Partida Rol por web

¡¡Bang!! El disparo estalló en el techo, de cemento, haciendo un pequeño boquete. Los presentes se agacharon instantánemente, haciendo una pequeña sentadilla y levantándose de nuevo. La bala cayó de nuevo al suelo; en el momento del disparo el fuego y sus chispas azulada-verdosas parecieron moverse, como si aquello fuera un ente vivo...

Los tipos se quedaron estupefactos. Aún con las máscaras sobre los rostros y las capas sobre los cuerpos, estaban todos girados hacia Edgar, y tres de ellos levantaron asustados las manos en señal de derrota; el cuarto, el que parecía la voz cantante y presionaba a Hubbard, no lo hizo.

¡Flannery! -dijo mirando a Hubbard, creyendo que era él- ¿Qué diantres es todo ésto? -luego miró a Edgar- ¿¡Quién eres tú y cómo te atreves!? -añadió gritando mientras las chispas seguían brotando como de la nada-. Fue entonces que, antes de que Edgar respondiera teniendo "la sartén por el mango", el susodicho sectario sacó de debajo de la capa atercipelada una pistola, y la dirigió hacia el investigador... ¡¡AQUELLO NO PODÍA SALIR BIEN!!

¡¡¡BANG!!! Oiste enteonces un disparo procedente del sótano donde estaban tus compañeros...
 

Los nervios la reconcomían por dentro y el hecho de que no pasara nada, aunque extraño, era peor para ella. Si hubiera gritos, guardias fuera custodiando los alrededores o algo que pudiera catalogar como pista sabría que va por buen camino y tendría un hilo del que pirar, pero desde la oscuridad y el silencio sólo había una desoladora bruma que no la permitía ver más allá de sus zapatos, preguntándose por dónde y cuándo vendrá el golpe.

Estaba tentada a bajar y esconderse en la cobertura que le daba la pared tras las escaleras, tal vez escuchar como una mera oyente, pero no sabía qué estaba pasando abajo. Sin embargo cuando se acercó a la posición de las escaleras volvió a escucharlo, esta vez con mayor tonalidad, la voz masculina.

Sus pies se movieron solos y se acercó hasta su posición inicial, pero no pudo distinguir nada más allá que sus pasos, preguntándose si había sido producto de su imaginación la que había producido aquellos murmullos… Hasta el disparo. Estaba segura que eso no lo había soñado, al igual que el escalofrío que sintió al imaginarse quién sería el destinatario de la bala.

Como acto reflejo sacó de su bolso su revólver*, notando sus manos temblar en torno al gatillo, mientras bajaba los escalones con cuidado pegando la espalda en la pared, atenta a las esquinas.

Nada pudístes oir más que ese murmullo que venía de abajo. Acto seguido el disparo (eso sí fue clarificador). Tras dudar un instante acerca de sueño o realidad, decidístes bajar hacia abajo. Metiste la mano en tu bolso para sacar tu revolver*. Y tras bajar con cuidado escalón a escalon, pudísteis oir cada vez más fuerte una discusión...

Cuando bajástes las escaleras vístes que el sótano tenía un suelo recubierto de cemento. En la sala en la que estábas ahora había unos sillones de mimbre con diversa ropa de etiqueta por encima, como si alguien la hubiera dejado allí tras cambiarse; Una mesa circular de unos dos metros de diámetro se presentaba tambien en el medio, entre los sillones. Todo estaba iluminado por una simple bombilla, y encima de la mesa había una túnica larga, de terciopelo, cuidadosamente doblada.

Pero lo que más os soprendió de aquel despliegue fue la cortinilla que tapaba el arco. Al final de esa sala, un acceso con cortinillas que se movían constantemente dejaban entreoir voces, ahora muy claramente, y notástes un calor como el que antes recibiste. Debía haber alguna chimenea en la sala subsiguiente. Llegaba el sonido de voces de varias personas, pero dos de ellas se alzaban discutiendo: una era la de Edgar y otra la de alguien que no conocían. Parecían estar enzarzados en algún tipo de disputa tremendamente violenta...

