Partida Rol por web

Así que la situación se complicaba. La bruja buscaba la taberna, presumiblemente para encontrar a Réamann y Ezio aunque posiblemente para acabar con aquella molesta resistencia compuesta por una amalgama de malditos, brujas y hadas. Así que, quedarse a esperar, era una mala opción. Por más que The Marchen estuviera oculta por hechizos, era cuestión de tiempo que siguieran a uno de ellos por la ciudad hasta allí. Una bruja tan poderosa como Phoisa acabaría por ver a través del engaño y entonces los encontraría cuando no estuvieran preparados para ello.

Al final, la cosa estaba en luchar, supusiera aquello lo que supusiera. Sus ojos vagaron por el lugar, pensativo, hasta dar con los de Claire, que observaba la escena con preocupación. ¿Cuánto habría escuchado? Probablemente, lo suficiente como para que su imaginación volara. Le dirigió una sonrisa que pretendía ser tranquilizadora, como si todo estuviera bajo control a pesar de que, nuevamente, sentía que todo dependía demasiado del azar y de una mala planificación que resultaba atroz y acababa en desastre. Pero la última vez se habían visto obligados a actuar de forma impulsiva. ¿Y ahora?

- ¿Cuándo? - fue lo primero que preguntó mientras Stella miraba visiblemente nerviosa hacia la habitación de Réamann. Esperaba que aquel no fuera uno de esos planes cuya respuesta era "ahora" -. ¿Y cuál es el plan?

Réamann vio a Hogward irse sin afán de querer detenerlo, al final era su decisión si quedarse o no en lo que restaba de la conversación aunque por una parte si se lamentó porque esperaba  tener más apoyo. Sin embargo... ¿Cuántas personas había visto morir o que perdió en el camino para llegar a esa resolución? Aunque eso significaba que podría apreciarlo de alguna manera y eso era raro, pues no habían convivido... o a lo mejor realmente no le importaba y le daba muchas vueltas al asunto, debía enfocarse en otros asuntos.

Escuchó por completo a Parfait sin querer interrumpirla, limitándose a gestos sutiles ante ciertos tópicos: un poco de amargura al recordar que Phoisa aún lo quería a pesar de todo, parecía que se había encaprichado más con él; cierta tristeza al imaginar a Viscount controlado, su mejor amigo tanto de armas como personal; una mezcla de miedo y determinación con la naturaleza de las nuevas pociones por lo que significaban, pero con lo del tiempo que le quedaba si las bebía...

-Lo ideal es que no tome ninguno, pero... si están detrás de mí, no darán tregua-la mirada del peliblanco se tornó más seria mientras guardaba las pócimas con lentitud, cuidando de no romperlas o dañarles en el proceso, también daba la sensación de tocar algo peligroso-. L-lo pensaré... pero quisiera saber del plan después.

No retuvo más a la hada, tenía que pensar mucho. También quería preguntar otras cosas, pero ella no le dio mucha oportunidad y se quedó observando la bolsa con las pociones. Como no quería hacer mucho esfuerzo, las acomodó en el buró cerca de su cama y se recostó, desperdigando los mechones sobre la almohada porque no tenía pensado ir  a la reunión y podría preguntar luego el plan de acción. Además, él quería platicar del tema con alguien más antes de tomar una decisión definitiva, pues si fuera por él saldría de The Marchen; no obstante, Stella tenía derecho a saber lo que les depararía.

-He vivido bien a pesar de todo...-comentó en voz baja, mirando al techo recordando todo lo que ha sufrido y aprendido desde que obtuvo su maldición. 

Fiorella seguía con un nudo en la garganta pero sabía que tarde o temprano la situación se volvería insostenible y ahora mismo un resquicio de venganza deslumbraba en su interior recordando que esa bruja le había arrebatado a Dante. Miró a Ezio y asintió.

- Yo iré, pero será mejor que tú te quedes. - Le dijo a su hermano. - Les hará falta una mano hábil si las cosas se tuercen. - Afirmó aunque lo que quería era mantenerlo alejado de la refriega. No podía perder a otro hermano. 

