Partida Rol por web

- Bien, si no molestamos demasiado aqui... claro está.. - contesta sin mirar al príncipe a los ojos.

El príncipe se limita a levantar su mano mostrándoos la palma como signo de espera. Cierra los ojos un poco y asiente en silencio.

El tiempo parece pasar lentamente, demasiado. En silencio en aquella sala os encontráis dos "jóvenes" vástagos acompañados del regente de la ciudad y de su mano derecha. Os acompañan en absoluto silencio, un silencio capaz de arrancaros palabras si es necesario. Sus ojos están fijos en vosotros, seguramente desconfiando de todo lo que habéis dicho. En ningún momento su presencia ha dejado de parecer inmensa, incluso en el Elíseo. Pero nada puede asegurar que está utilizando una disciplina allí, porque su presencia es tal que es imposible dudar de sus intenciones...

De pronto baja la mano y observa la puerta fijamente.

En el momento en el que Wilhelm mira hacia la puerta ésta se abre y una figura sofocada atraviesa el umbral. Se trata de Yvette, el Azote. Si fuese humana estaría jadeando y gimiendo de agotamiento. Sin embargo sí tiene los ojos bien abiertos y su boca toma aire de forma desaforada, incluso aunque no lo necesite. Sus manos tiemblan y su labios se aprietan en una mueca de enfado al entrar en la sala. Sus pelos están completamente revueltos y su piel muestra algunos golpes recientes.

Viste como siempre, con un abrigo negro muy largo. Calza botas militares con varias hebillas y en una de sus manos sujeta algo que esconde bajo la manga.

- ¿Por qué lo has hecho? ¡Te dije que jamás lo volvieras a hacer! -gruñe intentando aún ubicarse. De pronto parece darse cuenta de con quién habla y se ve obligada a bajar la cabeza y a tomarse un tiempo antes de volver a hablar-. ¿Qué queréis de mí y por qué me hacéis llamar? Está prohibido el uso de Disciplinas en este lugar, príncipe. Me encontraba en ciertos asuntos de relativa importancia que merecían mi atención, y ahora todo se ha ido al traste. ¡Todo!

Lentamente levanta la vista y ahora sí se fija en la compañía del príncipe, en Galatea y Sergei. En ese momento su rostro de furia cambia por otro de completo desconcierto.

El acompañante del príncipe niega con su cabeza cuando la mujer pronuncia las palabras. Era un hombre silencioso, más que su sire. Aún mantenía sus manos cruzadas sobre su regazo y observaba la situación. Movió su lengua dentro de su boca y la chasqueó, pero eso fue todo cuanto se escuchó salir de su boca.

No pareció alterlarse ante la agresividad de Yvette, y simplemente se limitó a mirarla, lo que bastó para que ésta se achantase.

- No me digas qué puedo y qué no puedo hacer en mi ciudad, mujer. Te he hecho venir porque tú has incumplido con tus cometidos. La compañía con la que me encuentro afirma que sabéis ciertas cosas que no han llegado hasta mí. Si eso es mentira ellos sufrirán por haberme hecho perder el tiempo, pero si es verdad, tendrás mucho que explicar, Yvette. Y ten por seguro que no seré tan magnánimo como cuando Anttoinette te colocó donde estás ahora -su tono de voz se fue haciendo más agresivo por momentos-. Es vuestro turno de preguntar lo que queríais. Y espero que todo esto valga la pena.

Al ver entrar al azote, Galatea no puede evitar dar un paso atrás. Nunca le ha gustado esta mujer, pero con todo lo que está pasando, siente verdadera aversión por ella. Clava su mirada en ella con dureza - ¿Es necesario de verdad que te preguntemos que está sucediendo?¿Qué sabes de lo que está pasando? ¿Por qué despues de que aparecieses en mi casa fue atacada y destrozada? - cuando habla de su casa su voz suena casi histérica - ¿Y que querías del Brujah? Maldita sea, ¡hay tantas preguntas que no se ni por donde empezar!.

Galatea apenas se da cuenta en el tono de voz que está hablando, pero todo lo que ha sucedido ha podido con ella, y necesita respuestas para poder solucionar todo esto lo más rápido posible y volver a su tranquila vida.

Sergei observa con los brazos cruzados a Galatea e Yvette. Sin duda es mucho mejor que las degeneradas charlen entre ellas. Practicamente había preguntado todo lo que querían saber. Así que esperaría a ver que tenía que decir Yvette antes de hacer algunas preguntas más.

Las palabras de Galatea volaron por la estancia como cuchillos que hubiesen impactado a Yvette. Ésta la miró con rabia y odio al mismo tiempo, pero su cuerpo era incapaz de moverse temerosa de la reacción del príncipe. Su mandíbula temblaba, y su entrecejo se estrechó ligeramente. Los revueltos cabellos de la mujer creaban un marco extraño en el deformado rostro de la mujer. Casí se podría decir que la hacía parecer un espectro ambulante.

