Partida Rol por web

El viejo Kreontas observa el combate desde una prudente distancia. Y corrobora que Elhediel tiene dificultades con su adversario, así que decide ayudarla haciendo uso de su magia; mas poco puede hacer de momento ante la precaria situación de la cómitre, así que también vocea en haradaico, para que los guardias no le entiendan:

-¡Capitán, Elenna está en serias dificultades!

Elhediel suelta una cuchillada feroz en el costado del soldadado gondoriano, cuyo semblante -roto por la sorpresa-, denota un esto no le puede estar pasando al hijo de su madre. No por una mujer. Después se echa la mano a la herida, de la que brota sangre generosamente. Su cara se vuelve líbida por momentos mientras en sus pupilas se refleja el filo de la espada corta de la corsario que vuelve a por él. Para rematarlo: esta noche Melkor va a tener invitados a cenar.

Elenna, herida, se cubre ante el siguiente golpe del rudo soldado gondoriano, consiguiendo que el daño sea lo menor posible y que pronto lleguen sus compañeros para socorrerla. Después mira de reojo a su sargento, al que ve en poco deseable situación, con lo que tuerce el gesto, e inmediatamente deja de disfrutar de su victoria...

Cyryatan ve como el soldado que ataca a Elenna vuelve a la carga y decide atacarlo dejando al sargento durante un momento, ya que está aturdido. Se va a arrepentir de haberla herido ...

Mientras el sargento cae de rodillas con la tez pálida por momentos, Cyrytan salta raudo a un flanco para asestar un terrible golpe al adversario de Elenna, cayendo los dos entre rociones de agua y espuma. El soldado maldice conmocionado mientras da con sus huesos en el fango.

Seguían tintineando los filos en la salina mientras Elhediel avanzaba soltando tajos con su corta espada y el soldado se cubría como mejor podía, ya que continuaba conmocionado. Hasta que finalmente el arma de la corsaria volvió a rasgar paño y tocar carne. Un feo arañazo pese a no sangrar.

Una sonrisa heroica se empezaba a dibujar en la cara de la jovencísima pelirroja, que siempre había disfrutado con historias imposibles de marinos, y esta vez era ella la protagonista de la historia. Y se lo estaba ganando a hierro y fuego. Mejor dicho, a hierro y agua, que todavía no se había olvidado de la tormenta, cuando se dispuso a atacar de nuevo a su oponente...

Kreontas, que ya respira aliviado, se dirige hasta Elenna, que es la que peor parada se haya. No es curandero, pero algunos conocimientos tiene de medicina, como erudito que es. Mientras avanza hacia ella echa mano a las faltriqueras de su túnica, para comprobar si se ha traido hierbas curativas, y si están en condiciones tras haberse zambullido en los caños.

A Elenna la habían malherido, se apoya contra un viejo tronco de un árbol, con una respiración rápida, un sudor frío recorre su frente. La herida comienza a sangrarle como si de una pequeña fuente se tratara. Al principio no se había percatado de la herida a causa de la excitación del momento, se mira el pecho y observa que su ropaje esta de un rojo intenso – vaya, la sangre del soldado me ha ensuciado…- piensa cuando de golpe un dolor le sobresalta- ¡Mierda!- dice al ver que la sangre era suya.

Una de las manos la sigue teniendo en el tronco mientras que con la otra se tapa la herida con fuerza, tenia que cortar la hemorragia antes de morir tristemente desangrada.

Levanta la vista, observando la situación que le rodeaba. Todo parecía trascurrir ralentizado. Kreontas se acerca a ella con una mirada de preocupación.

Cyryatan intenta acabar con la vida del hombre que acaba de derribar y lanza un espadazo con todas sus fuerzas ...

Cyryatan y su enemigo se enzarzan en una lucha sin cuartel por el agua empantanada, lo que hace que el Capitán no pueda conseguir su objetivo de herir nuevamente al soldado, nunca es facil matar a un hombre y, este se estaba resistiendo ...

-¡Tusona haradan!- grita el soldado gondoriano mientras una flecha silba entre los combatientes para acabar, con certera mala suerte, entre las tripas de Huravia, que mira incrédula hacia la herida mientras su rostro se torna blanco como la cera de las velas y deja caer su arco y flecha ya cargada. Al menos una flecha suelta no ha herido a un compañero...