Partida Rol por web

¿Qué tal les habrá ido a los mercaderes? ¿Y a Yda y a Astiria? ¿Habrán alcanzado ya todos su objetivo?... Se cepillaba despacio, perdiendo el control de sus manos en beneficio de su mente. Sonrió al pensar en su hermano Sighard, segura de que se hallaría en buen estado y de que se labraría renombre. Entonces no pudo evitar recordar a los otros, los grandes desconocidos, he de preguntarle a Leradine… ¡Lo que no sé es cómo!... ¡Y ese anillo!... Torció el gesto y entonces recordó también a Henry, ¡A qué me la ha jugado!... Esperemos que no… Respiró hondo, Dewekinus le había dicho en más de una ocasión que no se llegaba a ningún sitio siendo excesivamente desconfiada, de manera que habría de confiar. Recordó también a la pareja de artistas, ¿dónde se habrán metido esos dos?... Frunció el ceño, lamentaba no haberlos visto otra vez, quizás les hubiera podido ayudar, en verdad no eran malos declinando versos.

Entonces se miró en el espejo, te vas a quedar para vestir santos… se dijo, cosa que por una parte le horrorizaba, pero prefería eso a que la obligasen a desposarse con alguien que no significase nada para ella. No sé que les asusta más si tu carácter o tu apellido… Posiblemente ambas cosas, se rió. Y así andaba Ghela, calentándose la cabeza con temas a los que no podía hallar solución, cuando un escalofrío le recorrió la espalda. ¿Qué ha sido eso?... Se quedó más quieta que un cirio de Iglesia. Por el rabillo del ojo le había parecido ver a alguien en la ventana, pero eso se le antojaba del todo imposible. Tanto leer te ha debido atontar… había estado repasando hasta tarde.

Aún así tomó la daga de uno de los cajones de la cómoda dónde ahora acostumbraba a guardarla y negó con la cabeza reiteradamente mientras pensaba: ¿Y se puede saber que vas a hacer con ella, aparte de aparentar lo que no sabes y ganarte un golpetazo?... Aunque no la soltó, se había acordado otra vez de repente de los relatos de Terrezia, que en mala hora se los había contado, ya que ahora cada vez que se encontraba en una posible situación desventajosa, se le venían a la testa. Debiera empezar a pensar seriamente en que me enseñasen a usar esto en condiciones… Se refería a la daga.

Por fin se volvió, alzándose de su asiento y dando un paso al frente: ¿Quién anda ahí?... Preguntó con incredulidad. ¿Y cómo ha llegado hasta aquí?... Su rostro reflejaba más asombro que miedo, agarró el porta velas con la otra mano y alumbró hacia allí. A ver si va a ser Leradine… aquella mujer tenía la destreza de aparecer y desaparecer a su antojo, infinitamente mejor que los magos de feria y dejando en nimiedades los trucos de los juglares del mercado, porque… como se hayan colado los bandidos hasta aquí, no tardo ni cinco minutos en pedirle a mi padre que encarcele a media guardia…

una capucha negra cubre el rostro de lo que parece una mujer no muy alta. jijijiji, no ha sido fácil llegar hasta aquí arriba, y querida... dijo con esa voz crepitante que tan nerviosa ponía a Ghela Después de lo que pasó, yo no me hospedaría a tal altura por si las moscas...

De repente un rayo extremadamente ramificado partió el cielo en dos, y tras el trueno, les siguió una ligera lluvia de verano. No había llovido desde el diluvio, y por suerte, este no sería de tales dimensiones.

Bien, espero que me dejes quedar un rato hasta que la lluvia pare, no querrás que me pase nada ¿verdad? a cambio, responderé a una pregunta de todas aquellas que rondan ahora mismo por tu cabeza.

La mujer parecía tranquila, caminaba por la habitación examinando hasta el último rincón.

