Partida Rol por web

La sala de reuniones acordad estaba completamente a oscuras cuando llegaron los acólitos a pesar de ser pleno día, pero era difícil llegar a ver la luz del sol en la antigua colmena Sibellus de Escintila, incluso en los edificios inquisitoriales. Ese privilegio estaba reservado para las dependencias de los grandes inquisidores y el cónclave calixiano.

El tricorne no es un lugar dado a visitas largas, y aun así los acólitos llevaban semanas de reclusión sin que se les permitiera abandonarlo. Casi habían llegado a la mitad de su segundo mes de inactividad cuando por fin fueron convocados apresurádamente. Aquella repentina premura resultaba incomprensible, pero las ordenes eran las órdenes.

No pasó mucho tiempo hasta que unas pisadas asombrósamente pesadas anticiparon el súbito golpe con el que se abrió la puerta. Al otro lado, una figura intimidante que los 3 conocían solo de nombre. Zekka, una de las guardianas de su inquisidor a quien ya habían visto, pero con quien no habían llegado a cruzar palabra. Tenía un aspecto salvaje, y las prótesis mecánicas que sustituían sus cuatro extremidades la daban un aspecto aún más peligroso. No era alguien con quien uno en su sano juicio se atreviera a cruzar espadas.

Tras ella, ligeramente insignificante en comparación, un hombre de complexión fuerte, aunque pálido y ojeroso como si llevase semanas sin dormir. Por la familiaridad de los acólitos con Hieronymus, no tardaron en reconocer el uniforme de los Arbitradores.

- Siéntate - ordenó con brusquedad, y el arbitrador obedeció, aunque sus movimientos firmes y decididos lo disimulaban, aquella mujer le intimidaba casi lo mismo que al resto de los acólitos.

Desde el primer momento, la sierva inquisitorial no destacó por sus modales. No esperó a hacer ninguna presentación, y en mitad de la conversación sacó lo que parecía un hueso de animal partido en punta para hurgarse sus afilados dientes y entre los huecos de sus brazos mecánicos. Apenas si miraba a los acólitos a la cara, pero por su tono, sabían que ella esperaba recibir su plena atención.

- Espero que ya tengáis una idea de porqué os he hecho llamar, quiero terminar con esto rápido y no voy a repetirme solo porque algún cabeza de chorlito sea corto de entendederas. - antes de llegar a dar una explicación, sacó una esfera metálica de un saquito que llevaba en la cintura, le dio un par de vueltas como buscando algo, pero pareció pensárselo mejor y se lo arrojó a arcturus como quien le lanza a un conocido un paquete de varillas de lho.

- Enciéndelo tu mismo, ahí tenéis información sobre Sinophia. Han ocurrido unos cuantos asesinatos fuera de lo normal y Severus cree que es un buen momento para que vayáis a investigar, para eso os hemos traído a este... - señalo al arbitrador - es nativo de allí, así que conoce el terreno; será vuestro nuevo apoyo. -

- No hay mucho tiempo hasta que salga el transporte, así que os hemos preparado un equipo adecuado y acceso al depósito para que cojáis lo necesario. Acompañadme, y podréis hacer migas mientras nos movemos. - parecía que la guerrera no iba a esperar a nadie, y tal cual se levantó del asiento y se dispuso a salir de la habitación.

Al activar el dispositivo holográfico con la información de Sinophia mediante tu conexión de electroinjerto, notas que hay un mensaje que recibes directamente en tu cabeza, la voz de vuestro inquisidor, Severus, dicta lo siguiente.

Escucha con atención lo que te voy a decir. Nuestros movimientos están siendo estudiados, desconozco con qué intenciones. Para evitar a quienes nos vigilan he elegido la fecha y la ruta de viaje para que vuestro transporte se encuentre con una perturbación del empíreo que le obligue a desviarse de su ruta, pero una cápsula de desembarco especialmente preparada os permitirá separaros y llegar igualmente a Sinophia.

Averiguad lo que podáis sobre Haarlock, no compartáis la información libremente y vigilad vuestras espaldas.

