Partida Rol por web

Los guardias anfibios os miran con cara de desprecio e incluso alguno de ellos os pone sus mugrientas y correosas manos palmeadas en vuestro rostro. Hardem tiene una arcada y los sapos se ríen. Mientras tanto, Gonso parece alejarse haciendóos un gesto de calma.

El primero en desaparecer del grupo es Druuq, al que unos guardias fornidos cogen de mala manera. Druuq no se resiste y dudáis de si está concentrado preparando un ataque o si está ausente, como casi siempre. Sin armas es un suicidio armar jaleo, pensáis.

De pronto, un enorme sapo rojizo comienza a hablar para luego tocaros con una vara dorada. A Spencer, Freith y Druuq los ponen a un lado mientras que a Utu, Hardem y Raunix los ponen a otro lado. Luego mira al tako y suelta una carcajada. El calamar balbucea y explica todo lo que había pasado pero el gran guardia no parece hacer caso de lo que les dice y rápidamente le golpea y lo deja en el suelo, inmóvil.

-Razas inferiores locas -os traduce Hardem.

Luego, el jefe de los anfibios os mira otra vez y sonríe mientras dice algo. Lo único que entendéis y que Hardem os traduce con un susurro es:

-Dice algo de "débiles para luchar, buenos para sacrificio"

Freith lo oyó y se estremeció. "¡¿Maldito Gonso, dónde nos has metido?!"

A medida que los dos grupos sois conducidos a derecha e izquierda, os dais cuenta que Gonso desapareció junto con todas vuestras pertenencias* y no sabéis si confiar en él o comenzar a preocuparos. ¿Qué hacéis? Podéis intentar un motín y liar un buen combate dentro del edificio. Está lleno de esclavos y sería normal que éstos os ayudasen en caso de caos generalizado. O podéis continuar confiando en Gonso e ir hacia donde os llevan vuestros captores.

La puta madre acuosa de Gonso, esta pandilla nos va a joder bien, y ahora estamos sin armas ni nada para defendernos. No puedo pensar en algo claro ahora, pero algo se podrá hacer.

- Esperemos un momento a Gonso, si no nos tendremos que buscar la vida! - les digo mientras nos separan.

No le gustaba como se estaba planteando todo, quizá Gonso con ellos no podía llegar hasta el emperador y necesitaba tiempo. De lo malo iban a ir directos al sacrificio por lo que estarían todos juntos cuando el portal se abriera, pero no se podían marchar de allí sin Cecil ni Boff.

- Mantened la calma, Gonso debe tener un plan. O eso espero.

En el peor de los casos estaban camino de ser sacrificados, sin armas, traicionados y sin visos de que la cosa mejorase. En el mejor, se acercaban al objetivo marcado por Spencer. Era triste pensar que esa era la mejor opción.

-Estoy de acuerdo, esperemos un poco por esa rana, si nos ha vendido al enemigo, ya pensaremos en ello. Por ahora el objetivo es llegar al punto donde nos indicó Spencer. Lo único es que nos ven como débiles, por lo que desconocen tu magia Hardem. Con un poco de suerte podremos conseguir algún arma cuando sea el momento.

El Raunix seguía las indicaciones, por ahora era el momento de ser "prisioneros".

Freith, junto con Spencer y Druuq pierden de vista a los demás a medida que avanzaban hacia el costado opuesto del edificio. Al salir a un patio abierto veis decenas de seres de todo tipo, iguales a vosotros, llorar encadenados e intentando forzar las cadenas.

Al alzar la vista, veis una enorme pirámide.

-Esto no me gusta, nada. No era así como pensaba infiltrarme -susurró Spencer.

Por suerte aún no estabais encadenados y solo teníais las manos atadas y unidas entre vosotros. Os fijasteis en que Druuq, con sus puntiagudas escamas, estaba cortándolas poco a poco. ¿Iba a escapar? Igual si le hicieráis algún guiño u algo que os pudiese entender podría ayudaros.