Hogaward salió de la habitación de Reamman de manera brusca. Mas que molesto se encontraba frustrado por algún motivo que no entendía. Solo no podía estar en esa habitación más. Cuando bajo, ignoro el tono sarcástico de Delora y se dirigió a la cocina a preparase un té con miel de manera rápida. Aunque le costo un poco ya que casi nunca entraba a la cocina lo consiguió mientras escuchaba a Delora a lo lejos. 

Le pareció gracioso que dijeran que tendrían una elección ahora, pero dejo eso a un lado. El ya sabía que iba a hacer de todas formas. -Yo iré a donde el moribundo vaya- dijo después de tomar un sorbo del té. No sabía nada bien pero tendría que valer. -Después de todo el esfuerzo que me tomo cuidarlo, que estire la pata sería un desperdició- dijo con ironía -Además tal vez podría hacer algo con esa maldita pulsera- -Así que si le da un ataque estaré ahí al menos par intentar estabilizarlo lo mas posible.

Delora negó al ver que Hogward no se les unió, sino que permaneció en la cocina. Más que cualquier cosa, parecía decepcionada. La reacción de Stella no la sorprendió, mas cuando esta le pidió que le permitiera ir con él, sonrió y miró a Parfait. Era claro que le cedía el poder de decisión.

- Él tiene una importante decisión que tomar, así que de seguro querrá tu apoyo - y el hada le hizo un gesto con la cabeza a la chica para que pudiera retirarse e ir con Réamann.

Delora miró a Alain, y dijo - Será al atardecer. Ella siempre llega allí al atardecer y Aed ya sabe que iremos. El plan es que Rin, como es una de las que mejor conoce la taberna, nos ayude a trazar la estrategia. Sabemos que Phoisa tiene aliados allí, pero también Aed, y a él lo respetan mucho hadas y brujas. Elliot nos transportará allí. Esta vez queremos su ayuda para organizarnos y creo que entre tú y Rin harán un buen trabajo - mientras tanto, la chica que observaba desde el segundo piso, se llevaba una mano a la boca preocupada. Parecía no querer hacer ruido para ser descubierta.

La bruja y el hada sonrieron casi a la vez mirando a Alain, mas no dijeron nada. Luego se giraron hacia Rin - ¿Crees que puedas hacerlo? Tender trampas es tu especialidad y conoces el lugar - para luego mirar a Fiorella con severidad -. Creo que lo correcto es decir que ambos se quedarán aquí. Garlan y Jurien también se quedarán, aunque Karma irá con nosotros. No estás en condiciones anímicas ni físicas para luchar - y no parecía que la bruja fuera a aceptar discusión al respecto.

Parfait miró a Hogward cuando este decidió intervenir con curiosidad para luego reír - Me alegra ver que te preocupas por él. Además, Réamann necesitará guardar todas sus energías posibles, así que le caerá bien alguien que lo acompañe en todo momento - y entonces, Stella se marchó con Réamann.

Las voces de la taberna no eran del todo claras para el peliblanco, quien estaba en su cama contemplativo. Poco a poco, las voces parecían irse apagando para dar paso a susurros, mientras unos pasos se acercaban a su habitación.

Al entrar Stella, con rostro preocupado, vio a un Réamann acostado en su cama. Al parecer, las palabras de Parfait eran ciertas porque el ex-caballero, pensativo como estaba, no notó la llegada de Stella al instante. Tal vez se tardó un poco.

Stella estaba muy preocupada. Pero no solo preocupada. De verdad estaba muy preocupada. Apenas le dieron la dejaron, se apresuró a caminar con premura hacia la habitación de Réamann. Se detuvo por un momento frente a la puerta, dudando en si avisar o no que entraría, pero al final decidió no hacerlo. Tomó un pequeño respiro y la mano que iba a usar para tocar la madera la dirigió al picaporte, abriéndolo y entrando con paso firme.