Sentado, Nero observó a quienes iban a ser sus nuevos compañeros. No le hacía mucha gracia lo de volver a trabajar en equipo, sobre todo después del "Incidente" ocurrido tres años atrás, ni la larga temporada a la sombra bajo investigación de los ordos, pero no había otra salida. Tras la absolución y reinserción es lo que tocaba, trabajar para la inquisición.

Se frotó las aún doloridas muñecas inspeccionando al grupo. Un viejo, un servidor del mechanicus y una hermana de batalla. Arrugó el entrecejo mientras se fijaba un poco más en el siervo del Dios-máquina. Tenía muy malas experiencias previas con aquellos que hurgaban en los secretos tecnológicos.

Intentando aparentar naturalidad, Nero se puso en pie y saludó brevemente.

-Arbitrador Nero Karajcik, nos iremos conociendo- Corto, incisivo y suficiente. Ya demostraría su valía con hechos.

Esperó a que el resto hablase y les diesen paso al almacén. Aunque lo que más le importaba en aquel momento era volver al trabajo de campo.

Aquellos dos meses habían sido duros. Muchas cosas habían ocurrido en Xicarph para olvidarlas así como así.  La llegada a Escintila les había dejado, como siempre pasaba en esos casos, un sabor de boca desagradable. Y la larga espera no había contribuido a mejorar su estado de ánimo. Eso sí, habían descansado, recobrado fuerzas y tenían nuevo equipo a su disposición.

Zekka entró con un arbitrador. Arcturus lo miró largamente, inexpresivo. Luego hundió la cabeza entre los hombros. Pero la esfera que Zekka la lanzaba lo sacó de su ensimismamiento. La examinó un momento, musitó las plegarias adecuadas y... Por un instante no ocurrió nada, y el tecnosacerdote se quedó inmóvil, como ausente. Luego como si nada hubiera pasado, compartió con los demás la información sobre su próximo destino.

Cladius se había visto reclutado a la fuerza. En realidad le habían ofrecido unirse a la inquisición o ser ajusticiado por herejía meramente por estar presente en el coto de Gabriel durante el eclipse de Xicarph. No se trataba de una elección. Una vez hubo demostrado su "deseo" de colaborar el trato había sido correcto. Sin más. Nada propio de su estatus nobiliario, pero no había habido tortura, interrogatorios violentos o privación de alimentos o sueño. Quizás falta de libertad o de intimidad, pero nada de las terribles historias que cualquiera conocía sobre la Inquisición.

De hecho le habían permitido enviar mensaje a alguno de sus aún fieles servidores y le habían enviado, no sin antes pasar por múltiples intermediarios y sin duda varias inspecciones inquisitoriales parte de su equipo personal, sus artilugios de caza e incluso su uniforme y sus enseres de su época como oficial de la Armada. En palabras de los habituales del Tricorne... "lo vas a necesitar". Había deshechado ponerse el uniforme, carente de cargo activo alguno y posible fuente de problemas pero había revisado y puesto a punto lo que había podido. Cuando llegó el aviso de reunión con brusquedad y extrema urgencia no supo de alegrarse por el fin del tedio o temer por su vida.

Zekka permaneció un poco apartada mientras los acólitos revisaban su equipo, enfundándose sus armas más familiares y cambiando otras por equipo del arsenal. No intervino, pero cuando el arbitrador intentó salir de ahí con un par de valiosas granadas y raras granadas térmicas le detuvo con un brazo y le confiscó una de ellas - Suficiente. Hay muchos acólitos avariciosos y este almacén tiene que proveer a todos. -

La tarea de revisar el equipo no era algo que se hiciera en cinco minutos, por lo que después de un rato apoyada contra la pared, la propia Zekka perdió el interés en limpiarse las rendijas mecánicas con el pedazo de hueso y decidió ser más comunicativa. - Ya deben de haber advertido a los Arbitradores de Sinophia que enviamos a una célula inquisitorial, pero no contéis con que sean de gran ayuda. Por lo que se, han sufrido pérdidas recientemente. - dirigió una mirada de circunstancias hacia Nero, aunque Zekka casi parecía divertida. - ¿Qué dices que fueron, novato? ¿Tecnoherejes? -

Nero apretó los puños durante un segundo mientras miraba al suelo, aquella mujer era intimidante, sí, pero había cosas que traspasaban el límite de lo razonable, aún así, Nero mantuvo la compostura necesaria, ya no era un miembro del arbites, cosa que todavía le costaba digerir, sino un servidor de los ordos, y comenzar una pelea que no podía ganar no estaba dentro de sus planes, menos aún su primer día al servicio de la sagrada inquisición.

