Partida Rol por web

Las noticias corrían a medida que los refugiados iban huyendo del ejército invasor, para encontrarse los cruces de caminos cerrados, ya fuera por las fuerzas militares, el clima, que no perdonaba en aquella época del año. Las nieves frenaban un poco avance enemigo, pero no demasiado.
El ejército invasor se había hecho con el control nominal de Meridian, excepto algunas plazas fuertes, pero la capital había caído, y las ciudades más importantes con ellas. Del poderoso ejército del Reino, se había desbandado, quedando algunos focos de resistencia que no tardarían en ceder. La mayoría de los nobles habían sido capturados o muertos, y los que no habían escapado afuera a tiempo, o a la última plaza de resistencia del lugar, el Castillo de la Brisa, que pertenecía al Duque Yannur.
Y es que en la adversidad, algunos caen y otros medran, sea cuales fuera el costo de ello. El Castillo de la Brisa, en el borde occidental del Reino, era el punto obligado entre las montañas y los pantanos y con las flotas de guerra, la única forma de acceder a la tierras olvidadas, al reino de Vania al Sur, y o al de Grendopolan en el este.
Construido de forma solida, fuertemente armado y con su propia reserva de agua proveniente de múltiples pozos, se lo llamaba inexpugnable si había hombres suficientes para defenderlo.
Ahora, con el invierno ya sobre todos, varios eran los que se habían refugiado allí, y era el momento del Duque de sacar provecho de ello, organizando una corte. Muchos, sin embargo, no deseaban indicar su verdadera naturaleza, ocultando su titulo o cargo, creyéndose seguros.
Nada más alejado de la realidad.

Lentamente, con las puertas reforzadas de hierro arrastrando la Helada, las cadenas chirriantes por la tensión, las puertas del Castillo de la Brisa se cerraron. El pueblo cito mas abajo, en la depresión de la colina, hacia lo mismo, pues el Ducado Yannur se había convertido en el último Bastión Fuerte de Meridian.
Los Afortunados que habían llegado hasta ese día a traspasar las puertas, serian cobijados y empezarían a consumir utilizar las reservas de grano y galleta, mientras que los que estaban dentro del castillo estarían aun mejor, rodeados de lujos y calor.
[Interpretaciones de Roleo: Hace frio de forma constante, y solo quienes porten pieles no sufrirán por la temperatura. (O sea, casi todos) En el Salón común, debido a las grandes hogueras, no se siente tanto el frio]
El puente levadizo se levanto tras el cierre de las puertas, como si se tratara de un asedio formal, aunque ningún enemigo se encontrara ante sus puertas… aun.
Había comenzado el invierno, y con el, la Corte de la Brisa.
[Salón Común]
La luz entraba por los grandes ventanales, escasa, invernal, casi deprimente. Unos músicos tocaban en el fondo, algo tranquilo, que pasaba desapercibido, en un lugar servían cerveza barata, pero ninguno de los nobles se habían acercado, aunque si los mercaderes, que aprovechaban sin ninguna dignidad, cualquier estipendio que el Duque tuviera a bien proporcionar.
Y es que el lugar estaba dividido en dos mesas bien separadas. Una mesa central, cerca de la gran fogata, que estaba en las cercanías del trono.
En ella, el grupo perteneciente a los nobles, estaba conformado por un hombre de aspecto imponente y adusto, con una bien cuidada ( y algo maltratada) armadura de peto, capa purpura intenso, intentaba evitar la conversación con respuestas cortas con la que parecía una Dama de buen ver, pero también de edad avanzada, cargada de joyas brillantes..
Una joven, de excelente atractivo, y rojos vestidos que exaltaban sus atributos, conversaba alegremente con otro noble, este con un peto negro muy decorativo, con una rosa blanca tallada en el mismo, y largos cabellos rubios blanquecinos.
También, un noble, joven y apesadumbrado, hablaba mientras observaba distraído otros lugares, mientras una mujer, joven también, le hablaba sin cesar. Otros, envueltos en sus capas de piel, oscura o blancas, iban de un lado a otro, paseando sin sentido aparente.
La mesa más amplia, en semicírculo, y más alejada de la fogata, era la del grupo de mercaderes, entre veinte y treinta que por importancia, necesidad, o suerte, habían terminado en ese lugar. Entre ellos, la Bella Marna, cuyos ojos ambarinos rivalizaban con su escultural figura por las miradas, el extraño pero magnético y atrayente Uric, y un hombre extraño que acompañaba curioso a Marna, quizás su guardián, que respondía al nombre de Rowl.
Sonaron unas trompetas, y una docena de jóvenes y pajes, salieron de ambos lados del Salon, llevando alimentos y bebidas. Todos tenían la cadena de esclavos, y estaban ataviados con ropas blancas, pero traslucidas, todos ellos, hombres y mujeres, jóvenes, y extremadamente atractivos. Sheena y Anyshka transportaban bandejas con bebidas, y estaban maquilladas de forma exagerada. El Duque Yannur, hizo su aparición entonces, mientras se repartían las copas de brindis, y comenzaron los aplausos, algunos extremadamente eufóricos, otros algo parcos, hacia el señor del Castillo y anfitrión.

