Partida Rol por web

La reacción era la esperada, pero ahora hablaban más seriamente una vez inculcado el miedo de una de las opciones, lo cual hacía que fuera más probable que ambos estuvieran más atentos a cubrirse las espaldas - Nadie ¿Eh? Está bien, la guardaré - y volvía meter mi arma en la pistolera.

-En fin, de todas formas Doc, no creo que fuera el idoneo para entrar ¿Acaso no ha visto mis dotes comunicativas? - ¿Y mi vestimenta un tanto arrugada? - Entonces señalé a la señorita Moore - Está claro que debería entrar alguien más propio y con más don de la palabra. Sin embargo, debemos quedarnos cerca para esperar lo peor ocurra lo que ocurra. - Que obviamente y al igual que mis compañeros pensaban, esperaba que no ocurriera nada... pero son muchos años de experiencia y el olfato no me falla cuando se trata de lugares peligrosos.

Miro como Edna hace referencia a que iremos ocultos y demás y que simplemente debemos investigar sin que nos descubran ante lo cual solo podía encogerme de hombros - Si se vé capaz de ello Edna, yo le cubro la espalda, pero por favor mantegase alerta. - Le advertí igual que podía haberle advertido cualquier policía, pero dandole un poco más... quizás de sentimiento al asunto. Hacía mucho que no trabajaba en equipo y... no se estaba mal, aunque no fueran policías.

Finalmente, tras esperar un buen rato más y comprobar que nadie más acudía a la fiesta en casa de Oswald, decidísteis entrar. Teníais la llave, y antes de acceder por la puerta principal os aseguraríais de que no había nadie detrás en esos momentos. Pese a ese contratiempo, acceder sería lo más inmediato del mundo. Caminando cerca de la vivienda, yendo hacia ella, el sol se tornaba en lo alto, bordeásteis la casa disimuladamente para intentar vislumbrar la posición de los invitados en el interior. Nada de nada. Las ventanas eran oscuras, y ni tan siquieras estaban abiertas. Además, siendo de día y a pleno sol, vislumbrar un interior era siempre harto complicado. Sin dudarlo más, os acercásteis con sigilo a la puerta. El detective Williams hico acopio de sus sentidos profesionales, y puso la oreja un instante tras la puerta. No oía nada. Sin embargo... ¿Y si estaban justo detrás o si os veían entrar abriendo la puerta como si nada? Tal vez sí... tal vez no.

No podía negar que tanto el detective como la joven tenían parte de razón y, a pesar de que no me hacía ninguna gracia que una jovencita tan encantadora como nuestra periodista se arriesgara en una misión tan peligrosa, también me daba cuenta que para relacionarse con la gente era la mejor, quizás debido precisamente a su trabajo ya que yo, acostumbrado a hablar más con los muertos que con los vivos, sabía que metería la pata y me quedaría en blanco a las primeras de cambio. Y el detective era un hombre de acción y no de palabra.

De todas formas no iba a permitir que la joven estuviera sola, eso nunca... En condiciones normales me alejaría de cualquier situación que implicara peligro pero ante todo era un caballero, y no iba a permitir que una señorita se adentrara en la boca del lobo sin ayuda por mi parte, por muy inútil que pudiera resultar dicha ayuda.

Sin embargo, lo mejor que podíamos hacer era ver cómo estaba la situación. Seguía dudando que fuera buena idea entrar los tres de golpe ya que no sabíamos si los que habían ido en grupo usaban una sola llave o si, por el contrario, llevarían una cada uno. Por otra parte, también existía la posibilidad de que estuvieran vigilando desde el interior todos nuestros pasos aunque... ¿por qué iban a hacerlo? A no ser que alguien les hubiera prevenido no había motivo alguno para que esperaran interrupciones no deseadas. Pero también estaba la posibilidad de que estuvieran advertidos por culpa de nuestra irrupción en la casa.

Desde luego aquello era un auténtico lío.

