parecer la nave tenía daños realmente serios.

Pronto, desde las ventanas de la nave se llegó a ver la zona terrestre de la que hablaba Grant Levo, el piloto. Lo primero que llamaba la atención era una gran nave en mitad de la pequeña porción de tierra rodeada por las ricas aguas de Madoc. Una mirada más atenta reveló un cementerio espacial, varias naves más rodeaban la inconmensurable nave que presidía el cementerio.

A primera vista parecía una nave de pasajeros de lujo. Casi 500 metros de eslora por 100 de manga repartidos en 55 niveles. Era una nave grandiosa.

Ilias estaba agarrado con firmeza a una de las paredes de la nave, en la parte posterior del puente de mando.

No estaba acostumbrado a los vuelos y mucho menos a ese tipo de ajetreos, ya había recogido sus pertenencias y estaba apunto de evacuar la nave ... por si las cosas se ponían feas.

Había llegado a trompicones ... tambaleandose como un borracho debido a los impactos que recibía la nave y rebotando con todo su equipo, lanzallamas incluido, por los pasillos que llevaban hacia el puente.

-Bendito sea el Pancreator ...- Susurró al ver el cementerio de naves apareciendo en el horizonte, mientras con la mano buscaba la confianza que le otorgaba su vieja arma. - ... ¿Que clase de mal puede acechar en este lugar?

La mujer sujeta con fuerza el petate que lleva desde que subió a la nave. Se ha mantenido sentada, sujeta a lo que ha podido y como ha podido, parece que tenga miedo, aunque en esta situación parece bastante normal. Mira a su alrededor cuando terminan los disparos.

Escucha al piloto hablar con el capitán. No llegarán al espaciopuerto. Se levanta y mira por una de las ventanas, contempla como se van acercando a lo que parece un cementerio espacial. Suspira. Probablemente esté tan alejado de todo que no la encuentren. Nunca había visto tan de cerca una nave tan grande, y además tenía toda la pinta de ser una de esas de lujo que nunca podría pagarse.

Sonrie ligeramente, a lo mejor en su interior hay algo que pudiera usarse.

-¿Vamos a aterrizar allí? -Pregunta sin concretar a quien, sin apartar la mirada de la ventana.

El joven sacerdote, al igual que el otro pasajero, aferraba sus escasas pertenencias pensando en lo peor. Siendo sinceros las probabilidades de sobrevivir si había un impacto con el suelo eran escasas, por lo que tener el equipaje a mano no era lo que más preocupaba al muchacho.

- ¿Por qué ha de acecharnos el mal en ese sitio? No son más que naves oxidadas y abandonadas...- dijo mirando por la ventana - El mayor mal que me preocupa en estos momentos es que no logremos aterrizar debidamente.

El lanzallamas de su acompañante tampoco lo tranquilizaba: ¿qué pasaría con todo aquel combustible si se estrellaban? Claro que el rostro del avestita no era de los que invitaban a pedirle que se quitara aquel peligro de la espalda.

El novicio lanzó una severa mirada al sacerdote Eskatonico.

- ¿Acaso crees que eso es el garaje de un mecánico? - Luego volvió su mirada a los cristales.

- ¿Acaso piensas que esa enorme nave llego sin pasajeros? ... reza al Pancreator sacerdote, lo necesitaremos. - Inconscientemente Ilias agarró con mas fuerza su lanzallamas y empezó a susurrar una salmodia de tonos apocalípticos.

Nicarius sopesó lo que decía el novicio y sintió como se ruborizaba de los pies a la cabeza. No se había preocupado en pensar que aquellas naves quizás no estuvieran tan sólo abandonadas por sus dueños porque se acabase su vida útil... ¡Quizás habían caído como ellos estaban cayendo ahora!

Comenzó sus plegarias al Pancreator para solicitar un aterrizaje no demasiado violento... y para que luego pudieran salir de allí con vida...

Ulrich era un pasajero que había pasado bastante desapercibido hasta el momento. Era silencioso, educado e introvertido, al menos en apariencia. No se había dejado ver mucho por la nave, sólo escasamente para comer en las zonas comunes. Pasaba la mayor parte del tiempo en la bodega de carga, por todos los indicios para supervisar el estado de una mercancía que sin duda alguna había subido con él a la nave. De allí venía en este momento, antes de dirigirse a la cabina de mando donde ahorra irrumpía.

-¿Podría usted decirme cuál es la identidad de los atacantes, si es tan amable? -preguntó el sombrío y educado magistrado al estresado piloto. Resultaba curioso que se preocupara por algo así cuando era inminente un choque con el suelo del planeta (o una lenta agonía submarina si no alcanzaba a acertar en su objetivo), pero tampoco estaba de más preocuparse de algo así si consigues abstraerte y superar los siguientes segundos de existencia con éxito. Si no morían todos, era una pregunta de lo más lógica.

