Partida Rol por web

Cyryatan corrió e intentó atacar al soldado que huía por la espalda ...

Cyryatan, pediendo todo compás de destreza, y presa de la rabia, acomete al adversario. Para firme, deja al soldado acometer un furioso revés, y a mitad del movimiento, cuando calcula que el gondoriano tendría adelantado el pie contrario, echa hacia atrás su brazo coronado por el alfanje y lo descarga violentamente, derribando al soldado de Lebennin, que cae de bruces en el barro.

Al verlo derribado en el suelo, el capitán vuelve con otra estocada mortal de arriba a abajo, hoy había vuelto a mancharse hasta los codos de sangre ...

Golpeas al soldado hasta que deja de moverse, tirado en el suelo. Simplemente queda rematarlo. Y dado el sanguinolento estado en el que se encuentra no te supondrá ninguna satisfacción. Pero son cosas de la guerra. Todas esas historias heróicas que se cuentan... Ente jadeos y sudores te paras unos segundos a pensarlo, y sientes vergüenza, por toda la raza de los Hombres. Mas pronto sales de tus cavilaciones: ¡Huraiva puede estar ya muerta!

Para cuando lo atraviesas para rematarlo, Elhediel, jadeante también, ha alcanzado tu posición.

El capitán se giró bastante cansado hacía Elhediel, que acababa de llegar a su lado. LLevaba las ropas negras completamente empapadas, llenas de sagre y fango y, el pelo mojado y sucio. Con gesto serio miró a la pelirroja, estaba completamente sorprendido de como había peleado. Nunca hubiera imaginado que una chica tan joven y tan en apariencia fragil, pudiera luchar con tal furia y pundonor.

-¿Estas bien? No dejas de sorprenderme Elhediel ... estoy impresionado- le dijo con tono serio mientras se apoyaba con ambas manos en su rodillas, intentando recuperar el resuello tras haber matado a tres hombres a espada -Bien, creo que tenemos heridos, volvamos a ver que es lo que hacemos a partir de ahora- El Capitán guardó entonces sus armas y escondió el cuerpo ligeramente entre unos matorrales acuiferos, no quería que alguién encontrara por error a ese y descubriera a los otros -Vamos ...- La instó a ir delante mirandole a los ojos, se la notaba cansada pero no exahusta, lo que no dejaba de cautivar al capitán ...

Se nos han resistido estos malditos soldados, como se agarraban a la vida los muy bribones.Pero que fieles a su Rey. ¡Ni siquiera han pedido clemencia! Por suerte para nosotros hemos salido mejor parados, pese a todo.

Estoy cansada, la intensidad del combate me ha dejado exhausta…para cuando doy alcance a Cyryatán tengo que apoyarme en un árbol a tomar aliento.

-Si Capitán, sólo necesito unos minutos…pero tampoco los tenemos…debemos apresurarnos a ver como están el resto…luego descansaré, ahora nos necesitan y eso es lo primero. Ni su aspecto mugriento y embarrado le quitan un ápice de gallardía y perfección.

Mientras arrastramos el cuerpo del arquero me apodero de su arma, una espada ancha gondoriana, ya volveremos a por el arco en otro momento..es muy pesado y ya voy cargada con  el de Huraiva

Regreso sobre mis pasos hacia donde nos aguardan los nuestros esperando buenas noticias. No avanzo tan deprisa como quisiera, el carcaj y el arco en la mano me pesan, pero no pienso abandonarlo…

Kreontas estaba ya sobre la joven haradan:

-Procura no toser, ni moverte-le dijo, aunque no estaba la moza para contestaciones.

La sangre se derramaba dulcemente entre los dedos de Huraiva -que en su deliquio sujetaba fuertemente la flecha, como si fuera un pequeño tesoro-, y continuaba corriendo cintura abajo, por los muslos, extendiéndose como vino aguado entre las aguas de la salina.

