Partida Rol por web

-¿Que no sea natural? ¿Te refieres a chanchullos de magos?-preguntó poniéndose a la espalda del druida para no pisotear lo que fuera que estuviera buscando o comprobando. No era su terreno, de hecho, dados sus escasos conocimientos sobre la naturaleza era casi un milagro que hubiera seguido con vida tras los meses de peregrinaje solitario.

Tus conocimiento sobre los hongos no son suficientes para que recuerdes mucha más información sobre los hongos de lo que ya sabes.

Sin embargo, encuentras abundantes rastros de animales: pequeños y grandes; aves, mamíferos, reptiles, anfibios... todo un recital de animals han dejado sus huellas o rastros para el ojo entrenado. No obstante, por mucho que recorres las riberas del arroyo hasta una distancia prudencial no encuentras ningún animal muerto. Quizás, después de todo, sólo afecta a los humanos. Piensas para tus adentros.

La cara de Quarion parece mostrar cierta decepción que Asha no consigue descifrar. El elfo, camina de lado a lado por la orilla del arroyo, en ambas márgenes, agachándose cada cierto tiempo, como si estuviese mirando algo. De vez en cuando soltando alguna maldición en élfico por lo bajo o negando con la cabeza, como si no creyese lo que veía.

Esté buscando lo que esté buscando, no parece ser afortunado con ello.

Mientras, para vuestra sorpresa, el sol está alto en el firmamento. Incluso las nubes han dejado de arrojaros agua, aunque el cielo sigue encapotado. El hambre comienza a hacer rugir vuestros estómagos. Ambos caéis en la cuenta de que ha pasado bastante tiempo desde que Berhanu y Haizti se fueron y no han vuelto.

-Sea lo que sea afecta solo a los humanos, ya que hay pisadas de animales y ningún muerto -dijo Quarion mientras se encaminaba a Asha- así que no te acerques mucho por si acaso, ¿vale? -antes de que pudiera contestar agregó- no he reconocido el hongo y no he querido arriesgarme a coger uno para poder estudiarlo por si enfermaba yo.

Tras decirla eso se percató de la hora que era- si quieres nos encaminamos hacia el campamento maderero y comemos algo de cecina seca por el camino -mientras hablaba comenzó a hurgar en su mochila y sacó un poco de cecina y el odre de agua.

Cuando Haizti había propuesto separarse lo había hecho sobre le presunción de que el campamento maderero se hallaba mucho más cerca de lo que había resultado estar. En el presente, dudaba de que su decisión hubiera sido la correcta, una lección que atesoraría de cara al futuro. El avance había sido silencioso y, sin duda, el aspecto deprimente del entorno había tenido bastante que ver en ello. Los bosques esquilmados, mostrando las cicatrices del paso del hombre que solo sabía destruir y no crear, el intento de la naturaleza por repoblar lo arrasado y que dejaba un mensaje sutil de que hacía mucho nadie se preocupaba por mantener los caminos limpios. La mirada del semielfo vagaba por aquel cementerio cuando creyó ver o intuir una presencia. Su mano voló al arco, más como precaución que con otro fin, pues la potencial amenaza nunca llegó a plasmarse.

Seguía meditando sobre el concepto de diversión. Una extraña palabra que había aprendido no tenía idéntico significado para todos. Se resumía a algo similar a placer, pero no todos lo obtenían de igual modo.

-No es una mala idea, pero quizás fuera mejor un par de mulas y un carro que nos protegiera de los elementos también. Cabalgar bajo la lluvia no es especialmente agradable. O eso pienso. Nunca he montado en un animal y dudo que supiera hacerlo. Pero sé montarme en un carro y sentarme en él -dijo con sinceridad absoluta-. Deberíamos haber llegado ya -comentó mientras Berhanu parecía ocupada con un grueso paquete de su petate que resultó ser comida-. La noche se nos va a echar encima a este paso. Sí, gracias -agradeció, tendiendo la mano y aceptando lo que su compañera le ofrecía. Masticó en silencio mientras seguían caminando-. Antes me ha parecido ver algo que se movía muy rápido. No sé qué, pero si algo se esconde, debemos estar atentos -la voz de Haizti no mostraba preocupación-. Está rico. ¿Crees que nos hemos perdido?

¿Perdidos? exclamé más que pregunté, y respondí yo misma haciendo sonar una pedorreta con la lengua y los labios. Podemos perdernos en medio de un bosque, sobre todo si es de noche y las nubes ocultan las estrellas, pero en una senda... nah. Simplemente está más lejos de lo que esperábamos. Y no te preocupes, probablemente no es más que un animal que se ha asustado al oírnos, pero, toqué el arco, que colgaba encordado de mi hombro, si es peligroso, lo llenaremos de flechas antes de que nos alcance.

Corté una última rodaja de la salchicha, me la llevé a la boca y devolví el embutido y su paquete a la mochila.

