Partida Rol por web

Parfait y el príncipe se retiraron de la estancia y con esto, todos quedaron en soledad en la taberna. Ese día no abrirían, pero sí debían hacer algunos arreglos. Karma se ofreció a ayudar a las chicas a maquillarse y peinarse si estas estaban de acuerdo. Después de todo, el estilo que tenía no podía ser negado. Además que su gusto para maquillarse era exquisito. De seguro aquella que aceptara, quedaría muy bien. También se ofreció para peinar a los chicos, dado el caso que alguno lo considerara necesario.

Mientras tanto, del piso de arriba seguía llegando la fuerte voz de cierto pelinegro faltante en todo eso. Después de no tanto tiempo, Parfait regresó, pero al parecer el príncipe ya se había marchado. Escuchó los gritos y dijo - Creo que tendremos que encargarnos de algo. Por favor, pueden prepararse para la fiesta - y vio que Hogward estaba dispuesto a subir y encerrarse -. Hogward, lo lamento. Las chicas deben hacer algunas compras para el almuerzo, así que tú irás con Rin a la plaza. Debemos comprar algunas cosas para la taberna. Réamann, ¿con qué grupo irás? Aunque comprendo si quieres quedarte. Después de todo, la fiesta es al atardecer - sonrió y esperó a que entre todos decidieran sus ocupaciones.

- No tarden demasiado - sonrió.

Waltz dijo que iría a hacer su show de marionetas de todos modos, mientras que Karma dijo que se quedaría allí en la taberna hasta el momento de salir. Después de todo, una dama no debía sudar para una celebración de ese calibre.

Tal vez era la desesperación, tal vez el enojo, tal vez las dos a la vez, pero aquella calma que te costó mantener al inicio se había perdido hasta un punto casi demencial. A tal punto que entraste a la habitación de la debilitada Claire con un golpe fuerte de la puerta y empezaste a sacudirla mientras le gritabas. El rostro de la chica empezó a cambiar y de repente se abrieron sus ojos de par en par, llevó las manos a su rostro y empezó a gritar. Se sentía confundida, pero más que nada, estaba en shock. No podía dejar de gritar ni se tranquilizaba. Incluso si alguien trataba de bajar las manos que se habían clavado en sus mejillas, no lo conseguiría.

Delora entró justo cuando la soltaste y apenas te retiraste, corrió hacia Claire - ¡¿Pero qué diablos crees que haces?! - te miró enojada, fúrica. No era como antes que trataba de burlarse de ti. Esta era una Delora realmente enojada, pero preocupada. Tocó a la chica, quien no salía de su estado, y tras tratar de hablarle y calmarla, optó por conjurar un hechizo con suavidad. Un círculo de color violeta apareció en su mano y con ello Claire cayó sobre un brazo que Delora había ubicado en su espalda dormida. La bruja la puso con cuidado sobre la cama y luego recitó un segundo hechizo sobre su cabeza, haciendo que un círculo mágico se dibujara una vez más y el cuerpo de Claire brilló por un momento. Tras esto, Delora dio unos cuantos pasos hacia atrás.

Se hizo justo a tu lado y notó tu estado, tu rostro, pero a pesar de eso, el enojo no abandonaba su rostro. Con cierta velocidad, te dio una bofetada y luego se cruzó de brazos - ¿Acaso perdiste la cabeza? Tú trajiste a esa chica para que la cuidáramos ¿y esto es lo que haces por ella? ¡Eras consciente de lo que ella hizo y decidiste traerla! ¡¿Qué cambia ahora?! - posiblemente lo único diferente habían sido las palabras de esa bruja.

Suspiró para calmarse ella también - Lo siento. Me dejé llevar, pero debes calmarte. Me quedaré contigo esta vez, ¿de acuerdo? - por precaución, se quedó entre tú y Claire, quien parecía dormir plácidamente.

