Partida Rol por web

Cuando los demás compañeros salieron de la taberna Losse les llamó la atención. - Tengo que contaros algo importante. -

Una vez reunido el grupo prosiguió en voz baja y agrupándolos para que la información no saliera más allá - He descubierto un rastro en el bosque mientras cazaba de lo que parecían ser cuatro lobos y cuatro criaturas de las cuales diría que son trasgos justo en el linde del bosque y pegado al pueblo. Lo peor de todo es que parece que estas criaturas se reunieron con alguna persona fornida del pueblo, puesto que un segundo rastro procedía de él. Aquí se está cociendo algo gordo, amigos.- La cara de preocupación de Losse era más que evidente.

El enano salía de la taberna rascándose el culo. Cuando el tal losse empezó a decir chorradas.- ¿Trrasgos , lobos? ¿Y a mi quee??? ¿Qué cojones estás diciendo pelo nieve?? Porrrrque tendrrrría si quierrra que prrreouparrme porrrr huellas en el suelo? Ja! Este enano va a porr su rrrecompensa. La del notarrio, tu vete a pasearr a tu trasgo- lobo! - Sin duda el enano no sabía lo que era un trasgo y tampoco le importaba. El ya había decidido ir a la casa del notario.

Lo que me faltaba obecerrr a pelo de nieve... Ja! 

La Casa del Consejo era sin duda la residencia más refinada de todas las que se habían consctruido en Oaksville. Se hallaba en la entrada norte de la plaza del pueblo y con sus tres plantas, todas de piedra, la convertía en el edificio más alto del pueblo, a excepción del las torres de vigilancia. Le edificación se dividía en dos partes bien diferenciadas; una de planta cuadrada y que hacía las funciones de cuartel de la milicia y de carcel provisional para los alborotadores; y una de planta rectangular en la que se encontraba la residencia de Aranar Brusta y donde realizaba sus funciones burocráticas.  También disponía de un patio trasero en donde se guardaban dos carruajes y varios caballos que utilizaba el representante cuando tenía que moverse por la región o presentarse en Athkatla para alguna reunión.

Aranar Brusta era sin duda el hombre más poderoso de Oaksville y en la región sólo tenía que responder ante el representante de Cherrybroof y ante el consejo. Sus labores eran de los más variado e incluían algunas como las de juez, notario, alcalde y jefe de armas. El que un mediano hubiese llegado hasta aquí era un logro considerable y probablemente gente más poderosa había sufragado los gastos propios de la carrera que lo había llevado hasta aquí. Las familias de Athkatla siempre intentaban reforzar su posición en la ciudad acercándose hacia ellos a personajes influyentes a los que luego poder pedir favores.

Esa mañana era como todas las demás en el pequeño pueblo de Oaksville. Varias casetas de venta de frutas y hortalizas se apiñaban en la parte sur de la plaza y los niños corrían entre algunos soportales combatiendo con espadas de madera y montando en escobas cual caballos de combate. Kormack atravesó los pocos metros que separaban El Lechón Lechal de la Casa del Consejo donde dos guardias bien pertrechados y con mirada de pocos amigos flanqueban la puerta de la residencia. En la misma fachada del edificio había una cola de personas que portaban sacos, pergaminos enrollados, libros bajo el brazo y que esperaban su cita con el representante.

Ogna vio con desagrado como la gente hacía cola, seguramente con su cita previa, para ver al notario. ¿Cómo podrían conseguir ser vistos sin perder demasiado tiempo? El tabernero había insinuado que con el suficiente dinero era posible. 

- Supongo que lo que dijo el tabernero es que si sobornamos al guardia puede que nos deje pasar.- Miró a Losse y, antes de ver su cara de extrañeza, trató de explicarse.-El mediano que me viste enterrar ayer...la única pista que tenemos es una nota que llevaba con el nombre de este notario. Creo que puede saber quiénes son sus familiares.

Losse aún seguía molesto con la poca importancia que le habían dado al asunto de los trasgos y decidió no darle mucha tampoco a éste otro, puesto veía que lo único que movía a sus compañeros era sacar tajada de su fortuita última aventura. Así que, sin inmutarse mucho por la larga cola, sacó uno de los conejos que había cazado y comenzó a despellejarlo mientras sus amigos decidían qué hacer. - Como lo consideréis, pero, si tan notable es este señor, y el mediano se relacionaba con él, seguro que muchas otras personas sabían de su existencia. Espero que ese viejo malhumorado de la taberna os haya dado una información fiable, bueno, más bien, que os haya informado de algo siquiera. Si tanta prisa tenéis por ganar vuestra recompensa, aflojad vuestros bolsillos y sobornad a los guardias.