Perdéis de vista a los demás a medida que avanzáis hacia el costado izquierdo. Al salir a un claro veis decenas de seres de todo tipo probando armas, algunos de ellos azotados por grandes sapos llevados con palanquines. Aquello era un mercado para lanistas, un mercado para comprar futuros gladiadores.

Una de las grandes ranas os cogió de la cuerda que os maniataba a los tres y os llevó hacia un lado del claro, enseñándoos a varios posibles compradores.

Utu, con sus uñas afiladas, parece haber roto algunas fibras de la cuerda. Igual pretende escapar y espera algún tipo de señal por vuestra parte.

Ya estamos separados y tan jodidos como era de esperar, al menos el lagarto parece que puede librarse de la cuerda, así que intentaremos tener manos libres, por lo que le hago un gesto.

- Hey, hay mas cuerda por aquí.- mientras le enseño la cuerda.

- Les habían comenzado a exponer ante posibles compradores. Esto ya si que no me gusta, si no viene Gonso pronto me temo que vamos a acabar luchando como bellacos. Raunix, ¿Qué piensas? ¿Habremos sido traicionados una vez más? Una maldita vez más. dijo ya con enfado pero se contuvo.

Gonso no les había dicho nada de sus planes y había estado muy callado en la cueva, pero hacía poco que acababa de presenciar la muerte de todo su poblado a manos de los Tako, no pensaba que tuviera la suficiente sangre fría como para no hacer nada y encima venderles. No les había parecido tan malo cuando lo conocieron. Espero la respuesta de quien más confiaba para ver que podían hacer, pues empezaba a perder la paciencia y la fé en el plan, aún así estaban desarmados y debían ser prudentes.

Viendo lo que Utu hacía de reojo, Raunix se centró en las palabras de Hardem. Tal y como decía su amigo parecían abonados a la traición, aunque en este caso no era dolorosa, ni tan siquiera inesperada.

-Esperemos hasta la subasta, por suerte no nos entienden. Intenta aflojar las ataduras como Utu. Si vemos que hay la más mínima posibilidad de escapar nos lanzamos a ello. Tú y yo. El resto da igual. Visto lo visto, somos lo único que nos queda en este mundo.

Las sueltas fácilmente pero no lo suficiente como para que te vean desatado. Gonso no os había atado con fuerza por lo que si tenía intención de venderos lo había hecho fatal. Uno de los sapos más grandes, de la aristocracia de la ciudad se fijó en el umbrío y comenzó a gritar a los guardias. De pronto, apareció Gonso ataviado con unas galas de lo más pintorescas.

-Eh, eh, este lote es míobrb. Capturado por mí mismo en la jungla de la frbrbontera. Diz brbpiezas de ámbar por cada uno.

-¿Diez? Pero si son raquíticos, parecen desnutridos...

-¿Ah, sí? Prueba un combate sin armas, tu mejor guerrerobrb contra cualquiera de los tres. Si gana, me compras los tres por el doble de precio

Hardem traducía todo lo que escuchaba. Parecía que os tocaría combatir una vez más. Al chamán no le parecía buena idea pero tampoco hizo nada para impedirlo. Gonso se acercó a vosotros y os desató. 

-Tengo vbuuestrasbrb cosas escondbdidbas. Pero necesito dinero para pagar al que ha hechobrb... el favor -y guiñó con uno de sus grandes ojos, un gesto que os había visto hacer durante las acampadas.

El sapo emitió un croado más parecido a una carcajada que a otra cosa y dicho esto pronunció un nombre ininteligible, tras lo cuál apareció un enorme anfibio grisáceo, que se puso delante vuestro. Los guardias del patio se apresuraron en despejar la zona.

De pronto apareció también el pequeño cinodonte que habíais adoptado, y se puso al lado vuestro.

-¡No! ¡Te até en el carrobrb que he alquilado!