O podía ser, simplemente, que aquella mujer estuviese probando su templanza. ¿Quien podía saberlo?. Una buena respuesta a veces era la mejor de las soluciones, como solían decir sus superiores.

-Supongo que eran tecnoherejes, es lo que dicen en todos sitios ¿No?, yo lo único que sé está perfectamente grabado, transcrito y archivado en los informes inquisitoriales, estoy seguro de que están a su alcance, pero si quiere una descripción más gráfica, puedo dársela con mucho gusto y sin problema-

Cierto, era un acólito novato, pero había pateado callejones demasiado oscuros en Sinophia y visto cosas lo suficientemente terribles, aunque quizás no tanto como aquellas personas, como para dejar que lo tratasen como a un idiota.

Cada uno tenía su propio orgullo, si bien era cierto que el suyo podía estar a punto de recibir un puñetazo en cualquier momento.

Isolda había aprovechado el encierro para meditar y centrarse en todo lo que había ocurrido en aquel maldito planeta. Se sentía sucia por haber perdido el último regalo de su Orden, el sagrado bolter que la dieron y perdió al caer apresada por esos malditos miembros de la Casa de la Bestia; y a eso había que sumar el haber presenciado al Viudo, ese extraño ser que la obligó a mostrar toda su fuerza de voluntad, aunque algo en ella se rompió ligeramente. La llegada de esa mujer, esa guerrera a las órdenes del Inquisidor la hizo volverse y dejar su meditación para otro momento.

La sororita alzó la barbilla un momento antes de hacer un gesto con la cabeza a modo de saludo al recién llegado. Otro arbitrador; pero no era el Viejo. Se iba a echar de menos al cascarrabias, en realidad solo quedaban Rojo y ella de todos los que habían empezado esas exploraciones en aquella mansión de Polvo y Ceniza.

-Bienvenido. Espero que estés a la altura que dejó tu predecesor -saludó la sororita con su poco tacto. 

Se puso en marcha y siguió al grupo hasta llegar a su destino y ver la cantidad de equipo que tenía. Una parte de ella se desilusionó al ver que no estaba su bolter, que esperaba que de alguna forma milagrosa se hubiera recuperado; pero no era posible. Comenzó a ponerse esa armadura que encajaba perfectamente salvo por su brazo implantado, que parecía no poder llevar protección, tendría que buscar algo para cubrir ese costado.

Al escuchar la palabra "tecnoherejes", Isolda alzó la vista y miró rápidamente a Arcturus, pues si a ella le afectaba de forma personal cualquier herejía contra el Sagrado Emperador, esperaba que eso provocara un mínimo de emoción de algún tipo en su compañero marciano.

Se abstrajo un poco mientras buscaba equipo y comprobaba el que tenía. Muchos de los objetos que veía le recordaban a viejos compañeros. Algunos se esfumaban casi en su mente, como sombras a punto de desaparecer. Taikel, Orionus, Urtzi... Otros dejaban un poso de otro tipo, como Heinrich, desaparecido sin rastro alguno en las Jaulas Rojas. Pero la única muerte que realmente sentía, la que más soledad le provocaba, era la de Hyeronimus. Que tu Emperador, al que tanto amabas, te amapre viejo, estés donde estés.

Examinaba atento unas dosis extra de óleo sagrado mientras volvía a preguntarse por Artemius y Gianna. ¿Por qué los habrían apartado del servicio? Imaginaba, y lo había comentado con sus compañeros en expresiones breves, que no todos podían sobrevivir a los horrores vividos, acumulándose uno tras otro, y sobre todo a las perspectivas de terrores futuros aún peores. No lo sentía en absoluto por el psíquico; al contrario, no tenerlo cerca le resultaba terapéutico. Pero la guardia... Le caía bien.