El enano se rascaba la cabezota. Refunfuñaba en la cola... cruzaba los brazos y maldecía para sus adentros. Cuando el elfo habló una idea le llegó a su nublada mente. Bien! le dijo palmeando su espalda Porrr fin comienzas a ser útil!  - le dijo.

Zanc avanzó hacia la casa del notario pensando en las palabras del tabernero y de Losse, al parecer había errado al pensar que el tal Aranar Brusta era el mismo mediano que habían encontrado en el capullo, lo que sí podía concluir era que el difunto mediano tenía algo que ver con el notario y al parecer alguien en el pueblo tenía algo que ver con los trasgos que secuestraron y arrojaron al mediano a la guarida de la araña.

-Ummmm esperen!- indicó Zanc cuando llegaban a la casa del notario y se acercaba al grupo para hacerles saber sus conclusiones. -¿No les parece mucha casualidad los que nuestro amigo Elfo nos acaba de decir?... Si!, me refiero a que el dice que encontró un rastro de unos trasgos o goblinoides en el linde del bosque... Quizás se trate de los mismos que merodean la guarida de huesitos... y quizás sean los mismos que secuestraron y ofrecieron a aquel mediano como bocadillo de araña...- Mientras hablaba caminada de un lado a otro y seguía exponiendo lo que pensaba. -Creo que alguien del pueblo mando a interceptar al difunto mediano con los trasgos para impedir que se encontrara con este tal Aranar Brusta, la pregunta es ¿porque?... y más importante aún, ¿Que ganamos nosotros con eso?- Dejó escapar aquel último comentario que dejaba en claro sus propios intereses... -Creo que las respuestas las tendremos cuando hablemos con el tan solicitado notario - Expuso mientras observaba la larga fila de habitantes que esperaban cita, entonces observó a Ogna con una sonrisilla pícara -Es momento de que nuestra amiga haga gala de sus habilidades!, que dices Ogna, ¿Crees que puedes conseguir esa cita si persuades a alguno de esos guardias?-

Ogna tocó delicadamente el brazo del elfo lunar.

- Perdona Losse, a veces es difícil escuchar tu gentil voz en todo este ruido.- Se refería obviamente al ruidoso enano. Después sintió a las palabras del codicioso gnomo.- Puede ser Zanc. Lo que dices no carece de sentido.- Después entrecerró los ojos mirando a los tres truhanes, el gnomo, el elfo y al druida.- ¿Mis habilidades?- Dijo con una voz gélida.- ¿Te refieres a cavar tumbas...- Dejó un respiro para remarcar la última palabra.-...sola?- Pero no claro, el gnomo ahora se refería a que para convencer a un guardia los encantos femeninos podían ayudar.- Aunque no tenga los pechos desorbitados de una enana creo que algo podré hacer. Pero lo que le dije al tabernero no era broma.- Tanto el enano como el gnomo eran dos huesos duros de roer pero su codicia resultaba amenazante para  Ogna.- Creo que deberíamos firmar un contrato de aventureros. Quedaos en la cola.- Ahí dejó caer sus palabras como una losa, mientras caminaba pausadamente hacia el soldado. Se abstuvo de mirar la las personas en la cola. A nadie le gustaba ver como los últimos se acercaban al soldado para pasar los primeros.

La muchacha se acercó al guardia con el rostro impertérrito. ¿Cómo podría dejarles pasar el guardia? Quería intentar convencerlo sin llegar a sobornarlo peor no tenía clara todavía la relación que pudiera haber entre el mediano muerto y enterrado con el notario. Lo que le parecía más plausible era que el mediano hubiera hecho su testamento con Aranar Brusta.