Pasaron varios minutos en completo silencio. Nadie dijo una sola palabra o movió un solo músculo durante todo ese tiempo. Tal era el silencio que podían escucharse los pasos del vigilante de seguridad caminar por el suelo color salmón del museo. Si alguno hubiese sido humano seguramente también se habría podido escuchar el sonido de sus latidos, pero ahora los cuerpos se movían por arte de magia sin vida dentro de ellos. Gracias al poder de la sangre.

Yvette y Wilhelm mantenían un duelo de miradas. Los claros y azules ojos del Ventrue brillaban con intensidad. Los almendrados y marrones ojos de la mujer parecían hacerse cada vez más pequeños, y con menos fuerza. Era similar al efecto de una luciérnaga que se muere lentamente. Finalmente la mujer se dio por vencida y bajó su cabeza derrotada.

- No sé todo lo que ocurre, pero sí sé que van a por los neonatos más recientes. Vosotros, aunque respetados dentro de la sociedad, sois chiquillos recién liberados y con poco poder dentro de la ciudad. Como vosotros han muerto otros, y os he tenido vigilados y controlados para intentar encontrar algo -dijo la mujer aún con la mirada dirigida al suelo.

Frotó su cabeza un instante con su mano y acto seguido se incorporó nuevamente apoyando su cuerpo contra la pared. Parecía mucho más relajada, como si ya no tuviese nada más que perder.

- Os llevan siguiendo mucho tiempo. No sé si Sabbat, Inconnu o el qué, pero os siguen. Sois presas fáciles y rápidas de alcanzar, como si un león eligiese a la gacela más pequeña para darle caza. Por ahora sólo he interceptado a humanos. Están militarmente preparados, muy preparados. Rifles, chalecos, fósforo blanco... Es como si un pequeño ejército os hubiese declarado la guerra, joder. ¿No sois capaces de verlo? Aprovechan el caos reinante en la ciudad para atacaros. No sé lo que os harían, pero he descubierto los desechos de algunos, de los más nuevos. ¿Os suena el Maestro o Despojo? Sus chiquillos, Clara y Zoque han sido dados por desaparecidos. Nos están cazando -dice firmemente.

La mirada de la mujer está perdida en los ojos del príncipe. Es consciente del final que la espera, seguramente ensartada por su propio puño, o quizá obligada a tirarse contra un tren. Él podría hacerlo, y lo sabía.

- Entonces, ¿tratabas de protegernos? - mira friamente al azote casi incrédula y después vuelve su mirada a Sergei - Pero ... ¿qué quieren esos humanos de nosotros? - pregunta desconcertada - ¿Cuantos de los nuestros, a parte de esos dos, han caido?

Yvette continuaba apoyada en la pared, pero ante las preguntas de Galatea se empuja contra ésta para ponerse firme. Aprieta los dientes con rabia, y todos los allí presentes estáis seguros de que sería capaz de atacaros si no fuese por la presencia del príncipe.

- ¿Quién dijo protegeros, estúpida? ¿No oyes mis palabras? Sois la presa de algo mayor que vosotros, algo que está devorando el corazón de la ciudad lentamente -gruñe con los puños apretados-. Lo que quieren lo desconozco, quizá simplemente darnos caza, o alimentarse de nuestra sangre. ¿Por qué va a querer alguien nuestra maldición por volutad propia? ¡¿Por qué?! Ya han desaparecido 6, y sin un patrón aparente salvo el de vástagos de poco poder. Y eso os incluye. Atacan en sus refugios por sorpresa, a veces al amanecer al saber que descansan en su interior. En el otro lado de la ciudad también ocurre...

Cuando la mujer menciona el otro lado de la ciudad, aquel que está gobernado por Gustav, el príncipe Wilhelm gruñe casi de forma animal. Ha estado todo el tiempo en silencio escuchando las explicaciones de la mujer. Si le sorprendía o no era imposible saberlo debido a su pasividad, pero aquel nombre despertaba en el vástago una rabia fuera de lo normal. Su presencia se hizo mayor, parecía proyectar un halo de poder y magnificiencia inigualable. Sin embargo, Peter parece soportarlo mejor, casi acostumbrado, y apoyando una mano en su brazo le hace recordar dónde se encuentran. Su rostro se relaja poco a poco, y con un ademán de su mano indica a Yvette que siga hablando.

- Sé... sé que os han atacado recientemente. Vosotros sabréis más que yo, pudisteis verlos, ver sus armas, escucharlos. Llevarían algo identificativo, joder. Tú puedes ver cosas que otros no -dice encarándose con Galatea-. En el fondo de este pozo infecto en el que nos encontramos no hallarás nada salvo tu propia desgracia. Si aún te importa tu existencia dale un sentido. No sé si regresarán a por vosotros porque saben que estáis en alerta. Pero tampoco creo que cesen en su empeño. El ganado no puede organizarse de tal forma, y menos aún que puedan averiguar el paradero de los cainitas para luego seleccionar a los más débiles...