Volvió ente los vivos y los presentes, mirando de reojo. Vipus... En fin, el viejo tenía bastante con seguir vivo, y parecía integrado en el grupo, en la medida en que aquellos restos de acólitos pudieran considerarse algo así. E Isolda... la sororitas había sobrepasado sus propios límites luchando en aqyel maldito coto de Gabriel contra el mal encarnado. Y había sobrevivido, y vencido. Arcturus la miraba con un respeto que se había ganado a pulso, y con una desconfianza que sólo quien había estado en el borde de la muerte y la locura podía merecer.

-Supongo que eran tecnoherejes, es lo que dicen en todos sitios ¿No?

Al oír aquello se envaró, tieso como un palo. Se giró lentamente hacia Zekka y el nuevo arbitrador. Notó la mirada de Isolda. Los tecnoherejes eran los enemigos por antonomasia del adeptus Mechanicus, traidores a las enseñanzas del Omnissiah. Y sr habían encontrado con ellos en las Jaulas Rojas. Estiró los brazos lentamente hasta colocarlos a lo largo del cuerpo, y apretó los puños, despacio.

-Yo sí -dijo, y no se sabía si se dirigía a Zekka o al arbitrador-. Yo sí quisiera ver esos informes. Y también -giró un poco la cabeza- esa descripción gráfica, si puede ser, señor Karajzic.

Nero atendió las expresiones de la sororita y del tecnoadepto con atención. Quizás eso arrojase un poco más de luz sobre las actitudes de sus nuevos compañeros.

—La hermana de batalla es como dicen que son las de su casta, duras, directas, sin florituras, es lo que desprenden sus palabras y lo que sugiere su postura, ¿Posible infravaloración de mis aptitudes? Seguramente—

Se fijó en el intercambio de miradas con el miembro del Mechanicus, y como este, al escuchar la palabra mágica 'Tecnoehereje' se enervaba y tensaba basante.

—Lógico, él representa la cara buena del omnisiah, deben de gustarle los bastardos heréticos tanto como a mi, nada, el patrón de comportamiento debería de ser reservado con él, aún no conozco ni sus nombres, ¿Modo final de proceder? cauteloso—

Miró a Arcturus con el rostro serio, quería dejar patente que odiaba tanto como él a los renegados de su casta.

-El viaje nos llevará un tiempo, servidor del Omnisiah, ya iremos concretando los detalles por el camino-

—Informe final: Todos estamos en el mismo bando, pero por la naturaleza dispar de cada uno todos tenemos nuestras cartas escondidas en el asunto, habrá que jugarlas bien, primero acercamiento a través de la calidad profesional, luego aceptación, finalmente integración, ellos tienen su propia baraja y yo acabo de llegar nuevo al juego de la inquisición—

Si le resultaba o no aceptable la respuesta a Arcturus, le importaba mas bien poco a Nero, el que hablaba pronto callaba rápido, y eso no era recomendable en ninguna situación.

Cladius se movió dentro del depósito con más curiosidad que ambición. Aquella guerrera le atemorizaba y esperaba un explosión de gritos ante cualquier gesto inadecuado por lo que él se concentraba en evitar cualquier movimiento que pudiera malinterpretarse.

Se movió entre las cajas con reverencia, como un fiel del culto imperial dentro de una catedral. Pasó la mano por el mango de un cuchillo sierra, de excelente manufactura según su opinión. Le habría gustado disponer de su espada sierra, un arma preciosa y espectacular de su época de oficial de la Armada, pero sus intentos habían resultado infructuosos, sus contactos habían resultado inefectivos o directamente se habían negado a atenderle. Algo que cada vez se producía con más frecuencia.

Como la guerrera no pareció dispuesta a golpeale por su trasgresión cogió el cuchillo manteníendolo a la vista. Si se llevaba algo sería con el visto bueno, no lo escamotearía como un ladrón.

