Partida Rol por web

Tarja estaba un tanto confunsa, tal vez un golpe en la cabeza le hubiera hecho olvidar como termino metida en aquella jaula. En su mente veia imagenes sesgadas de aquello, como si fuera un sueño lejano pero tampoco le importaba demasiado. Estaba encerrada y por el momento era prisionera de alguien que la llevaba a algún lugar.

El olor era desagradable pero tampoco algo que le hiciera vomitar. Se había criado con mercenarios que pensaban que el agua era eso que caia del cielo de vez en cuando, sin más utilidad que mojar la tierra. Tal vez el viejo que estaba a su lado no aguantara el viaje pero al menos no era una muchacha lloriqueante.

En cualquier caso la rueda se había roto y el viaje detenido. Si tenía oportunidad tal vez pudiera hacer algo para escapar aprovechando tal situación.

Tarja se asomo para ver la discusión que sonaba a oportunidad cuando descubrio unos ojos fijos en ella. No aparto la mirada, podía estar encerrada pero no era una presa asustada, sus ojos eran desafiantes. Si el pelirojo queria problemas Tarja se los daria encantada.

Lin cogió los barrotes con ambas manos e intentó mirar por entre las rendijas. Recién entonces pudo identificar el sabor característico del loto en sus labios. Los salvajes la habían drogado. Claro, esa era la única explicación. De otro modo jamás hubieran podido capturarla con vida.

Miró de reojo el intercambio entre una impúdica prostituta bárbara y un salvaje, de entre sus captores, a quien parecía que había logrado seducir con sus burdos atributos, ridículamente grandes. Seguramente se entregaría a aquellas bestias a cambio de un mejor trato. ¿Qué se podía esperar de una perra extranjera?

Aprovechó la oportunidad para observar si alguno de los salvajes que se encontraban cerca de la jaula llevaban llaves. Sólo necesitaba encontrar uno y atraerlo hacia la jaula.

Ivara fruncio el ceño. No lograria sacar mucho del guardia mientras su superior rondara por ahi. Dudaba de la palabra del hombre: las prisioneras solian pasar de unos a otros hasta que se cansaban de ellas. Lo mejor que podia esperar en una situacion asi era que alguno de los lideres la reclamara para si, tampoco una perspectiva muy agradable.

Los gritos del otro carro indicaban que los prisioneros estaban inquietos. Ahora que la caravana estaba detenida era el mejor momento para intentar escapar. Si lograban salir todos de la jaula, el bosque estaba lo bastante cerca para dispersarse. Su unica ventaja era la superioridad numerica pero en el caos de una desbandada de prisioneros, lo mas probable es que muchos muriesen. De nuevo, mala perspectiva pero la mejor que se le ocurria.

Ivara se abrio camino hasta la puerta donde una menuda mujer de ojos rasgados miraba a traves de los barrotes "casualmente" al lado de la cerradura. Habia algo felino en su postura, algo mas propio de guerreros que de comerciantes.

-Tu no eres una granjera, chica-susurro Ivara apostandose a su lado junto a la cerradura-¿Crees que podemos echar abajo la puerta de esta pocilga?

Tal no hizo caso a lo que dijo el mocoso pero al ver que verdaderamente se había deshecho de los grilletes sus ojos se abrieron como platos.

-De día no tendremos posibilidades. Al atardecer, cuando aún quede luz, podrás hacerlo. Si salimos con vida, considera que estaré en deuda de sangre contigo.

"Deuda de sangre", una frase que un kushita no usaba jamás a la ligera. Una deuda de sangre solo podía ser saldada con muerte del que se ofrecía o cuando el ofrecido la consideraba saldada. En el lejano Kush había gente que era poco más que esclavizada por habe pronunciado esas palabras en un momento de necesidad, pero el código de honor de un kushita era inquebrantable.

Mientras Tarja observa lo acontecido en el atardecer de fuera de su celda, un sabor amargo florece de entre los recovecos de su paladar, como si ya estuviera ahí desde hace tiempo. Un sabor extraño y desagradable.

