TURNO 1

El enano se quedó mirando infinito, concentrado escuchaba a sus compañeros hablar. Allen pareció haberlo divisado y bajaba en picado para apoyar a los compañeros. El elfo parecía escandalizado por el tamaño aberrante de la criatura. -Mantenerrr un paso porrrr detrás.- dijo adelántandose a sus compañeros para ponerse en primera línea.

POM

Otro golpe al escudo y un paso más.

PUM

Y el enano se quedaba con los brazos abierto preparado para gritar al gigante. -OOOOOOOOh...- comenzó a gritar. -CARRRRRA DE JAULA. TRRRRRRRAE TU CULO GORDO SEBOSO A ESTE ENANOOOO, TE VOY A RRRRRAJARRRR LA CARRRRA Y TE VOY A DAR UN PUNTAPIÉ EN TU FEA CARRRRA DE GILIPOLLLAS...- Comenzó a gritar a su contrinctante. -LOSSE DESHAZTE DE LAS GÁRRRGOLAS.- decía señalando a las criaturas que rodeaban a su presa.
El enano ya casi saboreaba el combate más épico al que se había enfrentado.

A cada paso que la mole daba más claro quedaba el objetivo que ésta perseguía. Desde el fondo de la calle, Davros, Jeldrich, Kormack y Allen vieron surgir una espesa nube de escombros y polvo en las inmediaciones de un pequeño mercado que unos comerciantes muraniannos habían establecido en aquel lugar para deshacerse de las últimas baratijas y bagatelas que poseían antes de cerrar la temporada de comercio. El origen de tan espesa nube no era otro si no parte de la fachada y la mayoría del tejado del taller de un carretero que, desde el otro lado de la calle, se echaba las manos a la cabeza horrorizado por haber perdido tanto casa como negocio. No obstante, y aunque aquello no pudiese expresarlo en ese momento debido a sus sobrecogidos músculos, en su interior agradecía a la diosa fortuna el haber abandonado la casa junto con su familia cuando las primeras vibraciones en el suelo comenzaron a ser inquietantes. 

Las gárgolas remontaron el vuelo para esquivar los cascotes que del taller provenían. Éstas volaban moviendo vigorosamente sus alas mostrando unas maléficas sonrisas en sus pétreos rostros al contemplar el caos que se estaba desencadenando bajo ellas.

Zanc y Losse, quienes tenían mejor panorámica de aquella muestra de destrucción gratuita, observaron como la mole arrancaba parte del porche del taller para a su vez arrastrarlo en una de sus manos como el que sujeta un ramo de flores. Algo les dijo a los dos compañeros que aquello tenía un motivo más maléfico que el mero hecho de destruir el negocio del carretero y que el encontrarse entre los tejados, a plena vista del golem, era el mejor lugar para ver lo que se proponía con ello.

Aquella enorme mole que se desplazaba a sus compañeros venía acompañada de cinco gárgolas, criaturas familiares para Losse, pues ya se había enfrentado a ellas en los tejados de las calles de Crimmor. Sabía cual era la amenaza principal, pero también era necesario quitar a las molestas criaturas que les circundarían y que podrían suponerles un problema, y más, a sabiendas de la cantidad de ataques que podían lanzar en poco tiempo.

El elfo lunar, tomando las instrucciones de Kormack, comenzó a utilizar su arco entonces. La distancia a la que se encontraban le impedía enfocar su objetivo como a él le gustaría, pero, aún así, era mejor que quedarse parado esperando. Tres flechas surcaron el cielo con dirección a la gárgola que más cerca se encontraba de su posición. Dos de ellas lograron impactar mientras que una tercera se perdió en el cielo. Ambos impactos lograron desprender una nube de polvo acompañada de fragmentos de piedra que se desprendían de la piel de aquella bestia alada. El combate no había hecho más que empezar.