El hecho de ver una pistola en el bando enemigo, era normal, y obvio. Venir pensando que no tenían maneras de contraatacar hubiera sido un suicidio, pero por ello había cogido la botella de vino. La distracción perfecta si querían terminar el ritual, aún me preguntaba que ocurriría si la botella rompiera fuera del brasero. Pero no podía arriesgarme.

Apunté con la pistola al brazo que sostenía el arma aquel sectario, para desarmarlo mucho más rápido, y entonces disparé, antes de realizar cualquier otra acción con el vino para distraer al resto. - Yo hice primero las preguntas.

Edgar disparó primero. Pese a querer impactar sólo en la pistola, lo hizo en el cuerpo, dada la tensión de la situación. Le descerrejó dos tiros sobre el pecho y la pierna, agujerando la prenda de terciopelo e hiriendo al tipod de la máscara. Por su parte, éste hizo lo mismo con su pistola, disparando al investigador. Sin embargo, su disparo se fue hacia el techo, pues se desestabilizó.

Samuel conseguía aun aguantar el peso de la máscara en su cara. En esos momentos otro de los cultistas se quitó la pesada máscara, y vísteis que era Oswald Edelson, el dueño de la casa y sobrino de la anciana que habitaba el piso superior. Apretó sus dientes, rechinantes, y miró a Edgar, y con el puño cerrado se lanzó hacia él, al lado del brasero.

El fuego, a medida que luchábais, ¡¡llameaba más y más!!

Al bajar no sabía qué encontrar, si una fiesta clandestina de adolescente bebiendo vino ilegal siendo el pulpo algún tipo de señal distintiva entre ellos o un charco de sangre por el disparo, pero no encontró más que otra habitación vacía de vida. No pudo evitar soltar el aire que estaba conteniendo por la tensión, dándose cuenta que llevaba desde el principio de los escalones sin respirar temiendo que pudieran descubrirla antes de tiempo.

Apenas se centró con la mirada en la mesa o el mobiliario, yéndose directamente a rozar la túnica larga doblada a una esquina, además de ropa que intuía que sería de los integrantes de la reunión. No se preocupó más por ello al escuchar las voces al otro lado, esta vez más nítidas, sobre todo las de Edgar discutiendo.

Se alegró al saber que estaba vivo, sólo le quedaba conocer el paradero del forense.

Colocándose al lado de la pared, levantó un poco la cortina para poder observar la escena que acontecía tras ella.

Tras observar el pequeño despliegue, fuiste hacia la cortinilla del final, que daba a otra sala. ¡¡¡Entonces oíste una ráfaga de disparos!!! Te agachaste inconscientemente, pero tuviste el valor de asomar la vista y viste la situación.

Cinco tipos vestidos con capas de terciopelo estaban allí presentes. Todos ellos tenían máscaras pulpoides y octópodas en sus rostros (como la que encontraste y os dió el detective Scafford). No supiste porqué ni cómo pero tu instinto femenino uno de ellos era Samuel Hubbard. La escena era bastante oscura. A su lado (y entre tu posición y la suya), estaba Edgar apuntándoles, y disparándoles con su pistola y con una botella de vino en la otra). En medio de todos ellos había un brasero (un caldero con brasas y llamas calientes elevado por una estructura metálica a modo de trípode metálico (que mantenía la improvisada barbacoa en alto). Lo increíble de esas brasas es que de ella emanaban chispas verdosas y azuladas, algo que no habías visto en la vida:

Uno de los sectarios de las máscaras tenía otra pistola, y estaba herido (de bala). Viste entonces que otro de ellos se quitó la pesada máscara, y vístes que era Oswald Edelson, el dueño de la casa y sobrino de la anciana que habitaba el piso superior. Apretó sus dientes, rechinantes, y miró a Edgar, y con el puño cerrado se lanzó hacia él, al lado del brasero. Era una pelea en su sentido más estricto. ¡¡Y a medida que peleaban las chispas se encendían más y más...!!

