Partida Rol por web

Annice miraba complacida el plato vacío. Sin duda, había caído bastante bien para esa resaca tan fuerte que tenías, diezmando los síntomas bastante. Lo retiró apenas recibiste la carta para darte algo de privacidad.

Al mirar el sobre, viste que tenía una hermosa C en el sello de cera que lo protegía. Sin embargo, el sobre era algo femenino, al igual que la letra de quien había escrito la carta. Al desdoblarla con cuidado, pudiste empezarla a leer.

Me hubiera gustado poder entregarle esta carta yo misma, agradeciéndole todo lo que hizo por mí, pero el doctor Chevalier me dijo que había salido de la ciudad. Lamento mucho que nuestro último encuentro fuera en el baile, pues ansiaba enseñarle los alrededores.

Gracias a usted, aquel veneno no me mató y estaré siempre en deuda con usted. Si lo que le motiva es el dinero, podría ver que una merecida recompensa llegue a usted por medio de mi familia. Si esta humilde dama representa algún interés, me alegraría poder verle una vez más y presentarle mis agradecimientos en persona. Si esta carta es lo único que compartiremos, deseo para usted un buen viaje. Ni siquiera sé si la leerá, pero el doctor Chevalier me dijo que sabía de alguien que podría entregársela.

Siempre suya,

Lara Prendergast.

Tumbas, brujas, ortigas, y más gente buscándolas... Si aún no las tenían, debían estar en el bosque, y ese lo conocía bastante bien Rin, pero ¿Tumbas? Habían rocas que quizás lo fueran, árboles que posiblemente crecieron sobre algún cuerpo, ningún féretro en su memoria...

- si sientes alguna presencia y sospechas que pueda ser un duende, asegúrate de no prestarle atención - decía a Stella - son el principal motivo por el que se pierde la gente en ese bosque, crean leves ilusiones, animales, caminos que en realidad no existen, y en general pequeñas travesuras, pero si los ignoras no te hacen nada pues buscan divertirse y no es divertido que no les hagas caso, les gusta asegurarse de que se sepa que son los causantes del juego, pues ser parte del juego es siempre más satisfactorio.

Los duendes no eran el único problema, pero si quizás el que les podía llevar a acabar dando vueltas o a salir del bosque tras caminar solo un minuto. Por suerte su ego les pedía ser el centro de atención y se aburrían rápido si no le eran.

Stella escuchó a la pequeña Rin con atención. En verdad no deseaba forzarla a tener que ir a un lugar que no quisiera. Sin embargo, la pequeña en verdad estaba mucho más dispuesta de lo que ella había creído. Aún así, estaba claro que no era un lugar del todo rosa para ella. Tendría eso en cuenta.

Cuando Rin accedió a ir, Stella le sonrió un poco, más cuando escuchó su experiencia con las ortigas, rió un poco.

—Si yo cayese sobre un montón de ortigas, probablemente no podría contarlo después —aunque reía... sabía que era así. Que un montón de ortigas la tocasen a la vez podría hacerle muchísimo daño. De hecho, no se imaginaba caer sobre un montón de ellas. Probablemente moriría.

Aún con una mano sobre su pecho, Stella escuchó lo que dijo Parfait, asintiendo levemente. El corazón de Stella latía con fuerza. La verdad, estaba nerviosa. Ya no tenía forma de huir. Se mantuvo atenta escuchando las palabras de Parfait, ya que, aunque le hablaba a Rin, esos detalles también eran de suma importancia para ella. Saber exactamente cómo lucía la ortiga... Cuando el hada terminó de hablar, Stella volvió a asentir. Sus manos estaban sudando en ese momento.

Entonces, la pequeña Rin le habló. Se volvió hacia ella.

—Está bien, Rin. Eres bastante confiable. Me alegra que desees acompañarme. Muchas gracias. No importa el resultado del viaje, pídeme lo que quieras para comer cuando volvamos; esa será mi forma de agradecerte —y le sonrió un poco, notándose lo nerviosa que estaba en su rostro. Luego, sonrió al hada también—. Lo mismo va para usted, Señora Parfait. Gracias.

Klaus le hizo la pregunta clave, como siempre, directo. Resultaba extraño que se tomara en serio algo pero estar malditos los había cambiado a todos en mayor o menor grado. Por eso meditó sobre la respuesta, tratando de no ponerse a la defensiva como llevaba haciendo desde que había llegado allí cada vez que alguien le increpaba sobre alguno de los temas relacionados con su maldición.

