Partida Rol por web

- Hijo, ven aquí. Tu padre y yo queremos hablar contigo. -, te dice tu madre entrando sin golpear a tu habitación, y descubriéndote tumbado boca abajo en la cama leyendo un libro.

- Deja lo que estás haciendo y sigueme. -

Levantas la cabeza del libro y sólo ves a tu madre salir de tu habitación. No es de extrañar que vaya vestida de negro, ni tampoco que sea así de fría contigo, sin embargo, esa túnica ceremonial... es extraña. Nunca se la habías visto puesta... ¿Qué querrán?

Sin perder un segundo, William cierra el libro y lo deja debajo de su libro. Si, madre. -responde William, escueto, al salir de la habitación con ella. Muda su rostro y lo cubre de una máscara de seriedad que acostumbra a llevar siempre que anda por esa lúgubre casa. Que querrán ahora...

Sigues a tu madre por la casa, descendiendo del primer piso a la planta baja. En ese momento, llegáis ambos a la biblioteca donde está de pie tu padre, con la misma túnica negra que lleva puesta tu madre. Parecen túnicas calcadas.

Tu padre saca su varita mágica, una varita totalmente negra y rígida y apunta con ella a uno de los grandes libreros del lugar.

Un rayo negro sale de la punta de su varita y golpea una serie de libros, a ti te parece que son al azar, igualmente, memorizas los libros por si acaso te sirve para alguna otra vez. El librero se torna transparente y puedes ver que detrás de él, una escalera oscura desciende hacia un sitio que antes no conocías.

- Vamos. -, te dice tu padre con el mismo tono de siempre. Nunca puedes darte cuenta si esta contento o rabioso. Es más, piensas que tu padre nunca ha sonreido en su vida.

Sin preguntar nada, William sigue a sus padres. Sabe que si tienen que decirle algo, lo harán cuando sea su momento. Aunque le gustaría saber a donde se lo llevan, lo descubrirá pronto. Mientras baja tras sus padres se fija mejor en las túnicas que llevan. No le suenan, pero quien sabe...

Desciendes por las escaleras oscuras, alumbradas cada tanto por una antorcha en la pared, que te deja ver con más claridad donde apoyas la mano a medida que bajas. Al final, llegas a una estancia, una especie de cueva donde tus padres parecen encajar perfectamente con el entorno.

Tus padres se adelantan hacia una especie de altar al final y se colocan uno a cada lado. Una copa realmente ornamentada esta justo en el centro, y a su lado un gran cuchillo ceremonial, apoyado justo sobre la base de la copa.

Ves como tu padre coge el cuchillo y se realiza un corte en la mano, dejando caer unas gotas de su sangre en la copa. Después, tu madre hace lo propio y te tiende el cuchillo a ti, esperando tu reacción.

Al ver que las cosas se están empezando a salir de madre, William no puede evitar preocuparse. Aunque manteniendo su faz seria, muchas dudas asaltan su mente. Alcanza el cuchillo que le tiende su madre y lo mira, aún húmedo de sangre. Antes de hacer nada, mira fijamente a sus padres.

Que es esto... Que pretendéis, padres? -les pregunta con un tono de voz frío. Nunca se enfrentaría a sus padres, pero la situación lo requiere. Sabe lo suficiente de magia negra como para dar su sangre a otra persona. Y aunque sus padres lo hagan y se lo inquieran con sus duras miradas, no hará nada sin una explicación.

Tu madre niega con la cabeza, mientras que el rostro de tu padre no cambia un ápice. Lentamente ves como su mano se mete dentro de su túnica y extrae nuevamente su varita.

Tu padre levanta la varita y te apunta con ella en el pecho mientras inclina un poco la cabeza como para apuntar mejor.

Puedes notar como unas palabras comienzan a salir de su boca. Las dice lentamente, como esperando unos segundos para ver que recapacitas.

Acostumbrado a ese tipo de trato, William mira los ojos de su padre y ve, claramente, que sería capaz que sacarle la sangre él mismo. Así que sin musitar una palabra, William se acerca al cáliz cuchillo en mano y se hace un corte en la mano, dejando caer su sangre encima de la de sus padre.

Tu padre sonrie... ¿sonrie?

¡¡¡Acabas de ver a tu padre sonreir!!!

Tu madre coje la copa y la rellena con un espeso vino. Después bebe un sorbo de la copa y se la pasa a tu padre, que hace lo mismo. Acto seguido, te tienden la copa a ti, con un gesto solemne y esperan tu reacción.

William coge la copa con la mano sana, notando así su peso. Mira el contenido de la copa y se extraña con la reacción de su padre, aunque sigue sin mostrar sentimiento en su mirada. Imitando a sus progenitores, y viendo claramente que no tiene otra opción, William bebe de la copa, notando en su boca el sabor de su sangre, de su linaje, y quizás también el sabor de las cadenas de hierro que lo atarán a ellos para siempre.