Los aventureros más alejados a la nueva criatura veían desde el fondo de la calle como ésta se iba aproximando con paso firme hacia donde se encontraban. Sin duda las hipótesis de muchos de ellos era acertada, y la misión principal de aquel nuevo enemigo era la de llegar hasta la puerta sur fuese como fuese…

- ¿A qué clase de mal nos enfrentamos?, preguntó Jeldrich mientras avanzaba unos pasos tratando de identificar al enemigo entre la nube de escombros. Cuando lo divisó sus ojos se abrieron como platos ante el colosal tamaño. El golem continuaba su avance acompañado de aquellas criaturas aladas destruyendo a su paso todo lo que encontraba con la misma facilidad que se destruiría un castillo de arena. – Guíame, señor, pues este rival es muy superior a nosotros…, rezaba pasa sí mismo… - ¿Las gárgolas le guían?

Como era ya costumbre, el primero en atacar fue Losse. Las flechas volaron ajenas a la amplia distancia que separaba al explorador de su objetivo para terminar clavándose en la dura piel de la gárgola. Parecía como si aquel gesto hubiese despertado al paladín de su intenso análisis de la situación, actuando seguidamente.

-Es posible Jeldrich-, respondió así a la conjetura del clérigo, -pronto lo averiguaremos...-, concluyó girando su montura hacia el este.

Hagen voló hasta colocarse en un tejado cercano al este de la posición del grueso del grupo con Kormack a la cabeza y buscó cuál sería su primer objetivo. Suponía que haría como Losse y se centraría en acabar cuanto antes con las molestias que pudiesen causar aquellas gárgolas que revoloteaban alrededor de la inmensa criatura, por lo que agarró con fuerza su lanza de caballería y se encomendó a la voluntad de su diós pidiéndole con ahínco que le ayudase en aquel combate para dar lo mejor de sí mismo.

Aquella criatura no tardaría en llegar a dónde los valerosos componentes del grupo la esperaban.

Decidió subir al tejado más cercano y así contemplar más claramente la abominación, y tener al alcance a las gárgolas que revoloteabana su alrededor.

Se acercó a la pared de la casa más cercana y subió a ella tras guardarse de nuevo el arma.

Desde allí, la visión era terrible, la destrucción causada por aquel enorme enemigo era brutal. Desde allí, pudo observar cómo el singular grupo de enemigos se dirigía con paso firme y directo a la puerta sur, donde aguardaban los valientes soldados que acababan de dejar atrás.

No podían permitir que "eso" llegase a su objetivo. Como apuntaron varios compañeros, las gárgolas parecían cumplir alguna función en todo aquello, quizás, si acababan con ellas, la monstruosa amenaza tomaría otra dirección o se centraría en ellos, algo que no agradaba al guerrero en absoluto.

TURNO 2

Después de bajar de la montura alada del paladin, Zanc se dispuso a observar la situación desde el tejado, a su lado llegaba el explorador elfo trepando por uno de los laterales de la casa sobre la que estaban. -Hey Pelonieve!!  Inicia una nueva caceria, ¿eh?- bromeaba divertido sin mostrar atisbo de preocupación alguna.

A la distancia podía divisar claramente el golem gigante que avanzaba dejando un rastro de caos y destrucción a su paso, jamás había visto semejante monstruosidad, aunque desde que inició su aventura junto a los 8 de valigar sus ojos habían presenciado innumerables y fantásticas criaturas de las que sólo había leído en los viejos libros que albergaba la biblioteca de su padre, muchos años atrás... Como le gustaría ver la expresión en sus rostros si supieran la inigualable aventura en la que se había encaminado. 

Analizando la situación,  el pequeño bribon sabia que poco podía hacer contra aquella amenaza, así que decidió pasar desapercibido por ahora, debía esforzarse en buscar a aquella maldita maga que había creado semejante aberración, así cobraría venganza.  Sin pensarselo demasiado, se despidió de Losse con una sonrisa y empezó a avanzar sobre los tejados, procurando evitar que lo descubriesen.