Aquello que Réamann le había dicho a Stella la había hecho sonrojar un poco. No le dijo nada, aunque se mantuvo igual de sonrojada, esperando a que Fiorella le diese una respuesta. Inmediatamente después de recibirla, la chica corrió al segundo piso a dejar su vestido, no sin antes hacer saber a Karma que aceptaba su ofrecimiento por completo. Stella confiaba en sus habilidades para maquillarse y peinarse, pero no podía negar que las habilidades de Karma eran incomparables a las de ella. Bajó un poco antes que Parfait lo hiciese, se veía algo preocupada por los gritos que había escuchado al subir.

Con las indicaciones de Parfait, poco más habría qué decidir. Apenas Fiorella estuviese dispuesta (o no), partiría junto a ella (o no) a hacer las compras. Le preocupaba un poco lo que podía estar sucediendo con Alain, pero no lo conocía demasiado aún para inmiscuirse. Si Parfait dijo que se encargaría, no habría demasiado de qué preocuparse. Quería salir y llegar pronto. Mientras más pronto se arreglase... Bueno, se ruborizó pensando en algo.

Réamann volvió hacia el grupo segundos antes de que Parfait llegase, por lo que logró escuchar lo que ella decía en relación a que muy probablemente algo había pasado con Alain, pero no se mostró preocupado ni intrigado. Se limitó a cerrar sus brazos y no decir mucho por el momento porque había dos líneas de acción que haría.

Si Fiorella no acompañaba a Stella, él iría con ella al pueblo; en cambio, si lo hacía, se quedaría y partiría a conversar con los dos guardias en The Marchen luego de preguntarle unas cosas a Karma, así que antes de todo eso se fue con la pelirroja para dialogar unas cosas en un tono bajo o en otra parte, no queriendo que los demás escuchasen. 

Rin estaba algo confundida, trataban aquello como si fueran a la fiesta a jugar, además Parfait había omitido su duda y eso le molestaba un poco. Así que subió de nuevo a su cuarto, en esta ocasión para cambiarse.

Tras ponerse el vestido y cubrir los guantes con los otros, bajó con calma, mirando a Hogward, haciendo una tenue reverencia - señor Hogward ¿Nos retiramos?

Procuraba fingir los modales de una señorita, había hablado con bastantes nobles como para que su forma de actuar fuera adecuada, pero lo que más quería era recabar información.

Los ojos de Hogward temblaron sutilmente al escuchar la orden de Parfait. De verdad quería encerrarse en su cuarto y olvidarse del mundo al menos hasta la hora de la fiesta. Sin embargo, sabía que no tenía razón para negarse, por lo que solo subió en silencio a su habitación para dejar el traje y volvió a bajar para esperar a Rin.

El peliblanco enarco una ceja al ver a la niña ya vestida de gala. La fiesta no era hasta mas tarde ¿de verdad pensaba estar con ese atuendo hasta entonces? Cualquier desperfecto en la vestimenta se reflejaría en su persona, por lo que era necesario cuidarla. No obstante...

-Claro, Miss Lotong- dijo Hogward con elegancia y una pequeña sonrisa. -Sin embargo- la detuvo por unos momentos -¿No preferiría la señorita llevar ropas mas confortables?- preguntó -Sería una lastima que un vestido así de hermoso no pueda mostrar todo su esplendor en la fiesta de esta noche por algún accidente del día a día-

Tratando de arreglar su humor lo mas posible, Hogward empezó a mentalizarse para comportarse en la fiesta recordando los eventos a los que había asistido.

Rin le miró sonriente, encogiéndose de hombros ligeramente - no creo que tenga oportunidad de cambiarme luego, y dudo que sea la única que pases de gala hoy, este no es un estilo de vestido que pueda llevar doblado en una bolsa, supongo que deberé ir con cuidado.

Una risa muda pareció salir de su bolso como si se burlara de que dijera "ir a tener cuidado", poco perceptible si no se estaba atento a ello, pero lo suficiente como para que la pequeña pusiera morros por un instante molesta por la burla que sin duda sintió que le iba dirigida.

- al menos lo intentaré - sentenció algo enrojecida.