¡Pero por dios bendito! Aquella mujer le ponía los pelos de punta a cualquiera, ¡pues no parecía que venía del propio tejado! Aún así no pudo evitar sonreír, sabía que tarde o temprano se presentaría allí, la observó durante unos instantes, preguntándose de dónde habría sacado tanta versatilidad. Dejó la daga sobre la cómoda, se acercó a la anciana, vela en mano, y justo cuando se hallaba a un palmo escaso de ella, sobrevino el relámpago, acompañado de la lluvia y unas palabras de Leradine con aquella voz cortante, que le recordaron la antigua tragedia. Jutta… Se estremeció mientras su mirada se perdía en la lluvia veraniega intermitente y sus sentimientos zozobraban ligeramente en el pasado. De pronto, agitó la cabeza, como despertando, y añadió. Ande, pase… acto seguido, le alcanzó un asiento, descanse… la invitó, veo que ha conseguido evitar a los bandidos y que no tiene miedo a las alturas... bromeó, haciéndose a un lado, por cierto, espero que no le estén dando guerra esos asaltadores, aunque no sé porqué, dudo que se atrevan… completó. Pensé en ir a verla, pero con ellos de por medio, no es cosa de broma… y seguro que por eso estás aquí, es como si supieras cuándo aparecer…

Después tomó una pieza de fruta y la colocó en su mano, cada vez que se encontraba junto a aquella mujer, se sentía como si lo supiera todo sobre sí misma, pero no sólo el ahora, sino cada partícula del devenir del hilo vital de Ghela, abarcando el pasado y el presente de una forma incomprensible. ¡Ya sé lo que parece!... Una tejedora de destinos… las últimas cuatro palabras se le escaparon en voz alta, enmarcadas por una expresión pensativa, y entonces respondió, de manera que decís que si os doy cobijo de esta lluvia imprevista, a cambio me responderéis a una pregunta de las muchas que me rondan por la testa… Apoyó el codo sobre la cómoda y, sonriendo pícaramente, continuó, una pregunta…

Pensó en el anillo con el emblema de los Scofferi, aunque le daba miedo que aquella anciana, algo siniestra, le declarase el precio que su padre pagaría por él, cada vez lo veía más anciano, perdiendo su vitalidad con cada estación. Esperaba que no hubiera entregado una vida por otra, entonces su pesar sería extremo. Tragó saliva y luego pensó en preguntar por su propio destino, por el de los mercaderes, por el de las cartas que deberían llegar, por Yda y Astiria, pero de golpe y porrazo decidió que todo aquello eran cosas de las que seguro se acabaría enterando. Sí, por suerte o por desgracia, terminaría ganando o perdiendo lo que sea que hubiera en juego en su futuro. ¿Quiénes son mis hermanastros?... Inquirió de sopetón, sin saber cómo al final se había decidido concretamente por aquella cuestión, pero allí quedó, sobrevolando el aire. A lo mejor porque pensaba que era la única respuesta que no podría alcanzar y porque poseía sentimientos francamente encontrados al respecto, que la sorprendían.

¿tejedora de destinos? jajajajajajajajijijijiji la mujer hechó una sonora carcajada que acabó en una risa irritante ¿no te lo quitas de la cabeza verdad? respiró hondo y dio un mordisco a la manzana que Ghela le había puesto en la mano. Mientras masticaba siguió hablando... Pues bien, hay dos hermanos legítimos y dos bastardos y hay uno cerca del otro. Hay uno cerca de ti, otro cercano a tu hermano Sighard. Ambos son más jóvenes que vosotros y son fruto de una relación entre tu padre Robert y una sirvienta de la corte. La sirvienta murió, y los niños fueron criados por separado, ellos no conocen su condición aunque se conocen, y como no, todos, los cuatro hermanos, tenéis la misma marca en el trasero, ese lunar en forma de colibrí. respiró de nuevo hondo dejando un silencio suficiente como para que la pobre muchacha se rehiciera de la cantidad de cosas que le había dicho.

Vaya, vaya, el colibrí… su lunar, lo que no me advertistéis es que vuestra respuesta a mi pregunta me generaría en sí misma un sinfín de incognitas aún mayor… ¿Y ahora qué se supone hago yo? ¿Ir mirando culos? Eso, eso, para que en cuatro días me queme la inquisición por buscar marcas satánicas o me encierren en una torre por falta de seso… Se aclaró la garganta, ¡Pues sí que estamos buenos! Vos disfrutáis con esto, ¿no es cierto?... Se rió. Había algo en la forma en la que aquella anciana escalofriante hacía las cosas, que no dejaba de ser insuperable. De pronto, una nueva pregunta la asaltó, ¿cómo podía saber tantas cosas aquella mujer sobre culos ajenos?