Por un momento creyó que se iba a encontrar a Réamann en mal estado, triste o algo por el estilo. No sabía si esto último podía ser del todo cierto o no, pero claramente no estaba agonizando, lo que era bueno. Pensando en ello, entró y cerró la puerta tras hacerlo, recargándose un momento en esta una vez estuvo cerrada. Se acomodó un mechón de cabello tras la oreja y miró al chico de blancos cabellos unos cuantos segundos en silencio, sin querer cortar su línea de pensamiento. Aunque eso era algo inevitable. Entonces, recordó algo que Parfait había dicho. ¿Eso era lo que lo tenía así de pensativo? ¿Tenía que ver eso de alguna forma con los gritos de Hogward?

No sabía si para ese punto ya él la había notado, pero decidió hablar por fin.

—Hola, Réaman... ¿Cómo te sientes? —preguntó la chica con un tono bajo, quizá un poco tímido. Aunque, a decir verdad, eso solo denotaba su nerviosismo y preocupación.

Ensimismado en sus pensamientos, Réamann miraba al techo con un antebrazo sobre su frente sin perturbarse de la llegada de Stella. La luz del sol que entraba por la ventana hacía resaltar más su facciones... cansadas. Ya no poseía la misma vitalidad que cuando amaneció crudo esa mañana, sus 21 años se perdían en un tiempo avanzado que lo hacía ver extrañamente mayor y resignado; también, sus ojos brillaban muy tenuemente y no se debía por la ofuscación mental que sobrellevaba, se notaba que había algo más detrás de esa especie de meditación. La joven podría ver que la habitación estaba como siempre, a excepción que en el buró de su cama había una bolsa pequeña que poseía un contenido voluptuoso.

Cuando Stella habló, el peliblanco parpadeó un poco volviendo a la realidad. En esa misma posición volteó a verle de reojo y quitó el brazo de su cara para quedársele viendo un poco. Sonrió un poco, detectándose un poco de agradecimiento en el suave gesto. Se movió con cuidado aún acostado para darle espacio a la pelinegra que se sentara al lado o se acostara también, lo que ella prefiriese hacer.

-Me siento... indeciso-contestó, haciendo seña de que se acercara-. Sin embargo, ¿de qué hablaban, Stella? Parfait me dijo que se pondrían de acuerdo para un plan de acción... Necesito saberlo antes de contarte algo-estaba serio, pero no había pizca de algo sombrío... de momento. Se notaba que deseaba tocar un tema, pero buscaba cómo aterrizar la idea.

Poder observarlo detenidamente durante esos pocos segundos de silencio hizo que Stella meditase aún más fuertemente sobre el estado del peliblanco. Se veía agotado, al punto de la resignación. Pese a no haber pasado demasiado tiempo desde entonces, la desmejoría de Réamann respecto a cuando Stella había llegado a la taberna era más que evidente. Eso la entristeció. Verlo postrado en una cama era desolador.

Después de que ambos por fin se confesasen sus sentimientos, Stella siempre estuvo pensando, cada vez más, cómo era Réamann antes de su maldición. Qué hacía; cómo se veía. Las borracheras solo dejaban ver una parte de ello, pero no por completo. Ella tenía mucha curiosidad. ¿Cómo se habría comportado con ella si no estuviese maldito? Pero había algo importante, y algo que la preocupaba: durante esas dos semanas había dejado de fantasear sobre ello. No sabía si era porque estaba enfocándose en el presente y en el futuro... o si simplemente se estaba mentalizando para lo peor. No. Eso último no podía ser. No lo permitiría.

Cuando Réamann por fin la notó, Stella no pudo evitar sonreír un poco al ver que él también lo había hecho. Además, se sintió aliviada de ver que no estaba como días anteriores precisamente. Pero entonces, ¿por qué Hogward había salido así?

Al ver que Réamann se acomodaba un poco mejor para darle espacio, Stella sonrió un poco más. Un poco curiosa por lo primero que dijo el chico, se acercó este apenas se lo indicó. Se sentó mientras lo escuchaba y lo miró por un momento. Y si bien solo parecía que se quedaría sentada, no fue así. Se descalzó y se acurrucó al lado del chico, ruborizándose un poco porque hacía muchos días no lo hacía. Quería abrazarlo, pero no sabía si era bueno que lo hiciera, así que se limitó a no hacerlo... por el momento.