Tras mi llegada allí me habían bañado y limpiado, también alimentado. Me habían dejado peinar también. Tenia mi cabello rubio y ondulado cayendo hasta casi mis nalgas. Me habían dado un vestido que se ajustaba a mi cuerpo, translucido que llegaba hasta mis rodillas. Me sentía poco desnuda así luego de haber estado desnuda tanto tiempo. 

Desde mi llegada noté que estabamos en Meridian y que quizás gente que me conocería me vería. Observé a Anyshka antes de salir y le sonreí. Quizás en este momento no estaba sufriendo tanto mi "condición" nueva. Al salir a servir no tardé en sentirme excitada y como mis pezones empezaron a endurecerse y esto a notarse claramente en la medida que era cada vez más observada. 

En un momento noté a alguien que conocía. Rowl me resultaba familiar, ¿de la taberna de Gideon? Me acerqué caminando asegurandome de contonearme y me incliné a su lado apoyando mi pecho en su hombro. 

¿Algo para beber? pregunté mostrandole la bandeja. 

Aún estaba sorprendida por como se habían dado las cosas. Aunque el rostro de Marna no demostraba nada, un hondo, lento, y profundo suspiro sirvió para suavizar el gran peso que tenía sobre sus hombros, al tiempo que cerraba sus ojos para volver a abrirlos. Tomó su larga capa negra con finas lineas grises acomodándola mejor para que la acolchara mejor, a pesar de ya estar dentro aún no se había decidido a quitar la capucha, dejando ver solo su aniñado rostro, cubriendo por completo sus cabellos de ébano. Se acomodó mejor en la silla, su perfecta postura siempre erguida se reclinó ligeramente en el respaldo, sin perder la elegancia e imponencia. 

Su mente recordó cada suceso, miró a Rowl de reojo, una simple decisión la había bifurcado de su camino. Como niña distraída se había perdido, y ahora no podía volver vacía con Hannibal. Sus ojos se posaron en cada valiosa pieza que sus ojos alcanzaban. 

El frío era intenso, pero nada que no hubiera pasado ya con antelación, especialmente las noches de vigilia en el carajo. Todo estaba en la mente, y su mente hervía, apretó los labios al ver la horrenda bebida que traían en el tarro. No es que fuera exquisita pero, a su parecer, la equivalencia paleativo/consecuencias no eran favorables a la hora de beber algo asi, menos aun en una situación que por completo desconocía. Evitó cualquier bebida, al menos hasta que encontrara algo bueno, por el momento su interés estaba en una persona. 

Una voz interrumpió sus pensamientos, sin siquiera moverse, miró de reojo hacía la mujer que había hablado. Sin mucha importancia continuó recontando sus pasos, con su perdida mirada taciturna empezando a mirar con mas atención a los personajes que la acompañaban en la mesa. 

Antes de tomar asiento, Uric se quitó la hermosa y abrigada piel que lo protegía y alisó algunas arrugas en sus ropas negras. Satisfecho, tomó asiento y finalmente se quitó el sombrero y dejó escapar su negra melena, que cayó alborotada por su nuca, sujeta apenas con un cordón que se mezclaba entre sus cabellos.

Agitó el sombrero, viejo y gastado, y a fuerza de golpearlo suavemente contra el canto de la mesa le retiró algunas motas de nieve que lo habían cubierto. El sombrero estaba húmedo así que lo posó sobre la mesa, cuidando que el calor de la lumbre lo secara cuanto antes.