- Buenos días tenga usted, caballero.- Empezó para darse un poco de tiempo.- Mi nombre es Ogna, representante de un incipiente, pero que marca buenas maneras, grupo de aventureros. Los ocho de Valigar. Seguro que habrá oído de él. A nadie que sea hombre de armas y valeroso le habrá pasado desapercibido.- Intentaba así que si decía que no quedara por lo contrario.- Esclarecedores del misterio de Torrealta.- Estaba segura de que Torrealta era conocido por los habitantes de Oaksville como un lugar funesto y temido.- Y no crea que hablo por hablar. Tengo pruebas y vengo a mostrárselas a Aranar Brusta, pues creo que las encontrará de lo más interesantes. Pero eso es algo que debemos mostrarle a él en persona. Es un tema delicado, al que no puede tratarse delante de ojos indiscretos.- Dijo mirando a la enorme cola frente a la puerta del notario.- ¿Qué me dice? ¿Avisará al Sr. Brusta sobre lo que te he dicho? Dígale que se trata de un viejo conocido suyo, un mediano, al que hace aproximadamente un año que no ve. Tenemos prisa por partir hacia Cherrybroof.- Ogna zapateaba en el suelo para impacientar al guardia y presionarle en su decisión.

El enano escuchó a la mujer que hablaba, todo esos rollos le pinchaban. Muy de mujer era eso de echar en cara las cosas y el enano no iba a tolerar ese comportamiento, además ya casi no le daba miedo.

Ni los pechos, ni la barrba. dijo el enano. ​Además cavarrr tumbas va a juego con tus ojerrras... Io crrreía que eso te diverrrrtirría... luego se quedó unos segundos pensando en lo que Zanc había dicho. La mujer ya se había ido y podía charlar perfectamente con su compañero de parranda.

Zanc, me da igual que esos medianos verrrdes sean los rrresponsables de la muerrrte del notarrrrio. Yo no lucho si no hay dinerrro y no crreo que los enanos me paguen porrrque les mate. JA! y escupió al suelo. 
Me da igual quien este detrrrás, como también me da igual que lo entierren y que esté muerrrrto. Ese hijo de perrrra ha tenido un funerral más bonito que mi herrrmano. Más bonito que tu novio Spujnur, pelo-nieve!
No estoy yo para rrresolverrle los prrroblemas a nadie. ¿Y mis prrroblemas? ¿Quién se prrreocupa por ellos? JA!

Ya esque es lo que faltaba por oir... Kormack el salvadorrrr de los imbéciles...
Y siguió así un rato. Hablando más bajo y discutiendo el sólo...

El guardia miró con indiferencia a la pequeña muchacha que se acercaba hasta su posición. - Buenos días tenga usted señorita. - Contestó al saludo con una leve inclinación de cabeza. El hombre escuchó atento la exposición de Ogna acerca del grupo de aventureros pero si algo le llamó poderosamente la atención fue la mención a Torrealta. Cuando la chiquilla pronunció en nombre del funesto montículo ambos guardias se miraron con evidentes muestras de desconcierto.

¿Torrealta has dicho? ¿Un mediano? Espera, espera... - Dijo el hombre mientras mostraba las palmas de las manos para indicar que se detuviese. El guardia volvió a mirar a su compañero y tras unos instantes en lo que pareció como si ambos hombres mantuviesen una conversación telepática el segundo de ellos se dignó a hablar.

Está bien, puedes decirle a tus compañeros que se acerquen. Podéis pasar, pero espero que no nos estéis haciendo perder el tiempo.

Ogna estuvo intercambiando unas palabras con los soldados que guardaban la puerta del notario. Tras no mucho se volvió hacia sus compañeros y con rostro serio les hizo señas para que se acercaran. Sin embargo, aquellos con una vista de elfo, podrían atisbar una leve sonrisa incipiente en el normalmente rostro taciturno de la muchacha.

"Pelo-nieve" (el nuevo apodo que Kormack había dado a Losse), por fin parecía satisfecho ante la importancia que parecía haber cobrado su hallazgo. Le sorprendió que que esta gente no era tan insensata. Esperó pacientemente a ver si Ogna finalmente conseguía engañar a los guardias y, la verdad, no le fue fácil tras aguantar la retaíla de Kormack. Desgarró el último fragmento de piel que le quedaba del conejo y, justo en ese momento, vio los gestos de la muchacha con su leve sonrisa. Todo parecía empezar a funcionar y el elfo lunar no encontró mejor forma de celebrarlo mientras caminaban todos junto a la humana. - Tranquilo Kormack, yo comprendo tus problemas y me preocupo por ellos. Sé que no es fácil ser un enano y tener la barba tan corta. Pero tranquilo, acabo de despellejar este conejo para que puedas poblártela un poco con su piel. Jamás esperarías encontrar lo que buscabas en el miembro más nuevo del grupo, ¿eh? - Y le dedicó una sonrisa un tanto irónica mientras esperaba su airada respuesta.

