Partida Rol por web

Un escalofrío recorre la espalda de la joven, el ambiente le hacía sentir incomoda… echaba de menos echarse a la mar, ¡oh sí! Eso le encantaba y le hacía sentir bien. En tierra normalmente no se acababa de adaptar del todo.

Al rato de estar en el exterior observa de reojo como la pareja de la fulana y el hombre comienzan a discutir- ¡qué asco me dan!- pensaba para sí misma- él por tratar así a una mujer… y ella por dejarse…- piensa indignada, odiaba ese tipo de situación.

Se mantiene a distancia sin meterse en el lio, no estaba en su tierra y tenían que pasar desapercibida. Sabía que una buena pelea la animaría… pero no era el momento adecuado.

Al poco se abre la puerta y sale el hombre con el que cruzaste miradas en la posada. Parece un bandido, un tahúr. Lleva una pelliza desgastada, unos pantalones anchos y borceguís de montero. Es rubio y atractivo, delgado pero más alto que tú. Luce una cicatriz en la mejilla, que lejos de afearlo le da carácter. 

-¡Voto a Eru, que jamás vi hembra tan jarifa! -te dice con los ojos entornados mientras se acaricia las guías del bigote- si quieres podemos dar un paseo tú y yo solos por ahí. Hace una noche estupenda -continúa, recurriendo al sarcasmo.

Elenna está apoyada en la pared con los brazos cruzados, cuando de golpe el joven que había echado el ojo sale de la taberna. Lo observa de arriba abajo, con un semblante serio, no estaba de humor… la situación que tenia actualmente con el capitán no le agradaba. En cuanto el chico se dirige a ella a esta le sale una sonrisa picara- no será lo mismo que con el capitán… pero me quitaré un poco de tensión acumulada… -piensa para sí misma, a la vez que lo sigue con la mirada hasta tenerlo delante de ella.

En cuanto lo tiene delante lo observa con una mirada felina, sus ojos parecían que brillaban bajo la luz tenue del callejón –basta de romanticismos…-dice con un tono agresivo a la vez que lo agarra de la nuca y lo arrastra hacia ella. Comienza a besarlo apasionadamente, metiendo su suave lengua en su boca- no esta tan mal…-pensaba para sí misma. Elenna se estaba divirtiendo, ese tío era un idiota, guapo pero tonto, se estaba convirtiendo en su autentica víctima.

El chico se acerco a ella y le devolvió el beso apasionado, el aliento le olía a cerveza, un olor muy familiar. Elenna rápidamente bajo la mano hacia abajo y estrujo su miembro, este estaba más que animado.

Sin pensárselo dos veces lo cogió de la pelliza y lo arrastro hacia un lugar más oculto. Comenzó a acariciarlo con cierta brusquedad y ansiosa, hacia mucho que no se desahogaba.

Elenna lo miró- baja- le dijo secamente a la vez que lo agarraba del cabello rubio y lo forzaba a arrodillarse ante ella sin apartar sus ojos de los suyos, a la vez ella alzaba una de las piernas.

-¡Pardiez, felina habemus!...-balbuce el bandido, sin darle tiempo a continuar pues ya tiene la lengua de Elenna en la garganta. Es tan sólo un muchacho -veintipocos años le echa la cómitre como mucho-, pero ya tiene sus tablas. A más de uno ni si siquiera se le llegaba a poner el miembro rampante por la brusquedad de Elenna. Los hombres no estaban acostumbrados a que ellas llevaran la iniciativa, aunque este debía de ser un galán porque -pese a unos primeros momentos de conmoción- respondió adecuadamente.

Placer rápido e inmediato. Eso era todo lo que necesitaba la corsaria... ¿O no?...
Echaba de menos esa época en la que todavía se aseaba los dientes con polvo de coral y agua de mirra, se peinaba y se cepillaba el pelo o se perfumaba con mil esencias de flores, algalia y resinas diversas. En fin, cuando todavía era capaz de enamorarse de apuestos y adinerados caballeros o de bravucones y curtidos marinos. Ahora era todo diferente. Su inocencia fue defenestrada reiteradas veces, y hace tiempo. 

Cuando sale de sus cavilaciones se percata de que el fulano ya le ha apartado la saya -abierta por un lado y recortada- que Elenna siempre lleva -provocativa que es ella- y se dispone a arrancarle el perizoma toscamente. Sí, toscamente es el adjetivo que mejor definiría su forma de dar placer a la cómitre. Jodidos hombres. Sólo sabían hacer bien desenfundar, apartarte la piernas y metértela. Ah, y eyacular cuanto antes, no fuera que que les pillara la gura. Al menos ya estaba trabajando como le había indicado. Era hora de relajarse y disfrutar...