-Sólo es un cementerio. - Murmuró al escuchar los rezos de los dos monjes. - Como mucho encontraremos a algunos carroñeros que nos quieran revender material.

Siguió mirando por la ventana, sujetándose bien por el movimiento de la nave. Mejor en un cementerio de naves que en Byzantium. Eso es lo que pensó. Aunque mucho mejor si hubieran llegado a su destino. La mala suerte parecía acompañarla. Miró de reojo al resto de viajeros en un movimiento nervioso.

El capitán miraba a la tripulación. Su gesto se tornó agresivo mirando a cada uno de los tripulantes.

—¡Dejaos de lloros! Si realmente es sólo el condensador Flaston no vamos a precipitarnos así que basta de lamentaciones.

El capitán se giró hacia el piloto.

—¿Qué posibilidades hay de atracar en esa nave? —decía señalando la inmensa nave que presidía el cementerio.

Grant Levon torció el gesto.

—Hemos detectado varios hangares en la nave pero no podemos abrir ninguno. Las lecturas de energía son negativas, todos los sistemas parecen estar desconectados —dijo dubitativo el piloto.

—Pero, capitán, ¿para qué quiere atracar en esa nave?

El capitán sonrió.

—Levon, Levon, Levon. Eres un gran piloto pero en ocasiones pareces un poco idiota. ¿De donde crees que vamos a sacar el condensador? En esa nave debe de haber varios.

El capitán se dirigió a la tripulación, mirando uno a uno y valorando sus posibilidades.

—Levon, prepara el cachorro. Atracaremos con él en alguna de la escotillas de mantenimiento.

Una interferencia cerró la comunicación. El capitán contemplaba a cada uno de los tripulantes detenidamente.

—Veamos. No puedo bajar ahí con todos mis hombres. Si no conseguimos arreglar el condensador Flaston en un espacio corto de tiempo la máquina pensante que gobierna la navegación de este trasto dejará de funcionar y... bueno, ya sabéis que significa eso. Vais a tener que ayudar. Vosotros cuatro bajaréis a esa nave en el cachorro con tres de mis hombres. Yo también bajaré. ¿Algún problema con eso?

Ilias, ignorando los gritos del capitán, seguía susurrando sus plegarias preparando su alma para la muerte.

Aun y sus predicaciones catastróficas, lentamente y paso a paso se acercaba mas hacia los cristales, intentando entrever donde estarían los hangares el enorme cascaron abandonado y si encontraba alguno que estuviera abierto donde aterrizar.

Que sus almas pecadoras tuvieran que morir era una cosa, que lo tuvieran que hacer estrellándose era otra muy distinta y si encontraban alguna posibilidad tampoco rechazaría la mano tendida del Pancreator.

Luego se percató de que el capitán se dirigía a ellos.

- Llevaré el fuego de dios allá donde sea necesario capitán. - Dijo con una mirada sonriente.

Nicarius enarcó una ceja ante la propuesta del capitán. ¿Bajar ellos a la nave? ¿Y para qué? ¡Si el joven sacerdote no tenía ni idea de mecánica! Sin embargo luego lo meditó unos segundos. El viejo capellán Kariosko solía decir: si quieres que algo salga bien tendrás que hacerlo tú mismo. 

- Vale... ¿Por qué no?- contestó al final.

No quería reconocerlo pero también le intrigaba aquella mole de metal muerta allí, en medio de la isla. Una de sus secretas aficiones era coleccionar viejos objetos, recuerdos de tiempos pasados que pertenecieron a personas desconocidas. Estaba seguro que dentro de la enorme nave encontraría alguna pieza interesante.

-¿Entraremos ahí para encontrar un condensador? - Dijo señalando la enorme masa de la nave de lujo a través de la ventana.

Daynee se permitió una ligera sonrisa. No le gustaba demasiado estar encerrada en la nave mientras duraran las reparaciones, y eso haría que pudiera examinar más de cerca esa preciosidad que seguro tenía un montón de cosas interesantes, aunque estuviera medio desmantelada y sin energía.

Sujetó con más fuerza su petate, y se giró para mirar al capitán, la sonrisa se había borrado de su cara, estaba seria, como durante todo el viaje, sus ojos miraron a un lado y otro, nerviosos.

-Si no hay nada mejor que hacer, iré.

Miró de reojo al novicio avestita, pero no hizo ningún comentario a sus palabras.

-Estaré encantado de salir de esta nave, que por razones que todavía no me han sido reveladas está siendo blanco de un ataque. Pero debo advertir que tengo una propiedad en esta nave que no debe sufrir daños. Si sobrevivimos y ésta no llega a buen puerto, de una pieza, no sólo peligrará mi cabeza -dice fríamente el Cara gris, como siempre en su caso marcando propiedades, derechos y obligaciones.

A pesar de su tono frío Ulrich estaba inquieto, aunque notablemente menos de lo imaginable para un burócrata medio.

-Cuanto antes partamos antes regresaremos -sentenció para finalizar.