La valiente bárbara mantuvo la mirada de su enemigo ancestral, el pelirrojo vanir, y éste, por toda señal de contestación a tal desfío si palabras, lanzó en grueso escupitajo que fue a parar a los pies de Tarja. La cimmeria observa que las babas que ha expulsado el pelirrojo son negras como una una noche sin luna. Incluso el mismo dueño de aquel desagradable líquido expresó su sorpresa al ver semejante color antinatural salir de su boca. -Por Ymir... ¿Qué oscuro ingrediente nos han hecho ingerir éstos perros? -Dijo.

Todos en la jaula lo miran y escupen, y saborean sus lenguas. Un murmullo creciente comienza. Seguido de improperios hacia vuestros captores.

  -¡¿Qué nos habéis dado?! -Grita un hombre flaco. 

La voz grave y extraña vuelve a tronar desde la parte delantera de la caravana. -¡Hacedlos callar!

En ese momento, el hombre que atendía a la rueda, saca su látigo y con un movimiento enérgico, lo hace estallar en el lateral de la jaula, golpeando la carne del vanir. 

En el siguiente movimiento, el estallido fue a parar al hombre flaco de pelo rizado. 

-¡Malditos perros, abrid la jaula si tenéis lo que hay que tener y esparciré vuestros sesos por el suelo! -Amenazó el corpulento pelirrojo.

A lo que el hombre del exterior respondía: -A ver si en la arena eres tan valiente. -Y un nuevo latigazo estalló en el lomo del vanir. 

Estaba claro que les habian hecho ingerir algo. El escupitajo a sus pies le dejo claro que el sabor de su boca no era nada normal.

Sus captores empezaron a jugar con el latigo intentando acallar las voces de sus compañeros de encierro y el pelirojo dejo claro que era idiota, buscando heridas innecesarias.

- Calmate.- dijo Tarja mirando al dueño del esputo, con tono de orden al que añadio un giño de complicidad un tanto desconcertante.- Guarda tus fuerzas, no las desperdicies estupidamente.

Haciendo un poco de memoria, lo que fuera que les dieron debio ser algo para atontarlos o hacerlos dormir y el resto negruzco eran los restos de aquella basura... o eso es lo que se le ocurrio mientras intentaba dar una explicación razonable a lo que sucedia.

Lin tardó un rato en traducir en su cabeza la propuesta que la mujerzuela le hizo en su burdo idioma bárbaro. Odiaba comunicarse en aquella jeringosa que lastimaba su delicada lengua, cultivada en la recitación de las Analectas del Sabio Fu, pero era posible que no le quedara más alternativa que cooperar con algún miembro de la canalla para poder escapar.

“No ser granjera, ni chica.” Contestó indignada. Volvió a echar una mirada a la cerradura. “No creer que ser tan fácil, pero poder intentar.”

Volvió a intentar mirar hacia afuera, pero no pudo ver nada desde su posición.

“Primero decir si ver a alguien con llave. Sólo necesitar que alguien con la llave se para cerca de mí. Yo poder quitar.”

El niño consigue desencajar las débiles cerraduras de sus pequeños grilletes. Esas ataduras tan menudas no solían utilizarse muy a menudo y su mantenimiento no era el óptimo. Una circunstancia favorable para el joven ladrón. 

Seguidamente, no duda en acercarse al corpulento kushita. Una maniobra inteligente, hacerse con la amistad del hombre más grande y rudo allí dentro. Éste no puede negarse al ver los grilletes abiertos de Ren. ¿Quién podría?, sin embargo, Tal'Ngoro aconseja esperar al momento más propicio, que sin duda, está a punto de llegar. 

El negro y el chico tienen que agarrarse a los barrotes para no perder el equilibrio, ya que la caravana vuelve a ponerse en movimiento. Ésta vez más despacio, debido a algo que sucedió delante. Después de unos metros, observáis cómo comienza a girar internándose en el bosque y podéis ver por primera vez la cabeza de la caravana: Dos caballos delante, uno de ellos montado por un corpulento hombre. Detrás un pequeño carro tirado por un jinete. La siguiente es una renqueante e inestable celda tirada por otro par de caballos y detrás, otra celda más. La vuestra es la tercera y la última. Cierran la comitiva otros dos jinetes, completando la caravana. 

La noche es inminente, comienzan a brillar las estrellas como si un ser superior fuera encendiéndolas una a una, mientras os adentráis en el bosque, entre los corpulentos árboles.