-No sé si os dáis cuenta que nos han metido en la fila de los sacrificios... -dijo Spencer sin perder la calma. -Nos han considerado demasiado débiles para luchar. Tremendo, ¡ja! Tu que cargaste con una libélula gigante contra un centauro con alas... irónico. Y a él supongo que lo sacrifican por el mero hecho de ser de su raza. En fin, propongo aguantar un poco y a media pirámide combatir. Cuanto más pequeño sea el espacio más fácil nos será defender la posición. Una vez allí secuestramos a un sacerdote y buscamos las escamas de dragón.

Freith asintió y con media sonrisa contestó.

-Me parece bien pero ahora díselo al saurio.

El plan era bueno pero Druuq parecía tener ya otros planes que pasaban por inmolarse en ese mismo instante. Ya se había desatado del todo y parecía intentar ayudar a Freith con lo mismo.

El viejo tiene razón, es un cabrón, pero seguro que quiere salir vivo.

- Está bien esperaremos, pero el saurio o lo que sea tiene que colaborar...

Hardem respiró tranquilo al ver a Gonso aparecer. Iba vestido muy raro, pero por lo menos apareció y no les abandono. Habían echo bien en esperar y la verdad es que no esperaba para nada que Gonso acabara apareciendo. Habían sufrido demasiado ante compañeros desleales y era temeroso en cuanto a confiar se hablaba.

- Por lo menos ha venido, esperemos a ver que pasa. le dijo a Raunix y comenzó a traducirles todo lo que Gonso decía. Si bien no les había traicionado tendrían que acabar con aquella bestia que tenían delante. - Parece que nunca nos libramos de combatir. Le dijo Hardem a Raunix. - ¿Estas preparado?

- Mierda. dijo Hardem. No se había acordado de que seguía atado y si cabe se había liado aún más con la cuerda. Pero entonces apareció la criatura que había acogido para pelear junto a ellos.

A pesar de que las cuerdas no estaban demasiado apretadas el umbra se tomó su tiempo para quitarlas y estar libre para el combate. Hacía mucho que no peleaba sin armas pero iba a ser interesante.

-Nunca, el combate es parte de nestra existencia. Demostremos al pasado que los del futuro hemos evolucionado mejor que ellos. -le dijo con un guiño.

Gracias a su escuálida forma el chamán junta con fuerza las manos para dejar caer las cuerdas al suelo, tras esto el chamán observa con odio a la criatura mientras alza sus brazos al cielo.  Te vas a reunir con tus ancestro lagarto maldito. Sobre los cielos a la vista de todos, un solitario halcón sobrevuela al grupo en círculos.

El mago no consiguió desatarse mientras que los otros dos sí se prepararon para comenzar el combate con el monstruoso sapo.

El saurio, tal y como había predicho Spencer se soltó y comenzó a golpear a los guardias con una fuerza y una agilidad inusitada. Muchos esclavos aprovecharon la distracción para intentar escabullirse mientras que vosotros os mantuvisteis firmes. Vuestro guardia anfibio os apuntó con la lanza hacia arriba, haciendoos subir la escalinata tal y como pensabais. Mientras subíais visteis que tras matar a media docena de guardias, unos poderosos sapos de dos metros de altura se acercaron y lo inmovilizaron para finalmente atravesarlo con una lanza. Ese fue el fin de Druuqaxlisk, el cazador.

Mientras, en la escalinata, los llantos de desesperación se mezclaban con las risas y el fuerte olor a pigmento azul que llevaban los guardias y la casta sacerdotal.

-Un poco más arriba, gnomo

Maldito bicho loco del averno, si hubiéramos tenido una mejor posición podríamos haber escapado, ahora que tocara....

Un guardia, comienza a pintaros de pigmento azul cuando con una rapidez inusitada, Freith le roba la daga al guardia y se la clava en el vientre dos veces antes de que nadie pueda hacer nada. 

-¡Vamos!

Spencer usa la cuerda que lo ataba como látigo, su arma favorita. Ahora os tocaba luchar contra los otros dos guardias restantes y el sacerdote que rezaba delante de la comitiva.