De manera que uno de los bastardos estaba ahora cerca de Sighard, pero vivía inicialmente en el feudo, luego había partido hacia Tierra Santa con él, bien formando parte de las tropas, o bien formando parte del séquito de seguidores. El número de aldeanos y gente del Castillo vivos se había reducido tras la catástrofe, así que estaba casi segura de que el dato sobre los muchachos que habían partido del pueblo y del propio castillo se podría comprobar con la disculpa de generar una lista o en su defecto un censo. Eso si Marius no lo había creado ya, que era lo más probable.

El que estaba cerca de ella era otra cuestión más complicada, tendría que preguntar a los sirvientes del castillo de más confianza y en la Iglesia, quizás en ambos lugares hallase más información sobre los dos. De manera que somos dos hermanos legítimos y otros dos que no lo son, en total cuatro hermanastros y ahora mismo uno de cada, a cada lado del océano, y todos con un pájaro marcado en mitad del trasero... ¿Era o no era para desquiciarse? Sé que habéis dicho que sólo contestaríais a una pregunta, pero ¿seguro que no podéis ser un pelín más explícita en la respuesta?… Bromeó. No me cabe duda de que sí, pero no os resultaría tan divertido… se respondió a sí misma en silencio. ¡Pues sí que estamos buenos! Sentenció por segunda vez.

la anciana sonrió tras las primeras palabras de Ghela no disfruto, pero son así las cosas, si cayeran del cielo ya no las necesitaríamos. continuó escuchando a Ghela, a la que veía confusa pero tratando de mantener las apariencias y mostrarse firme, segura y despreocupada.

Bien lo has dicho, la familia está bien repartida ¿no te parece? quizá uno se ocupe de ti y el otro de tu hermano... quien sabe... podrían incluso no saber de su sangre.

La lluvia cesó. y Leranide se levantó segundos más tarde Aprovecharé el parón, no quisiera molestarte más, has sido muy amable en resguardarme y darme esa manzana. acto seguido cerró el puño con los restos de aquella fruta y de repente apareció de nuevo, la hizo danzar entre sus manos con una agilidad notable y finalmente la dejó encima de la mesa. Aprovechó la perplejidad de Ghela para saltar por la ventana y desaparecer en la oscuridad.

Ghela corrió incrédula hacia el ventanal, se asomó, sacó medio cuerpo, pero ya no había rastro de aquella mujer.

“¿Quizá uno se ocupe de ti y el otro de tu hermano?”... ¿Qué diantres significaba aquello? Miraba la manzana, atónita. Ghela había visto a aquella anciana comérsela y ahora sus ojos la traicionaban. En ello estaba concentrada y precisamente eso fue lo que evitó que percibiera la marcha de la mujer hasta que ya era inevitablemente tarde. Se asomó a la ventana, pero ya no quedaba ni rastro de ella. Cuídese, Leradine, cuídese… y aunque así susurró, no podía evitar que una sensación de alivio recorriera su cuerpo y afianzara sus pies.

Lo que aquella mujer provocaba en su interior le generaba controversia, como un sinfín de situaciones más en los últimos tiempos. Sí, controversia, contradicción, el choque entre lo que creía y lo que era, que dominaba a esas alturas la vida interior de Ghela, doblegándola, alzándola, enfadándola y haciéndola cambiar.

Por una parte, sentía respeto en presencia de Leradine, temor a lo desconocido, a lo diferente, a lo inexplicable, a lo extraño, simbolizaba todo aquello que no puedes controlar y te desbarata interiormente, pero por otra, lo que le motivaba era un mar inmenso de inquietudes, despertaba en ella aún más si cabe el deseo de conocimiento y el sentimiento de que se hallaba ante un ser neutro y atemporal, como los oráculos de las tragedias griegas que últimamente le habían designado leer, aunque esto sonara como una locura o algo del todo imposible. ¿Qué o quién demonios será esta tejedora de destinos?... Pensó para sí, respirando en profundidad, sumida en sus pensamientos. Luego giró el rostro y observó de nuevo la manzana. ¡A ver quién se come eso ahora!... Sonrió, apagó la vela y se metió en la cama.