—¿Qué hacemos ahora? ¿Dejamos que la joven entre y nosotros nos colamos por la otra puerta? ¿O quizás será mejor que entremos los tres como si nada?

No sabía muy bien porqué estaba hablando en susurros, pero me parecía lo más apropiado dadas las circunstancias. Esperaba que ellos tomaran una decisión ya que habían demostrado hasta el momento tener muchos más arrestos y más iniciativa que yo.

Se estaba impacientando y no sabía cuándo iba a empezar aquella reunión. Aprovechando que tenía la máscara se la puso y dio un lento giro con ella, terminando con las manos en las caderas.

- ¿Y bien? ¿Cómo me queda? – Sonrió, aunque sabía que no podían verla con aquello puesto, por lo que se lo quitó. No lo reconocería, pero no le gustaba llevarla puesta.- Entraré yo, intentaré estar lo más cerca de las ventanas para que pueda estar localizada en todo momento. Intentaré dejaros pistas.- Se puso una mano en el mentón, pensando sobre la marcha.- Si veo algo extraño, saldré inmediatamente, no os preocupéis.

Si nadie se oponía o decía nada, entraba directamente en la casa tras despedirse de sus compañeros.

Tras comprobar las ventanas oscurecidas y que por el otro lugar no había nadie, solo quedaba una entrada y salida posible por la cual, si bien entraría uno de nosotros, el resto debería estar cerca... lo más cerca debido las circunstancias, ahora era dentro.

Parecía quedar claro que las acciones sociales correrían a cuenta de la señorita Moore, estaba claro, pero ella decía que nos quedaramos fuera... cosa que no pensaba dejar que ocurriera. - La verdad, teniendo en cuenta lo que hemos visto de la casa... podriamos entrar nosotros dos, mayordomo - señalé al doctor - Y guardaespaldas. - Me señalé a mi entonces - Aunque igual Hubbard prefiere hacer de Chofer. Como sea, puede que con pistas sonoras no nos quede claro cuando entrar... Al final puede que sea mejor entrar todos... - Declaré pues oficialmente, era eso lo que sería mejor desde mi punto de vista.

Hubbard no tenía muy claro qué hacer, al contrario que la señorita Moore, que hizo lo que había visto de los invitados allegados: entrar como si tal cosa, sin máscara. Edgar pensaba en todo momento en su pistola, y en la sinuosa trampa en la que su antiguo colega los había hecho caer forzosamente. Sin embargo, ahora había que poner los sentidos en la cuestión. Finalmente Hubbard decidió entrar tras la joven y junto al investigador, y tras girar la llave de la entrada y abrir muy lentamente la puerta...

... no vísteis a nadie. El recibidor estaba como lo dejásteis el día anterior, cuando os detuvieron*. Eso sí, os dísteis cuenta que en mueble bajo había un pequeño cenicero con tres llaves idénticas a la vuestra, descansando. Dedujísteis sin problemas que los invitados a la "fiesta" habían entrado con ellas. Ahora estarían en algún lugar de la casa.

Aún indeciso sobre lo que sería más conveniente hacer, me mantuve inmóvil, incapaz de dar un paso y sujetando con fuerza la llave en mi mano. Pero la determinación que mostraba la joven periodista, el coraje y las ganas de llegar al fondo de aquel asunto que cada vez se volvía más turbio, consiguieron despertar por fin en mí un poco de valor. Seguí a la muchacha y noté cómo me temblaba ligeramente la mano al intentar abrir la puerta.

Sin saber muy bien qué nos íbamos a encontrar, crucé el umbral esperando darme de bruces con los invitados que ya habían entrado.

Pero allí no había nadie.

Respirando aliviado, aunque sabía que esos momentos de calma apenas durarían, me adentré en el recibidor que parecía estar tal cual lo recordaba del día anterior. Un lugar impersonal, que dada la sensación de que allí no vivía nadie de manera habitual, aunque yo sabía que no era así porque aún recordaba a la vieja loca del piso de arriba. ¿Seguiría tumbada en su cama?

