Partida Rol por web

Se queda sin aire. Ahora se queda sin aire. Vale, ahora sí que se queda sin aire. ¿Cuánto aire es capaz de coger de una bocanada? ¿O está respirando sin que me dé cuenta? Eso debe ser, alguna técnica rara de las suyas.

Al final se quedó sin aire, o terminó de hablar, o lo que fuera. Se dio la vuelta y comenzó a hablar en dirección contraria. Obviamente, no pretendía regresar al sendero, sino provocar al guardia para que admitiera que conocía al tal Milon, pero el susodicho guardia no parecía por la labor de hacer tal cosa. Se le veía en el gesto que el torrente de palabras de haizti le había despertado cierta preocupación, pero de momento no hacía gesto alguno para detenerle.

Lo siento mucho, de verdad, dije deteniéndome un momento. Nos quedaríamos con gusto a preguntar a los demás, pero la herborista nos advirtió de que tuviéramos cuidado, porque había varios infectados en el campamento y la enfermedad es muy contagiosa. Si no tenemos la seguridad de que vamos a encontrar los ingredientes para la cura, no vamos a arriesgarnos a morir en balde, simulé que un escalofrío me recorría la espalda, y pinté una mueca de desagrado en mi rostro, y menos en una agonía horripilante, como ese tipo del pueblo.

Esbozando una sonrisa triste, me despedi con un movimiento de mano y troté tras mi compañero, esperando que lo que había dicho fuera suficiente como para que el guardia se cagara encima.

El guardia, preocupado, trota tras Berhanu estirando el brazo, que lo coloca en su hombro para detenerla. ¿Has dicho que hay infectados en el campamento? El hombre se estremece. Sin duda, pese a la distancia de Hondonada del Halcón, en el campamento han recibido noticias de la plaga. Estaba de broma. Jajaja. Dice con falsa risa el guardián. Millon estará por el campamento. Ya es hora de que vuelva con el resto. Cuando os disponéis a iros en dirección al campamento, el hombre os vuelve a detener con voz suplicante. Por favor, decidme ¿cómo reconocer a los infectados?

La mirada de Haizti, al volverse hacia el leñador, mostraba una seriedad absoluta.

-Es... desagradable. Especialmente, al final. Empieza con sudoraciones. Sigue algo de fiebre, poca. Llega la tos. Puede confundirse con un catarro. La persona parece mejorar -dijo, inventando sobre la marcha, dispuesto a devolver al leñador su broma, con la más fría de las venganzas-. Entonces aparecen las bubas. Pequeñas al principio, pero se hinchan y enrojecen como cerezas. Después se vuelven negras como el carbón. Hasta que revientan y la pus y la sangre sucia salen con un hedor terrible. A partir de ese momento, al enfermo le quedan dos horas. Tiempo suficiente para despedirse de él, aunque conviene no tocarlo. ¿Hay alguien con esos síntomas?

Haizti pestañeó, impertérrito, y sin asomo de curiosidad alguna en sus ojos.

El rostro del guardia se pone pálido al instante y con el tiempo justo para una minúscula disculpa, hecha su última comida cerca de un seto cercano. Las arcadas del hombre son perfectamente audibles mientras pasáis a su lado en vuestra senda hacia el interior del campamento.

Los otros dos guardias os miran curiosos, aunque no hacen nada por deteneros.

-Oh, vómitos -dijo el semielfo dirigiéndose a Berhanu, pero en voz lo suficientemente alta como para ser escuchado por otros-. Parece que ya ha llegado. 

Dicho aquello, se calló, con su impasible rostro por bandera pero con una mirada en la que brillaba cierta satisfacción, caminando hacia el centro del campamento, donde deberían dar con el humano que debía ayudarles. Confiaba en que con él fuera más sencillo. 

Asha siguió caminando, ajena a lo que el elfo podría avistar, para ella eso era otro paseo más entre demasiada vegetación y Baelnarth ya empezaba a quejarse, reclamando un buen guiso. Ese bicho le hacía tener la sensación de hambre... pero con el tiempo de viaje había aprendido a diferenciar entre los deseos de su tótem y los suyos propios en cuanto a comida se referían.

-¿crees que ellos habrán sacado algo en claro?

Era evidente que Haizti estaba aprendiendo a dominar el noble arte de la mentira y la exageración, así que decidí no meter baza. El pobre guardia ya tenía suficiente pensando que iba a sufrir una muerte horrible. De hecho, quizás la sufriera, una muerte horrible quiero decir, aunque no precisamente en la forma descrita por el semielfo. Sacudí la cabeza y mostré una expresión de tristeza antes de seguir a mi compañero. Es terrible, démonos prisa en encontrar a Milon.