—La emboscaremos —Stella no quería decir su nombre. Pero, pese a no hacerlo, se apagó un poco—. Aed ayudará. Intentaremos atraparla la maldición de Rin. ¿Tu... decisión tiene que ver con eso?

Réamann no había recibido muchas visitas en las últimas semanas, descontando las diarias de Hogward y de Parfait cuando era posible, pues incluso se había limitado la presencia de Stella más que nada para que guardase reposo. Verla provocaba que sonriese aunque fuese un poco, el ex-caballero realmente agradecía haberle conocido aunque las circunstancias no hubiesen sido las adecuadas. ¿Qué habría pasado si aquél encuentro hubiese sido en el pueblo y ambos sin estar malditos? Él seguramente continuaría en la Orden y Stella... aún no conocía mucho de ella, pero definitivamente se la imaginaba trabajando en algo, ser productiva en alguna actividad donde aprovechara sus dones. No se había preocupado por querer saber más porque imaginó que tendría tiempo, pero...

Cerró los ojos cuando la joven se acostó con ella. Podía sentirla, su olor y su presencia al lado de sí. Su mente añoró esa memoria porque... ¿por cuánto tiempo podría atesorarlo? Los abrió cuando sintió que ella contestaría a su pregunta y la observó. A la mención de que la emboscarían, el rostro cansado del peliblanco se enserió, aunque no dijo nada hasta que ella acabó.

-Es una persona muy astuta y manipuladora-comentó, recordando cómo era aquella mujer y de lo que supo de su esposo, de quien ya le había hablado a Stella-. Seguramente sospechará que planean algo así debido a que el estado en el que me encuentro lo hizo a propósito. Pudo haberme matado y no lo hizo, quería verme así.

Quería preguntar más cosas del plan, pero ya que ella realizó una pregunta importante, Réamann consideró que era la hora de hablar.

-Stella. Antes de que llegaras a The Marchen estaba resignado a morir, creo que te lo había dicho antes. Cuando llegué aquí ni podía estar de pie, había intentado cumplir las condiciones de mi maldición sin éxito y... sonará cursi, pero estoy seguro que si logré obtener dos de estas hojas fue gracias a tu influencia-alzó su brazo para mostrar la prueba de su maldición: una pulsera de una serpiente mordiendo su cola con sus extremos en color plateado y el resto en una trenza de tela reforzado de color negro y de ésta colgaban dos bellas hojas color esmeralda que relucían como si se tratase de fina joyería.

-... Las pociones que me preparaba Parfait ya no funcionan en mí como antes-comentó suspirando, bajando el brazo para voltear a verla. Se sentía tranquilo, resignado; había intimidad conversacional, solo ellos dos sobre la cama-. Ya no puedo ayudar en la taberna, ni subir escaleras o dar paseos siquiera, solo puedo comer y bañarme. Stella, yo...-se calló, le costaba decirlo más por ella que por sí mismo-... si llevo una vida tranquila, podré vivir medio año más. Si no rompo la maldición antes... moriré en seis meses como máximo-comentó en un tono suave, tranquilo, no quería que se pusiera mal. Acomodó un mechón de su cabello, esperando alguna respuesta de esa noticia.

Lo vieran por donde lo viera, Phoisa era horrible. Si podía llamar ese sentimiento odio, Stella de verdad odiaba a Phoisa. Quería arrebatarle a alguien importante para ella.

La chica se acomodó un poco mejor al escuchar a Réamann responder a su pregunta. Miró la pulsera y las hojas en ella.

Dos de tres. Solo una más.

Eso era algo que se repetía muy a menudo durante esos días. Dos de tres. Unas semanas antes creía que Réamann rompería su maldición antes que ella. Y a pesar de que no fue así, la maldición de Réamann era mucho menos imposible de romper que la suya. Por eso se repetía una y otra vez que lo lograrían. No había forma de que no. Solo una hoja más y Réamann podría volver a vivir con normalidad. Él era un caballero; tenía que blandir la espada. Pero llegó lo de las pociones. Eso la desanimó un poco, pero ya lo sabía.