Los gritos de la joven hicieron que interrumpiera sus cavilaciones, quedándose anonadado por esa reacción. ¿Desproporcionada? Tal vez. Injusta, desde luego que no. Mas antes de que pudiera tomar la decisión de acercarse entró Delora hecha una furia para increparle por su conducta mientras se aproximaba al lecho y trataba de calmar a Claire, sin éxito para más tarde hacerlo al modo bruja.

Tal vez esperaba que Delora volviera con sus imprecaciones nada más calmarla pero desde luego no imaginaba que como paso previo la bruja le daría un bofetón. Su mirada empezó a helarse poco a poco ante aquella reacción pero al final cualquier réplica murió en su boca al recordar su propia reacción con Claire. ¿No había sido él quien había utilizado la fuerza física en busca de una reacción? ¿Podía siquiera quejarse?

¿Podía ser más egoísta de lo que ya era en aquel momento?

Había ido hasta allí, ignorando la debilidad de la chica, exigiéndole por la fuerza unas respuestas que no le podía dar. No podía haber peor confirmación de las palabras de la bruja que aquellas.

Sus ojos perdieron el hielo con un parpadeo, sintiendo como el abatimiento volvía a invadir poco a poco su organismo. Bajó la vista un momento antes de afrontar nuevamente la mirada de Delora. Su expresión, aunque un poco perdida, volvía a no mostrar nada más que introspección y calma.

- Lo lamento, creo que tienes razón, he perdido la cabeza... me he dejado provocar estúpidamente - hizo una pausa antes de añadir -: Me disculparé con ella cuando despierte - se quedó callado. Sabía que debía añadir algo más pero las palabras se resistían en salir de modo que se quedó cerca de dos densos y largos minutos en silencio antes de por fin volver a hablar, apoyado en una mesita de forma elegante y con la mirada vuelta hacia el techo -. Parece ser que ella fue la causante de mi maldición pero no por el motivo que había imaginado. Soy un pago para algo más. Por lo visto, al tomar esa decisión entró en juego el hecho de que realmente merecía estar maldito, facilitando todo bastante - volvió a sumirse en el silencio antes de decir -. ¿Sabías lo que me iba a contar?

Fiorella había estado distraída mirando hacia el piso superior donde escuchaba a Delora quejándose y también la voz de Alain. No sabía con exactitud que estaba pasando pero lo intuía y eso le provocaba cierta preocupación de tal modo que se perdió un poco lo que sucedió a su alrededor y la despedida del príncipe. Después se sentiría mal por su descortesía pero al final no le quedó otro remedio que devolver su atención al resto. 

Escuchó las indicaciones de Parfait y tras eso miró hacia Stella. Se sentía todavía totalmente fuera de lugar por la idea de vestirse y arreglarse para un baile pero decidió desterrar todos esos pensamientos y centrarse en la labor que tenían pendiente. Asintió a su compañera recordando las órdenes que les habían dado, algo atribulada por haber dejado de prestarles atención de esa forma. - Discúlpame, Stella. ¿Te parece bien que te acompañe a hacer las compras?

Delora pudo percibir cómo tu gesto se suavizaba poco a poco, por lo que suspiró aliviada. La verdad era que había sido fuerte en sus aseveraciones, pero todo partiendo de la preocupación que nacía por la débil chica. Te escuchó aún de brazos cruzados, aunque no por eso parecía alterada o algo así. De hecho, lo único que podías ver reflejado en su rostro era una genuina preocupación. ¿Por ti o por ella? No era claro, pero procuró no despegarte la mirada.

- Es posible que no recuerde aquello cuando despierte. La he hecho creer que solo fue un mal sueño y alteré un poco tu rostro. De esa manera, le será difícil identificarte. Aunque aquello perderá efecto en algunas semanas, pero podrá ser suficiente para que no le preste atención - y se giró hacia Claire otra vez -. Tal vez no sea lo ideal, pero no sabemos aún cuántas cosas ha pasado esta pobre chica y su reacción muestra mucho de eso - se sentó en su cama y te miró mientras hablabas.