Hacía bien poco que había entrado en el castillo y ya se sentía impaciente por salir de él, aunque bien sabía que la situación podía alargarse y se resignó a esperar. Recordó que la situación era propicia para hacer negocio, y había sentido intensamente una poderosa atracción por el lugar, como si allí, tal vez, al fin encontrara las respuestas que perseguía.

Lo mejor sería acomodarse y esperar. El lugar no estaba nada mal, después de todo. Y mientras duraran las provisiones, no faltaría cerveza ni comida que llevarse a la boca. Y si se terminaba, ya buscaría él la manera de no ser el primero en pasar hambre ni sed.

Observó a los nobles en su mesa algo apartada, y a los mercaderes más numerosos que lo rodeaban en la suya. Un grupo de esclavos apareció portando bebidas y Uric, observando a todos, no se centraba en nadie, hasta que una bonita joven de cabellos como el hielo ofreció una bebida a un hombre de aspecto huraño.

Uric sonrió y levantó su mano, llamando la atención de la esclava.

- Yo sí, trae una aquí – le ordenó, en un susurro.

El vestido de Anyshka no era tan traslúcido ni ceñido como el de Sheena, pero en contra era mucho mas corto, hasta el punto de apenas cubrir sus nalgas y con un escote tan amplio y suelto que resultaba una misión prácticamente imposible lograr que sus pechos permaneciesen dentro del vestido cada vez que se giraba o agachaba.

Observando las diferentes mesas con curiosidad, se dio cuenta de que había gente a la que conocía en una de ellas, precisamente a la que había acudido su compañera. Eran caras que recordaba de su ultima noche en la taberna y casi por inercia dirigió sus pasos hacia ella caminando por el lado opuesto.

Cuando escuchó a un hombre solicitar bebida, y viendo que Sheena estaba ocupada, fue ella la que se acercó y con un equilibrio envidiable se inclinó agilmente entre los comensales para ofrecer el contenido de la bandeja.

- ¿Vino, cerveza o... hidromiel, mi señor?

La interrupción a la hora de preguntar se debió a que su seno izquierdo, firme y voluminoso había surgido del indecente escote quedando desnudo a escasos centímetros de Uric.

El mercader esperaba la reacción de la joven esclava, pero sin embargo la voz que oyó vino del otro lado, junto a su asiento. Al girarse hacia allí, se encontró de frente con el escote abierto de la muchacha que le ofrecía las bebidas.

El seno oscilaba suavemente tan cerca del rostro de Uric que la esclava debió notar su aliento cálido sobre la piel cuando él expulsó el aire de los pulmones.

- Y a ti, ¿quién te ha pedido nada? – levantó su mirada hasta el rostro de la joven; sus ojos eran duros y vibrantes. - ¿Acaso has creído que estaba hablando contigo?

Al tiempo que hablaba, Uric solo necesitó levantar apenas su mano y extender sus dedos para rozar el seno ofrecido ante él de aquel modo. Siguió su curva redondeada y firme hasta llegar a la areola.

- Dime ¿Tienes nombre? – junto con la pregunta, el mercader presionó los dedos que rozaban a la muchacha y los giró lentamente, en un pellizco sutil, sin apartar la vista de la joven.

El cansancio de Marn estaba comenzando a pesar en sus hombros. Volvió a enderezarse para ver mejor al dueño del lugar, casi parecía no importarle lo que sucedía a su alrededor, y no lo hacía, siempre una mujer le venía a gusto, pero en aquella situación apelaba a su estricto sentido de no volver a cagarla.

Justo en el momento en que la joven esclava apareció por el costado de un llamativo mercader, como si sus pensamientos hubieran sido escuchados, ofreció de su boca lo único que en ese momento le satisfacería. Luego de la pregunta de éste a la chica, y antes que aquellos dos terminen quien sabe en qué, Marn habló en aquél tono audible y frío.

- ¡Eh! Antes que vosotros dos empecéis a conoceros. - tomó la jarra de cerveza barata que tenía enfrente, bebiéndola de un trago, la vació para ponerla en la mesa cerca de la esclava. - Sírveme vino. - Ordenó fríamente, clavando en ella su mirada taciturna. 

Sip. Eres, creo, la que esta mas cerca asumiendo que Rowl está al lado mío.

Hola, mucho gusto. 

Es de modalidad libre, según el director, asi que en teoría no hace falta esperar a nadie. :3