No había dado dos pasos cuando caí en el resto de mis compañeros. Puede que, dentro de un rato, o quizás de unas horas, vengan dos compañeros nuestros. Una chica algo mayor que yo, un elfo y un lobo, enumeré. Avisadles de que estamos por aquí.

Haizti caminó unos pasos antes de detenerse para mirar a un lado y a otro. 

-Me siento menos perdido en los más profundo del bosque que en una construcción humana. ¿Cómo descubriremos a ese hombre? -parecía que su experiencia con el guardia del campamento hubiera sido ya olvidada-. Tú estás más acostumbrada que yo a desenvolverte entre humanos. ¿Qué propones que hagamos? No quiero tener que enfrentarme nuevamente a un idiota que se cree que bromear con la muerte o con nosotros es un juego. La próxima vez puede que no me conforme con asustarlo con palabras -su comentario, tan átono como siempre, sonó extrañamente peligroso. Quizá por la falta de emoción que destilaba. 

-Esperemos que sí -decía mientras mantenía el paso- la verdad es que otro tome las decisiones sociales, pues no creo que yo sea muy bien recibido por esta zona -dijo sonriendo a la humana.

Entonces vio ese ser fantástico y peligroso por igual y se percató de que había estado alimentándose- Mira -dijo Quarion señalando la silueta del wyvern- un dracónido -y sonrió a Asha- ¿un pariente tal vez?

Mientras intentaba permanecer tranquilo, suplicaba a la naturaleza en su interior para que esa bestia no se lanzara a por ellos.

La sombra prontamente desaparece y el bosquecillo vuelve a quedar en silencio.

Continuáis vuestro camino poco a poco, aunque vuestro ritmo se ha acelarado, quizás por las ganas de dejar atrás el lugar donde vistéis a la criatura alada. Aunque fuese por unos segundos. El sudor frío recorre vuestra espalda durante un buen rato tras la visión. Incluso con la lluvia que cae a intervalos y que os moja, podéis sentir el recorrido de dicho sudor.

Unas horas después, cuando el sol comienza a desaparecer por el horizonte, oscureciéndolo todo, véis el campamento a lo lejos.

Entre las figuras que se mueven, los afinados ojos del elfo consiguen distinguir a Berhanu y a Haizti en la lejanía, internándose en el campamento, alejándose del guardia con el que han estado hablando hasta hace un momento y que parece estar mirando en el suelo o algo que le hace inclinarse en repetidas ocasiones.

Asha, juguetona con Skoll, no es capaz de fijarse en lo que pasa a lo lejos y sigue pasándoselo bien con el lobo.

-Mira, están allí Berhanu y Hielo -dijo señalando hacia adelante para que Asha pudiera ver a lo que se refería. Aún tenía mal cuerpo por la aparición del draco.

Mientras Quarion se acercaba, no quitaba ojo de ese hombre que se agachaba o inclinaba, intentando observar que había en el suelo.

Según os acercáis, observáis que el hombre esta vomitando. Apenas os mira. Lo justo para haceros una señal en dirección a vuestros amigos que, sin duda, le han advertido de vuestra llegada. La noche se adueña de todo.

A lo lejos oís a alguien gritar. La voz os suena familiar. Es la voz de Berhanu.

Sinceramente, confesé, porque no perdía nada por hacerlo, por muy humana que sea, me he pasado casi toda la vida en una cabaña en las montañas. Cuando quiero sentirme cómoda en un sitio diferente al que estoy acostumbrado, busco cosas que me resulten familiares, y me centro en ellas.

Los leñadores, tal y como nos había dicho el pobre guardia, estaban regresando a sus tiendas. Después de una dura jornada haciendo caer troncos, era su turno de caer dormidos como tales.

Me detuve un instante mirando cuidadosamente a Haizti. No deberísa enfadarte por algo así. El guardia era un imbécil, y podía haber costado caro a Hondonada, de no haber dado su brazo a torcer, o de haberse encontrado con un grupo de orientación más belicosa, menos mal que éramos nosotros y no Quarion, pero nada más, solo era un imbécil. No creo que el hombre tuviera mala intención. Solo es un idiota, como has dicho. Y en cuanto a encontrar a Milon, espera un momento.

Me acerqué al grupo de hombres y, cuando estuve al alcance del oído de todos, rodeé mi boca con las manos abiertas.

¡Milon! llamé en voz alta, ¿puedes venir un momento? Necesitamos hablar contigo.

Haizti miraba al frente, mientras Berhanu gritaba el nombre de aquel al que habían venido a buscar. Antes, su intervención había sido escueta. 