Presté atención al sonido de posibles ruidos o conversaciones ya que la gente tendría que estar en algún lado metida, pero no oí nada lo que me dejó completamente asombrado.

—¿Dónde está la gente? —No podían haberse esfumado, ni siquiera oía a la anciana en el piso superior. Una idea se formó en mi mente ya que el día anterior yo no había podido investigar la casa y no sabía muy bien lo que mis dos compañeros, en especial la joven, podrían haber visto—. Quizás haya un sótano o alguna estancia que no hayamos visto. —Dado lo extraño de aquel caso no me parecía inverosímil que en aquella casa existiera alguna habitación oculta o algo parecido.

A pesar de que pudiéramos debatir más sobre qué hacer en la entrada, era obvio que tendríamos que entrar.

Al acceder a la estancia, observé, como todos, lo obvio. Nadie, ni un alma en aquel salón principal, ni el anfitrión, ni la secta, ni aquella vieja la cual se supone era la tía del anfitrión. Por suerte, estábamos solos, lo cual nos dejaba un tiempo margen para estar tranquilos y poder explorar… Por desgracia, estábamos solos, cualquier hecho de trampa o alguna otra desgracia que pudieran hacernos esos “sectarios”, tan solo estaba a la vuelta de la esquina.

Las llaves del resto de invitados estaban en aquel mueble y supuse que la nuestra acabaría también allí en muy poco tiempo, pero eso dependía del doctor Hubbard. – Nadie… - Dije como si pareciera obvio que tuviéramos que saberlo. – Por suerte mi querido doctor, recuerde que no pudimos explorar con totalidad el piso de arriba, y además, hay unas escaleras que no dan a ninguna parte por la zona en la que yo entre el otro día. Supongo que esa es la parte más sospechosa. – Por si acaso agudicé el oído más que nada para saber en qué dirección sería la correcta para ir – Pero ustedes dirán si prefieren investigar más la casa o ir directo a los accesos. – Comencé entonces a caminar para internarme más en aquella sala

No sabía qué era lo que esperaba encontrar tras entrar en una reunión secreta pulpoide, tal vez un comité de entrada con bandejas de canapés y vino, o algún olor de rico asado para hacer la larga velada más amena, pero en su lugar fue un inquietante silencio. Durante unos segundos hubiera pensado que se habían equivocado de casa pero la llave era la correcta, así lo había demostrado al entrar en la cerradura y el “click” pertinente, dándoles paso a la vivienda.

Posó los brazos en las caderas, observando aquél angosto pasillo que hace apenas un día había estado pero parecían años. Miró primero hacia las escaleras frente a ella, recordando que allí fue donde anteriormente se perdieron sus compañeros, luego a la izquierda donde se situaba la biblioteca y aquella máscara escondida en el armario.

Estuvo tentada de volver a la biblioteca y comprobar si allí seguía, enseñarles por fin la dichosa máscara que sólo ella había visto en todos estos días, pero sabía que no estaban solos en la casa y, a pesar de tener que luchar contra sus impulsos, debía contener las ganas. Al menos por ahora.

Por el momento se acercó al cenicero de las llaves y contó la cantidad, sabiendo que habría un mínimo de tres personas sin tener en cuenta los acompañantes.

- Sólo pude ver aquella habitación antes de que viniera la policía.- Señalé la habitación de la izquierda, la biblioteca.- Recuerden, no sabemos si van armados. No corramos peligro innecesario.- Al menos no era su intención hacerlo. Respiró hondo, acariciando el resto de llaves mientras miraba el fondo del pasillo y ponía atención a cualquier sonido. Puede que estuvieran en una habitación y no lo supieran.

