Partida Rol por web

Tras un paseo de media hora por el Rabal, Lily y Theo llegan a una plaza con unos cuantos locales de ocio abiertos. La mayoría son prostíbulos con tapadera de bar de copas, lugares sórdidos y oscuros frecuentados siempre por la misma clientela en busca de los mismos vicios de siempre. Las prostitutas son mujeres en su mayoría o demasiado mayores, o envejecidas prematuramente por las drogas y la mala vida, y los hombres casi todos llevan impresa la palabra "fracasado" en la frente. Algunos miran de reojo a Lily; no es frecuente ver por aquella zona a una chica joven, guapa y con todos los dientes, y menos aún con ese aspecto de inocencia oscura que era palpable incluso para aquellos que no podían ver a través de la Máscara.

Tras pasar la zona de bares, en un callejón apartado, hay una puerta doble de acero que da al sótano de un edificio, y se puede oir una música atronadora que sale del local. Hay unos cuantos punkys y gente de indumentaria no tan facilmente clasificable, aunque claramente suburbana, alrededor de la puerta. Lo cierto es que tanto Lily como Theo encajan perfectamente en la escena. Nadie controla el acceso al local.

Tras un viaje en taxi de media hora, Selene y Hieronymus llegan a una plaza con unos cuantos locales de ocio abiertos en el barrio de el Rabal. La mayoría son prostíbulos con tapadera de bar de copas, lugares sórdidos y oscuros frecuentados siempre por la misma clientela en busca de los mismos vicios de siempre. Las prostitutas son mujeres en su mayoría o demasiado mayores, o envejecidas prematuramente por las drogas y la mala vida, y los hombres casi todos llevan impresa la palabra "fracasado" en la frente. Los que cruzan la mirada con Selene parecen revivir durante unos segundos de su apatía y se les ilumina la cara no con lascivia, sino con verdadera maravilla; una mujer así no debería estar en un lugar así. Algunos intentarían acercársele y decirle algo, pero la mirada feral de Hieronymus es más que suficiente para alejarlos y mantenerlos en sus patéticas vidas.

Tras pasar la zona de bares, en un callejón apartado, hay una puerta doble de acero que da al sótano de un edificio, y se puede oir una música atronadora proveniente del interior. Hay unos cuantos punkys y gente de indumentaria no tan facilmente clasificable, aunque claramente suburbana, alrededor de la puerta. Selene va vestida para la ocasión, y se puede ver alguna que otra chica llevando una indumentaria como la suya, pero ni de lejos la lucen tan bien. Nadie controla el acceso al local.

- Bien querido, ya hemos llegado ¿Entramos? -dijo Selene con una sonrisa

Lily había ido recuperando su estado de ánimo habitual durante el paseo hasta el local, hablando de cosas sin relevancia y algún que otro cotilleo. Cuando llegaron al local, volvía a tener la misma sonrisa de siempre y ya no estaba molesta por la conversación anterior con Theo.

- Bueno, supongo que estará ahí dentro; Laura no se pierde una de estas. Yo entraría, pero ya oiste al jefe; mañana me quiere temprano en comisaría
 

Azacinto comenzó a disfrutar desde el momento mismo que subieron al taxi.  La compañía de Selene, de esa Selene, lo obnubilaba.  La reina lo llevó a un barrio conocido por él, después de todo su reina no siempre estaba con un humor coincidente con el suyo.  Hieronymus era consciente de cómo resaltaba Selene en aquel lugar y de las miradas que se dirigían a ellos, era fácil ahuyentar a los patéticos humanos, sólo bastaba una mirada decidida para hacerlos voltear.

Al fin llegaron al que parecía el lugar donde se llevaría a cabo la fiesta, Azacinto se preguntaba cómo era posible que Selene conociese esos lugares, pero no se detuvo mucho en aquellos pensamientos y se apresuró a abrir la puerta.

-Después de usted mi reina- le dijo, su accionar no se debía tanto a la galantería sino más bien a sus ganas de disfrutar de las curvas de la mujer.

Nada mas abrir la puerta, la musica sacudió los sentidos de Hieronymus y Selene. Música fuerte y dura que solo se podía bailar sacudiendo con fuerza la cabeza, saltando y gritando. Pero más que la música, lo que más abrumaba a los dos Perdidos eran los sentimientos. La sala, poco iluminada y con fuerte olor a sudor humano, bullía de sentimientos que cubrian todos los espectros de los que se alimentaban las distintas Cortes Estacionales. El Deseo era fuerte en aquellos que buscaban en aquella sala a alguien con quien terminar la noche, la Furia invadía a aquellos que acudían a sacudirse de sus frustraciones diarias al ritmo intenso de la música, el Miedo afloraba en aquellos que no sabían muy bien que hacían allí, conducidos por la insistencia de algún amigo o pareja a un lugar oscuro, y algunos ahogaban su Pena con alcohol en la barra del bar. Pero por encima de todos ellos se sobreponía uno muy concreto y diferente, un sentimiento amargo e incendiario mezcla de pesimismo, rabia y resignación. Cinismo, fatalismo. Mala hostia, con todas las letras. El lema de los punks era "no future", y aquel era el mensaje que transmitia aquella aglomeración de sentimientos: que el mundo era una mierda, que no había futuro alguno, y que había que recibir el amargo final dando hasta la última gota de sangre y sudor.