- Tengo mentalidad de negocios. La mayoría de mis relaciones siempre se han basado en coste - beneficio... Al final eso hace que siempre piense en mí mismo y en lo que todo puede reportarme. Y la maldición tiene como fruto que deje de ser tan... así - reconocer que era un egoísta y un egocéntrico quizás fuera demasiado, al menos para ponerlo en palabras -. Creo que cuando esto se cumplió fue porque estaba medio ido por la magia de Caelfall, así que en realidad tampoco pensaba demasiado... simplemente intenté detener el embrujo. No recuerdo que estuviera pensando en los demás pero tampoco pensaba en mí, era más un pensamiento generalizado de que nos permitiría escapar - se detuvo un momento. Como bien sabía, aquello había sido una mera cuestión de suerte. Su mente estaba medio ida, por eso había funcionado. Pero la idea de buscar ese estado para romper la maldición no le seducía así que, por suerte, cometer una locura similar no entraba en sus planes -. No creo que en ese primer momento cambiara nada.

Me quedé por los dos, idiota. Pensó, e intentó responderle mientras le escuchaba hablar pero no hubo tiempo, porque el tema se desvió hacia algo referente a la maldición. Pero en un giro de loa acontecimientos su hermano empezó a ahogarse, probablemente por intentar decir algo que no debía. Y entonces se le cayó la taza de té. Cuando dijo que se encargaba, ella le observó sorprendida, antes de arrodillarse a su lado para limpiar la alfombra. 

- ¿Estás bien? - Le preguntó con genuina preocupación, antes de empezar a limpiar la alfombra a su lado. - Déjame limpiar contigo, cuatro manos trabajan mejor que dos. - Le respondió con dulzura, sintiendo un nudo en el estómago cuando vio esa muestra de tristeza, lo que hizo que apartase la taza para no romperla y abrazase a su hermano. No dijo nada, sólo se quedó así unos segundos antes de soltarle. 

- Siéntate mientras acabo de recoger esto. - 

Sonrió ante las historias de Rin sobre duendues y rió - La verdad es que esos que llamas duendes detestan ese nombre, pero ya lo sabrás algún día - sonrió otra vez.

- Su destino será el cementerio. Y Stella, no olvides el ungüento, ¿de acuerdo? Te daré suficiente para el viaje, pero trata de no caer en un lugar lleno de ortigas - y al escuchar la respuesta de ambas, junto las manos con entusiasmo -. Está decidido entonces. Por mi parte, que regreses libre es lo que más me haría feliz. No debes preocuparte por nada más, ¿de acuerdo? Sé que a Réamann le alegrará también - y con esas palabras, acarició la cabeza de Rin.

- En cuanto a ti, tienes mucha lectura que hacer. Debes empezar a dejar a un lado las historias que te contaban y escuchar las reales. De eso me encargaré yo y esa será tu preparación para el viaje. Luego les daré sus mochilas con todo listo. Y Stella, prepara raciones para varios días de viaje. El camino es largo, pero la recompensa enorme - usó un tono bastante enérgico y rió.

- Los demás se quedarán aquí, pero creo que deben ir a hablar con Hogward. Si se pone testarudo, solo díganle que es una orden de mi parte y el chico irá. Es algo tímido nada más - y si no necesitaban nada de ella, Parfait se marcharía.

El espadachín te escuchaba con bastante atención y se veía meditabundo al respecto. Incluso se llevó una mano al mentón y cerró los ojos para meditar. Unos segundos después los abrió. Parecía tener claro algo.

- Entonces realmente no lo sabes, pero puede ser el hecho de haber puesto tu seguridad en riesgo por otros. Tal vez fuera eso. El hecho de estar aún algo afectado por el encantamiento pudo haberte llevado a hacer algo que normalmente no harías; que es justo lo que la maldición te obliga a hacer. Dudo que la maldición pueda distinguir que hubieras estado en tus cabales o no - y sonrió.

- Creo que realmente puedes sacar algo de eso. No tienes que repetir el mismo escenario, pero sí pensar en relacionarte de manera diferente con las personas. Claro que he visto que en parte lo haces en la taberna, pero el hecho de hacerlo natural y no de manera premeditada puede ser la diferencia. Piensa bien en lo que hablaste con la bruja que te maldijo, que créeme... Ellas saben buscar tu debilidad y... Explotarla - miró un momento al infinito mientras sus ojos se teñían de tristeza, pero fue cosa de solo un momento. Volvió a su serenidad habitual poco después -. Tal vez en sus palabras, si las analizas, encuentres una buena respuesta -.