Pensando en la mujer que había encontrado el día anterior arriba, al doctor Hubbard le recorrió en la nuca un tremendo escalofrío. Se preguntaba si habría un sótano donde aquellas cuatro personas se habrían resguardado, pues allí no había nadie. Ciertamente, la situación era un poco extraña y grotesca: no sabíais si alguien vendría, pasando por el recibidor, y de ser si os acribillaría a balazos o si llamarían de nuevo a la policía (desentendiéndose ésta de vuestra presencia allí). Había que actuar rápido. Por su parte, Edgar no vaciló al cavilar sobre el plano de la vivienda mentalmente, sabiendo que había lugares por explorar. Había piso de arriba y de abajo que ojear, en caso de querer hacerlo. No obstante, no escuchó nada, al igual que su homólogo masculino. No obstante, la señorita Edna se quedó pensativa, como habiendo percibido algo interesante...

Aparte de las llaves, de las cuáles contó tres (recordemos que un par de invitados llegaron en pareja), pareció escuchar algo. Pareció que unos sonidos, según hizo gestos con sus manos apuntando hacia sus zapatos y botas*, procedían de algún lugar bajo sus pies. Un sótano, tal vez. La muchacha escuchó lo que parecía una letanía, como una canción o tal vez una oda, un recurso algo reverberante; no obstante, a veces parecían voces de charla y ciertos golpes de voz... Quienquiera que fueran esos tipos estaban en algún piso bajo vosotros, estaba claro.

Sólo de pensar en volver al piso de arriba y enfrentarme de nuevo a la vieja loca conseguía que me planteara salir de allí por pies, aunque algo me decía que allí arriba no encontraríamos nada que nos pudiera interesar y, mucho menos, a los visitantes que habíamos visto entrar hacía unos minutos. Pero en algún lugar de la casa se tendrían que encontrar.

Por más que quisiera escuchar algo que me indicara dónde podrían haberse metido los invitados era incapaz de oír nada, de acuerdo que yo ya tenía unos años y que el sentido del oído no era el mismo que en mi juventud, pero no podía más que extrañarme que ni una voz, ni un ruido, ni una risa o lo que fuera sonara en toda la casa.

Hasta que Edna nos hizo señas mostrando bajo nuestros pies. ¡Ah, bendita juventud! Desde luego la joven tenía un oído fino y por lo visto había conseguido captar sonidos que a mí se me escapaban.

Con una muda pregunta reflejada en la cara, miré a mis compañeros indeciso ante el siguiente paso que íbamos a dar, aunque conociendo a los dos jóvenes como estaba conociéndolos esos días, me imaginaba la contestación que me darían.

—Habrá que buscar una puerta o un acceso que nos permita bajar…

Era una obviedad lo que estaba diciendo, pero aún así me dediqué a buscar la puerta del sótano o lo que fuera que estuviera bajo nuestros pies, intentando hacer el menor ruido posible para no alertar a los desconocidos que se encontraban debajo de nosotros.

Tras avisar a los compañeros de los ruidos señalando primero con el índice su oído y luego el piso inferior, intentando descifrar aquél tipo de canción.

Al menos la tranquilizó saber que estaban localizados bajo sus pies, las voces los delataban pero no saber la puerta que conducían a ellos.- ¿Dónde están las escaleras? – Podía ver las que ascendían al piso superior pero no las que llevaran al sótano, puede que oculto.

- Tendremos que inspeccionar un poco.- Aunque la idea de dividirse fuera más rápida, esta vez prefirió ir con sus compañeros. Asegurándose que la seguían, se aventuró a la puerta de la derecha con cuidado, abriéndola lentamente y mirando primero el interior por el resquicio.

PNJOTIZADO.

A no ser que el día anterior no se hubiera percatado de ello, Edna pretendía encontrar unas escaleras que la llevaran al piso de abajo en la misma sala que tomó el teléfono dos noches atrás. Recordó enseguida que no había nada, y mirando a través del resquicio de la puerta vislumbró su diáfana presencia de personas. Allí no había nadie, ni accesos a ningún lado.

¿Porqué no inspeecionamos la casa, amigos? -señaló el detective-.

Me frustraba el hecho de saber que había gente en aquella casa y que no supiéramos por dónde habían descendido al piso inferior. No podía ser tan difícil encontrar cualquier indicio que nos indicara dónde podía haber una escalera que bajara hacia el sotáno, pero así parecía ser. Recorrer la casa como proponía el detective no era en sí misma mala idea, salvo que yo me negaba volver a encontrarme con la vieja encerrada en su cuarto. Además...