Delora se escuchaba serena, aunque seguía con el mismo rostro de preocupación mientras te escuchaba con atención y afirmó - Parfait logró rastrear a Tarja y fui con ella. Es posible que no lo creas, pero ella solía ser muy amable... Al menos hasta que Hildyr decidió matar a ese primer humano. Muchos perdimos hijos y familiares a manos de brujos fanáticos y Tarja fue una de ellas. Perdió a su pequeño bebé a manos del padre de este. Desde entonces, es tal y como lo has visto. Ella me contó cómo funcionaba y lo que Claire le había pedido, pero no quería ser yo quien te lo dijera. Después de todo, la vida de la chica está en tus manos - y te miró con severidad.

- Tal vez esto te suene algo extraño, pero ella está aquí por ti. ¿Qué piensas ahora que lo sabes? ¿Crees que merecías la maldición? - y aunque ella misma te lo había dicho los primeros días, ahora lo decía en un tono conciliador, tal vez maternal. No quería decir nada más, así que solo esperó tu respuesta.

A partir de ese momento, cada quien tomaría su rumbo, aunque el destino de uno de los ocupantes aún era desconocido. Réamann estuvo cierto tiempo con Karma y luego con Jurien y Garlan, aunque los tres parecían manejar cierta complicidad y secretismo, por lo cual fue difícil enterarse muy bien de lo que hablabas. Un renuente Hogward partió con una muy elegante Rin, quien trataba de caminar en un exceso refinado y buscaba evitar a toda costa que le pasara algo a su vestido. Incluso con las asignaciones que se les hicieron sobre comprar algunas cosas para la taberna, tuvo cautela de no acercarse a la suciedad, aunque ¿qué podía esperarse de ir así a la plaza del pueblo? Tal vez su vestido no tuvo manchas adicionales, pero la parte inferior logró ensuciarse un poco, al igual que los largos guantes que llevaba. Era un tanto decepcionante, pero esperado.

Hogward, por su parte, se mostró ciertamente más amable y tal vez relajado que en ocasiones anteriores. ¿El motivo? Tal vez hacer sentir bien a su pequeña acompañante. Entre los dos trajeron aquello que se les pidió como pan, algunas frutas y algunas bebidas. No llegaron con tantas cosas como se podría suponer, así que no había sido un trabajo tan pesado o complejo. Mientras tanto, Stella y Fiorella se habían encargado de comprar lo que sería el almuerzo de ese día. Las chicas habían cultivado su amistad en ese tiempo y después de dar algunas vueltas en el pueblo comprando lo necesario, regresaron para trabajar en la cocina. Annice les cedió el espacio para que Stella pudiera trabajar más cómoda y les advirtió que, en caso de necesitar algo, podrían pedir su ayuda con tranquilidad. Waltz dio su habitual espectáculo de marionetas en la plaza y este captó la atención de niños y grandes por igual. Esto le permitía reunir algunas propinas y alegrar el corazón de quienes observaban su actuación, además de el cariño de estos por su trabajo.

Sin notarlo, y tras compartir una deliciosa comida, llegó el momento de la fiesta, justo al atardecer. Karma ayudó a todas las chicas con su peinado y maquillaje, mostrando una verdadera habilidad en cuanto a esto se trataba. No por nada, cautivaba corazones ahí donde iba. Hizo preguntas estratégicas para que cada una pudiera llevar su estilo como quisiera y de seguro quienes se sometieron a sus manos, mostraron buenos resultados.

Llegada la hora, tanto Delora como Parfait les mencionaron que ellas no harían acto de presencia por ser rostros conocidos entre aquellos que los buscaban, pero que no por eso no estarían vigilando de cerca que nada les sucediera. Con esto dicho, les indicó que se mezclaran entre las multitudes hasta llegar a la fuente de la plaza. Allí estaría el lugar principal de la celebración.