El pelirrojo seguía arrodillado en el suelo, tratando de fijar sus ojos en la taza. Sacó uno de sus pañuelos y trató con este de limpiar la alfombra, aunque no era muy eficaz su actuar. Después de todo, era mucho té para un pañuelo. Te miró solo un segundo ante tu tono amable como si estuviera viendo un fantasma, pero pronto recuperó su mala cara y resopló.

- Por supuesto que... - mas no terminó la oración cuando lo abrazaste. Dante se quedó de piedra. De hecho, teniéndolo tan cerca, pudiste sentir un leve temblor en su cuerpo, casi como si no supiera qué hacer en esa situación. No te abrazó, estaba aún en shock, y al separarte de él, su rostro mismo era un poema indescifrable.

- Eh... Sí. Está bien - su tono era neutro, aún no salía de aquel estado alterado.

Mientras limpiabas, Dante te miraba sin pronunciar una palabra. En verdad parecía estar mirando una aparición o algo similar. No salía de su propia sorpresa - Lo... Lo lamento - fue todo lo que pronunció tras un rato de silencio, aunque no especificó por qué lo decía. Se quedó mirando el vacío una vez más.

Ni siquiera reparó en que las primeras palabras de Klaus hubieran despertado un pinchazo de frustración en su interior y, sin embargo, no fue así aquella vez. En su lugar, se quedó un momento en silencio para negar suavemente con la cabeza. ¿Lo sabía con exactitud? La verdad era que seguía teniendo una amalgama de emociones en su interior. De algún modo sabía las cosas que tenía que mejorar pero no exactamente cómo se relacionaban entre sí. La confianza en los demás, sus prejuicios, su mentalidad calculadora, su falta de empatía.

Se centró en recordar lo que le había dicho la Bruja, esta vez sí, sintiendo un ramalazo de rencor pues en su interior seguía sintiendo que la forma de enseñar una lección no era maldecir a nadie. Aún así, se obligó a dejarlo marchar en lugar se reconcomerse con pensamientos de ira. Había algo que había repetido en diferentes formas. Algo que, tal vez, podía unir todo lo demás.

- Bueno, creo que para ella casi todo en mí era malo pero había algo especialmente... dijo que soy egoísta. Egocéntrico. ¿Esa es mi debilidad?

Tal vez así fuera. Fiorella estaba en ese mismo momento pasando por todo aquello y allí estaba él, mirando su propio ombligo.

Después de terminar de comer, el cuerpo de Hogward se alivio un poco. No tanto para quitarle lo gruñon pero era un avance. LA carta lo tenía intrigado, aunque el misterio de quien le mandaría una carta a el fue resulto. Al parecer salvar a alguien merecía una carta de agradecimiento al menos. Ahora quedaba el misterio de como lo habían encontrado. ¿Habrá sido el doctor? Parecía que conocía el lugar, de haberlo sabido el chico se habría ahorrado las molestias de crearse una historia.

Con esto en mente, Hogward abrió la carta para ver su contenido. A medida que leía, por alguna razón el malhumor que sentía se incrementaba. ¿Era eso u otra cosa? El peliblanco solo sabía que no se sentía cómodo leyendo la carta. Una parte de el se alegraba que se quitaba un peso de encima al saber que estaba bien. Otra se sentía incomoda por las palabras  escritas y lo que transmitían. 

Según la carta Lara deseaba verlo de nuevo, hecho que lo dejaba sorprendido. Para asegurarse, observo la pulsera que tenía en la muñeca a ver si tenía algún cambió. Mientras, en el interior, Hogward se debatía en si debería ir a buscarla o no. No sabía por que se sentía así, pero quería que parase, tal vez que le agradeciera ayudaría a cerrar el capitulo y podrí a olvidarse de ello de una vez.

Con todo eso en la cabeza, Hogward se sentía bastante inquieto. No pudiendo quedarse quieto, el chico decidio salir a caminar un rato para ver si podía aclararse la mente. Doblando la carta con cuidado y guardandola en un bolsillo Hogward salió del lugar dirigiendose a la ciudad 

Stella asintió ante las instrucciones de Parfait, asintiendo de nuevo ante la advertencia de caer sobre ortigas. La verdad, no estaba en sus planes hacerlo ahora, mucho menos ahora de todos los momentos. Normalmente solía ser muy cuidadosa con eso, y ahora estaba mucho más tranquila al saber que gente la acompañaría. Bueno, tranquila en teoría. Realmente estaba ansiosa... quizá demasiado. Le sonrió al hada cuando mencionó lo de Réamann. Eso hizo que por un momento bajase la mirada. La verdad, era esa una de las cosas que más le hacían ilusión sobre ir a ese viaje. Aún se sentía bastante... insegura con respecto a que cumpliesen el objetivo, pero probablemente era esa su última oportunidad.