Elenna…casi me había olvidado de ella. Apenas ha cruzado palabra desde que pisamos tierras gondorianas. No sin correr peligros hemos llegado hasta aquí para que ahora esta insensata se largue por su cuenta… a despejarse dice…

Confío en el saber hacer del Capitán para controlar a semejante lagarta. No se puede arriesgar con tanta bravura la vida de los demás y mucho menos por un capricho de gata en celo. A mi no me engaña, esa mirada de odio me traspasa como un afilado puñal. Desde que ha dejado de ser el ojito derecho de quien yo me se… no me tiene en alta estima que digamos. Por mi, si su insensatez le mete en problemas…no seré yo quien vaya a rescatarla, bastante hemos tenido que cargar con ella.

La conversación de unos pestilentes fanfarrones capta mi atención…¡si supieran a quien tienen por vecinos en este tugurio! Miro de soslayo al Capitán. Si, lo mejor es que salgamos de aquí cuanto antes. Asiento con la cabeza, es mi forma de decir “retirada a los aposentos”.

Cyryatan y Elhediel se ponen en pie y se disponen a irse. Ella le sonríe a él, lo cuál abre una brecha blanca entre las patillas espesas y morenas, en la piel atezada por el mar del númenóreano. Sin dejar de mirarla, Cyryatan se acerca más a ella y le pone la mano en su suave trasero respingón, que contrasta con la mano ancha -de dedos duros como tejos- del capitán. 

-Suélteme capitán, qué se cree. Yo no soy una de esas facilonas con las que acostumbras a fornicar.

Vaya, cómo ha cambiado la cosa en tan poco tiempo-piensa un desconcertado Cyryatan, mas sólo puede articular un balbuceante: -Vaya, lo siento... 

Es entonces cuando Elhediel puede ver en sus facciones cada una de las fases del proceso: sorpresa, incredulidad, estupor, embarazo. El capitán corsario aparta la mano.

-Había pensado que...

Por alguna oscura razón, ella disfruta de su momento de triunfo. De la confusión del corsario, cuya sonrisa se ha extinguido igual que si mataran de un golpe una luz. Ahora él vuelve el rostro a un lado y a otro, pensativo, para comprobar cuánta gente del tugurio se había percatado. Después la mira muy serio. Seco.

-Vayamos a descansar.

Se diría un muchacho al que acaban de reprender. Elhediel, vagamente conmovida por cierta ráfaga de inocencia que ha creído advertir un instante en la expresión de Cyryatan, se apresura a contestarle... 

-No. Espera-susurra traviesa, ambigua.

Ahora es él quien no responde, y la númenóreana siente una excitación interior, singular, al comprobar de nuevo su rictus perplejo. La certeza de un vago poder sobre el hombre que tiene delante. Algo que parece diluido en sus atavismos de mujer, hechos de carne y de Edades. Observa su barba, oscurecido su mentón y sus densas patillas por la falta de afeitado. Sucio del viaje. Aún así se le antoja más varonil que nunca.

Cyryatan duda. ¿está jugando conmigo?¿o es que no me estoy enterando de nada? Al poco, Elhediel le ofrece la mano, para sacarlo de su confusión. El corsario la acepta, sus ojos verdes recobran su aplomo y vuelven a chispear bajo la luz de las antorchas. 

-Ahora sí, subamos-dice Elhediel con su suave voz, de buen metal.

Entretanto, Kreontas pasa al lado de Cyryatan y Elhediel.

-Ejeejeeeem-carraspea el viejo hechicero-me retiro a mis aposentos. Llegada la hora, golpee la puerta de mi habitación. A lo que el capitán responde con gesto afirmativo de su barbilla.

Elenna se apoya en la pared, arqueando la espalda. Con una de las manos agarra fuertemente la cabellera del joven, marcándole el ritmo que tenía que seguir, mientras que la otra la tenia metida entre su piel y la camisola, acariciando sus suaves pechos.

Sus gemidos eran entre cortados y eran camuflados por el ruido del ambiente de la taberna. A medida que avanzaba el acto sus espasmos eran cada vez más seguidos, se notaba que estaba más sensible de lo normal. Estaba muy excitada y no queria que eso terminará, notaba como las tensiones se desvanecían.

Entre susurros iba animando al chico- si...- decia a la vez que se mordia el labio inferior.

El fulano se esfuerza todo lo que puede, y al menos no es un cerdo egoísta.  Eso o es que has logrado intimidarlo lo suficiente; mas realmente no crees que la balhurria que merodea por estos lares sea de fácil intimidación. Este sabía lo que se hacía. De hecho ¡es bueno!

Sabe cómo llevarte a un clímax máximo, con los movimientos rítmicos de su grácil lengua y las caricias de sus manos. Mientras, no eres ya consciente de lo que pasa a tu alrededor. Pero, ¿por qué para en el mejor momento?-piensas todavía excitada. Entonces te percatas de que el bandido ha echado mano a los gregüescos corsarios y está desenfundando el arma. Parece que no aguanta más sin penetrarte. O eso, o es parte de su técnica de seducción. Lo peor de todo es que te ha llevado a un grado tal de excitación que te ves impedida para negarte*.