- Pero tú si sabes a por cuales de nosotros podrían ir, ¿no?. ¿Por qué no has avisado a nadie? A nosotros casi nos cazan, otros no han tenido tanta suerte, pero si nos hubieses advertido claramente, esto no habría pasado, nos habríamos organizado... y es lo que tenemos que hacer. No podemos permitir que sigan dándonos caza.... - habla mientras se lleva las manos a la sien y trata de concentrarse. - Los coches... tuvimos que ver alguna matrícula.. por ahí se podría empezar....

Sergei niega con la cabeza.

-No es facil fijarse en esos detalles cuando te están cazando. Pero creo que es posible que pronto intenten cazar a Kara, la otra chiquilla de mi Sire. Deberíamos advertirla... o usarla de cebo.

- ¿Pero no está normalmente al otro lado de la ciudad?

-Si, eso sería un problema, la verdad- dice elevando la mirada hacia el Príncipe, casi esperando su gruñido.

Mentar el otro lado de la ciudad tan solo conseguía que el príncipe os mirase con los ojos inyectados en sangre. Sus manos apretaban los brazos del sillón donde estaba sentado, y la madera y piel que componían el asiento se resquebrajaba ante su fuerza. Era atípico observar cómo aquel elegante y orgulloso Ventrue perdía los nervios ante tal situación. Su mirada se clavó en Yvette, y ésta volvió a hablar, insegura de si lo hacía de forma voluntaria u obligada.

- Tienen un único patrón. Buscan a los nuevos, a los menos poderosos, por lo que la ciudad no corría peligro. Avisé a aquellos que eran prioritarios para los primogénitos y vástagos más poderosos. Y joder, vosotros dos estabais en esa lista, pero era imposible dar con vosotros. Yo era una persona, y ellos son varios. Pero... pero podría arreglarlo, sí. Puedo encontrarlos si es necesario, si me dais tiempo puedo dar con ellos. Aún conozco de otros que pueden ser de interés para ellos -dijo nerviosa y con los ojos mirando a ambos, nunca dirigiéndose al príncipe-. Incluso puedo conseguir que Kara venga a este lado de la ciudad si es que estáis interesados, ¿sí?

Galatea asiente seria y cada vez más sombría. - Claro que nos interesa, nuestra vida está en peligro, y no voy a dejar que terminen con lo que tengo ahora... - baja la mirada al recordar su casa - Quiero que esto termine.. quiero darles caza.

-El caso es saber que demonios está pasando. Podemos ir a buscar a algunos de esa lista y advertirlos...- dice Sergey, al Príncipe no le ha hecho mucha gracia el asunto del otro lado de la ciudad, a´si que si es posible prefiere dejarlo a un lado por ahora.

Cuando Yvette se disponía a hablar su boca se cierra súbitamente. Sus ojos se vuelven blancos completamente, y sus manos se contraen formando extrañas formas pegadas a su cuerpo. Sus piernas por el contrario no se movían extrañamente, si no que poco a poco iban dando pasos acercándose al lugar que ocupaba el príncipe y el otro vástago. Wilhelm estaba en pie con la mano prolongada hacia ella y la movía provocando los movimientos del Azote. En aquel lugar estaba prohibido el uso de Disciplinas, y todo aquello que ahora estaba ocurriendo transgredía todas las normas fijadas por él mismo.

La habitación parecía haberse hecho más pequeña, agobiante. Incluso se podría decir que la temperatura era más elevada, aunque eso era imposible, sin duda. Wilhelm mantenía un aspecto sereno pese a lo que hacía, habiendo perdido la calma tan solo al mencionar el otro lado de la ciudad. ¿Cuándo no lo había hecho al recordar quién gobernaba la otra "ciudad?".

- Vosotros os encargaréis de lo que hasta ahora hacía Yvette. Ahora ella pagará por sus actos, y la primogenitura decidirá qué hacer, si mantenerla como Azote, desterrarla o declarar una Caza de Sangre. Si es tal como ha dicho ella, los que os cazan van a por vástagos jóvenes, así que no será un problema para nosotros, si no vuestro -dijo firmemente-. Sin embargo, tenéis una semana para ello, o si no seréis declarados como traidores a la Camarilla, y por lo tanto seréis cazados y juzgados. No somos bestias, pero más os vale tener una buena defensa si fracasáis. ¿Algo que decir?

El Príncipe no miraba en ningún momento a Galatea o Sergei, y su visión se centraba en la "traidora" Yvette. Peter por el contrario sí se había movido, y ahora se situaba al lado de la puerta. Tenía las manos cruzadas y os observaba en silencio, seguramente esperando algún tipo de respuesta hacia su señor.

Galatea retrocedió un paso y observó al príncipe sin osar hacerlo directamente.

- Claro Señor, haremos lo que nos ordeneis. - dijo sin más. Tenía el cuerpo tan tenso que si alguien la hubiese golpeado podría haberla roto en mil pedazos.