Era muy joven para morir. Kreontas apretó los dientes ¡Estas salinas no serían su tumba! Entonces recordó sus días de aprendiz en Umbar. Sus clases de medicina, a las que no prestó la suficiente atención. A él le preocuparon siempre más las estrellas. Y recordaba a los hechiceros del Cuarto Nivel: los Curanderos, que muchas veces charlaban sobre los órganos que pueblan nuestras vísceras. ¡Si pudiera recordar! ¡Venga, viejo carcamal, recuerda por una vez!

Pronto fueron acudiendo a su memoria desde el pasado remoto* algunos de esos órganos vitales: el hígado, el páncreas, el estómago... bien, la flecha había penetrado más abajo. No parecía haber horadado ningún órgano vital. Kreontas palpó con cuidado la espalda de Huraiva: ¡Alabado sea Ulmo, la punta de la flecha asomaba por el otro lado! Una herida limpia. Mas no se atrevía a tocarlo. Huraiva estaba tiritando.

Debo hacer algo, pensó el astrólogo, o se desangra aquí como un verraco. La idea le hacía desfallecer. Mas si se sacaba esa flecha, Huraiva se vaciaría por la herida.

Alrededor continuaba la pelea, y todos estaban harto ocupados como para pedir ayuda. Incluso podría venir un enemigo y rebanarle lindamente el pescuezo. Así que resolvió cerrar la boca y apañárselas solo. Volvió su atención a la joven, que parecía respirar bien; mas la sangre seguía fluyendo debilitándola cada vez más.

Tengo que atajar esto -se dijo por fin- o encargar misas. Así que cogió un puñado de tierra, lo más seca que pudo, para formar coágulo. Cortó dos trozos de faldón de la túnica y los apretó contra la herida, por los dos orificios. Aquello tuvo que escocer, pues Huraiva se retorció dolorida, menos mal que se había desmayado. Todavía tenía pulso, aunque leve.

Eh... viejo.... - Las manos temblorosas de Huraiva sujetaban la flecha, moviéndola de un lado a otro, aunque esto pareciera doloroso, Huraiva ya no sentía el dolor de la herida, era el dolor de la muerte el que se habia propagado por su cuerpo mientras sentía su sangre caliente aflorar por su piel para enfriarse rápidamente con el viento que soplaba - ... hice lo que pude... yo.... yo no....

Huraiva apretó los ojos para tratar de que las palabras salieran de sus labios, pero ya no era capaz de ver nada, y apretó los dientes dejando escapar un sibilante gemidito al sentir manos ajenas manipulando su herida

El tiempo pasa confuso para Kreontas. Mas Huraiva parece fuerte, y es joven, lo que le aporta unas enormes ganas de vivir. La muchacha empieza entonces a sudar y a murmurar, como si luchara contra sus propias pesadillas. Pronto llegan Cyryatan y Elhediel, para entonces Huraiva ha dejado de sangrar copiosamente.

Kreontas se gira entonces para hablar con Cyryatan, su rostro arrugado y curtido se halla ahora brillante de sudor y tiznado de sangre, al igual que sus vestiduras: -¡Capitán debemos construir una parihuela para Huraiva! Y la flecha, qué hacemos con ella...

Sin pensarlo dos veces salgo disparada en busca de algo que nos pueda servir para confeccionar una parihuela, cañas gruesas…leños…ramas…cualquier cosa a falta de lo mejor. Y para atarlo todo...mmm … Elhediel piensa -.digo para mi misma- tal vez Huraiva lleve en su atillo unas cuerdas, o quizás el viejo Kreontas…con toda su sabiduría seguro que pensó que pudieran hacernos falta.

Corro de un lado a otro como si mi vida fuera en ello… mi joven amiga está en peligro y los segundos pueden ser decisivos para su sanación.

Elenna se apoya en el tronco del árbol con ayuda de Kreontas- gra…gracias…- dice entre un susurro, pocas veces decía esa palabra pero esta vez le había salido de todo corazón. Observa su alrededor todo estaba sumido en el caos y ella estaba un poco alejada de todo eso, frustrada por no poder sacar su espada y clavársela a alguno de esos bastardos -Mal...mal...malditos...- dice a la vez que con una de sus manos roza la empuñadura de su espada, con una mirada rabiosa.

La herida le habia dejado de sangrar pero a la minima que hiciera cualquier esfuerzo se le volvería a abrir.