En breve comenzaría su labor de pesquisas a través de Gertrud su doncella, el Padre en la Iglesia, quizás el cuartel de los soldados o el mismísimo Marius si llegaba el caso. Nadie se extrañaría a esas alturas, se habían acostumbrado a que la hija del Señor de Scofferi se ocupara de temas en los que otras jamás meterían las narices. Cuando ya el sueño la vencía, se dio cuenta de una cosa, Leradine todavía no le había pedido el pago de su deuda. Ten por cuenta que no se ha olvidado, todo llegará, todo se andará...

Ghela se levantó pronto por la mañana, como solía hacer. Se aseó rápidamente para luego vestirse con la ayuda de Gertrudis. Esta misma la avisó de que Letta andaba jugando con un niño en el patio. El niño era Meeus. Ghela nunca había hablado con Meeus. Le había visto con Dewekinus. El filósofo, cuidaba de él, al igual que cuidaba de un loco llamado Denid. Denid era un ser que despertaba curiosidad y mil risas, no era problemático ni violento con la gente, si bien lo era con él mismo, estaba loco de remate. Por lo que sabía Ghela, cuando Dewekinus vivía en el bosque, allí donde había el viejo molino, ya cuidaba de ambos. Dewekinus tiene un gran corazón, pensó. Tras unos buenos apretones que ciñeron el vestido a su cuerpo, Gertrudis acabó de vestirla.

mi señora, ya está preparada. Déjeme ver, está tan bonita como siempre, debería decirle a su padre que le comprara un vestido Vereniano, he visto esos vestidos en doncellas llegadas de la franconia y de la península ítala. Son preciosos y le quedarían a usted...mmmm... cómo le quedarían.

Aquel último apretón que le ciñó el vestido le había exprimido el alma y Ghela había renegado de lo lindo por lo bajo, sí, son muy bonitos, cierto… trataba de ser amable. Vestidos… tenía un ciento. Bueno, exactamente un ciento no, pero de sobra, algunos de ellos casi sin estrenar. Añadir otro a la lista sería despilfarrar. A Terrezia le encantaban esos vestidos que Gertrudis mencionaba, adoraba ir a la moda y tiraba en muchas ocasiones de Ghela en ese aspecto, manteniéndola al día, pero ella a esas alturas se hallaba entretenida en vestirse apropiadamente otra cosa bien distinta, el seso en vez de el cuerpo, y además era consciente de algo que en otros tiempos ni siquiera le habría asomado a las entendederas, que las arcas del reino no eran eternas, que era más que preferible no alcanzar el fondo y que ahora mismo se estaban usando para otros fines.

Gertrud, la confianza entre ambas había mejorado, ella se había transformado en su doncella personal e incluso había ayudado a Ghela en el asunto de Yda, de la cual no sabía mucho, más bien lo mínimo, Sighard y ella se habían cuidado mucho en ese aspecto, pero eso había sido lo justo para demostrarle a la cortesana que aquella mujer sabía tener la lengua bien atada, de hecho, la conocía casi desde la infancia y siempre la había servido bien, aguantando su carácter sin rechistar en más de una ocasión. Me gustaría que me recordaras los sirvientes, no remarcó si varones o hembras, ya que ese era un dato fácil de cribar, a los que recuerdes, que hayan formado parte de nuestro servicio interno en las estancias del castillo desde mi infancia y, por una razón o por otra, ya no formen parte de él. Simuló intentar recordar, aunque no era cierto, era incapaz de hacerlo porque nunca les había prestado la suficiente atención y ahora se lamentaba enormemente, pero sabía que Gertrudis quizás sí se acordara, llevaba muchos años al servicio de su casa, podía resultar que conociese a la madre de los bastardos, supiese algo de ella o incluso de algún rumor.