El capitán Moss dirigió una dura mirada a Ulrich.

—Tampoco necesitas saber más. Ha sido un ataque pirata, es todo lo que necesitas saber —sentenció.

El capitán guió a los voluntarios escalera abajo hacia la zona donde estaba atracado el cachorro. Se trataba de una pequeña lanzadera con capacidad para 8 pasajeros más el piloto.

—Venga, adentro —dijo acompañando de un gesto.

Una vez dentro Grant Levon puso el cachorro en marcha. Atrás quedaba la Persius Omega estacionada en mitad del cielo, observando al cachorro alejarse hacia la gigantesca nave.

En poco tiempo la lanzadera atracó sobre una escotilla en el cuerpo central de la grande y lujosa nave. El capitán entregó a cada uno de los pasajeros un traje espacial con intercomunicador y una linterna de fusión.

—Bien, tenemos seis horas de oxigeno en los trajes así que no tenemos mucho tiempo para encontrar lo que sea. Cada uno de vosotros iréis con uno de mis hombres. ¿Alguna idea mejor?

Delante quedaba la escotilla de acceso a la nave inerte.

Estupendo, de estar enlatada en una nave, pasaría a estar enlatada en un traje espacial. Con lo poco que le gustaban. Pero si era la única manera de acceder al crucero de lujo, lo soportaría.

Miró la escotilla cerrada e hizo un pequeño cálculo. Cuatro equipos de dos y sólo seis horas de aire. Una nave tan grande, no daría tiempo a revisarla entera, pero lo más probable fuera que en las ccubiertas inferiores estuviera lo que buscaban. Fuera lo que fuese ese condensador.

Y eso sin tener en cuenta que no tenían experiencia con trajes espaciales.

-A lo mejor en la zona de motores podríamos encontrar algo similar a ese condensador. - Era una idea, pero podría ahorrarles mucho tiempo.

- ¿Y si hay algún peligro en su interior? - Inquirió Ilias. - Deberíamos formar un grupo mas compacto ... quizá 4 personas.

El inquisidor tensó sus poderosos músculos como reacción instintiva, por algún motivo todo eso le olió a encerrona. ¿Por que mandar a un grupo de personas ajenas a la nave y sin conocimiento tecnológico a buscar un recambio para la avería? ¿Por que se negó a dar explicaciones al cara gris? ¿Acaso se querían deshacer de ellos?

- Ademas, espero que quien me acompañe sepa que estamos buscando, por que dudo que yo lo reconozca o sepa como desmontarlo. - Dijo mientras observaba la reacción de Jacob.

Acarició su lanzallamas para encontrar algo de seguridad y se enfundó en el traje espacial. Examinó con la mirada a los tripulantes de la nave que los acompañarían, buscando si se parecían mas a técnicos o a matones espaciales.

-Muy cierto. Creo que yo podría reconocer el aparato, aunque no estoy plenamente seguro. No obstante la idea de enfrentarme a un peligro en ese pecio no me agrada. Un sólo acompañante no me parece suficiente... -dice el cara gris en un tono claro y casi pedagógico, como explicando lo obvio a quien apenas es un niño en entendimiento.

Se lo ha olido, el pirómano se lo ha olido. Esta situación no me gusta nada y los grupos son demasiado pequeños para poder hacer nada, especialmente si esa pieza pesa mucho. Ese capitán sabe más de lo que ha dicho y esos atacantes... ¿quién demonios son esos atacantes? Me pregunto si podríamos huir de ese cementerio espacial en una nave diferente a con la que hemos venido. Qué locura, ¿qué haría yo con mi contrato? -piensa para sí mientras su cara permanece prácticamente inexcrutable.

- Err..- el joven sacerdote estuvo a punto de acatar las órdenes imperiosas del capitán cuando el inquisidor le hizo reflexionar - Creo que tiene razón Ilias... No sabemos lo que puede haber en el interior de esta nave.

Pensó un momento en lo que decía: ¿qué iba a haber? ¿aliens? ¿monstruos? ¿simbiontes? Recordaba todas las proyecciones de la Linterna Mágica donde un grupo de supervivientes eran engullidos por una criatura hambrienta que, contra todo pronóstico, había sobrevivido en un entorno vacío durante años hasta la llegada del grupo. ¡Que tontería! Pero el aplomo con el que Ilias hablaba provocaba intranquilidad en el novicio. Parecía estar más acostumbrado a este tipo de situaciones. Nicarius era más de entornos urbanos, no de exploraciones en naves abandonadas.

- Yo me sumo a la idea de Ilías.- concluyó finalmente con un deje de inseguridad en su voz, como si temiese la respuesta negativa del capitán - Creo que deberíamos ir en grupos de cuatro.- añadió con todo el aplomo que pudo acercándose al inquisidor.

Puestos a ello prefería compartir la excursión con alguien que tuviese un arma potente. Pensó por un momento en sus posibilidades de defensa: no iba armado salvo con la palabra del Pancreator.