Los aventureros continuaron con su despliegue táctico mientras las gárgolas que rodeaban al constructo, ahora alertadas de la presencia de Losse, seguían avanzando con una extraña calma. Nada parecía alterar su decisión de mantener el ritmo de su lento vuelo hacia el sur, ni siquiera los devastadores disparos del explorador everlunita ni la cercana presencia del paladín de Tyr junto con su montura. Al contrario, una vez más cerca, Allen, pudo apreciar como aquellos grotescos seres semejantes a buitres de piedra permanecían con una sonrisa inmutable como si estuviesen aguardando algo que aún estaba por suceder. La mole de carne, sin prestar atención a todo lo que le a su alrededor sucedía, seguía manteniendo su paso lento, levantando el empedrado con cada paso y destruyendo los tenderetes y mercancías de los comerciantes al pasar por encima de ellos. En su mano derecha seguía portando aquella extraña clase de artefacto de metal muy similar a unas garras de gigantescas proporciones. En la otra, no menos imponente por su sencillez, aferraba con fuerza un trozo de pared que perfectamente cobijaría tras él a dos personas. Cuando por fin apareció en mitad de la calle, su mirada vacía y carente de vida se centró en los tres aventureros que bloqueaban su paso: Kormack, Jeldrich y Davros, que en ese momento alcanzaba el tejado de una de las casas cercanas.

Triomertan, que era así como Sylphamen había llamado a su creación, se detuvo y profirió un grito grave y seco que sonó de forma muy similar a los cuernos de alarma que los aventureros habían escuchado en la Isla Sirena Muerta. 

Los enemigos se encontraban suficientemente cerca del grupo como para ser ya una amenaza inminente. Las gárgolas iban posicionándose eligiendo sus objetivos, algo fácil de comprobar tan solo observando hacia dónde dirigían sus lúgubres miradas.

Parecía que dos de las gárgolas habían decidido que el paladín sería su objetivo. Avanzaron con rapidez hasta colocarse lo suficientemente cerca de Allen como para que éste supiese qué es lo que tenía que hacer. Hagen, ya advertido por su jinete, conocía la estrategia a seguir. Deberían cargar contra aquella criatura y, a su vez, quedar a la suficiente distancia de las demás como para no ser abordados por ningunas de las demás. Y así lo hizo.

Algunas tejas salieron despedidas cuando el poderoso batir de alas de Hagen hizo que tanto montura como jinete se lanzasen al ataque. Su objetivo, la gárgola más oriental. Aquella que se encontraba más alejada del grupo que comandaba el inmenso constructo. Con velocidad y la lanza presta, Allen llegó a la altura de su enemigo para que, esta vez sí, su puntiaguda aliada hendiese el viento a la par que atravesaba a su enemigo de punta a punta destrozando el cuerpo de la criatura.

Los dos compañeros continuaron avanzando hasta que Hagen dio por buna la distancia que los separaba de la gárgola más cercana asegurándose de que la criatura no podría llegar a su posición y así evitar que continuasen con sus mortales cargas.

Escondida tras una de las casas que estaba situada en la calle principal que llevaba a la puerta sur, Ogna escuchaba con una mezcla de curiosidad y terror el estruendo del gargantuesco golem acercándose a su posición. Tenía la boca seca y el pergamino que había sacado temblaba ligeramente en sus manos. Vio cómo Losse comenzaba a disparar contra las gárgolas que parecían alentar el avance de la mole y le pareció una idea inteligente. Allen, por su parte se lanzaba al ataque, en una clara demostración de su valentía, a lomos de Hagen. ¿Qué podía hacer ella? Necesitaban ganar algo de tiempo para que sus compañeros pudieran ir deshaciéndose de las gárgolas y así poder concentrarse en el verdadero problema.

Vamos Ogna, piensa, usa tu imaginación.