No sabía si aquella sirvienta había desaparecido del servicio primero y luego muerto, o cómo había sucedido exactamente, por eso no puntualizó, pero estaba claro que si servía en la corte y su padre se había fijado en ella, antes o después habría pasado a formar parte del servicio interno del castillo, lo cual reducía bastante el número. Otra de las razones por las que no concretó más, fue porque no quería darle pistas de lo que buscaba exactamente, de la información que obtuviera sacaría sus propias conclusiones y posteriormente especificaría más si hacía falta. Me gustaría indagar sobre la situación de sus familias o de ellos mismos, era algo creíble, más aún cuando de un tiempo a esta parte participaba de las reuniones y asambleas de su padre, a lo mejor puedo hacer algo al respecto, dependiendo de la calidad de su servicio, por supuesto. Si no añadía algo semejante, estaba segura de que no iba a colar.

De repente un dato se le vino como una bofetada a la cabeza, ese Meeus… ¿Qué edad tenía? Huérfano, quizás nacido en el feudo, acogido por su maestro y obviamente menor que Ghela. ¿Tan cerca? No podía ser él, seguro que no era. Se hubiera dado cuenta. ¿O no? ¿Esas cosas se percibían? Cuando terminemos de charlar sobre este tema, le vas a decir a Letta que suba y… a ese Meeus también, quiero echarle un vistazo, pasa mucho tiempo junto a ella. ¿Vas a estar indagando a todo chico que sea huérfano que te encuentres en tu camino?… La íntima respuesta llegó con rapidez, lamentablemente, sí… se mordió el labio inferior con suavidad. Esto va a ser una verdadera locura…

miró a Ghela intrigada mientras escuchaba sus palabras, aunque luego cambió su expresión por aquella que gastaba siempre. Ghela había sido desde pequeña una muchacha muy curiosa, no era de extrañar que por su edad pasara a indagar otras cosas. ahora que recuerde, han pasado bastantes, iré a buscar a Letta y al muchacho, mientras voy tratando de recordar. Mejor pensado, le haré un listado, recuerdo a muchos pero no los sabría decir de memoria todos seguidos sin olvidarme de uno.

No pasó mucho rato hasta que la puerta sonara. Gertrudis tras llamar, abrió la puerta e hizo pasar a ambos niños. Aquí están mi señora Con una reverencia a los tres, desapareció tras la puerta y la cerró.

buenos días Ghela sonrió. mira Meeus, esta es Ghela, mi tutora

Meeus hizo una torpe reverencia tratando de imitar a la mujer que se había marchado por la puerta. buenos días Ghela, Letta me habla mucho de ti, ¡pero nunca me había dicho que eras tan hermosa! sonrió. El chico parecía no entender de cortesía, ni parecía prestar atención a la diferencia social.

frunciendo el ceño al oír las palabras de Meeus no debes tutearla Meeus, así nunca llegarás a ser un caballero.

Gertrudis le haría una lista, casi se atragantó al oírlo, esperaba que no contuviera un centenar de nombres, entonces sí que daba en loca, pero de remate. Gracias, Gretrud, quedo a la espera… la sirvienta se fue y Ghela abandonó sus aposentos, accedió a la sala de las doncellas y esperó a Letta y al muchacho allí, mientras su cabeza daba una y mil vueltas al mismo tema, esperando que la puerta se abriese de un momento a otro.

Y así lo hizo, Letta apareció en el umbral de la misma sonrojada por el juego reciente y sonriente, buenos días, querida, respondió al saludo de la muchacha, devolviéndole la sonrisa, y esperó, desesperándose de lo que halló. Sólo espero que éste no sea mi hermanastro… a Ghela le daba un mal, entre la pinta que llevaba y la falta de educación, el asunto sería muy delicado de sobrellevar. Lo observó estupefacta, ejem… ejem… farfulló mientras trataba de aclararse la garganta. Pasad, pasad... le animó a internarse algo más en la sala, Dewekinus me ha indicado que estáis a su cuidado, ¿siempre habéis vivido con él? ¿Nacisteis en este mismo feudo, Meeus? Palmeó en un asiento cercano a aquel en el que ella misma se hallaba para que Letta la acompañara y luego señaló otro un poco más a su izquierda para que lo hiciera el muchacho, ¿cómo ha sido vuestra vida? Contadme, muchacho, no ha debido ser fácil crecer sin vuestros padres. Ahora que lo tenía justo donde quería, es decir, en el lugar más luminoso de la estancia, recorrió sus rasgos con detenimiento, intentando encontrar algún destello en ellos de los de su progenitor. Yo que sé… apretó los labios y afinó la vista un poco más, ¿qué edad tenéis?