Y noh mah idea lol caro, dije con la boca prácticamente llena de carne. Pro loh caalloh tien mah, terminé de masticar el pedazo de salchicha y me lo tragué de golpe, ayudándolo a bajar por la garganta con un trago de agua del pellejo, tienen más movilidad. Podemos usar el carro cuando sigamos carreteras, y los caballos cuando vayamos campo a través.

-Podemos perdernos en cualquier lugar -dijo escuetamente el semielfo-. Lo que quiero decir es que quizás hayamos tomado la senda equivocada y nos estemos dirigiendo hacia donde no debemos.

Tras el breve apunte, se detuvo un instante mirando a Berhanu con el ceño fruncido, haciendo un esfuerzo por comprenderla. Había habido un punto en su conversación donde su compañera había debido echar mano de su lengua madre.

-Lo siento, no hablo ese idioma. ¿Qué lengua es? Jamás la había oído, pero bueno, eso no es raro en mí -preguntó siguiendo el sempieterno consejo de Asha de que para aprender había que preguntar, cosa que no terminaba de convencerle, antes de retomar el paso.

Tus conocimientos de Geografia son suficientes para que te des cuenta de que, probablemente, calculaste mal la distancia a la que podría estar el campamento maderero desde Hondonada del Halcón. Probablemente a caballo podríais haber llegado al campamento que debiera de estar en las inmediaciones del Bosque del Valle de la Luna Oscura.

Quizás sea conveniente esperar a vuestros compañeros en el camino, o quizás les podáis esperar en el campamento, lo que supondría seguir caminando lo que queda de día.

Tu inspección del entorno te hace estar seguro de que fuese lo que fuese lo que has creído ver, si es que en realidad has visto algo, ya no está por ahí.

Por lo demás, no habéis visto ningún desvío y el camino es claro en todo momento, por lo que es poco probable que os hayáis equivocado de rumbo.

Suspiró aliviada y asintiendo con la cabeza dio media vuelta encaminándose al campamento.

-No tenía ningunas ganas de morir por un hongo-dijo en referencia a las precauciones que le había hecho tomar.

Papá me habló una vez de un monstruo que encontraron en una cueva, cuando estaban explorando los túneles de una tribu orca. Era una esfera de carne con un ojo en el centro, y varios apéndices, culminados cada uno de ellos en ojos más pequeños. Con cada uno de ellos, el bicho lanzaba un rayo. Si yo hubiera tenido esa capacidad, los ojos de Haizti hubieran sido agujeros humeantes.

He dicho, dije, esta vez sin comida en la boca, y vocalizando tan marcadamente como era capaz, que lo del carro es buena idea, pero que los caballos tienen más movilidad. Que pueden moverse por sitios a los que los carros no llegan, expliqué, vamos.

La sugerencia de Haizti respecto a habernos perdido me hizo, a pesar de que estaba completamente segura de verdad de la buena de que estábamos en el camino correcto, ponerme a recordar los mapas de papá. Los había visto tantas veces, que me resultaba más fácil visualizar sus líneas que mis propios rasgos. Obviamente, no había en ellos nada relativo a un campamento maderero, pero sí se indicaban las lindes del área de Hondonada, y dudaba que se hubieran establecido mucho más lejos.

Estoy convencida, dije, tras cavilar un rato, de que si no tenemos retrasos, llegaremos al campamento antes de anochecer.

Parecía como si una abeja hubiera picado la lengua de Berhanu dada la lentitud de esta al repetir en la lengua común lo que había dicho en su lengua madre.

-Siento forzarte a usar una lengua que te es extraña, aunque reconozco que hasta hoy no me había dado cuenta de ello. Te diré, sin embargo, que tu empleo de la lengua común es muy bueno y satisfactorio. Debería haber prestado más atención -dijo asintiendo y comprobando que los ojos de su compañera brillaban. Sin duda, sus palabras la habían emocionado. Aquella era una constante entre los humanos que ante determinados comentarios, sus ojos se humedecían-. Y confío en tu palabra. Esperemos por lo tanto que se cumplan tus expectativas y lleguemos a ese lugar antes de la noche. Pero eso también supone una cosa. Deberemos acampar en el campamento o caminar de regreso en la oscuridad. Y ninguna de ambas opciones me resulta agradable.

Doblé los codos, apreté los puños, cerré los ojos y fruncí los morros con fuerza para ahogar un chillido de frustración. ¡EXASPERANTE! Respira, me dije, respira. Y respiré, una vez, y otra, y otra, y el remolino dejó de girar, y la superficie del estanque quedó en calma, imperturbable.

No será para tanto, repliqué, encogiéndome de hombros, salvo para nuestro hombre-que-camina-con-lobos. El campamento es un lugar seguro, bien situado, y nos servirá de base para ir a los tres puntos que nos indicó la herborista.