Todo pareció precipitarse al entrar en escena Edgar. Aquello era un auténtico caos, el infierno desatado en la tierra y, más concretamente, en aquel pequeños sótano. Por unos instantes me quedé paralizado por el terror, intentando mantener en todo momento mi cara oculta tras la pesada máscara que amenazaba, debido al sudor que inundaba mi cuerpo y en particular mi cabeza, con resbalar y caer al suelo.

A punto estuve de lanzar un grito al ver caer a uno de aquellos individuos. Estaba acostumbrado a tratar con la muerte pero no a ver como la gente moría delante de mis narices. Fue precisamente el disparo lo que hizo que todos comenzaran a gritar y a moverse, algunos incluso quitándose las máscaras como el señor Edelson, por mi parte prefería que no supieran quien era. Y, para preservar por más tiempo mi anonimato, tenía que pensar en algo que hacer.

Además, podía ser un cobarde pero tenía honor, y no podía permitir que todos aquellos locos atacaran a Edgar. Tenía que ayudarle de alguna forma aunque no tenía ni idea cómo. Fue precisamente fijarme en el fuego que parecía crecer por momentos, chisporroteando y emitiendo aquellas extrañas tonalidades, que se me ocurrió una idea.

Sacando fuerzas de mi propio miedo, le pegué una fuerte patada al brasero para desestabilizarlo y que cayera al suelo, quizás de esa forma aquel maldito chisporroteo se terminara, además de conseguir ganar unos segundos de desconcierto para que Edgar pudiera tener alguna oportunidad de atacar al dueño de la casa que se abalanzaba contra él.

Visto lo visto y como iba la cosa, avancé hacia el pistolero, el cual había fallado su disparo, para con una mano retirar su pistola y que no pudiera dispararme a corta distancia, y mientras la otra trataba de arrancarle la mascara. Nuestro objetivo era descubrir quienes eran cada uno, y en un tiroteo iba a ser más dificil, aunque no descartaba la opción de disparar a las piernas a cada uno.

Además también, a pesar de que uno me hubiera golpeado, usaría al pistolero como escudo por si alguno más llevaba armas.

Más disparos que la hicieron agacharse como acto reflejo al imaginarse las balas volando sobre su cabeza pero no la detuvieron al estar la mínima posibilidad de que sus compañeros estuvieran heridos.

Se asomó para ver las cinco personas con capas ocultas con máscaras, imaginándome que alguno de ellos sería Hubbard.- Es el que mejor puede camuflarse por su calma, espero estar acertada.- Y, acrecentando esa intuición estaba Edgar a su lado apuntando y disparando la pistola.

No sabía qué había pasado ni el motivo del tiroteo, pero comprobar que uno de ellos estaba herido y que era el dueño de la casa le hizo comprobar la gravedad del asunto. Pensó en parar la pelea antes de que llegara a más, recordando las peleas callejeras que había visto y cómo se habían disuelto: Gracias al cuerpo de la ley.

Tapándose el oído con un dedo, apuntó al techo y disparó oculta en la parte trasera de la tela con la espalda en la pared.

- ¡POLICIA, ESTÁN RODEADOS! Tiren las armas.

Aquel que se quitó la máscara era Oswald Edeslon. Vísteis que el anfitrión de la casa estaba metido en aquel embrollo en el que Edna se preguntaba cómo sacar una buena historia, y en el que Edgar qué tenía todo esto que ver con los Balleneros, la mafia local. Por su parte, Samuel Hubbard se preguntaba bajo su máscara si saldría vivo, y sobre todo (y tal vez incluso más importante) si desde ese día no podría mantener el anonimato, y si su vida seguiría siendo la misma. Todo ello era incierto.