Una vez allí, notaron que había todo un cordel de restricción del paso, donde un puesto de seguridad se había instalado para dar paso a quienes realmente estuvieran invitados. Aún había claridad en las calles, aunque los faroles ya empezaban a encenderse. Los estandartes de la familia real estaban por todas partes y tras pasar el control de ingreso, pudieron notar mesas llenas de bocadillos, copas de vino dispuestas para quien quisiera tomarlas. Nobles de todas partes del reino estaban reunidos, platicando con cierta amabilidad, aunque había algo de alguna manera falso allí. Eso podía sentirse en el ambiente. Sin embargo, seguía siendo un aspecto diferente al usual de la plaza.

Algunas personas del común de la gente caminaban por allí curioseando, pero eran retenidos por los caballeros de la orden de Caldira, quienes se encargaban de la seguridad de la familia real. No había rastros del rey Genaro, ni de la princesa Emelaigne, aunque tampoco del príncipe Rod. De seguro aguardaban para hacer una brillante entrada.

La mañana de ese día fue una de las que más disfrutó Stella en toda su vida. Para muchos, si bien salir a realizar compras era algo banal, Stella nunca lo había hecho en compañía de una amiga; le resultó maravilloso. Poder hablar con Fiorella sin tener en cuenta su maldición, le mostró un lado alegre y diferente al que mostraba con, por ejemplo, Annice.

Después de comer, con mucha emoción, el momento de la fiesta había llegado. Stella se puso el vestido y, con mucho gusto y ansiosa, dejó que Karma la arreglase. Respondiendo a las preguntas de Karma, terminó siendo peinada* y maquillada de una forma que, al verse al espejo, no pudo evitar deslumbrarse. Nunca se había maquillado y, de lejos, nunca se había peinado de forma tan bonita. No se olvidó de regañar a Rin por haber ensuciado el suyo al salir con él; aunque podía entender por qué lo había hecho la pequeña, por eso mismo no había sido severa. Ayudó a Rin a limpiar un poco su vestido y no pudo evitar deslumbrarse al ver cómo le quedaban las prendas a sus compañeras y a ella... ¡Nunca había soñado, ni remotamente, poder vestir prendas así!

De camino a la plaza, la usual actitud que adoptaba Stella al salir a la calle se hizo presente; se comportaba de forma tímida, fría e indiferente. Sin embargo, el que se mantuviera sonrojada todo el tiempo, caminando a un lado de Réamann, derritió un poco el glacial de su indiferencia. Pasados los controles, y deslumbrada por el aspecto de la plaza, por un momento Stella se olvidó la verdadera razón por la que estaban en ese sitio. Por cómo se veía y por nunca haber estado en un evento así, se encontraba muy tímida y avergonzada; tanto que, mientras caminaban, ella se encontraba agarrada con delicadeza de la manga de Réamann, a quien tampoco podía mirar a los ojos.

¡Maldición! ¡Rin había malentendido las órdenes! Creía que se referían a que ellos dos se adelantaran a la fiesta, mientras sus compañeros iban a comprar! Por tal malentendido, luego no quiso que Hogward perdiera tiempo por su culpa para cambiarse cuando les entregaron las cestas de compras. Avergonzada aceptó la regañina de Stella, como si su fallo hubiera sido la emoción de una niña y su capricho en lugar de un tonto error de entendimiento causado por las ganas de que llegara la hora de utilizarlo.

Por suerte todo era polvo o alguna mínima mancha que se esmeró y esforzó en limpiar, y cuando Stella salía de su habitación, una risa débil pero muy molesta salía de su bolso, ante el rubor de la niña. Sin duda en algún momento Stella pudo escuchar la risa, pero quizás por respeto no le preguntó.

Golpear su bolso no serviría de nada, estaba acolchadito, aunque como venganza metió cuerda de alambre, un bote con pegamento, y otros utensilios que no debía ser agradable llevarse a la boca. Las críticas fueron ignoradas por Rin quien estaba ciertamente avergonzada con su fallo.

- y si te vuelves a reír te meto agua y jabón - susurró...

En esa ocasión si irían a la fiesta (esperaba) y se dejó acicalar el pelo, no buscaba un look especial, solo que su pelo se viera suave y brillante, y un suave tono labial rosado claro.