¿Qué podía llamar la atención del golem? Pensó en crear un muro de fuego que detuviera su avance, pero luego se dio cuenta de que los golems eran inmunes a la magia y eso no detendría su avance. Recordó los calurosos veranos con su familia, cuando iban al río a pasar el día con todos sus hermanos. Como ella, tras una frugal comida intentaba dormir una agradable siesta en el apacible paisaje de la campiña. Recordaba también como su hermano Leuco la fastidiaba imitando el leve tacto de las moscas de río haciendo uso de una larga espiga. Era tan molesto que Ogna no podía dormir, dando manotazos al aire para espantar al falso insecto. Eso le dio una idea. Leyó el pergamino que llevaba en sus manos, asomando tan sólo la cabeza y , de la nada, imitando un conjuro de convocación, apareció en medio de la calle un águila gigante celestial*. Era lo más parecido a un molesto mosquito que se podía imaginar para el golem. Concentrada en el conjuro hacía revolotear al pajarraco alrededor del golem en la distancia justa para tentarlo a pararse y darle con el tremendo mazo que portaba.

El despliegue que Losse había iniciado con su ataque fue seguido por el resto de sus compañeros. Zanc avanzó con rapidez, Allen ya había matado a su primera gárgola y los demás ultimaron los detalles que les faltaban para recibir la embestida de La Creación.

El proveniente de Everlund, continuando su trabajo iniciado, lanzó dos flechas más a su anterior presa de forma certera, acabando con su vida y convirtiendo en piedras y polvo negro lo que quedaba de ella al impactar contra el suelo. Otra más parecía rezagada y, probablemente, elegiría a Zanc como víctima. Losse sabía de la importancia del gnomo secundando sus ataques, así que la disparó para quitársela cuanto antes del medio. Una vez más el elfo lunar acertó en su objetivo, aunque no fue suficiente como para que ésta abandonara el mundo de los vivos.

TURNO 3

Las acciones combinadas de la ilusión de Ogna y  de la carga de Allen desataron la actividad entre las gárgolas y el constructo gigante. Puede que fuese debido a la proximidad o al ver que aquellos a los que se enfrentaban no eran simples soldados de Crímmor las gárgolas llegaron a la conclusión de que debían reaccionar ante aquellos ataques.

Primero fue la gárgola a la que le faltaba un cuerno y parte del cráneo como consecuencia de un disparo de Losse. Ésta se movió en dirección al elfo con su pesado aleteo durante unos metros pero cuando llegó al borde de las casas que flanqueaban la calle descendió planeando hasta plantarse junto a la fachada de una casa particular. Desde allí quedaba fuera del alcance de los disparos del elfo y sin posibilidad de sufrir en envite de Allen, al menos por el momento.

La segunda gárgola, testigo de la muerte de su compañera por la lanza del paladín, optó por lanzarse hacia el hipogrifo cuando éste daba el giro para encararse de nuevo hacia ellas. Aunque sus movimientos eran lentos. Cuando Allen se volvió para buscar una nueva presa se encontró a la gárgola prácticamente sobre ellos con las garras extendidas hacia adelante y las fauces de  piedra abiertas de par en par.

Davros había calculado bien los movimientos de la tercera gárgola. Desde el inestable tejado, el bárbaro vio cómo la criatura lo detectaba y batía las alas con fiereza para ganar velocidad a fin de aproximarse hasta él. La gárgola, ignorante de la táctica que el antiguo guardián de caravanas tenía reservada para ella se aproximó con su macabra sonrisa de piedra dispuesta a rajar al bárbaro con sus imponentes garras. Sólo pareció cambiar su semblante cuando Davros, en vez de colocar la lanza en posición de contracarga como ella había esperado, alzó una pequeña bolsita de cuero que lanzó contra ella.