Oswald se lanzó contra Edgar con el puño cerrado. Cuando parecía que le había "enganchado", trastabilló un poco, su cuerpo se venció unos centímetros, y golpeó al aire, concretamente a otro de los cultistas... Su máscara venció, y tras ella una joven rubia de ojos claros (que, por supuesto no teníais ni idea quien era), apareció. Su cara era de sorpresa, y estaba acompañada de su boca abierta por similar razón.

Fue entonces cuando Samuel, haciendo una proeza deseable y tal vez inesperada, le pegó tamaña patada al soporte metálico del brasero que éste se movió, haciendo caer el brasero sobre el cuarto cultista (recordemos: el de la pistola, Oswald, la chica rubia y ahora éste). El cuarto tipo fue abrazado por el conjunto de brasas rojas, lenguas de fuego verdosas y chispas azuladas... ¡¡¡¡AAAAAHHHHH!!!! Su cuerpo comenzó a prenderse al momento, haciendo elevar llamaradas al techo, pues el mantón de terciopelo avivaba el fuego que había caído sobre sí. Un gran estruendo inundó la sala: la gran caldera-"barbacoa" golpeó en el suelo haciendo eco resonante y estrepitoso. ¡¡BRROROOMMM!! El tipo seguía ardiendo, quemándose vivo con aquellas brasas, y las lenguas comenzaron a devorarle. Seguía gimiendo de dolor y angusta. La chica rubia se quitó su capa aterciopelada y comenzó a azotarle, con la intención de apagar las llamas... ¡¡PERO SÓLO AVIVABA AQUEL INFIERNO!!

Mientras tanto, habiéndose librado del puñetazo de Oswald por su mala fortuna, el detective Edgar pasó al lado de Hubbard (aún enmascarado), luego avanzó hasta su contricante y tomó su muñeca con su mano. La agarró fuerte y la separó del cuerpo hacia arriaba; la pistola pendía de tal mano, y Edgar la hizo apuntar al techo... ¡¡¡BANG, BANG!!! , otros dos tiros rebotaron en la escayola del techo. Mientras tanto, el tipo en llamas seguía ardiendo, revolcándose como un rodillo de pintar paredes en una cubeta. Las llamas seguían consumiendoles, y llegó un momento en que no gritaba, ¿¡Estaría muerto!? Fue entonces cuando las chispas azules comenzaron a brillar mucho, muchísimo...

... y para colmo, una voz salida de más allá de la entrada, tras las cortinillas, os alertó a todos los presentes, ¡¡¡BANGG!!! Otro tiro desde el exterior, ¿Quién más había?: - ¡POLICIA, ESTÁN RODEADOS! Tiren las armas -la voz era la de una mujer: dos de vosotros sabíais quién era; era la voz de Edna. Estaba ahí, al otro lado de la pared. La pregunta es, ¿¡HABRÍA VENIDO CON LA POLICÍA!!?

Sea como fuere, las chispas azuladas parecían como tener vida propia; salían como de la nada, brotando como de las llamas que aún abrasaban al tipo ardiente (y al que la mujer rubia seguía atizándole inutilmente con el terciopelo). Aquellas llamas entonces se materializaron en algo inverosímil, espectacular, terrorífico, amenazador, aberrante, infame y descomunal.

¿Era verdad que aquellos heréticos encapuchados habían invocado algún mal mayor?
¿Un terror del infierno? ¿Una criatura de la antigüedad? ¿Un terror más allá de las galaxias siderales? ¿...O era todo mentira?

Fue entonces cuando lo vísteis.

La bestia estaba allí. El Horror de la casa.

El infierno desatado había llegado a la Tierra. Las chispas verdosas habían dado lugar a un mucílago viscoso y aterrador, enmarañado, del cual ahora estaban emergiando repentinamente gruesos tentáculos sinuosos (¡todo muy deprisa¡), pellejos negros, pegajosos y viscosos; El sótano comenzó a impregnarse de aquella sustancia líquida (¿¡o tal vez eran vísceras!?), las cuáles se agitaban ciegamente en espirales mientras el horror se expandía por toda la sala... ¡¡¡cada vez se hacía más grande!!!