Parecía que no eran los únicos Perdidos en aquella sala. Mas o menos en la mitad del establecimiento, en el centro de un reducido circulo de miradas, otra Changeling bailaba al ritmo contundente de Rammstein. Y era imposible no fijarse en ella. Sería una chica de unos veinte o veintipocos años, de cuerpo perfecto y curvas perfectas, envueltas en una camiseta rasgada de color azul celeste con el lema "carpe diem" en amarillo chillón y unos shorts vaqueros desgastados. Las partes expuestas de su piel brillaban por el sudor; podían verse algunos hermosos tatuajes florales adornando sus brazos y sus piernas, y un par de pulseras claveteadas en las muñecas. Su rostro era angelical, perfectamente simétrico, salvo por un pequeño piercing en la fosa nasal derecha, y varios piercings más adornaban sus orejas, sin llegar a resultar excesivos. Sus ojos brillaban con un tono violeta claro y su cabello, que le llegaba un poco más abajo de los hombros, mostraba los siete colores del arco iris. Pero lo más destacable de ella eran sus alas, dos hermosas alas de luz eterea desplegadas en su espalda. Aparecian y desaparecían según la posición de la luz; no parecían sólidas, y lo más probable es que solo fueran un mero reflejo de unas alas reales que en algún momento tuvo en Arcadia, pero eran más que suficiente para hacer pensar a aquellos que pudieran ver tras la Máscara que se encontraban ante un ángel.

La chica no había reparado en ellos, ni en los muchos ojos que la miraban con deseo o fascinación; estaba como en trance, sumergida en la música y en la oleada de sentimientos de aquel local.

Selene se quedó mirando unos segundos a la chica, como fascinada, pero era obvio que la reconocía. Luego volvió a mirar a Hieronymus

- Dejemosla a su aire; es inofensiva. Mejor vamos a tomar algo antes de unirnos al baile, ¿te parece? -dijo señalando una mesa vacía

Al comienzo la música lo desconcertó, estaba acostumbrado al silencio del callejón y sus sentidos aguzados se aturdieron con la potencia del sonido y la oleada de sensaciones y sentimientos que llegaron a él.  En el centro de la pista había una niña como él, un ángel, que sin proponérselo cautivaba muchas de las miradas del local.

Se quedó unos segundos cautivado por la imagen, pero exageró la sensación con la intención de poner celosa a Selene.  

-Si, si, me parece perfecto- luego dirigió una mirada hacia la chica que bailaba en la pista -¿Qué te parece si la invitamos luego a nuestra fiesta privada?- dijo sosteniendo la mano de Selene

Selene sonrió divertida ante aquella idea mientras tomaba asiento y miraba a la joven. No se atrevía a decir si su belleza le provocaba celos o fascinación. ¿Tenia algo que envidiar a aquella Changeling, o cada una representaba un concepto diferente de belleza? Quizás en la intimidad sería más fácil comprobarlo

- Hmmmm si, ¿por que no?

Hieronymus sonrió y sus ojos brillaron -¿Qué quieres beber?- preguntó y esperó que la mujer le respondiese, luego le hizo el pedido al barman -... y para mi un Entre las sábanas, pero prepáramelo con Brandy, no con cognac-  Una vez el barman sirvió los tragos levantó su copa y propuso un brindis -Por nosotros, la fiesta y porque me cuentes los verdaderos motivos por los que estamos aquí y ahora-

Selene brindó y dio un sorbo de su copa, un combinado de tequila y granadina con un curioso color a sangre

- Bueno, es un buen lugar para alimentarse, ¿no crees? El sitio buye de emociones y glamour, aunque si no nos damos prisa esa chiquilla se lo va a quedar todo...

Estaba seguro de que había algo más, pero al parecer Selene no iba a ser clara al respecto, al menos no todavía.  Asintió con la cabeza -Creo que tienes razón- miró la pista de baile y luego dirigió su mirada a Selene -Cuando gustes- dijo invitando a su reina a comenzar con el festín.

- ¿Me... me dejas ir solo? ¿Cómo se supone que voy a encontrarla?- Exclamó Theo con cierta incomodidad y preocupación. Y con un suspiro resignado asintió:- Está bien, supongo que no será tan difícil...

- Chica con el pelo de los colores del arco iris y alas de luz; es imposible que la confundas. En fin, ya me contarás como os ha ido. ¡Chao!

Lily se puso los cascos de su iPod y se dio la vuelta, dispuesta a marcharse de aquel lugar. Mañana tocaba madrugar para trabajar; el pensamiento dibujó una sonrisa siniestra en su rostro.