Cuando se volvió a dirigir a ella, atenta y mucho más seria, Stella asintió de nuevo.

—Está bien, señora Parfait. Prepararé lo necesario —dijo la chica, mientras entrelazaba los dedos y bajaba los brazos. Con las últimas instrucciones del hada, asintió una vez más—. ¿Quieres que vayamos ahora, Rin? —preguntó a la pequeña, una vez Parfait terminó de hablar. Por su parte, no tenía nada más que hablar con el hada. Por lo mismo, si Rin tampoco tenía nada más que hablar, estaba dispuesta a ir con ella en ese momento a buscar a Hogward.

Rin puso su mano en la nuca cuando Parfait le dijo que tenía mucho que leer. De hecho algunas noches abría algún libro y era Eses quien leía pues a ella ver demasiadas letras juntas le provocaban sueño, incluso así más que una lectura seria parecía el cuento de antes de ir a dormir, ante un a veces molesto Eses que veía cerrarse el libro que atentamente leía.

Asintió sin añadir lo obvio, como solo un crío sabe, dando a entender que insistirle no cambiaría lo que ya intentaba, aunque su aprendizaje entraba en su mayoría a través de su hermano.

- cuando quieras - respondía, yendo allí tal vas sus enseñanzas no le vinieran mal, incluso si ya había aprendido algún que otro error en su mal conocimiento.

Irían a semireclutar a Hogward, un refuerzo por si algo salía mal. Siempre era bueno tener un seguro, y era alentador de algún modo.

Cuando escuchó a su hermano disculpándose alzó la cabeza para mirarle, en su mirada había un poso de dulzura y se arrodilló en el suelo junto al charco de té mientras terminaba de limpiarlo. - Fue duro para todos. La muerte de nuestros padres. Se que era tu manera de desahogarte, y aunque no me guste, reconozco que nunca he llegado a odiarte, ni a guardarte un rencor verdadero, por muy enfadada que estuviese. No he sido capaz. - Se encogió de hombros. 

- Quizá si conseguimos salir de esta, podamos arreglar las cosas y vivir los tres en paz una temporada. - Le dedicó una sonrisa dulce mientras conseguía terminar de retirar el té. - A veces pensé que nunca sería posible. Pero... Quizá podamos lograrlo. ¿No crees? - Le pregunta con un breve brillo de esperanza en la mirada antes de levantarse y servir té de nuevo, antes de sentarse al lado de su hermano. 

- ¿Por qué no me cuentas que planeabas? - 

Parfait se despidió de ambas con una sonrisa mientras partía. Seguramente se iría a su habitación a descansar. Ya después de tanto tiempo de convivir con el hada, se hacía notorio a sus ojos que el hada no parecía estar del todo bien de salud, así que debía descansar una buena parte del día. Tal vez por ellos tenía personas como ustedes ayudándole con la taberna.

Se dirigieron al comedor y pudieron notar que Hogward parecía estar guardando algo en su bolsillo antes de ponerse de pie y dirigirse a la puerta. Si se apresuraban un poco, lo alcanzarían sin problema. Parecía estar algo consternado.

Justo cuando te ponías de pie para marcharte, sentiste la voz de Parfait llamándote. Estabas seguro que podías marcharte sin más y el hada no te lo impediría, pero no era muy buena idea. Te miró con su habitual tranquilidad y sonrisa amable para decirte - Me alegro que hayas leído la carta. No te detendré en que hagas lo que debes hacer, solo espera un poco más. Las chicas deben hablarte de algo. Después de eso, puedo indicarle a alguien que te oriente, ¿está bien? - y el hada puso una mano en tu hombro antes de seguir su camino hacia el segundo piso. De seguro iría a su habitación.

Desde la cocina, emergían Rin y Stella, quienes parecían buscarte con la mirada. Te giraste a buscar a Parfait, pero esta ya estaba a punto de llegar a su habitación. Para no estar en condiciones tan buenas de salud, era un hada bastante veloz.

Como había hecho antes, Karma escuchó con paciencia, esperando que terminaras tu intervención y subió los hombros un tanto despreocupado.

- Es una posibilidad. Después de todo, los nobles solemos pecar por ello, ¿no crees? - Sonrió algo divertido -. La diferencia entre tú y yo es que tú estás acostumbrado a trabajar por aquello que quieres alcanzar. Yo tuve que aprenderlo hace poco y aún me cuesta. Pero puede ser que partiendo de ese egoísmo, puedas lograr algo - sonrió.