Para el resto de su equipo tendría que valerle con las cosas que sí había podido proporcionarse... practicamente reliquias de una vida anterior.

La respuesta del arbitrador parece no dejar satisfecha a Zekka, que parece que por fin comienza a inquietarse un poco. Tras unos momentos más, se aparta de la pared y hace un gesto para llamar la atención de los acólitos. - Bueno, ya es suficiente.* Recordad que tenemos una nave esperando. - Con otra señal, hace salir a los acólitos antes de bloquear la puerta del arsenal y guiarlos hasta un sencillo transporte aerodeslizador.

- Viajaréis de incógnito a bordo de una nave mercante que acepta pasajeros, aunque el capitán está enterado de quienes sois. Presentad esto al embarcar. - os cedió un trozo de pergamino con los detalles del pasaje y un sello en el borde, casi más parecido a una carta de presentación que a un billete de embarque. - No necesitaréis ocultar vuestra identidad en vuestro destino. - Zekka se despidió de vosotros allí mismo, mientras el vehículo se elevaba y les llevaba hasta un espaciopuerto cercano.

Allí se encontraba la nave que mencionaba el pergamino, "El orgullo de Tarso", una magnífica embarcación de gran tamaño, aunque un tanto anticuada. No había gran afluencia de pasajeros y todo indicaba que estaba lista para partir en cualquier momento.

Tras presentar el pergamino dieron paso a la nave a los nuevos pasajeros sin ningún problema. No era tan espaciosa como podía parecer al ver sus dimensiones desde fuera, al fin y al cabo la mayor parte de su espacio lo ocupaba la bodega de carga; y los camarotes eran especialmente pequeños, pero había suficiente espacio como para no sentirse agobiado y algunas áreas recreativas comunes para tripulantes y pasajeros. El criado que os ayudó a embarcar os guió hasta vuestros camarotes y se excusó para realizar otras tareas.

Una vez instalados y lejos de la presencia de aquella bastarda intimidante, Nero pareció relajar los músculos, aunque continuaba con el rostro serio. Volvía a casa, libre, y no sabía si aquello era bueno o malo. No le resultaba extraño que la inquisición ejerciese una fiera vigilancia sobre Sinophia Magna, no al menos después de lo ocurrido hace tres años. ¿Pero ahora? ¿Sería algún asunto relacionado con 'El suceso'? ¿Alguna otra calamidad, relacionada con los asesinatos, como muchas de aquellas que solían pasar en su mundo natal?.

Suspiró.

—Hay que establecer los objetivos, sobre todo el primario y secundario, lugares de información, posible centro de operaciones—

Encendió una de sus varillas de lho y le dio una larga calada, expulsando el espeso humo hacia el techo.

-Ahora estamos solos, ¿Conocéis algún detalle más de la misión? Yo no, quizá esté en esa bola que te han pasado, tecnosacerdote, puede que haya algo más interesante, quien sabe-

—Obviar a los Mandato de momento, acudir los archivos oficiales de los arbites— Mientras seguía pensando en ciertos detalles tácticos, esperó por si alguno comentaba algo más

Isolda estuvo paseando entre las cajas para ir recogiendo algo de aquí y allá. Buscaba munición para su pistola bolter y algo que pudiera ser útil, no tenía seguro de qué necesitaba pero esperaba que mirando en general encontrara algo de lo que buscaba. Después siguió a la comitiva mientras que la mujer les explicaba todo, que no tendrían que jugar a los infiltrados, cosa que la sororita agradecía, pero que tendrían que ir en un transporte normal y corriente, lo que le empezaba a detestar la mujer por culpa de sus últimos trayectos en naves normales.

Una vez en la nave y dispuestos para ir a su destino escuchó hablar a uno de los recién llegados y no pudo evitar sonreír.

-Iniciativa tiene, de eso no hay duda -comentó a Arcturus mientras esperaba a que el tecnosacerdote hiciera lo que el arbitres había comentado- veamos qué hay.

-Iniciativa tiene, de eso no hay duda.