Mientras Menkler observa y sopesa las opciones como un animal de presa antes de avalanzarse sobre su víctima, la extraña pareja de mujeres guerreras evalúan destrozar la jaula para escapar. Mientras hablaban, un hedor era despedido de la boca de la khitana. La bárbara pudo ver manchas negras en los dientes de aquella. ¿Sería algo normal en los de su raza? ¿Qué sucias sustancias consumían esas extrañas gentes?

En ésta ocasión, los ruidos vienen de la celda que se encuentra delante. Una voz claramente norteña, de hombre, amenaza a alguien: "¡Dejadme salir si tenéis lo que hay que tener, perros, y esparciré vuestros sesos por el suelo!" Lo siguiente fueron varios restallidos de un látigo golpeando contra carne y barrotes.

Momentos después todo parece calmado: "Vamos hacia el bosque, pasaremos la noche allí" "Ah, por Anu, descansaremos al fin. Estoy deseoso de sacudirme éste maldito polvo". -Oís que dicen los jinetes de vuestra celda, que comienzan espolear las riendas de sus caballos y la caravana comienza a moverse, más lenta que antes, por algo que sucedió delante. Debido al movimiento, os veis obligados a agarraros a los barrotes para no perder el equilibrio. Se oyen murmullos en vuestra jaula, la gente comienza a inquietarse. 

La cabeza de la caravana gira hacia su izquierda internándose en el frondoso bosque. Por primera vez podéis ver las estructura completa de aquella. En cabeza, dos jinetes, uno de ellos enorme y con una extraña máscara. Detrás un carro menudo tirado por un caballo. Lo siguiente es la celda que se encuentra delante de la vuestra y que parece inclinada hacia un lado, inestable y renqueante. Sin duda, ha debido sufrir un accidente. Detrás de la jaula que ocupáis se encuentra otra, la última, seguida por dos caballos que cierran la comitiva. 

La noche se cierne volviendo oscuro el manto tachonado de estrellas que cubre el mundo. Os internáis poco a poco en el bosque, entre los corpulentos árboles. A lo lejos se intuye un claro. 

El corpulento pelirrojo mira a Tarja con los músculos tensos, el gesto severo y la respiración agitada, reprimiendo la furia primitiva perteneciente a las gentes de su pueblo y emite un orgulloso y grave gruñido por toda contestación a la cimmeria: -¡Grrrrmmmh! -Se gira bruscamente y aparta de un empujón a un hombre, que a punto está de caer al ponzoñoso suelo.

Tarja intuye que el vanir no daría su brazo a torcer ante un cimmerio y menos si es una mujer. Pero la situación lo requiere. El vanir sabe, en el fondo, que Tarja tiene razón y no puede menos que aceptarla y callar. Aquí, los enemigos están fuera y no dentro y el pelirrojo no es tan necio como para no darse cuenta. 

El hombre que trataba de reparar la rueda, enrolla su látigo con una sonrisa y se aleja para subirse a su caballo. "Vamos hacia el bosque. Pasaremos la noche allí y repararemos la rueda para salir mañana. Y no quiero estupideces" -Dice el hombre de la voz grave y la caravana comienza a moverse de nuevo. Ésta vez más despacio debido al accidente. La celda en la que te encuentras, inclinada hacia el un lado, parece a punto de desplomarse, aunque de momento aguanta.

La caravana gira hacia la izquierda internándose en el bosque. La noche se cierne oscureciendo el manto tachonado de estrellas que cubre el mundo. Por primera vez puedes ver la composición de la caravana. Delante, a la cabeza, dos jinetes, uno de ellos enorme con un extraño casco que le cubre también la cara. Detrás un pequeño carro tirado por un caballo. Lo siguiente es tu tambaleante celda. Detrás dos celdas más tiradas por dos jinetes cada una, y cerrando la comitiva, dos jinetes más. Un total de tres jaulas y un carro. 

A duras penas avanza la caravana entre los corpulentos árboles y a lo lejos puede intuirse un claro. 

Era un momento propicio para ello. Ya los guardias no les prestaban atención y estaban cansados por el viaje, cambiar la rueda y atendian a buscar un lugar donde parar más que a los prisioneros. Tarja se acerco andando a gatas por la celda, evitando al resto hasta llegar al lado del tipo de barba peliroja con movimientos marcados y felinos.