Sintiendo algo de miedo, siguió escuchando. Y cuando llegó la noticia contundente, una increíble presión cayó sobre el pecho de una sorprendida Stella.

—No...

Muy pronto.

Demasiado pronto.

Rápidamente bajó la cabeza, dándose la vuelta para que Réamann no la viese.

—Se... se pudieron haber equivocado, ¿verdad? —la voz de Stella se quebró un poco— La señora Parfait y la Señora Delora sa... saben mucho, pero puede que se hayan equivocado por primera vez —intentaba sonar tranquila, pero no lo estaba logrando para nada—. ¿Verdad? ¿Tú también lo crees?

El rostro de Réamann se había mantenido resignado y sereno hasta que vio cómo la faz de Stella se perturbó y se dio la vuelta, dejando su mano al aire por acabar de acomodar el mechón negro que se veía violeta por la luz del sol que se filtraba por la ventana. El ex-caballero reflejó cierto pesar principalmente por ella y no tanto por depender de su estado emocional; debido a su vida como soldado, sus entrenamientos, batallas y su maldición, una parte de él había envejecido y madurado para comprender la existencia de uno de manera diferente a comparación del resto. Si moría hoy, mañana o en seis meses, él estaba agradecido por todo lo que había experimentado hasta ahora; en cambio, para la joven debía ser difícil escuchar una noticia así. 

-Ambos sabemos la respuesta a tu pregunta-dijo, bajando su mano para consolarla acariciando su cabello. Ironía, él era quien iba a morir pronto pero le daba apoyo a alguien más-. Sin embargo... eso no quiere decir que me haya rendido.

Suspiró y miró en dirección al buró. Desde su lugar no podía tomar aquello, pero no importaba mucho en realidad.

-Parfait quiere que me quede aquí a disfrutar lo que me queda de vida contigo; pero no creas que es porque considera que no hay oportunidad, es solo que en esa decisión no hay marcha atrás. Si quiero romper mi maldición, no puedo resignarme a morir-su tono aún era tranquilo, maduro; había un destello de decisión-. Comprendo los riesgos que implica salir, pero quiero hacerlo. Por eso te pregunté cuál era el plan que tenían-dejó de acariciarla, debía reposar-. En esa bolsa hay 3 pócimas... si bebo una, podré regresar a mi condición original por 20 minutos, pero como ya son incompatibles conmigo mi estimación de vida se reducirá a 3 meses... y si bebo dos, cuando acabe el efecto...

No quiso seguir. Sabía que Stella se alteraría aunque ya se sabía qué diría. Iba directo, no tenía caso dar rodeos; pero Réamann aunque sonaba inquieto, se podía escuchar que quería seguir adelante y continuaba usando un tono reconfortante.

-Quiero saber tu opinión al respecto-comentó, colocando una mano sobre el hombro de ella-. Stella, he tomado una decisión, pero quiero escuchar si... si estás dispuesta a seguir. No debes contestar ahora mismo, pero te respeto y por lo mismo quiero saber qué piensas cuando te sea posible contestarme. Te amo, Stella; y agradezco que te haya conocido cuando ya no tenía esperanza, pase lo que pase no me arrepiento de haber estado a tu lado.

No era justo. No era justo. No era nada justo. ¿Por qué tenía que ser así después de que ella se esforzase tanto durante esos meses, durante esas dos semanas en especial? Había tratado de no dejar que el desánimo la llevase. Pese a lo mal que se sentía, había procurado no mostrarse así ante los demás, teniendo como único momento de tortura y desahogo las solitarias noches en aquella habitación a la cual no se acostumbraba. ¿Pero de qué había servido? "Ambos sabemos la respuesta a tu pregunta". No quería escuchar eso. Quería escuchar que Réamann pensaba igual aunque fuese mentira. Pero claro, él no era así.