Agradeció a Hogward su paciencia por haberle hecho ir con más lentitud por las calles y se dispuso a ir a la plaza (o~tra vez...)

Sintió cierto alivio pasajero cuando le dijo que habría olvidado la conversación pero la verdad era que aquello no hacía más llevaderos sus problemas. Ni tampoco lo hacía la explicación de Delora, la justificación sobre la maldad de Tarja. Le daba igual lo que aquella bruja hubiera sufrido o quién hubiera sido en el pasado. No habría empatía por su parte.

- ¿Que si me merezco estar maldito? - repitió para sí. Y aunque una parte de sí estaba furioso por esa pregunta su tono no surgió envarado como hubiera sido de esperar. Sólo reflexivo -. Tal vez haya cosas que tenga que aprender. Cosas que tenga que cambiar. Pero sigo sin entenderlo. Sigo sin entender por qué soy el monstruo en esta historia. ¿Si merecía estar maldito? ¿Alguien merece esto? ¿Y qué pasa si decido seguir maldito para siempre para que Claire no recupere los recuerdos que son dolorosos para ella? ¿Merezco pasarme la vida obedeciendo ordenes sin ton ni son, sin derecho a negarme o a decidir, por alguien que decidió que era un sacrificio aceptable? - se quedó callado un instante antes de buscar la mirada de Delora -. Hace dos semanas que me conoces. ¿Tú consideras que lo merezco? ¿Soy tan egoísta como esa bruja dice que soy? He hecho todo lo que se esperaba de mí, todo lo que me habéis pedido. A parte del primer día, y tú misma reconociste que tenía razón, no me he vuelto a quejar. Lo he hecho sin importar que nunca haya hecho cosas así en mi vida, aunque no sea lo habitual en alguien como yo. No veo a Klaus haciendo nada más que escaquearse cada día desde que he llegado así que podría haber intentado hacer lo mismo. ¿Por qué soy yo quien lo merece y los demás parece que sean víctimas?

Sin darse cuenta, su discurso había cobrado un cariz a la defensiva, desafiante, y es que en realidad había expuesto de ese modo todas las dudas que él mismo sentía, sus temores, aquellos que deseaba que alguien le dijera que no eran ciertos y que sólo eran fruto de la malicia de una bruja. Porque no quería reconocerse egoísta ni pensar en las causas que éste había tenido. Prefería seguir responsabilizando a los demás de sus propios errores sin aceptar que, tal vez, él había interferido bastante, haciéndole merecedor de parte de la culpa.

Mientras Réamann había permanecido en The Marchen, aprovechó para conversar con algunos de ahí aunque en ningún momento se dejaba ver que estuviese intrigado, molesto o preocupado. En sí, su faz de aburrido y frío no había cambiado en absoluto, ni cuando volvió a los sacos de ropa traídos por el príncipe para buscar una vez más y no tardó en dar con unos guantes negros largos.

Comió lo mejor que pudo, sabiendo que se veía una larga jornada. En ese tiempo fue que habló con todos los presentes... cosa muy inusual en él, por lo que llamó la atención de algunos por lo que estaba haciendo, aunque parecía importante si el peliblanco se había tomado esas molestias. Solo compartió dos datos, pero fueron puntuales y no se sabía si en verdad los decía en serio o no.

-Bajo ninguna circunstancia deben darme alguna pócima de cualquier tipo. No importa si estoy muy mal herido o inconsciente... no me den ninguna que no sea de las que bebo normalmente, la cual siempre bebo al principio del día y algunas de emergencia por si acaso-en esta se pudo ver cierta severidad, la cual podía prestarse a que no se escuchaba asustado pero sí con un tono que no quería represalias-. Y lo otro es que en este tipo de eventos es fácil sacar información a los nobles si les das con qué chismear, tengan cuidado con eso, con quiénes se acercan o de qué podrían hablar.

Terminado de comer, el mesero se preparó y sujetó su cabello en una coleta baja y por primera vez, completamente peinado; parecía otra persona. Y su traje blanco con azul ahora destacaba por llevar un par de guantes negros que al llegar a la muñeca se abrían levemente haciendo que la manga fuese un poco más holgada pero continuando con la firmeza habitual por el material del que estaban hechos.