- Según yo lo veo, si queremos salir de aqui, tenemos que cooperar. Creeme, tampoco es que la idea me entusiasme pero no tenemos muchas más opciones. Cuando paremos y bajen la guardia puedo atraer a quien se quede vigilandonos.- le susurro con un giño para que entendiera como, incluso alguien de mente tan corta como él se daria cuenta de que usaria sus atributos femeninos para ello.- Tu te haces el dormido, cuando abra la jaula estara más atento a mi que a ti.... ¿Comprendes lo que quiero decir o te lo explico más despacio?

Menkler se quedó unos segundos observando el esputo preguntándose si tendría algo que con la situación actual. Decidió que no era importante malgastar en tiempo.

Miró de reojo a sus compañeras de cautiverio. Parecía que no se resignaban a los abusos que les esperaban. Quizás fueran buenas cómplices para escapar de allí, aunque parecían ciertamente imprudentes hablando de fugarse a la vista de los captores.

Cuando la caravana se puso en movimiento tuvo la oportunidad de contar cuantos captores componían la caravana. Cuatro jinetes, más los conductores de las carretas. Se podría hacer… si tuviese su arma. Cuatro carretas y tres jaulas. ¿Estaría su arma en la otra carreta?

Lin se incorporó lo que pudo, dentro del confinamiento de la jaula, aferrándose con ambas manos a los barrotes y acercó la cara a la cerradura. Estuvo un rato observándola con detenimiento y luego miró a la bárbara.

“Cerradura parecer oxidada. Poder ser que no aguantar golpe fuerte.”

Miró de forma examinadora a la bruta semidesnuda.

“Tú tener brazos y piernas más de hombre que de mujer. Quizás tú tener razón. Si golpear juntas poder romperla.”

En ese momento uno de sus captores anunció a los gritos que pasarían la noche en el bosque.

“Yun estar con nosotros.” Dijo Lin. “Esperar a que la mayoría de estas bestias estar dormidos y hacer el intento.”

-Tenemos un plan entonces, Boca Negra -asintió Ivara.

Con poca ceremonia, se hizo un hueco a patadas y codazos entre los demás prisioneros para sentarse junto a la puerta .

-Descansemos mientras podamos. Puede ser la última vez... en mucho tiempo. 

Lin miró a la bárbara con el ceño fruncido, en un gesto de extrañeza. ¿Había entendido bien? ¿La había llamado boca negra? ¿Era un insulto? ¿Así llamaban a las personas de Khitai en ese lugar? Bah, no tenía sentido intentar entender a un bárbaro. Su mente no funcionaba igual que la de las personas educadas y refinadas como ella. Un momento…

 Se restregó la parte de enfrente de la dentadura con un dedo y luego lo miró. Casi se le escapa una maldición en voz alta, pero se contuvo, para no llamar la atención de sus captores. El dedo estaba manchado de negro. Ahora entendió lo que la bárbara le había dicho. Si bien todavía sentía el sabor del loto en la boca, había olvidado las características manchas negras que dejaba en los dientes. No recordaba cómo había llegado el loto a su boca, pero no era posible que lo hubiera tomado voluntariamente. Nunca se sometería a aquella indignidad. Intentó calmarse. Los culpables lo pagarían caro muy pronto.

“No pode’ descansa’ en este ‘ugar re’ugnante” le dijo a la bárbara mientras se seguía restregando los dientes, para quitarse aquella sustancia asquerosa. “Adema’ tene’ que esta’ alerta para hace’ el intento en el momento justo.”

Lanzó un escupitajo a través de las rejas.

“Tú descansar si querer, yo avisarte cuando todos estar dormidos.”

El gigante pelirrojo te mira severo: -¿Crees que soy imbécil, perra cimmeria? Debería abrirte el cráneo por hablarme así... Cooperaremos. Pero cuando salgamos de aquí, más vale que no vuelvas a cruzarte en mi camino. -Acto seguido se recuesta en el sucio suelo apoyando su enorme espalda contra los oxidados barrotes. 

Varias personas os miran cuando el vanir escupe sus palabras. Una de ellas, con la mirada sombría desde un rincón de la celda.

Mientras la jaula se tambalea sin cesar entre los árboles, renqueando sobre piedras, troncos caídos e irregularidades de todo tipo, la luz de la luna llena comienza a ser una realidad y a sustituir el rojizo atardecer por el blanco fantasmal de las claras noches de verano.