El tipo quemado había perecido ya entre las llamas, la chica rubia se había desmayado, Oswald Edelson daba pasos para atrás, y Edgar y el cultista del armas estaban forcejeando mirando la situación anonadados. El tipo llegó a musitar "¡Ex'Khjon!", como reconociendo a aquel egendro de los abismos. Y qué decir de Hubbard (el pobre hombre estaba más acojonado que cualquier otro, y eso que trabajaba con cadáveres...). ¡¡Fue entonces cuando el mucílago negro y viscoso comenzó a cambiar su forma y materializarse en un ser esperpéntico y terrorífico!! ¡¡¡ CADA VEZ SE HACÍA MÁS ENDIABLADAMENTE GRANDE, CRECÍA Y CRECÍAAAA !!!

Incluso yo me asombré ante lo que acababa de hacer, había conseguido mi propósito que no era otra cosa que tumbar aquel maldito brasero con sus chispas incluidas. Pero lo que sucedió a continuación no era lo que yo deseaba. Me quedé paralizado por la sorpresa y el miedo al ver cómo las brasas prendían, con demasiada rapidez, los ropajes de uno de aquellos enmascarados. El grito que soltó el hombre traspasó mis tímpanos helándome hasta la sangre.

Ni siquiera era capaz a reaccionar para ayudar a aquel pobre desgraciado que veía cómo se abrasaba en el fuego que yo mismo había provocado. No tenía medios para intentar apagar el incendio y mucho menos conseguiría salvarle de lo que iba a ser una dolorosa y terrible muerte. Y lo último que tenía pensado hacer era la locura que aquella estúpida rubia estaba haciendo. ¿Acaso no se daba cuenta que lo único que estaba consiguiendo era avivar aún más las llamas?

Se había desatado el mismísimo infierno en aquel sótano, entre las llamas, los gritos y el caos reinante lo único seguro que podía salir de todo aquello era un auténtico desastre. Los disparos que escuché me sacaron del estupor en el que me había sumido y lo único en lo que pensaba era en escapar de allí, de las llamas que al igual que devoraban al hombre que ya debería haber muerto podían devorarme a mí, y a Edgar también, el cual se encontraba en plena pelea con el dueño de la casa.

Pero lo que de verdad me dejó estupefacto fueron las chispas, mayores que las que había visto hasta el momento, que salían de las llamas. Me preguntaba qué era lo que le habían echado al fuego para conseguir aquel efecto, pero fuera lo que fuese desde luego impresionaba bastante.

Una nueva voz, esta vez de mujer, se unió con sus gritos al caos reinante y, por unos instantes, me creí lo que decía. ¡La policía! Era lo último que necesitaba. Ya daba por terminada mi carrera, mi reputación y todo mi estilo de vida que había intentando labrarme durante todos esos años hasta que, me hubiera dado un golpe en la cabeza si la máscara me lo hubiera permitido, me di cuenta que se trataba de Edna. Lista la chica, muy espabilada sin lugar a dudas. Quizás con aquella treta tanto Edgar como yo pudiéramos librarnos de aquellos lunáticos.

Pero no me moví. No podía moverme al ver lo que salían de aquellas llamas. Me quedé inmóvil por completo, muerto de miedo, de hecho me daba la sensación de notar mi entrepierna algo mojada para mi vergüenza, pero el terror era demasiado grande para no reaccionar ante él.

¿Qué era aquello? ¿De dónde había salido aquel ser asqueroso, enorme, terrible que estaba surgiendo de las llamas?

Aquellos locos habían hecho una invocación y lo habían conseguido. Era algo increíble para una mente científica y analítica como la mías, pero ante mis ojos estaba la prueba viviente, demasiado viviente, de que existían otras cosas abominables que no deberían existir. ¿Serían efectos especiales de algún tipo? Pero tenía que reconocer que si lo eran estaban demasiado bien logrados.

