Partida Rol por web

Hamah se sienta a tu lado, acariciándote el pelo dubitativo, con el rostro ligeramente sonrojado. Dhalia, sonríe pero cuando el chico la mira aparta la cara, divertida.

- Bueno. ¿Y qué pensáis hacer ahora? Yo he perdido a mi unidad, y mi cliente salió volando. ¿Tenéis algún destino en mente?

Planta la hoguera en el suelo de arena, de forma que os ilumine a los tres.

Hamah, con los ojos vidriosos, responde.

- Yo no tengo donde ir... Ya no...

Escuchas que Dhalia suspira, y el joven deja de acariciarte el pelo. De repente, la tensión en el aire aumenta.

Al sentir los suaves dedos de Hamah en su cabello, Zeleste le miró y una dulce sonrisa se formó en sus labios. Aquellas semanas junto a él habían hecho que llegara a apreciarlo mucho y se sentía realmente bien a su lado. Le gustaba perderse en sus impresionantes ojos azules. Su mirada reconfortaba a la joven.

Se irguió, quedando sentada junto a Hamah y pasó su mirada entre los.

- No lo sé... Yo... Vivía en una posada y estarán preocupados por lo que me pueda haber ocurrido. No tengo otro sitio, la verdad... - Detuvo sus iris violáceos en los del joven y se mordió el labio, indecisa. - Si queréis podemos ir hacia allí... No conozco nada más... - Sentía su corazón en un puño. ¿Y si se reían de ella...?

Dhalia levanta la cabeza, mirando las estrellas, y se queda en silencio unos segundos.

- Volver por donde hemos venido sería peligroso. La única forma de cruzar hasta el camino de Sundabar es a través de la carretera Negra... Yo tengo conocidos en Cormyr que podrían ayudarnos. Esta más o menos a la misma distancia, pero sería camino recto hacia el Sur. Por esa zona hay bedinos y quizás nos ayuden.

Hamah la mira con una expresión dura en los ojos, pero no dice nada.

¡Cormyr!

Las pupilas de Zeleste se dilataron. Nunca había imaginado que acabaría yendo a Cormyr. Había oído hablar de aquellas tierras, pero desde la seguridad de la posada, las veía muy lejanas.

- Nunca he estado por esa zona y la verdad... No conozco nada de todo esto. Supongo que tienes razón, que ir por esa carretera Negra debe ser más peligroso -. Suspiró y miró a Dhalia. - No tengo ganas de encontrarme con más esclavistas. Hemos tenido suerte pero no quiero tentarla. ¿Los bedinos son gente de fiar...? - Le preguntó e instintivamente se llevó el cabello detrás de las orejas.

La mujer se encoge de hombros.

- De fiar, de fiar... Al fin y al cabo son personas. Pueden hacer cualquier cosa, pero siempre han tenido buena relación con las gentes del sur. Sobre todo desde que la Regente de Acero limpió las Marcas Goblins. Además, ellos nos pueden ayudar a ir hacia el sur y a salir de aquí.

Hamah, viendo que no iba a intervenir en la conversación, se echó a un lado y se tumbó en la arena. Simba se colocó a su lado, enroscándose junto a su hombro.

Al ver que Hamah se tumbaba en la arena, Zeleste volvió su mirada hacia él y al ver a Simba junto a él, la sombra de una sonrisa empezó a tomar forma en sus labios. 

No sabía qué le ocurría. Parecía que no le gustaba aquella idea, pero... ¿Qué podían hacer...? La joven dobló las piernas y se abrazó a sus propias rodillas. Sentía algo de frío y un nudo en el estómago.

- Bueno, supongo que estamos en tus manos... - Le dijo a Dhalia, volviendo nuevamente sus pupilas hacia su compañera. Un suspiro salió de sus labios. - Conoces mejor estas tierras y las gentes que la pueblan. Creo que sin vosotros yo estaría perdida, sin saber hacia dónde ir... - Y seguro que acabaría muriendo en medio del desierto o nuevamente hecha prisionera. 

- Tranquila. Iremos a Cormyr y descansaremos. Una vez allí, si quieres, puedes volver a Sundabar con alguna carroza o quizás con algún portal. Pero os puedo ofrecer alojamiento y comida, al menos por unos días.

Dhalia se levanta y se coloca la espada.

- Podéis dormir si queréis, yo haré guardia. No tengo mucho sueño.

Propone sonriendo. De reojo observa a Hamah, pero luego se da la vuelta y se aleja un par de pasos.

- Gracias... - Susurró la joven y confiada muchacha. En Cormyr encontraré alguna manera de volver a casa... Se dijo mientras se acercaba a Hamah y se acostaba cerca de él. Había dormido en el templo, pero todavía le dolía mucho todo el cuerpo. Sentía pequeños espasmos en su pierna. No había querido mirarla, pero seguro que debía estar completamente enrojecida y llena de moratones.

Se puso de lado, mirando hacia donde se encontraba el joven y colocando una mano bajo su cabeza. La otra la alargó un poco hasta rozar sus dedos.

Cerró los ojos y poco a poco sintió que empezaba a sumergirse en un sueño reparador.

Y así Zeleste terminó la primera de sus aventuras. Es posible que en el futuro llegaran más, pero lo único que ocupaba su mente ahora era salir de aquél desierto y quizás, volver a casa. Había sido una experiencia agotadora, pero había aprendido mucho, aunque todavía quedaba más aún, ya que seguía siendo confiada. A saber, qué le esperaría el mañana...