-No estoy enfadado. Solo que no me gustan los juegos, o que quieran engañarme. 

Ahora, tan solo confiaba en que las cosas se aceleraran un poco y que la larga marcha rindiera por fin sus frutos. La presencia del humano mencionado por la herborista representaría una importante ventaja en la consecución del trabajo para el que habían sido contratados. Y un paso más en su propio destino. 

-Vamos -dijo a Asha mientras apretaba el paso y se ponía en guardia. No sabía si había sido un grito de ilusión o un grito de miedo. Aún no entendía esas diferencias que provocaban los humanos ni esos conceptos que para ellos eran naturales pero para Quarion eran extraños.

Tras un gesto, Skoll se puso en su flanco, dispuesto para lo que ocurriera.

Asha se lo había pasado genial. Un nuevo paseo con un lobo juguetón mientras su dragón interior se regocijaba con la afinidad que mantenían ambas naturalezas con el animal.

-Ouh-pestañeó apretando ligeramente el paso,con un curioso sentimiento de preocupación por el grito de Berhanu.

Mientras Berhanu y Haizti se deciden por dónde tirar en busca del leñador que, de haberles oído, ha hecho caso omiso al llamamiento, tres figuras, dos bípedas y una cuadrúpeda conocidas, aparecen con cierta prisa.

Las figuras venían casi corriendo, esquivando a los leñadores más rezagados que se dirigían o bien a la cantina o bien a sus tiendas, donde descansarían, no sin antes haber dejado sus herramientas de trabajo en el almacén. Lo cierto es que, para su tamaño, el campamento ebullía en vida. Las figuras se acercaron hasta ser claramente visibles.

El grupo se había reunido de nuevo.

No es que ser poquita cosa me moleste. No necesito demasiada fuerza para disparar con un arco, ni para cortarle con dos buenos tajos las arterias de los muslos a un desgraciado, ni mucho manos para acechar a una presa, para leer o dibujar un mapa, o para desmontar una trampa. En realidad es útil, me ayuda a pasar desaparecibida y a escabullirme por sitios a los que tipos grandes no llegan. Pero hay momentos en los que ser una mujer grande, o al menos despampanante, es útil.

Ahí estaba yo, gritando el nombre de nuestro hombre, y los leñadores no me hacían ni caso. "Mira esa niña gritona, qué voz tan desagradable", diría uno, por lo bajini; "oh, a mí me parece mona, me recuerda a mi hijita, seguro que ha crecido en estos dos meses", replicaría otro con ojos húmedos. "Que alguien la haga callar", estarían pensando varios, pero ninguno se molestaría en acercarse a hacerlo, "que lo haga otro, que estoy baldao". Cabronazos.

Creo, dije a Haizti, con derrota en la voz, que tendremos que pillar por banda a alguno de los leñadores y preguntarle directamente. En todo caso, la herborista dijo que era el más veterano, así que probablemnte fuera también el más viejo. Puede que hasta tuviera problemas de oído, de los de verdad, no de esos que te hacen oír solo lo que te apetece.

Pero no todo fue pesadumbre, por exagerada que fuera mi reacción. El sonar de pasos apresurados anunción la llegada de nuestros compañeros ausentes. No había sido presas de acechadores invisibles ni voladores. Y, lo más sorprendente de todo, Quarion no estaba soltando espumarajos por la boca a pesar de encontrarse en el campamento.

Estamos aquí, llamé, levantando el brazo para que noslocalizaran fácilmente entre el bullicio. ¿Habéis descubierto algo en el río?

Haizti asintió ante el comentario de Berhanu, como confirmando su planteamiento acerca de cómo conseguir dar con el leñador objeto de sus atenciones. Vio llegar a sus otros dos compañeros, a los que la humana preguntaba por cómo se había desarrollado su parte de la misión, lo cual la despistaba del objetivo prioritario.

-Pillar por banda un leñador -murmuró para sí y fue lo que literalmente hizo. Vio a uno de aquellos hombres, se acercó a él desde un lateral y se interpuso en su camino, impidiéndole continuar. Consciente del valor que los humanos daban a enseñar los dientes en toda aproximación, esbozó una forzada sonrisa en la que desplegó su blanca y perfecta dentadura-. Buenas noches. Busco a Milon Rhoddam. ¿Sabe dónde puedo encontrarlo?

-Sea lo que sea, estoy casi seguro de que solo afecta a los humanos, porque hemos visto huellas de animales pero ni un cadáver -dice mientras se acerca a Berhanu- Te oímos gritar y creía que te pasaba algo -dice señalando al hombre que vomitaba.