Se quedó un momento meditando si decir o no lo que tenía en mente, pero luego pareció decidirse e intervino - Dime, Alain, ¿cuáles son las condiciones para romper tu maldición? No tienes que compartirlas si no quieres, pero creo que podemos tomarlo como un punto de partida para definir si sí se trata de tu egoísmo o no -.

Cuando lo miraste con ternura, el pelirrojo parpadeó un par de veces y se giró con rapidez. Notaste un leve rubor en sus mejillas - Serías la única. A mí me soportan por nuestro apellido nada más. Es demasiado obvio - y cuando seguiste limpiando, se te quedó mirando en silencio. Suspiró.

- Cuando esto termine... - fue lo que dijo, aunque tampoco lo aclaró.

Entonces, te sentaste a su lado y te miró recuperando el temple - ¿Recuerdas de qué trata el cuento de la Cenicienta? ¿Cómo es que ella logra casarse con el príncipe? - aunque esa pregunta o parte de la discusión ya la habían tenido, parecía que para Dante era importante repetirlo.

- Verás, Ezio ha organizado algo similar a una audición para encontrar a la dueña. Sin embargo, si miramos el cuento, la Cenicienta no se logra probar la zapatilla porque fue encerrada. Cuando es liberada, se la prueba y llega el final feliz. Mi idea es aprovechar lo que él hará y recrear esa situación -.

Después de que se despidieran de Parfait, las dos chicas salieron de la cocina. Stella aprovechó para acariciarle brevemente la cabeza a Rin en un gesto de puro agradecimiento. La pequeña era muy noble. Ella tanto como su hermano. Se merecía romper su maldición. Ella, como una adulta, también haría todo lo que estuviese en sus manos para que los hermanos pudiesen volver a vivir de manera normal, aún y si ella, la propia Stella, no lograba romper su maldición en aquella misión.

Apenas entraron al comedor y Stella vio que Hogward estaba a punto de retirarse, miró a Rin y se apresuró a llamar al chico en voz alta.

—Hogward, lo siento —procuró ser delicada al hablar, quizá más de lo usual—. ¿Tienes un momento? Me gustaría hablar contigo.

Brazos a la espalda salió junto a Stella sonriente, avanzándose á esta en pro a la puerta - será un secuestro rápido - intentó bromear al percibir de refilón la tensión del chico, era Stella quien debía hablar, en este caso Rin solo era la guía.

Cómo un egoísta dejaba de ser egoísta. Ese era el gran problema, poniéndolo en plata, pensar en dejar de ser egoísta para romper así la maldición que le afectaba era también algo egoísta, más teniendo en cuenta como ya había pensado en más de una ocasión que la acción más altruista que podría cometer sería no tratar de romperla para permitirle a Claire vivir en el olvido. Pero claro, como sería lo menos egoísta que podría hacer probablemente acabaría rompiendo la maldición. Pero como sabía que si lo hacía rompería la maldición, volvería a ser un acto egoísta... En definitiva, una locura.

Sacudió la cabeza, espantando el terrible trabalenguas en que se había convertido su mente para volver a prestarle atención al allí y ahora.

- No es ningún secreto, Klaus, no veo sentido a que lo sea - aclaró, encogiéndose de hombros a modo de pequeña pulla dirigida a casi todos aquellos que se encontraban en esa posada -. Para romper la maldición debo hacer tres cosas por los demás pero no puedo hacerlas pensando en lo que me reportarán a mí. No puedo hacerlas pensando que gracias a ellas romperé la maldición. Incluso cuando maté... - su rostro se puso mortalmente serio cuando prosiguió -... a aquel hombre en la plaza. Aún habiendo hecho algo tan...extremo para salvarlas, sabía que lo hacía para aprender a ser más desprendido. Así que de algún modo, nada parece que fluya de forma del todo natural. Quiero ayudar pero una parte de mí no deja de pensar en que eso me ayudará a romper la maldición. De todos modos, ya no me preocupa tanto romper la maldición o no como hace un tiempo. Sé que, eventualmente, terminaré por lograrlo. Me molesta verme forzado a cambiar pero empiezo a entender que es necesario. Me preocupan más las cosas que ya no puedo cambiar y que han quedado ancladas en el pasado. Además, hace días que quiero ver a Claire pero sospecho que Delora consigue que no coincidamos en horario. Aunque no puedo decir que no lo comprenda.