Espero que tenga la lengua lo suficientemente suelta… sobre todo, por lo que podría venir después.

El chico estaba de pie, tenso, abrumado por la belleza de Ghela y avergonzado por la riña de Letta. Aquella renacuaja se la había jugado, eso no le gustaba, encima que me molesto en entretenerla cuando acompaño a Dewekinus al patio. Meeus era mayor que Letta. Era un joven no muy alto de pelo oscuro y desaliñado. Sus ojos de color almendrados miraban a Ghela y su faz tomó un tono rojizo acentuado en sus mejillas. Ghela, digo, Mi señora. No se dónde nací, creo que aquí, pues no he visto nada más que esto. Dewekinus ha cuidado de mi siempre, no recuerdo a nadie más que se haya ocupado de mi y también se ha ocupado de Denid... es un buen hombre este Dewekinus sonríe con una mueca pilla. Tampoco se la edad que tengo, nunca me ha preocupado y nunca se lo he preguntado a Dewekinus. Parece que a él tampoco le ha importado mucho. No se lo que es vivir sin padres, nunca los he tenido, supongo que sería como vivir sin Dewekinus. Lo que si que le puedo decir es que la vida en la naturaleza, es más ardua que detrás de estas murallas, donde sirven estofado de cervatillo justo a la vuelta de la esquina y a sólo ¡medio feudado la ración!. Allí arriba no teníamos estos lujos. Debería ir un día y probarlos.

¿Debería ir arriba y probarlos?... Anda que no tenía guasa aquel mozuelo, aunque era mejor callarse y no decir nada parecido a aquello de: "de esta agua no beberé", ya que en última instancia y lamentablemente solía acabar sucediendo. De manera que Dewekinus... desde que tiene uso de razón siempre ha morado con él... a ese era más fácil preguntarle, lo cual le puso de mejor humor. En ese caso sois un chico con suerte, puesto que en el fondo, y, a pesar de las carencias, no os ha faltado lo más importante... el arropo de alguien cercano... a su manera aquel zagal había tenido una familia que además no era en absoluto desdeñable. Ghela tenía que admitir que cada vez tenía en mayor estima a su maestro, un anciano encomiable con una perspectiva del mundo sorprendente, y aceptaba sus consejos de buen grado.

Sus ojos se posaron en los del muchacho, como si retuvieran su mirada, en vez de sostenerla, ¿y habéis pensado qué os gustaría hacer en la vida, Meeus? ¿Os place aprender algún oficio en especial?... Esperó la respuesta a su pregunta en silencio, de ella dependían unas cuantas cuestiones que vendrían después. De pronto desvió la mirada hacia Letta y sonrió a la muchacha, alcanzándole una pieza de fruta de las que había allí dispuestas, primero a ella y al muchacho después, lo cual le llevó a recordar inevitablemente durante unos intantes la visita inesperada que había recibido la noche anterior.

Meeus se frotó la barbilla como si estuviera haciendo el esfuerzo de pensar en lo que aquella mujer le había preguntado. Frunció el ceño y luego levantó una ceja. pues la verdad no... no hay nada que me interese más que campar libre y a mis anchas por dónde me apetezca, quizá sería buen cazador o... o pastor, no se la verdad tampoco me interesan esos oficios. Aceptando la manzana de Ghela se la lleva directamente a la boca y la muerde. Masca con contundencia haciendo que sus muelas rechinen.

Letta mira mal a Meeus ¡eres un maleducado Meeus! teniendo a alguien como Dewekinus de tutor, debería avergonzarte... te urgas las narices, contestas mal, haces crujir tus muelas cuando comes ¡ahora que se que has pasado toda tu vida con Dewekinus me defraudas! ¡Pudiendo ser un mozo apuesto con modales has elegido ser un vulgar haragán!