Kormack, Jeldrich y Ogna hubieron de cerrar los ojos para evitar que la arenilla y el polvo se acumulasen en ellos. La ilusión de la joven bardo definitivamente captó la atención de Triomertan. El golem se detuvo aturdido cuando aquel animal alado apareció frente a él aleteando en el más absoluto silencio. La inexpresiva mirada de Triomertan trataba de seguir los movimientos del águila  mientras lo espantaba con la mano derecha como si de una mosca se tratase. Al ver que aquello se movía con demasiada rapidez para él, no tuvo más remedio que alterar su básico plan: levantó con ambas manos el trozo de pared que sujetaba y, cuando el águila pasaba frente a él, lo lanzó con todas sus fuerzas. El águila, como era de suponer, no recibió daño alguno al ser atravesado por la sección de pared pero los compañeros quedaron un tanto conmocionados acerca del poder de aquel monstruo. Los ladrillos y trozos de madera de la pared se estrellaron a pocos metros del clérigo de Lathánder y de Kormack convirtiéndose en polvo y astillas de tal potencia con la que golpearon el empedrado del suelo. Sin embargo, por si aquello fuese poco, Triomertán avanzó en la dirección de ambos aventureros sólo interrumpiendo su avance para aproximarse hacia otra casa a fin de conseguir más de aquellos gigantescos proyectiles.

Las gárgolas que aún no habían sucumbido ante los ataques de Losse y Allen se dispersaron, abandonando lo que parecía su misión principal, dirigir a aquella aberración hacia la puerta sur.

Davros acertó en su predicción y una de ellas pasó lo suficientemente cerca como para lanzarle la pequeña bolsa de maraña y acertarle de lleno en un ala. Confiaba en que fuese capaz de detenerla o, al menos, ralentizarla.

Contento por haber conseguido acabar con su primer objetivo con rapidez, Hagen giró sobre sí mismo para volver a la carga. Pero aquellas criaturas aladas no iban a dejar que continuase con su estrategia. Cuando el hipogrifo hubo girado sobre sí mismo, Allen vio cómo una de aquellas gárgolas casi los había abordado ya. Se encontraba a escasos metros cuando, instintivamente, acertó de nuevo con una lanzada ante la sorpresa de la criatura pétrea. La lanza de caballería se incrustó en el costado derecho de la criatura desprendiendo algunas rocas y cayendo estas sobre un tejado que se encontraba a escasos pies de donde se iba a producir el nuevo combate. Allen pensó que que podría hacer lo propio con su arma de alcance, dejarla caer sobre el tejado, pues era harto complicado combatir con aquella interminable arma en distancia cortas.

Con rapidez llevó a cabo su estrategia. En primer lugar dejó caer su amada lanza sin perder de vista el lugar en el cual acababa su preciada compañera y poder así recuperarla después. Acto seguido, Hagen se elevó sobre la cabeza de la gárgola momento que aprovechó Allen para desenfundar su gran espadón obteniendo así una posición inmejorable para usarla.

La descarga de los dos mandobles que propinó a la gárgola encontraron acogida en el ya dañado cuerpo de la criatura, la cual dejó de ser tal cosa para convertirse en un cúmulo de piedras y polvo que cubrieron gran parte del tejado donde se encontraba la preciada lanza del paladín que aguardaba impaciente el momento de volver a las manos del servidor de Tyr.

Escondida tras los muros de las casas Ogna no tenía la intención de enfrentarse directamente al gigante. Continuó escondida dando un respingo cada temblor que provocaba los movimientos del constructo. Respiró aliviada cuando vio que su ilusión había provocado que soltara la pared que llevaba en la enorme mano. Dejó de concentrarse en la ilusión para comenzar a entonar un divertido canto.

En tus ojillos brillantes
y en tu buen humor
veo instintos « alarmantes»
de jugar con los gigantes...,
los gigantes de Crímmor.

Pero espérate, que quiero
que los veas al pasar;
mira, ya llega el primero
detrás del tamborilero
bailando a todo bailar.