Elenna tiene el rostro alzado hacia arriba, con los ojos cerrados fuertemente a la vez que se muerde el labio inferior, estaba llegando a un éxtasis increíble, hacia mucho que no disfrutaba tanto- Ufff- pega un suspiro

Al rato baja la mirada para observar el rostro del joven y observa como saca su gran miembro, ella levanta una ceja y con un simple movimiento de cabeza indica que no. Su semblante era serio y estaba cubierto por una fina capa de sudor que realzaba sus rasgos. Volvio a coger la cara del chico y lo arrastró hacia donde ella lo queria exactamente.

Esgrimo una sonrisa desvergonzada mientras le agarro de la mano –Aunque eso no quita que sea un descarado, Capitán.

No veía el momento  de volver a tenerlo entre mis sábanas, aunque Ulmo me libre de hacérselo saber. Además, no estoy dispuesta a dejarme ganar terreno por esa tusona con fusta, que no duda un segundo en meterse en el catre de cualquiera.

Llegamos a una pequeña alcoba. Aunque alcoba es decir mucho de este  cuchitril de mala muerte.

Al bravonel no le hace jodida gracia que una zorra advenediza lo trate así. Así que fuerza el penetrarte.

Elenna lo mira con un rostro incrédulo- Jajajajajajajajaja!!- comienza a entrarle una risa sarcástica, la situación era un poco surrealista aunque ya se había encontrado en muchas situaciones similares, los hombres no solían aceptar que ella fuera la dueña de la situación.

-Si eso es lo mejor que sabes hacer… será mejor que te largues…- le dice a la vez que se vuelve a colocar bien la saya. Comienza a caminar en dirección a la taberna dejándolo a su espalda- …total, por lo que estabas haciendo…-añade de forma brusca sin girarse.

-Jodida ramera calienta greguescos... Ten cuidado, que tu sucia tez corre peligro en Pelargir-te amenza señalándote con el dedo. Después también se marcha callejuela arriba, perdiéndose en la niebla. Parece que se ha dado cuenta de que eres númenóreana. Sólo esperas que no de la voz por ahí, porque si no te matan los gondorianos, lo haría el capitán.

Los presentes os observaban desde hace un rato. Y ahora sientes sus miradas clavadas en ti.

Ya en la alcoba, Elhediel descubre que el encuentro no había sido casual. Cyryatan enciende una vela de sebo que desparrama la cera -cual denso semen desbordado- sobre una desvencijada mesita. Y después de invitar a la joven númenóreana a sentarse en el jergón, se sienta él. Entonces, extrae cuidadosamente un paquetito de su faltriquera y lo desenvuelve lentamente. Era un pequeña redoma. Elhediel que, aunque ruda corsaria, era mujer ante todo, la reconoce como fragancia de violeta. Abre los ojos como platos y dibuja una sonrisa de oreja a oreja. La fragancia de violeta poseía un olor intenso que al cabo de unos segundos saturaba la nariz y se deja de percibir, para volver al poco rato insinuándose de nuevo. No había perfume más seductor: huidizo e intangible como los rayos de Tilion. 

-Toma, esto es para ti. No hay posibilidad para un baño, así que pensé que con esto al menos...-y de pronto, la ruda corsaria le parece frágil, cuando desvía la mirada avergonzada por el regalo, y aprovecha el descuido para inclinarse sobre ella y besarle en la boca. Muy despacio y sin violencia, como dándole la oportunidad de de retirar el rostro. Pero ella no lo retira, y Cyryatan siente la suavidad deliciosa de sus labios entreabiertos, y el temblor súbito de su cuerpo, desvalido y firme a la vez, cuando lo rodea y estrecha entre los brazos. Permanecen así los dos unos instantes, cobijada ella entre sus fornidos y bronceados brazos, envuelta en el abrazo del hombre, callada y muy quieta. Al capitán corsario se le antoja la cosa más leve y más preciosa de Arda.

Me sonrojo. Ningún hombre antes había tenido detalle alguno conmigo. El perfume es embriagador, tanto…que ni un simple gracias sale de mi boca. El beso me toma por sorpresa y me atonta. Es un beso cálido, tierno, lleno de amor. Le atraigo hacia mi, rodeando su cuello con mis brazos, sin dejar de besarle. Durante un instante se me antoja que soy la hembra más afortunada de toda Tierra Media. Mi deseo va en aumento. Con una mano le agarro fuertemente del pelo, para que no se me escape, mientras con la otra le voy desabrochando torpemente los botones de la camisa. Tal vez lo suyo sería dejar actuar al hombre, que tome la iniciativa…pero si de algo no andamos sobrados es de tiempo. Además, a estas alturas los dos sabemos que no ando sobrada en experiencia, pero tampoco soy una mojigata. El tiempo apremia y soy capaz de atravesar con mi daga al que ose interrumpir.