—Sabemos que están debajo de nosotros, así que la planta superior creo que habría que descartarla. Me parece que lo más acertado sería buscar detenidamente por las otras habitaciones de esta sala. Quizás esas escaleras que buscamos están escondidas detrás de una estantería, un armario o una puerta falsa que se abra con algún extraño mecanismo. —Ya empezaba a imaginarme cualquier tipo de conspiraciones y cosas raras, pero después de todo lo que habíamos visto y vivido no podía extrañarme ya de nada—. ¿Había biblioteca? Puede que algún libro falso sea la palanca que nos descubra su escondite o una estantería se mueva y nos desvele una puerta detrás...

Definitivamente me estaba dejando influenciar demasiado por todas esas novelas baratas de misterios y cosas raras a las que era muy aficionado uno de mis ayudanes, y que se empeñaba en explicarme con todo lujo de detalles durante las horas de trabajo.

Decidí salir de la parálisis en la que me había sumido en dirección a una de las puertas, que esperaba fuera la de la supuesta biblioteca.
 

- Cuando nos dividimos ojeé por encima la biblioteca y el estudio. Fue allí donde me encontraron, pero no pude comprobar nada de pasadizos secretos.- El hecho de pensar en un mecanismo oculto tras la colocación de un libro o la bajada de un candelabro era absurdo a la par de emocionante, ¿estarían presente en una de esas pirámides con trampas y túneles interminables?

Estaba claro que el sueño, el cansancio o cúmulo de sensaciones estaba pasando mella en el grupo, pero tras pensarlo detenidamente aquella descabellada idea tampoco era tan inverosímil. Al fin y al cabo, ya sabían que estaban reunidos bajo sus pies y traían algún asunto turbio entre manos.

- Por aquí, síganme caballeros.- Como si fuera la anfitriona de la casa, aprovechando que ella había sido la primera en visitar aquellas habitaciones, se adelantó por la biblioteca, señalándole la puerta que correspondía al igual que el estudio.- Fue donde encontré a nuestro amigo pulpo.

Hubbard y el investigador Williams siguieron a Edna. El primero se internó directamente en la biblioteca, mal iluminada, y leyó algunos de los títulos de numerosos clásicos de la antigüedad, así como obras más contemporáneas. Algunos libros no tenían nombre, y más de uno parecía estar escrito en latín, a modo de diccionarios o ejemplares por el estilo. Al fondo había una puerta, que supuestamente daba al estudio del que la periodista hablaba. Edgar la abrió despacio, muy despacio, y efectivamente había una gran sala donde también había algunas estanterías con libros (pero en menor medida). Se encontraba allí también una mesa de estudio, varias figuras de escultura y un par de sillones cómodo con algunas sillas en las esquinas. El aspecto aquí no parecía tan descuidado. Eso sí: no había escalera alguna que bajara a algún piso inferior...

Una vez en la biblioteca no pudo evitar sonreír al ver que Hubbard imitaba lo que ella misma había hecho la última vez que estuvo en esa sala, aunque no dijo nada por si él encontraba algo que se le hubiera escapado. Al fin y al cabo cuatro ojos ven más que dos.

Dejándole entretenido con los libros, siguió de cerca a Edgar colocándose detrás de él mientras abría la puerta del estudio, ojeando por encima si había alguna persona u otra figura al acecho.

Todo estaba tal cual recordaba, ni escaleras, ni pasadizos visibles, solo los sillones y las esculturas. Puso los brazos en jarra, situándolo en las caderas, mientras daba una vuelta general e intentaba agudizar el oído para descifrar los misteriosos cánticos.

Sin embargo había algo que quería comprobar y fue directo a por ello. Se acercó al gran armario al fondo del estudio, el de la gran puerta* y lo abrió, preguntándose si todavía estaría dentro la máscara.