Al día siguiente, tras el juramento de sangre del que has participado, te sientes realmente bien, como si ahora tu cuerpo poseyera un poder especial... una fuerza especial. Tu padre te explicó que ese ritual es una tradición en tu familia y que tu lo deberás repetir cuando te cases y tu hijo tenga tu edad.

Has asentido ante las palabras de tu padre, aunque tampoco entiendes muy bien a que se debe el ritual, y pensando en eso, de repente, una lechuza entra a tu casa con un pergamino atado a la pata.

Con rapidez abres el pergamino y ves que en el, hay escrita una carta de tu amiga Brit.

Cita:

Al leer la carta de Britt, William suspira ante el dilema. A ser un chico tranquilo y de costumbres fijas, se le hace un poco pesado tener que romper con su rutina para visitar a Brittany. Sobretodo sabiendo como es ella. Aunque... -piensa al terminar la carta- Quizás tendría que ir. Sus padres son gente influyente y Britt no resulta tan desagradable. Quizás un poco... Excitable, pero se puede soportar... -sonríe mientras rebusca un pergamino en su escritorio, coge la pluma de cuervo que acostumbra a usar para escribir cartas. Antes de empezar a escribir, piensa el mejor modo de contestarle la carta.

Cita:

Tras escribir la carta, se queda un rato mirándola. Esparce algo de arena por encima para secar el exceso de tinta. Se acerca un momento a la ventana y echa un vistazo a uno de los altos pinos que hay en su enorme jardín. A lo lejos, avista a su buho, Alter, un macho gris perla que reposa tranquilamente. Con un silbido adecuado que no acostumbra a hacer delante de nadie, llama a Alter, que viene aleteando grácilmente sus alas. Sta la carta a la pata del animal y le susurra el nombre de cu compañera. El buho asiente y se lanza al aire.

William lo observa largo rato tras irse. Después, vuelve a su interesante libro. Uno sobre runas antiguas, relacionando una antigua cultura muggle con el mundo mágico. Ciertamente, -murmura William tras tumbarse en la cama- el padre de Nyna parece ser un gran historiador. Me pregunto como estará ella...

La lechuza sale volando por los aires con la carta en su pata. Te quedas mirando como aletea mientras piensas en Nyna... ¿estaría mal que le enviaras una carta?

Claro que tendría que ser en secreto, no quieres que tus padres se enteren que te carteas con ella, por que si lo hicieran... hum...

William sigue tranquilamente leyendo el libro, pero al hacerlo no puede editar recordar a Nyna. La forma en la que escribe su padre lo hace. Siempre tan apasionado, contando viejas batallas de goblins o intrigas sobre cierto alquimista de la forma más emocionante posible. Así que, al cabo de un rato, William echa un vistazo a la mesa y ve la pluma y pergamino sobrante que no utilizó en la carta de Britt.

Se levanta, dejando el libro abierto encima de la cama, y se dirige hacia la mesa. Se sienta y mira, durante unos instantes, el pergamino. Al cabo de un rato, esta vez más del que tardó al pensar en la carta de Britt, empieza a escribir.

Cita:

Tras codificar un mensaje tan simple como "Voy (quizás) a casa de Britt unos días. No te metas en mi jardín o mis padres acabarán contigo.", William se levanta y busca uno de los libros de maleficios famosos por su negra historia. Sale de su habitación con el libro, no sin antes arrugarlo como si fuera a tirarlo a la basura. Pero se lo guarda en el bolsillo.

Sin perder tiempo, pasa al lúgubre pasillo de su casa y se dirige hacia el jardín.

Llegas hasta el seto por donde se cuela tu amiga. Sabes que tus padres la aborrecen y además, te prohiben que hables o la veas, sin embargo, tu sabes como comunicarte con ella perfectamente...

Pero si tus padres se enterasen... dios te libre...

William sale del jardín a paso tranquilo. Cargando su libro de maldiciones con oscura historia, se sienta justo al lado del seto por el que Nyna acostumbra a colarse. Primero empieza a leer su libro tranquilamente, sentado en el suelo mismo. El tiempo no es demasiad húmedo y la hierba crece fresca sin estar mojada, así que no hay problema. Al cabo de leer unas páginas, William mete la mano en su bolsillo, de donde saca la carta, toda arrugada como si fuera a tirarla a la basura. Pero en lugar de eso, pone las manos detras de su espalda e impulsa la bola para que entre en una especie de agujero secreto que conecta los dos jardines. Lo hace con fuerza suficiente como para que se quede a medio camino. Ahora solo le cabrá esperar que nadie le hubiera visto.

Al parecer, estás completamente seguro que nadie te ha visto. Pero cuando alzas la mirada a la casa, en la planta de arriba puedes ver a tu elfo doméstico limpiando uno de los ventanales de la mansión.

¿Te habrá visto?

Estrechando levemente los ojos ante su indiscreción, William lamenta no haber entretenido al elfo con cualquier tarea inútil para asegurarse. Pero ya es demasiado tarde, solo le queda esperar que no lo haya visto. O..

Munkle! -exclama William con voz autoritaria, sin moverse del sitio en el que está sentado. Cierra el libro y espera a que se le aparezca.