Partida Rol por web

Huraiva cae al suelo, boca arriba, con la boca bien abierta, encorba el cuello y se aferra el vientre con ambas manos sin tocar la flecha lanzando un grito - ¡¡ Iaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaagh !! - El vientre y el pecho de Huraiva ascienden y convulsan involuntariamente mientras ella mira al cielo y una mano a ciegas busca el arco, tal vez los estertores apenas duren unos segundos antes de que sus ojos deban ser cerrados por terceros

Cyryatan se levanta sobre sus rodillas en un momento dado y descarga el alfange con furia sobre su enemigo ...

Cyryatan, desde suelo y cual perro acorralado, golpea ferozmente al soldado gondoriano. Forcejean entre rociones de agua y fango hasta que conmocionado y contusionado por los golpes, el soldado deja de resistirse y Cyryatan puede mantenerlo bajo las frías y poco profundas aguas de la salina, hasta que deja de moverse.

El sargento empieza a despejarse, aunque sigue conmocionado. Ha logrado alejarse unos valiosos metros, cuando vocea, dirigiéndose al soldado que esgrime el arco:

-¡Gantur, sal de aquí y avisa a las autoridades... cof... cof... Hay enemigos infiltrados en la zona!

Elhediel, en un ataque de furia nacida de la precariedad de Huraiva y del posible alertamiento de las fuerzas gondorianas, golpea al soldado reiteradamente hasta acabar con su vida por contusiones varias. Mientras, el sargento se aprieta el vientre con un lienzo -que ha rasgado de su capa-, y el tal Gantur, siguiendo las órdenes de su superior rompe a correr hacia noroeste sin soltar el arco.

Al ver que ha dejado de pelear, Cyryatan se levanta y avanza por el agua a grandes zancadas a por el sargento, que intenta alejarse bastante aturdirdo, nada más llegar a él intenta golpearlo con violencia una vez más ...

-¡¡¡Elhediel!!! ¡Coge al que está intentando escapar!-

Cyryatan se levanta raudo y se precipita hacia el sargento -chapoteando furioso por la salina- cual mûmakil enloquecido. Entonces, alza el alfange que se reflejan en sus pupilas [del sargento], más su semblante no se altera, manteniendo una noble catadura. Y no pide cuartel. Sabe que morirá cumpliendo su deber, que no es otro que el de proteger las fronteras de Gondor de corsarios, mornumadain y otra moralla indeseable. De vosotros.

El golpe le arranca de cuajo el escudo, que se desplaza varios metros, lastimándole el brazo. Mas el sargento se mantiene de rodillas. Te mira fijamente. Y te escupe, sin demasiado éxito.

-¡Mátame ya, condenado mornumedain!

Kreontas ha taponado la herida de Elenna con un lienzo, previamente limpiado en un cañizo cercano. También ha aplicado un poco de barro a la herida, previa comprobación de su gravedad y profundidad. Afortunadamente, no era grave. Después recostó a la cómitre sobre el retorcido árbol de la salina. Al menos había dejado de sangrar.

-¡Saldrás de esta, Elenna! Mas no opino lo mismo de Huraiva -dice mirando hacia la haradan semihundida en las aguas frías de la salina con el gesto henchido por el dolor- ¡No te muevas. Voy a socorrerla! ¡Que Allah nos ayude en estas horas terribles!

Elhediel, en un movimiento extraordinario -indudablemente fruto de la adrenalina-, corre hasta Huraiva, a la que saca del caño hasta tierra más firme y le coge prestado el carcaj y el arco. Y después de besarle en la frente -que nota extremadamente fría- corre en pos del soldado huido. La misión depende ahora de que ese soldado no pueda alertar al mando gondoriano.

Después de romperle el escudo, el sargento quedó de rodillas frente a Cyryatan y le escupió, algo que no sorprendió al corsario en absoluto. Con un rápido movimiento, el Capitán del Manawnûl cargo el alfanje por encima de la cabeza de su enemigo con toda la potencia de la que fue capaz a la vez que chillaba.

-¡¡Muere ... Perro!!-

El arma descendió a gran velocidad y chocó con la ligera oposición que presentaba la espada del soldado, desplazandola inmediatamente. Con los pocos reflejos que le quedaban, el sargento ladeo un poco su cuerpo para evitar que el golpe fuera directamente a su cabeza. Pero a pesar de conseguirlo, el metal se clavo en la base del cuello, al lado de la clavicula, destrozando la caja torácica y llegando al corazón. Cyryatan tuvo que estirar con fuerza para extraer el arma, no podía perder más tiempo ...

-Encargate de los heridos hasta que volvamos- le ordenó a Kreontas.

Corréis tras el soldado. Cyryatan pronto adelanta a Elhediel con sus grandes zancadas. Y viendo la fémina que el soldado no podrá escapar del númenóreano, hace un esfuerzo más -realmente se encuentra exhausta-, clava los pies en el barro, carga a toda prisa la flecha... el tiempo pasa... ¡Joder, por qué todo sale mal cuanto tienes prisa!... ¡Joder! Nada que hacer. Cuando levanta la vista para apuntar, el soldado, e incluso Cyryatan, ya están fuera del alcance de su flecha. Podría disparar, más no merecería la pena. La corsaria no es precisamente Beleg Cuthalion. Así que, maldice en voz alta, y baja el arco. Y toma resuello, que buena falta le hacía.