En todo el trayecto, el joven observaba sus alrededores caminando a un ritmo más tranquilo de lo normal. Aunque era su mismo andar cuando debía caminar, no se veía con intenciones de acelerar o apresurarse; sin embargo, de vez en cuando daba una mirada a Stella. Cuando llegaron a los controles, Réamann sabía perfectamente qué decir y cómo actuar sin dejar de lado su aire serio. Era como si estuviera habituado a realizar todo el protocolo.

Ya una vez llegados con los demás, tomó un brazo de la pelinegra con cuidado para pasarlo por debajo de su antebrazo y que así descansara el de ella, para luego colocar la otra mano sobre la de Stella y voltear a verla.

-Si necesitas algo no dudes en decirme-su mirada se suavizó un poco y luego retomó la atención al evento, inspeccionando nuevamente en búsqueda de algo.

El renuente Hogward dio un largo suspiro al ver que la chiquilla no hizo caso a su consejo. Las compras fueron rápidas, Hogward ordenaba lo que le habían pedido, recogía y pagaba. Sin regatear o envolverse en un conversación, Hogward cargó con la mayoría de las cosas de vuelta a The Marchen. Al llegar, dejo y ordeno las cosas que habían comprado y se dirigío a su habitación, esta vez si a tumbarse hasta la hora de comer. Enarcó un ceja al escuchar al muñeco de Réamann hablar. Dijo algo sobre pociones y chismes, de todas formas Hogward solo escuchó de pasada antes de terminar. 

Luego de comer, Hogward se cambió y preparo para la fiesta. Con cuidado, reviso si había algún imperfecto, era la primera vez de hace ya tiempo que vestía algo elegante. Respondió a la disculpa de Rin con una sonrisa, para decirle que no se preocupara y salió con los demás. En el camino se dio un par de palmadas en las mejillas para quitarse la cara de muerto que traía para cambiar a un rostro juvenil mas alegre y refinado. 

Al llegar y pasar por el control, lo primero que hizo Hogward fue separarse e ir a la mesa de bocadillos. El peliblanco tomo una copa de las varias que había. Luego de girar con delicadeza la copa la acercó su nariz para percibir el aroma. Hacia tiempo que no probaba un buen vino. Tomando además un bocadillo de los que había se dio la vuelta y contemplo con algo de envidia el paisaje de la fiesta. Aún así, afinó el oído para captar las conversaciones de su alrededor mientras fingía ver los alrededores.

Compartir un tiempo con Stella donde pudieron hablar y reír con naturalidad dejando de lado su situación era lo que necesitaba Fiorella para poder relajarse y desterrar todas sus preocupaciones mientras hacían las diferentes compras para The Marchen. Al igual que su amiga, fue alegre y cercana e incluso se permitió algo de contacto físico como cogerle del brazo, algo que se solía reservar pese a que siempre se mostraba amable y dispuesta.

Fue la última en prepararse para la fiesta, para ella todo esto revivía demasiadas cosas encerradas en el baúl de los recuerdos pero no era de las que se echaba atrás o dejaba a sus compañeros tirados así que se vistió con soltura cuando por fin se decidió, y tras eso fue la última en ir a buscar a Karma para que le ayudase a arreglarle, a diferencia de otras veces no se mostró amable y conversadora, sino distante y preocupada. 

Observó salir antes que a ella a la pareja y eso le hizo esbozar una sonrisa. En su caso fue la última en hacerlo y avanzó con lentitud aunque con paso elegante y la cabeza bien alta. No se le había olvidado como andar o comportarse y así fue como lo hizo aprovechando la ropa que llevaba puesta, sonreía a la gente con la que se cruzaba aunque sin perder el porte, y menos cuando entregó delicadamente la invitación. 

Se mantuvo con ese mismo porte conversando con algunos invitados, moviéndose y hablando con naturalidad mientras intentaba estar pendiente de cualquier información como les habían ordenado.