Aunque quería evitarlo, y por mucho que apretaba con fuerza las sábanas, un ahogado sollozo se comenzó a escuchar por parte de Stella. No importó que Réamann la acariciase y que le dijera que no se había rendido. Le dolía mucho el pecho. Ya no podía contener más todo lo que había guardado durante esas dos semanas.

"Parfait quiere que me quede aquí a disfrutar lo que me queda de vida contigo".

Ella no quería hacerlo, pero no pudo evitar voltearse. Apenas lo hizo, Réamann pudo ver que por los bordes de sus entristecidos ojos muchas lágrimas salían. Estaba intentando contener el llanto, pero simplemente no podía. Aunque tampoco este la dejaba hablar. Se sentía ahogada; oprimida. Ella ya sabía que él no se rendiría, pero simplemente no podía ocultar cómo se sentía. Por lo mismo, sus ojos se abrieron mucho cuando el peliblanco explico lo de las pócimas. Sin poder evitarlo, una de las manos de la chica se aferraron a la camisa del chico. Simplemente ya no pudo acallar sus sollozos.

—No es justo —fue lo primero que pudo articular apenas Réamann terminó de hablar—. No me... ahora no me... no puedes decirlo ahora. No hagas que suene como una despedida —las palabras la ahogaban. Buscó en los ojos de Réamann, encontrándose solo con determinación. Sabía qué decisión había tomado—. Estoy aprendiendo. Quería ayudarte con magia. Si mueres antes de que lo haga, ¿qué sentido tiene que me librase de mi maldición? ¿Ahora qué hago...?

Réamann observaba la espalda de Stella mientras le hablaba. Era consciente que todo lo que decía era complicado, fuerte, doloroso para quienes podrían estimarlo. Además, no tenía mucho tacto porque consideró que era mejor así que suavizar la información, igual no sabía cómo hacerlo y mejor así, tanto para él como para la joven que volteó a verlo una vez que terminó de explicar. La veía con ojos comprensivos, tristes; pero también se veía esa chispa pequeña de querer vivir, salir adelante. Su cuerpo era una prisión de la que podría liberarse al superar la maldición o morir. 

Aún así, dejó que la pelinegra se desahogara porque parecía que había acumulado mucho; además, recordó que cuando la vio semanas atrás se puso triste cuando mencionó a su familia y el contexto sin contar de cómo se liberó ella de su maldición. Ella no hablaba con muchos y con lo suyo terminó por explotar, estaba sufriendo y él debía mantenerse sereno porque si se alteraba también podría tener un ataque. Eso le hizo pensar en su padre, quien había fallecido tiempo atrás mientras él estaba en la orden luego de tener tiempo sin comunicarse con él. No quería eso con ella, no lo merecía. Entonces la abrazó con torpeza, no podía usar mucha fuerza por algo tan sencillo. 

-No me estoy despidiendo, quería decírtelo por si algo pasa. Nunca pude agradecerle a mi padre por toda la ayuda que me dio y es tarde para eso, pero contigo no quiero que eso pase -Réamann suspiró, se estaba comenzando a sentir cansado porque aunque reposaba por físico, emocionalmente no-. Además, cuando me libere de la maldición quiero que me cuentes qué es lo que tanto te agobia, ¿me lo prometes?

El peliblanco cerró sus ojos y permitió relajarse para no ponerse mal. Él ya había tomado una decisión pasara lo que pasara porque él quería... 

-Quiero vivir, Stella. Y tu también debes vivir -se separó un poco y besó su frente-Te liberaste para poder vivir, ya sea conmigo o no. Mereces disfrutar la vida, saludar a otros si quieres sin necesidad de portarte lo contrario, hacer amigos sin ningún impedimento y seguir aprendiendo tanto lo bueno como lo malo. Nada me haría más feliz que verte sonreír sin que te reprimas.

El ex-caballero guardó silencio. Ya debía descansar y relajó su cuerpo para ello aún manteniendo a Stella con él. Se venía algo difícil y tenía que prepararse lo más que pudiera y ellae ayudaba un poco. No le gustaba escucharla llorar, pero sería su hombro hasta que ella quisiera. Era lo único que podía hacer.