Cuando Haizti la vio adoptar aquella pose se preparó para la ventosidad que, sin duda, la muchacha iba a lanzar. No obstante, o bien no pudo desahogar su cuerpo o supo transformarlo en un algo silencioso e inodoro, cosa que agradeció. El organismo humano tendía a expeler cuescos realmente desagradables.

-Supongo que tienes razón -dijo asintiendo mientras avanzaban-. Pues avancemos rápido para encontrarnos con ese hombre. Su información será importante.

El camino sigue su camino, unas veces recto, otras irregular, onduleante o zigzagueante, siguiendo el curso de la caprichosa fisionomía del terreno. Las colinas que veías a vuestra derecha van alisándose, hasta prácticamente desaparecer. El terreno es verdoso, herboso. Los bosquecillos supervivientes a la tala siguen apareciendo por doquier, pero la sombra que vistéis antes, o más o menos, no ha vuelto a aparecer y vuestros músculos hace tiempo que dejaron de estar tensos por ello.

El arco del sol va llegando a su fin y el astro rey promete apenas unas pocas horas más de luz.

Es en ese momento, cuando mientras tararea una canción, la escuálida pero perceptiva exploradora, ve unas huellas que surgen del camino. Las huellas, claramente de un animal (probablemente una cabra), se pueden distinguir entre la tierra ablandada por la lluvia con suma facilidad. Sólo había que fijarse.

Berhanu da un codazo a Haizti que la mira con sus ojos gélidos, preguntándose una vez más qué demonios está mal en la cabeza de los humanos, para acto seguido señalarles las huellas. El rastro se adentra un poco entre las hierbas, que crecen salvajes por doquier.

Haizti se frotó el dolorido costado tras el codazo propinado por Berhanu y la miró intentando saber la razón de aquel golpe. Hacía tiempo que estaban en silencio de modo que igual lo que pretendía era reiniciar una conversación y en el caso de los humanos, un golpe parecía ser el modo adecuado de proceder a ello.

No obstante, la vio gesticular como lo hacían los desgraciados que habían perdido la lengua y señalar algo. Paciente, siguió la dirección indicada y vio las marcas de huellas en el suelo, aparentemente de una cabra.

-¿Una cabra o cervatillo? -preguntó, convencido que quería a poner a prueba sus dotes rastreadoras. Confiaba en haber acertado.

Cabra, dije, mirando al semielfo con ojos entrecerrados. Ni la distancia de las pisadas, ni la forma de las pezuñas, ni la profundidad, eran las de un cervatillo, evidentemente. Pero eso lo sabía yo, que había vivido como había vivido. Haizti debía haberse alimentado de aire, o algo así. De hecho, era bastante posible, si lo pensaba bien. ¿Si te alimentabas de aire conseguías poderes mágicos aéreos?

No debe estar muy lejos, dije. Podemos desviarnos un momento y conseguir cena para esta noche. Me acerqué a las huellas y me arrodillé para comprobar si mi afirmación tenía algún tipo de fundamento, o me había precipitado y tendría que inventarme alguna excusa para no parecer imbécil.

Esto… Mientras observaba el rastro, me decidí por fin a preguntarlo. Ya te he visto comer comida, pero, cuando vivías con tu madre, ¿comías también o vivías del aire?

-Con mi madre y sin ella, antes, ahora y en un futuro, siempre he vivido y viviré del aire. Igual que tú. Si no respiramos, morimos. ¿No lo sabías? -dijo con un asomo de incredulidad en su voz ante tamaña ignorancia-. Respecto a la cabra, es un animal doméstico. Tendrá un dueño, como lo tenían las gallinas que el druida liberó en su día mientras gritaba "LIBERTAD PARA LAS GALLINAAAAAS" -comentó en una aceptable imitación-. ¿Crees que cazarla es buena idea? Aunque debo decir que su carne siempre me ha agradado.

La imitación de Quarion fue lo bastante graciosa como para arrancarme una sonrisilla. Probablemente hubiera sido una risotada si no hubiera malinterpretado el comentario del aire. Tenía que acostumbrarme a ser precisa en todo lo que decía al hombre. Así no aprendería jamás, pero al menos no me irritaría tanto.

No, no, no, dije, agitando los brazos frente a mí. Quiero decir solo del aire, sin comer ni beber.

Y respecto a las cabras, continué, esta vez con más calma, en las montañas donde vivía, podías encontrarte manadas enteras saltando libremente entre los riscos. Además, dije extendiendo los brazos para señalar la extensión de foresta que nos rodeaba, no creo que haya una granja tan adentro del bosque.

La mirada que Haizti dirigió a la humana fue indescifrable. Y que no respondiera al comentario hecho por ella, inexplicable.

-Si crees que es una cabra salvaje, por mí está bien lo de cazarla -fue cuanto dijo, al tiempo que el arco aparecía en su mano-. El aire no suele alimentar mucho.