Nada mas abrir la puerta, la musica sacudió los sentidos de Theo. Música fuerte y dura que solo se podía bailar sacudiendo con fuerza la cabeza, saltando y gritando. Pero más que la música, lo que más abrumaba al Perdido eran los sentimientos. La sala, poco iluminada y con fuerte olor a sudor humano, bullía de sentimientos que cubrian todos los espectros de los que se alimentaban las distintas Cortes Estacionales. El Deseo era fuerte en aquellos que buscaban en aquella sala a alguien con quien terminar la noche, la Furia invadía a aquellos que acudían a sacudirse de sus frustraciones diarias al ritmo intenso de la música, el Miedo afloraba en aquellos que no sabían muy bien que hacían allí, conducidos por la insistencia de algún amigo o pareja a un lugar oscuro, y algunos ahogaban su Pena con alcohol en la barra del bar. Pero por encima de todos ellos se sobreponía uno muy concreto y diferente, un sentimiento amargo e incendiario mezcla de pesimismo, rabia y resignación. Cinismo, fatalismo. Mala hostia, con todas las letras. El lema de los punks era "no future", y aquel era el mensaje que transmitia aquella aglomeración de sentimientos: que el mundo era una mierda, que no había futuro alguno, y que había que recibir el amargo final dando hasta la última gota de sangre y sudor.

Parecía que no era el único Changeling en aquella sala. A un lado, sentados en una mesa y tomando una copas, había dos Perdidos contemplando la multitud; un hombre vestido con ropa corriente de calle, un bombín, una siniestra mirada de depredador y una sonrisa de dientes afilados, y una bellísima mujer de figura sensual y elegante, con el pelo largo y negro moteado de pequeñas luces blancas, y ataviada con un ceñido corsé y unos pantalones de cuero; sus ojos brillaban con luz plateada, ligeramente atenuada por el lado derecho, como si fueran dos lunas menguantes.

Pero la chica que buscaba Theo era más fácil de localizar, e inconfundible como ya le había dicho Lily. Mas o menos en la mitad del establecimiento, en el centro de un reducido circulo de miradas, otra Changeling bailaba al ritmo contundente de Rammstein. Y era imposible no fijarse en ella. Sería una chica de unos veinte o veintipocos años, de cuerpo perfecto y curvas perfectas, envueltas en una camiseta rasgada de color azul celeste con el lema "carpe diem" en amarillo chillón y unos shorts vaqueros desgastados. Las partes expuestas de su piel brillaban por el sudor; podían verse algunos hermosos tatuajes florales adornando sus brazos y sus piernas, y un par de pulseras claveteadas en las muñecas. Su rostro era angelical, perfectamente simétrico, salvo por un pequeño piercing en la fosa nasal derecha, y varios piercings más adornaban sus orejas, sin llegar a resultar excesivos. Sus ojos brillaban con un tono violeta claro y su cabello, que le llegaba un poco más abajo de los hombros, mostraba los siete colores del arco iris. Pero lo más destacable de ella eran sus alas, dos hermosas alas de luz eterea desplegadas en su espalda. Aparecian y desaparecían según la posición de la luz; no parecían sólidas, y lo más probable es que solo fueran un mero reflejo de unas alas reales que en algún momento tuvo en Arcadia, pero eran más que suficiente para hacer pensar a aquellos que pudieran ver tras la Máscara que se encontraban ante un ángel.

La chica no había reparado en Theo, ni en los otros dos Changelings, ni en los muchos ojos que la miraban con deseo o fascinación; estaba como en trance, sumergida en la música y en la oleada de sentimientos de aquel local.

A Theo aquella música le recordó a su vida antes de cruzar el Seto por primera vez y sonrio frunciendo ligeramente el entrecejo entre nostálgico y animado.

Con agilidad y rapidez se acercó a la barra esquivando con gracilidad a quien, a su paso, no estaba en muy buenas condiciones. Sus ropajes ondeaban teatralmente a su paso. Sin quitar el ojo de encima a quien venía a ver realmente se dirigio presto hacia la tabla de precios.

Parecía que los dueños del local sabían que tipo de clientela atendían; no eran precios baratos, pero no era tan caro como un pub nocturno normal. Al menos podrías permitirte unas cuantas cervezas.

La canción termino de sonar y Laura paró de bailar; se secó el sudor de la frente con el dorso de la mano, y durante unos instantes dirigió la mirada hacia donde tu estabas. Vuestras miradas se cruzaron un instante, y jurarías que lo había hecho intencionadamente. Luego la música se reanudó, y ella volvió a perderse en su baile. Esta vez podías apreciar como la nube de sentimientos comenzaba a arremolinarse en torno a ella; probablemente estuviese "cosechando" Glamour de aquella marea de sentimientos.

En el instante que Selene y Hieronymus se dispusieron a unirse a la danza, otro Changeling entró en el lugar. Era un chico pálido, albino, de aspecto unusualmente frágil, y cubierto por un pesado anorak negro con capucha. Se dirigió a la barra del bar y miró la tabla de precios, pero parecía que su atención estaba más enfocada en la pista de baile, concretamente hacia donde bailaba la muchacha alada.