La chica se dejó abrazar sin poner alguna resistencia. No importaba cómo lo dijese, eso era una despedida. Así lo percibía Stella. Si estuviese seguro de regresar, no le diría eso. Precisamente por eso lo hacía. Aunque hubiese probabilidades de que viviera, era complicado hacerlas realidad. Entonces, ¿por qué arriesgarse tanto? Pero entonces... Su padre. 

Era verdad. Hasta ese momento, ella no conocía prácticamente nada sobre la historia del propio Réamann. ¿Quizá ella era la egoísta? Creer que después de mucho tiempo podía haber encontrado un lugar con una persona que podría hacerla sentir como en casa, y que esto duraría por mucho, tal vez había sido presuntuoso; digna fantasía de una niña. Ni siquiera pudo prometerle en ese momento que le contaría todo lo que la tenía mal porque se sentía demasiado triste y enfadada consigo misma en esos momentos.

Sintió aquel beso en su frente y aquellas cálidas palabras. Lo sabía. Ella sabía que era así. Pero era injusta que tuviese que sentirse tan asustada por algo que no podía controlar. Si algo salía mal, Réamann moriría. Era un hecho. No había vuelta atrás. Ella creía saber qué decisión había tomado Réamann. Y por mucho que no quisiera que tomase esa decisión, debía respetarlo. Era su determinación.

Un par de minutos tardó en controlarse un poco Stella. Durante ese tiempo se mantuvo acurrucada al lado de Réamann, sollozando. Gradualmente, esos sollozos bajaron de intensidad. Y cuando ya pudo calmarse, se quedó en silencio durante otro largo minuto. Habiendo asimilado parte de todo, apenas habló.

—Si... de verdad quieres verme sonreír, debes volver con nosotros —se acomodó un poco mejor mientras dejaba que las últimas lágrimas bajasen por sus mejillas—. Yo te lo contaré todo, pero para eso debes volver, y llevarme a comer como prometiste. Y pase lo que pase, te acompañaré hasta el final.

Rin masajeó su barbilla, no estaban hablando de capturar a un duende con un poder débil o a alguna criatura mística poco pensante, se trataba de una bruja poderosa... LA MÁS poderosa.

- capturar a alguien así no puede ser fácil. Para empezar, si no va sola, quien vaya delante puede activar trampas de índole "con disparador" que se activan cuando alguien pasa, y con que vea una primera trampa puede sospechar que hayan más,... Siendo tan poderosa solo una red no creo que funcione, una de cuerdas y pesos detonada por nosotros mismos podría frenarla un rato puesto que dificultan la movilidad muchísimo, pero una vez más dudo que baste.

Hacer daño a la bruja podría ser contraproducente si necesitaban hablar con ella, por lo que explosivos o abrojos también se podían descartar, se le ocurrían pocas posibilidades contra alguien de tal magnitud.

- ¿Bombas soporífera podrían funcionar? El polvo de algunas setas puede causar un sueño consistente... Otra opción es el polvo alucinógeno de otras para que sea incapaz de saber que es lo que le rodea. Aunque, si hay mejores opciones las escucharé encantada, por tal de preparar el material a tiempo.

Así era como estaban las cosas. Aunque debía decir que el hecho de que Fiorella se quedara en la posada hacía aquello más llevadero, pues sería una preocupación menos en un momento crítico. Sin embargo, el hecho de que dependieran de la joven Rin ya era un plato más difícil de digerir.

Sus cejas se juntaron en señal de evidente desconfianza mientras dirigía una mirada a la extraña niña que representaba la figura más diferente entre los malditos. Por una parte, le parecía escandaloso que confiaran en cualquier persona de semejante edad la elaboración de un plan y más increíble le parecía cuando hablaban de trampas, algo sobre lo que la niña parecía tener un extenso y perturbador conocimiento.

Bebió un sorbo de té, conteniendo todas y cada una de las palabras que pugnaban por salir de su boca para señalar lo desacertada de aquella decisión, a sabiendas de que debía ser menos controlar y aprender a confiar. Pero se jugaban mucho. Y aquello era una decisión imprudente. Aún así, acabó por lograr tragarse todas sus objeciones antes de hablar.