Los cuatro compañeros se acercaron hasta las puertas ante la mirada hostil de aquellos ciudadanos que llevaban horas esperando a que sus necesidades fuesen atendidas. Una vez el grupo estuvo reunido uno de los soldados hizo un gesto con la mano para que lo acompañasen al interior. El soldado que permaneció en su puesto estudió de arriba a abajo a los compañeros a medida que desfilaban ante él, abriendo los ojos de par en par cuando el lobo de Traishor pasó saltando tras su amo. Para ser llamados los Ocho de Valigar su número se había visto reducido drásticamente - pensó cuando todos hubieron entrado al edificio. 

El salón al que fueron conducidos hacía las veces de sala de espera y allí pudieron comprobar que su interior estaba decorado de una forma austera para lo que eran los cánones amnianos en lo que respecta a edificios gubernamentales. Por supuesto no podían faltar varios cuadros que representaban escenas donde aparecía la gran Waukeen, la diosa del comercio que regía las vidas de la nación. Además tampoco podemos olvidar el par de biombos finamente tallados en madera de robles milenarios junto a algunos jarrones de cerámica traídos de la lejana Calisham. 

Por favor, siéntense aquí y no toquen nada. - Dijo sin mirar a nadie en particular aunque todos supusieron que no era algo que dijese a todos los visitantes que aguardaban en esta sala hasta reunirse con el representante del Consejo en la villa. El guardia hizo un barrido con la mirada como si estuviese almacenando en su memoria el número y disposición de todos y cada uno de los objetos que se encontraban en la sala. Tras ello se dirigió hacia una puerta doble de madera negra a la que golpeó con el puño cerrado un par de veces. Tras esperar un tiempo prudencial abrió una de ellas y entró en la habitación contigua.  Al cabo de un par de minutos regresó acompañado por un hombre que rozaría la cincuentena de edad; poseía una cabello negro azabache sin la menor muestra de canas pese a su edad, unos ojos marrones y una mirada sombría que parecía escrutar lo más profundo del alma cuando miraba directamente. Vestía una coraza metálica con numerosas marcas de combate, y portaba un yelmo bajo el brazo con actitud militar. Su andar decidido y su porte recto como una vela indicaba que era una persona directa y curtida en numerosas batallas. Abandonó la estancia sin ni siquiera saludar a los allí presentes y dejando como despedida el eco de los tacones de sus botas de caña alta golpeando impoluto suelo de mármol.

Davros apretó con fuerza el cinto cuando vio entrar a aquellas cinco personas y al lobo. El vello de los brazos se le erizó sin saber bien porqué. ¿Puede que fuese por el hecho de cómo los había presentado el guardia que acababa de entrar antes que ellos? Desde luego no estaba seguro, pero después de las vivencias que había tenido rodeado por aquel grupo de bárbaros, sabía que un grupo de aventureros podría ser la solución a sus problemas. Amistad, camaradería y espada contra espada, de lo que están hechas las leyendas. - Pensó para sus adentros.

Desde luego el último mes no había sido todo lo provechoso que él había pensado cuando se alistó como guardián de caravanas en el pequeño pueblo de Oaksville, a pocos días de la bulliciosa Athkatla. Hacía tan sólo un mes que había abandonado al numeroso grupo de bárbaros huyendo de aquellas horribles imágenes que habían llenado su retina cuando vio quemarse hasta los huesos a la familia del aquel desdichado granjero. Tras llegar hasta la villa de Oaksville, sediento y hambriento tras haber recorrido en solitario los peligrosos páramos de por los que era conocida la comarca, un hombre con un torso como el suyo y unos brazos férreos como columnas enanas no tardó en encontrar trabajo. Los mercaderes se lo rifaban para que los protegiese de las partidas de hobgoblins y orcos que cada vez se volvían más osados. Fueron numerosos los viajes que realizó custodiando caravanas entre Oaksville y Cherrybroof, llegando algunas veces incluso hasta la mismísima Athkatla. La paga no era gran cosa pero los goblinoides solían evitar las carretas protegidas, con lo que era un trabajo sencillo. Sin embargo los dos últimos dos viajes habían resultado catastróficos. En el primero, hacía una semana, todos los guardias menos él y el dueño de la carreta habían muerto asaltados por una turba enloquecida de trasgos. Habían aparecido de entre los árboles en el camino que llevaba a Cherrybroof desde Oaksville, ¡¡A plena luz del día!!