Al llegar a donde estaba el resto del grupo, Cyryatan se acercó a donde estaban los heridos -¿Como están Kreontas?- Su cabeza era un remolino de ideas sobre lo que hacer a partir de ahora, pero hasta que no supiera el estado de Elenna y de Huraiva no podía decidir nada. El capitán fue hasta el arbol donde estaba la comitre, le puso la mano en el hombro y le preguntó también -¿Que me dices Elenna ... ¿Podrás seguir adelante?-

Mientras, Elhediel buscaba el material para hacer unas parihuelas con las que transportar a Huraiva, sin duda, las iban a necesitar. Antes de que le contestaran, Cyryatan decidió adelantar la faena y se uso a amontonar y esconder los cadaveres como pudo ...

Kreontas tuerce el gesto ante la pregunta de su capitán. Después mira a Huraiva, que permanece desmayada: -No pasará de esta noche si no se hace algo con esa herida. Aunque la chica es más fuerte de lo que había pensado. Es terrible que el galeno esté tan lejos, en el Manawnûl. Aunque casi mejor, porque de ese sangrador me fío menos que de Eldacar y sus descendientes, que más matan los médicos que el verdugo.

-Sólo espero que estéis bien provistos del hierbas curativas como avisó el director de juego... ;).

Elehediel encontró numerosos juncos. Y también ramas, y una curiosa variedad de bejuco que estrangulaba los torcidos árboles de una zona pantanosa cercana. La corsaria era muy buena buscando cosas, y muy afortunada. De hecho, estabais teniendo mucha suerte desde que Huraiva fuera herida, como si el destino no quisiera que la haradan muriera. Como si le tuviera un sino mucho más interesante reservado.

Ahora sólo restaba construir la parihuela. Elhediel era mañosa, pero para eso necesitaría ayuda.

-¡Muy buen trabajo, pelirroja!

Toma -te dice acercándote una hojitas de Arlan que ha aglomerado con barro- aplícaselas a Huraiva en la herida cuando sangre menos. Y esto -continúa, dándote un lienzo húmedo pero que notas caliente*-, pónselo en la frente si empieza a tener fiebre.

-Y lo más importante... -termina, urgándose en una de sus faltriqueras, para sacar una pequeña redoma sólidamente sellada- son un preparado de polvos de la nuez Fek: hazme una infusión con ellos -También te da una pequeña y abollada cacerola de metal-, que yo tengo cosas que hacer con esos juncos.

-¿Serás capaz de encargarte de todo, jovencita?

Regreso junto al resto cargada de juncos y ramas y los dejo caer medio extenuada, con la lengua fuera . No me puedo creer la suerte que he tenido, en menos e 20 minutos ya estaba de vuelta, ahora solo resta esperar que el cuerpo de la joven aguante un poco más. Me acerco a ella, parece profundamente dormida…ha perdido mucha sangre y se habrá desmayado. Le tomo la mano…la tiene tan fría que me asusto.

 Desvío la mirada hacía Elenna, Cyryatán está con ella, la pobre está apoya en un árbol y parece con pocas energías. Quiero animarla – Ánimo Elenna, que lo peor ya ha pasado. Hemos podido con esos bastardos y ahora mismo sirven de pasto para las aves carroñeras.

- Kreontas- digo, pero el viejo se había adelantado y me estaba hablando.

¡Uy! Tantos halagos en tan poco rato, primero el Capitán y ahora el astrólogo, me voy a sonrojar más de lo que ya estoy, aunque no creo que se  note demasiado…el color de mis mejillas debe estar ya subido de tono debido a los esfuerzos y el sudor.

Me da unas hojitas, que no tengo ni idea de que son pero que debo aplicarlas en la herida de mi amiga cuando esta sangre menos, y un lienzo empapado en caso de fiebre. Bueno, más vale esto que nada.  Luego me agarra la mano y deposita en ella lo que parece un preparado de los suyos, mientras con la otra mano me alarga una deteriorada cacerola. Ahora a preparar una infusión que espero sea milagrosa. El problema va a ser…encender un pequeño fuego y que no llame demasiado la atención