Más y más nobles llegaban, haciendo de todo esto un lugar con un tinte cada vez más aristocrático. Aquellos que se encontraban cerca a la mesa, miraban a este mientras se reían. Incluso empezaron a hacer comentarios de este tipo:

- ¿Acaso ese hombre se infiltró en la fiesta? -

- Se pensaría que a esto solo podrían entrar las personas más exclusivas de Angielle, pero hasta la gentuza ha podido ingresar -.

Eran mujeres, en su mayoría. Por sus prendas no era difícil distinguir que se trataban de nombres también. Rin llegó con su vestido ligeramente empolvado, aunque había mejorado gracias a Stella, y los comentarios de un grupo de hombres gordos no se hicieron esperar.

- Mira ese vestido. Tal vez sea una campesina. Lo mejor es permanecer lejos -.

- Tal vez nos contagie alguna enfermedad -.

Unos juntos Réamann y Stella llamaron la atención de varias mujeres, como de varios hombres. Sobre todo por cómo se veían. Las chicas hacían corrillo, mirándole y esperando que este les devolviera la mirada, mientras que algunos jóvenes se codeaban para mirarla, pero había una quinta participante que no se quedó atrás. La dulce y delicada Fiorella entraba con total delicadeza y decoro, casi como si contara sus pasos, como si cuidara sus movimientos, pero con un aspecto bastante natural en todos ellos. Muchos de los jóvenes allí presentes no pudieron evitar girarse hacia esta, cuyo vestido dejaba una estela de suspiros al pasar.

Mal que bien, habían podido causar una impresión. Fiorella logró entablar conversaciones con algunas jóvenes más, pero hubo algo que interrumpió la paz de esa jornada, y eso era el sonido de las trompetas de la Orden. Eso solo quería decir una cosa: la familia real había llegado.

Se despejó el área de la plaza mientras muchos imitaban este gesto y al hacerlo, un carruaje se aparcó allí, dándole entrada al Rey Genaro y su familia: la Reina Ophelia, el Príncipe Rod y, por último, la princesa Emelaigne. Todos lucían atuendos exquisitos y propios únicamente de la realeza, cuyo objetivo era ser llamativos. A pesar de estar llevando a cabo una fiesta en su honor, esta se notaba ligeramente incómoda y algo retraída. Todos hicieron una reverencia, lo cual algunos tuvieron que imitar, y entonces se dio paso al baile inaugural entre la princesa y el rey. El delicado vals duró unos cuantos minutos mientras otras parejas se iban acercando. Poco a poco, el centro de la improvisada pista se llenaba, mientras el baile del rey y la princesa se perdía entre las multitudes.

Estabas aún relativamente cerca a la mesa de los bocadillos y fue cuando viste a un grupo de chicas jóvenes que te miraban y se reían. Más que estar burlándose de ti, parecían estar poniendo especial atención a tus movimientos. Podían suceder muchas cosas, pero era ineludible el pensar que aquel traje no te quedaba bien. Por esto, las chicas se sonrojaban. ¿Estarían esperando a que las invitaras a bailar? Ciertamente, una dama de la alta sociedad no lo haría por sí misma. No era decoroso.

Hogward estaba relativamente cerca de tu posición, cerca de la mesa de los bocadillos. Las diferentes chicas eran invitadas a bailar por los jóvenes de allí, pero por el momento no había nada sospechoso.

Un incómodo Eses hablaba con dificultad por todo lo que habías puesto en su interior - Deberíaf baifaf cofalgufo - no era claro, pero eso dijo. Entonces, pudiste ver a un joven de relativamente tu misma edad y estatura acercarse. Con una cortés reverencia te habló.

- Disculpe, señorita. He visto que somos de los pocos contemporáneos aquí. ¿Podría usted concederme el honor de este baile? - extendió sus enguantadas manos hacia ti.

Apenas lo hizo, los murmullos de algunas mujeres asqueadas por la acción del joven no se hicieron esperar. Tal vez era asco, o tal vez envidad.