-Eso desde luego -asintó Arcturus, con un gruñido que era lo más cercano a una risa que podía salir del cuerpo del tecnosacerdote. Había salido de la sala con una flamante pistola bólter en la mano, mirando de reojo a la de la Hermana Isolda, como comparándola con la suya. Se notaba a la legua que no había empuñado una en su vida. Metió la munición en algún bolsillo oculto de su túnica escarlata. Al tiempo extrajo la esfera y la hizo oscilar en su mano, mirando al nuevo miembro del equipo.

Al hablar, su voz sonó hueca y metálica, átona y serena, como de costumbre. -Como usted dijo, señor Karajzic, iremos concretando los detalles por el camino. No dijo nada más ni al arbitrador ni al resto, y guardó de nuevo la esfera. Se había quedado con las ganas de preguntar a Zekka* si la nueva misión tenía algo que ver con las anteriores, aunque no se hacía muchas ilusiones respecto a la prodigalidad de la Inquisición en cuanto a información se refería. Miró a los otros mientras llegaban al espaciopuerto, preguntándose si alguno sabría algo al respecto. Por supuesto que no. Pero quizás tenían alguna idea sobre ello...

-¿Qué le parece la nave, señor Vipus?

Lo que para otro ser humano podría haber sido una simple preguntade cortesía, en el caso de Arcturus era una pregunta directa que quería decir exactamente lo que enunciaba. Cuál era su opinión acerca de la nave y los que en ella viajaban. Posó la mirada sobre el noble, aguardando la respuesta mientras lo miraba analíticamente. Todavía más viejo que el otro. Omnissiah.

Cladius no había hablado desde que fueron convocados, ni en la reunión, si aquel ladrido de órdenes podía llamarse así; ni en el almacén, ni cuando habían recogido sus cosas y embarcado. En realidad había hablado bastante poco desde su reclutamiento forzoso. Había hablado mucho durante los interminables interrogatorios iniciales. Diversos agentes de la inquisición, un barbudo clérigo y varios personajes siniestros le habían preguntado una y mil veces por sus conocimientos sobre los Haarlock, sobre la mansión de Gabriel y sobre el eclipse. Parecieron quedar satisfechos unos días después, dado que no le habían ejecutado.

Ahora Arcturus se dirigía directamente a él. Había aprendido que el sacerdote del Omnisiah, mitad máquina, carecía de tacto y no se andaba con formalidades o circunloquios. Por otro lado parecía carecer de malicia, tan sólo pura objetividad. Fuera del Tricorne, Cladius se permitió relajarse.

- Puede llamarme Cladius si lo desea, por favor. Supongo que ahora somos amigos ¿no? - amagó una sonrisa bastante esperanzada

- Pues lo cierto es que no está mal - En su opinión aquella nave era vieja, anticuada y dirigida a un destino que no había sido el suyo cuando la concibieron. Literalmente como se sentía él en aquel momento - Funcional supongo - añadió.

- Imagino que es a lo que ustedes acostumbran. 

- Señor Karajzic ¿no? - extendió la mano para estrechársela - un placer conocerle. Cladius Vipus de Nova Castilla, antiguo Lord y ahora un fiel servidor de la Inquisición - añadió enfático. Si aquel hombre se parecía en algo al difunto Hieronymus Homron no estaría de más recordarle que él se encontraba del lado de los buenos.

- Señor Arcturus ¿seriais tan amable de dejarme echar un vistazo a esa esfera? *

Nero estrechó la mano del anciano, con una sonrisa un tanto seca en sus labios -No, señor Vipus, no es Karajzik, es Karajcik, la entonación difiere un poco, ya se irá acostumbrando al acento Sinophiano-

Tras soltarle la mano continuó fumando, no sin antes añadir, todo de un modo bastante calculado -Yo también estoy encantado de conocerle- Se quedó mirando a Vipus unos segundos -Pues mire, en algo coincidimos, ahora los dos somos fieles devotos de los ordos-

No, nadie estaba encantado de conocerle ni de trabajar con él, no al menos de manera voluntaria, o esa era su percepción, pero al menos en una cosa deberían de estar de acuerdo, para aumentar las posibilidades de éxito del grupo, compenetración y trabajo, una vez pusieran pie en Sinophia Magna.