En segundo fue perpetrado de la misma manera cuando acompañaba a un mercader de productos cárnicos desde Cherrybroof hasta Oaksville, pero esta vez ni el mercader se libró de las flechas disparadas por los trasgos. Davros sólo consiguió salvarse gracias a que pudo huir espoleando a los caballos de la carreta para llegar con vida hasta el pueblo.

Había solicitado audiencia con el representante del Consejo de Athkatla en la región, el mediano Aranar Brusta, para informarle de los funestos sucesos de los que había sido testigo. Cuando estaba comentando los pormenores ante él y ante su lugarteniente, un guardia interrumpió la reunión para informar que un grupo de aventureros que se hacían llamar los Ocho de Valigar reclamaban el hecho de haber limpiado el infame túmulo de Torrealta.

El lugarteniente de Aranar abandonó la estancia rápidamente acompañando al soldado que acababa de entrar y tras su salida aparecieron ellos...

Será un momento señor Davros - Se disculpó Aranar Brusta.

Está bien aventureros, podéis pasar. - Pronunció solemnemente el soldado que los había guiado hasta el interior elevando la voz como si el grupo se encontrase a cientos de metros de él.

Cuando abrió las puertas de par en par, no sin esfuerzo, los cinco pudieron ver a un mediano sonriente tras una amplia mesa de madera ataviado con finos ropajes y joyas de un tamaño tal que harían doblarse a un ogro por el peso que parecían tener. 

Amigos!! Pasen, pasen!! No se queden ahí!  - Saludó efusivamente el mediano como si los conociese de toda la vida. El hombre abandonó el estrado sobre el que se situaba la mesa y que hacía que los que venían a hablar con él estuviesen sentados en un nivel inferior al suyo. Por favor, sean bienvenidos a Oaksville! Ya han llegado a mis oídos que son unos bravos aventureros que han limpiado ese lugar maldito que tantos quebraderos de cabeza nos ha dado. ¿No es cierto?  ¿Con quién tengo el gusto de hablar? - Preguntó sin perder la sonrisa mientras agarraba la mano de Ogna delicadamente y la guiaba hacia una de las sillas que había frente a su escritorio. Entre tanta pompa y alabanza no pasaba desapercibido otro hombre. Era esbelto y de piel oscura, con una exagerada cabellera negra a juego con sus tupidas cejas. Bajo ellas asomaban unos ojos marrones con el rastro inequívoco de haber sido testigo de las más cruentas vivencias. Entre sus labios asomaba un colmillo extrañamente largo para un humano de su etnia probablemente norteña. Pese a todos esos rasgos y al hecho de que en su espalda colgaba un gigantesco espadón, su rostro transmitía buenas vibraciones haciéndole parecer incluso bonachón a ojos de los compañeros.

El enano entró refunfuñando tocándose la barba*. El último comentario de pelonieve le había pillado por sorpresa. -¿Qué clase de rebeldía era esta? - Más tarde otro mediano aparecía tras una mesa para al que al enano importaba poco. Se dedicó a mirar las cosas caras de la habitación. Los tapices y los sillones. Los tocaba para comprobar si eran suaves y aterciopelados, parecía que esa habitación le había calmado, casi no se había dado cuenta del bruto que estaba junto al mediano. Se rascó la cabezota y continuó mirando cosas y tocándolas... 

Antes de que el grupo de aventureros pasara a la habitación de Aranar, Losse se escrutó al hombre de la armadura y botas altas. Sin duda alguna para él, ese hombre de melena negra podría ser el que se reunió con los trasgos. Se fijó hasta en el más mínimo detalle antes de que sus ojos lo perdieran de vista y le susurró a Ogna. - Sin duda alguna, ese hombre podría ser el primer sospechoso de la reunión con los trasgos - Bien sabía el elfo que los trasgos no respetarían a un humano tan fácilmente si no estuviera curtido en combate.

Una vez entraron en la lujosa sala, Losse no quiso sentarse y se mantuvo con una mirada atenta hacia su anfitrión y el que parecía ser su guardaespaldas. Al elfo no le gustaba tal pomposidad y suponía que todo lo que allí podía encontrar no había sido ganado, precisamente, con las artes más nobles. Así pues, decidió no responder a su pregunta inicial, ya que él tampoco se sentía aún parte de esta compañía y, por supuesto, no había entrado en "ese lugar maldito".