- Vale, que sean trampas entonces... Pero entiendo que tiene que ser algo que suceda de forma rápida y contundente pues si descubre la primera trampa o bien huirá o bien hará uso de la magia y ya sabemos que el resultado puede ponerse feo. Pongamos, por ejemplo que utilizamos una trampa de...eh...¿pesos, dices?, para inmovilizarla. La tenemos quieta durante, ¿cuánto tiempo? - miró primero a la niña y luego a Delora, a la primera por el conocimiento de la trampa y a la segunda por el de la magia -. Tenemos que tener en cuenta ese tiempo para ocuparnos de quienes la acompañen. Que entiendo, serán más brujas. O sea, más magia. Así que inmovilizamos a Phoisa y prácticamente a la vez, cuando los que estén de su parte se delaten, deberíamos utilizar esas bombas soporíferas que mencionas sobre todos. Y si todo fuera bien, ya estaría, tendríamos a Phoisa inmovilizada y dormida y a los demás dormidos. Pero supongo que algo se torcerá así que entiendo que el plan B sería... - guardó un momento de silencio dubitativo antes de decir -. Atacar desde tres frentes distintos con distintos tipos de bombas o algo para que de algún modo no pueda defenderse de todo. ¿Alguna posibilidad de que alguien se esconda entre las vigas del techo o bajo el suelo, en caso de que haya algún sótano?

Observó a Alain con un brillo de preocupación. Sabía que no Delora tenía razón pero hasta ahora siempre habían estado el uno para cubrirse las espaldas al otro y le preocupaba lo que pudiese suceder, pero no había mucho que pudiese reprochar. Simplemente se tragó sus preocupaciones mientras miraba a su alrededor. No eran los únicos que se quedarían sino que Jurien y Garlan también lo harían. Tenía la sensación de que The Marchen tampoco iba a estar tranquila.

No le quedó mucho más que asentir a Ezio y esperar en silencio. El plan que se estaba urdiendo no la incluía y además no era experta en magia, conjuros o pelea, todos sus avances a lo largo de la historia se habían producido por pura cabezonería mezclada con una fe inquebrantable. De modo que continuó bebiendo su té, mientras pensaba como podían preparar la taberna para una posible contienda, sin interrumpir la conversación.

Hogawrd se terminó el té mientras la conversación continuaba. No tenía mucho que aportar mas que desear suerte a los que irían al encuentro de la bruja. Por unos momentos contempló volver a la habitación de Reamman para escapara de esta situación en la que no tenía que decir nada, pero Stella ya se había dirigido para allá. Hogawrd intuía que lo mejor era que tuvieran su tiempo a solas. 

Por lo tanto, Hogward no tuvo mas opción que quedarse a escuchar la conversación sobre los planes para atrapar a las brujas. -Yo puedo ayudar a crear algún somnífero mas potente- dijo cuando mencionaron lo soporífero. Siendo médico tenía algo de conocimiento sobre químicos. Sobre la planeación no dijo nada, pues no creía que sirviera de mucho incluso si fuera a estar ahi 

Las voces de sus compañeros se escuchaban aún vivaces en el lugar, por lo cual era fácil prever que aún seguían los preparativos para lo que iba a suceder más tarde. Sin embargo, ambos tenían su propia batalla que luchar, una que podría durar más tiempo o que podría concluir en ese día. Tal y como lo dijo Parfait: Réamann tiene una decisión que tomar.

Sabiendo que el tiempo era ya prudencial para acercarse, Parfait tocó la puerta de la habitación - ¿Stella? ¿Réamann? Voy a entrar - y aunque dijo eso, esperó un tiempo prudencial. Tal vez esperando a que ambos estuvieran "presentables" o algo así.

El hada sonrió amable cuando por fin entró y los miró mientras se mantenía en el otro extremo de la habitación tras cerrar la puerta - Me alegra verlos juntos, así sea por un breve momento. ¿Y cuál es el veredicto? - los miró a ambos expectante, aunque no era difícil adivinar que ella ya intuía la respuesta.