Tras terminar con la varilla de lho, lanzó la colilla al suelo y la pisó con el tacón de su bota. -Caballeros, hermana, indagaré un poco por ahí, a ver que rumores corren, si necesitan algo de mi, o montamos una reunión de operaciones, avísenme y acudiré raudo como un rayo-

Vipus sonrió, dejando entrever algunos huecos entre los estoicos dientes que le quedaban. Quizás Arcturus le devolvió el gesto; era difícil decirlo, por la máscara. Difícil decir lo que pasaba ahí detrás. Simplemente, se mantuvo allí de pie.

-No -dijo-. -No voy a dejale ver la esfera.

Quizás sonreía al decirlo. Parecía que no. Aunque tampoco sonaba más cortante que cualquier otra cosa que dijera. Era difícil, con aquella máscara...

-Aguarde un minuto, señor Karajcik -añadió, inclinándose hacia el arbitrador-, esto le interesa también. No sé cómo podríamos avisarle luego si lo necesitamos. ¿Tiene un intercomunicador?

Volvió a girarse hacia Vipus. -De todas formas -continuó en tono informativo -ya conocen el contenido de la esfera, lo compartí antes con ustedes; información genérica sobre Sinophia.* La información más importante no estaba en la esfera.

Se cercioró de que Isolda estaba escuchando y de que nadie más lo hacía, y estiró el cuello como confirmando de oído que la nave había efectivamente iniciado su singladura.

-Al activar el holograma albergado en la esfera, he sentido en mi mente, a través de la divina comunión con la máquina, la voz de nuestro Inquisidor Severus Vorn.

A continuación manipuló con delicada agilidad su flamante vocotransmisor** y comenzó a mover los labios sin articular palabra. Se dejó oír una voz que en tonos graves y con inflexiones artificiales decía lo siguiente:

Escucha con atención lo que te voy a decir. Nuestros movimientos están siendo estudiados, desconozco con qué intenciones. Para evitar a quienes nos vigilan he elegido la fecha y la ruta de viaje para que vuestro transporte se encuentre con una perturbación del empíreo que le obligue a desviarse de su ruta, pero una cápsula de desembarco especialmente preparada os permitirá separaros y llegar igualmente a Sinophia.

[Perseguid los asesinatos, pues parecen ocultar intenciones perversas para con la autoridad imperial, pero no olvidéis vuestro auténtico propósito.] Averiguad lo que podáis sobre Haarlock, no compartáis la información libremente y vigilad vuestras espaldas.

La nave partía de Escintila. Mientras, los acólitos recibieron el mensaje oculto que había dejado su inquisidor; su significado era confuso, pero no parecía augurar nada bueno.

En pocas minutos la nave había abandonado la gravedad planetaria y atravesaba el vacío espacial en busca de una entrada segura a la ruta disforme que llevase la nave a Sinophia, pero los pasajeros aún se vieron recluidos en sus camarotes hasta media hora antes de que se les permitiera moverse libremente a bordo. Un mensaje se repitió por los altavoces de toda la nave, anunciando que se esperaba que el trayecto durase aproximadamente 2 semanas.

No había muchos pasajeros, y de entre ellos la mayor parte parecían simples peregrinos; viajeros humildes que consideraban una labor sagrada visitar cada rincón del Imperio en veneración de sus santos. La tripulación era en muchos casos, poco sociable. La mayor parte tenían la carne pálida habitual entre los nacidos en el vacío, aunque los pocos que no compartían ese rasgo en seguida se abalanzaban sobre cualquier pasajero libre, narrando las bondades de sus artículos y especias a la venta, instando a que las probasen y comprasen alguna cantidad.

Pero lo más que se podía decir era que a bordo de la nave se respiraba un ambiente de tranquilidad al que los acólitos veteranos estaban poco acostumbrados. Aquellas dos semanas de tregua bien podrían ser la calma antes de la tormenta.