—¡¡¡NOOOOO!!! —Fue el grito que escapó de mi garganta sin control al ver que de efectos especiales nada de nada. Aquello estaba vivo, era terrible y crecía, no paraba de crecer en todo momento. Un monstruo sacado de las peores pesadillas de un loco.

Esquivé uno de los tentáculos que habían aparecido de la nada, asqueado ante la mezcla de residuos pringosos que comenzaron a anegar el sótano. Aquel monstruo, aquel horror no dejaba de crecer, parecía no tener fin.

—¡¡¡Edgar!!! —Volví a gritar con voz chillona haciéndome oír a través de la máscara, a través del caos formado—. ¡Tenemos que salir de aquí! ¡¡¡Edna!!! ¡Corra, salga de la casa!

Como en aquellas revueltas callejeras esperaba que depusieran las armas y se entregaran para disminuir la evidente condena que les caería, al menos tener una excusa para darles el tiempo suficiente para que los hombres pudieran salir ilesos de la trifulca, pero en su lugar sólo escuchó el golpe seco y metálico del brasero al caer, los gritos de miedo y dolor de algunos de ellos ante el mar de fuego que habían dejado a su paso, un infierno casero teñido de rojo.

Esperó incansables segundos a que cualquiera de sus compañeros diera el pistoletazo de salida, aun oculta en la cortina, pero la desesperación ganó a la paciencia, girándose para observar de nuevo el escenario dispuesta a gritarles a modo de nuevo aviso cuando lo vio, un ser descomunal que no podía describir, el monstruo que te acecha por las noches dispuesto para comerte.

Inmóvil ante la nueva presencia, con las pupilas dilatadas incapaz de gritar, notó cómo dos lágrimas descendían por sus mejillas al sentir el verdadero terror en su piel.

¡Tenemos que salir de aquí! ¡¡¡Edna!!! ¡Corra, salga de la casa!

La voz de Hubbard fue una pequeña luz en las tinieblas, dejándose guiar por ella a modo salvavidas sin rechistar. Haciendo ahínco a las pocas fuerzas que le quedaban movió las piernas hacia las escaleras, huyendo del sótano, de aquella presencia.

Estabamos en un momento critico. Tres de los cuatro sectarios que habian allí ya habian sido identificados. Oswald, dueño de la casa, quien sin duda no se iba a perder la ceremonia como era de obviar. La chica rubia, quien si bien no sabía quien era, era un punto más a nuestra investigación. Un tercer hombre el cual estaba siendo deborado por las llamas gracias a la improvisación del doctor - Nota mental, no volver a infravalorar al doctor - No lo podriamos reconocer, ni siquiera cuando cesasen las llamas, pero sin duda alguna, tenía algún lazo sentimental con la dama.

Además, conociamos la identidad de un enmascarado por el cual se había hecho pasar Hubbard: Flannelly. No conocía mucho sobre los turbios negocios de los Weilmer, pero si están relacionados con este vino... Mi atacante era uno de los hermanos, y el hombre quemado el otro. En total, darían los cinco sectarios... - Todo cuadraría... pero sin pruebas...

Aun manteniendo la presa contra mi atacante y sabiendo que mi siguiente movimiento sería crucial, Hubbard me trajo de vuelta a la realidad, viendo lo que hasta entonces, había ignorado - ¿Pero que coño? - Junto con ello, mi atacante dijo unas palabras extrañas, puede que quisiera intimidar con ellas, pero a mi no me iban a achicar - Seas su amo o un simple esclavo, si no sales de esta moriras con el - Un empujón hacia la criatura siguió a mis palabras y a continuación una rápida huida junto a Hubard

El doctor lo había dejado claro, había que huir de la casa, sin embargo necesitaba saber la identidad de los dos enmascarados quienes mis suposiciones ya me hacían pensar quienes eran. - Doctor, salga de aquí con rápidez y busque alguna manera de llamar a la policía. Yo tengo que identificar al pistolero - Le dije más bajo al final mientras ya veia la cortina antes de Edna.