Partida Rol por web

 Tras avanzar los pasos espera que el bretón le imite.

 - Aquí estoy, bretón. Lucha por tu honor ahora.

La expresión del templario muestra una mascara de fría resolución. No parece que se vaya a dar con jueguecitos. Si bien el bretón es un poco más ancho y corpulento que el templario, la diferencia no es mucha. En su forma de levantar la defensa y prepararse para el combate denota gran confianza y habilidad.

Desmond se acerca poco a poco a la pared imitando a Enricco. Mientras estudia al Caballero y su oponente calculando sus fuerzas.

'Me extrañaria que sea cual sea el resultado ,seamos ya bien recibidos aqui. Lo mejor sera salir cuanto antes y buscar otro refugio.'

Vigilando de reojo a los demas soldados ,observa el duelo.

Tras las palabras de Rod, el caballero le miró y contestó, sin una sonrisa pero con sinceridad: -Gracias amigo. Tienes razón, algo más importante que mi vida y honor está en juego. No voy a olvidarlo. – y, sin añadir ningun otro comentario más, avanzó sus pasos imitando a Gottliet, según este esperaba, pues entre ellos dos ya se había dicho todo, había llegado el momento de que hablasen las armas.

 Sir Tymos tomó su martillo, un legado familiar, y su escudo el cual por alguna extraña razón no ostentaba las armas de Fowlhust de Audfolk; un corazón en puño de plata sobre un campo de Gules.

 Dedicó un segundo a observar el terreno, antes de volverse a su adversario.
-Estoy dispuesto.-

 Finalmente con un asentimineto mutuo el duelo empieza.

 Los dos contendientes se estudian mientras empiezan a dar círculos, contemplando como se mueve uno y otro, decidiendo por donde golpear, que fintas hacer.

 De los dos, quien empieza a desplegar su ofensiva es el templario, cuando de repente se abalanza contra el bretón, esgrimiendo el ricamente adornado martillo. Pero el bretón logra alzar a tiempo el escudo, no para aabsorber el golpe sinó para desviarlo...

El tileano hizo crujir las articulaciones de su cuello con movimiento pausado. Apoyado en la pared, cruzó los brazos sobre su pecho y esperó que el banal duelo empezara.

Era una verdadera lástima verse inmiscuido en aquel asunto, un asunto que ni le iba ni le venía.

 Vió el bretoniano que su adversario, siendo el más rápido, iba a descargarle el primer golpe. Así fue que Sir Tymos aprentó los dientes e intentó rehusarlo apartandolo hacía un lado con el escudo. -Ugh- no pudo evitar dejar escapar del esfuerzo.

 El bretón aprovecha el ataque del templario para contratacar viendo las defensas del sigmarita bajas. Pero el embite del ataque del sigmarita le desequilibra y el golpe no es demasiado certero.

 No queriendo dejar descanso al bretón, continúa atacando con brío. Esta vez el martillo logra superar la agilidad del bretoniano y este impacta, pero superficialmente, el flanco del sir Tymos (-5 pv). Pero este ya está acostumbrado a recibir golpes con lo cual lo agunata con un apretar de dientes...

 El ataque toma por sorpresa al bretón quien hace un ataque bastante malo, tal vez para intentar mantener una distancia con el sigmarita quien lo desvia con facilidad.

 Viendo que ya ha superado un vez la defensa de Sir Tymos, Gottliet lo acosa de nuevo... pero esta vez el caballero breton logra interponer a tiempo el escudo, eludiendo el duro impacto del martillo...

–¡Hug!- dejó escapar conteniendo un grito de dolor con los dientes apretados.
Tras recibir el peso de la maza del Sigmarita, el caballero bretoniano contraatacó velozmente. -¡Por Pandora!- Voceó Sir Tymos cumpliendo su voto de llevar aquél nombre a cada uno de sus enfrentamientos.
Quizás fuera por cálculo, quizás fuera por reflejo, pero esta vez no erró el ataque y descargó con fuerza el peso de su maza tan certeramente que bien podía dar la idea que había encajado aquél golpe para poder emboscar a posteriori a su adversario.

 El impacto del martillo tomó por sorpresa al templario viendo como este ataque le rompía la cadencia de golpes. Cuando tras una finta intentó conectar un martillazo, sir Tymos ya se había echado a un lado. Dispuesto a devolver el golpe...

 - Eres un digno contrincante, bretón. Pero tus golpes tendrán que ser más fuertes si quieres ganar.

 El templario, enfundado en su armadura, parecía haber encajado el golpe sin demasiados problemas.

 Como reaccionando a las palabras del templario, el bretón pasa a tomar la ofensiva con una potencia asombrosa. Adelantándose lanza una finta hacia la derecha, dejando expuesto el flanco del sigmarita y aprovechadno la brecha lanza un fuerte golpe contra él, la maza se estampa entre un lado de la cadera, empujándole hacia atrás.

 Sir Tymos demuestra una gran fortaleza y destreza, manteniendose a la par a un hombre habil y fuertemente blindado.

 El último golpe deja al sigmarita un tanto aturdido y sorprendido, haciendo que se precipite en el ataque, sirviendo tan solo para que el bretoniano lo pueda eludir con un giro.

 La concurrencia siguen el combate en un aspectante silencio, sorprendiendose ante la tardanza del templario en terminar con el desafío.

Enricco se removía en su rincón, pues aquella parecía alargarse más de lo deseado. Miró disimuladamente a los hombres de Gottliet, fijándose en sus gestos y expresiones. Si el caballero acababa con el sigmarita, no tenía muy claro que harían estos al respecto. Las opciones que barajaba la mente del espadachín no llegaron a complacerle.

No le gustaba que le metieran en líos en lo que no había sido invitado.

Mientras cuidaba sus pies, y estudiaba cada aliento de su contrincante, el caballero bretón recordaba palabras leídas largo tiempo atrás en una novela de caballeros:
“Para empezar, es preciso que el guerrero tenga la cabeza serena, que sea rápido en el pensar, dúctil como la cera cuando no ha trazado todavía su plan, y duro como el acero una vez que ve con claridad lo que tiene por delante.“ *
Sir Tymos quizás no había demostrado ser bueno ni con la cortesía ni con las palabras cuando se encontraba enojado en extremo. Algo que era demasiado frecuente en un joven ansioso a la gloria y arrebatado frente las injusticias. Pero en aquél momento tenía la cabeza serena, el odio era algo que había aprendido a apartar a un lado, o mejor dicho olvidar, cuando se llevaba a resolver un asunto con las armas.

Por fortuna darle a la lengua o cacarearse como un gallito tampoco eran costumbres del joven en el transcurso de un combate, y aunque admiraba su contrincante por mostrarse valeroso y diestro cuanto menos, no iba a perder un ápice de su concentración en propinar ni los halagos que le inspiraba, ni los insultos que por otro lado no sentía.

Sin embargo, su contrincante había cometido el desliz de atacarle precipitándose a despensas de la sorpresa.
Aprovechó el giro iniciado tanto para esquivar como para tomar fuerza de embestida. Lo que le permitió descargar con la maza de una forma inusual, y entrar justo por el flanco derecho por donde presentaba el brazo del arma al desnudo. Allí aplastó el hierro contra la carne, pero lamentablemente fue suficiente diagonal como para no llegar al hueso.

Estaba claro que para vencer iba a necesitar más, pero había conseguido al menos igualar un poco la balanza.