Partida Rol por web

"¿¿C--- Canibalismo??" pienso mientras que palidezco. Habia oido que El Turco, allende en las tierrasde oriente, era capaz de hacer autenticas barbaridades más allá de lo imaginable ¿Pero hasta aqui llegan? ¿Y encima ESTA clase de barbaridad inhumana?

Intento reaccionar lo más deprisa posible, echando mano bajo mis ropajes.

"Detrás mia!" digo a mis compañeros, a "Los corderos" sacando mi daga, que siempre guardo escondida a buen recaudo. No soy un guerrero legendario, y seguramente Maeve sea mucho mejor con las armas que yo, pero tengo claro una cosa:

No voy a rendirme. Voy a salir de esta, trataré de sacar a cuantos pueda, y saldremos de aqui.

Sabia que salir de un castillo no resusltaria tan facil por lo que se espero a los guardias, aunque parecia que estos habian esperado su movimiento de escape. No siendo una mujer luchadora como Maeva retrocedio con temor, ante lo que pensarian hacer con ellos ahora.

Entonces el Giovanni deja ver la verdadera razon por la que se encontraban en ese lugar, una razon que la novicia nunca se habria imaginado. En parte por lo perverso y horripilante que sonaba el acto en los labios del Giovanni. "Por dios..." dijo retrocediendo espantada, sin notar que uno de los guardias termina colocando un collar en su cuello aun herido. "Que esto?" dijo refiriendose al collar mientras trata de empujar al guardia lejos de ella. Pero no tarda en recordar que la mujer desnuda en la mesa, que en principio trato de ignorar, lleva uno igual.

Vale no se por que no me sorprende aquello, seré cenutrio, me debería de haber escapado antes mientras estaba en el tejado, hubiese sido mas fácil y alomejor hubiese salido..., morir comido o peleando...pues es evidente....

Damir saca el cuchillo que se habia escondido estando sentado en la mesa y se pone al lado de Carlos Larraz, empuña el cuchillo y dice como alguno se acerque lo degüello cual cabra montesa...

"Pst, Damir" le susurro al compañero "No se si te has dado cuenta, pero esto que estoy haciendo es una simple brabuconada contra esos mandobles y armaduraas"

"Vamos, que estoy haciendo ruido y ganando tiempo, daros una ocasión de que huyais por la ventana ¡Majadero!"

Damir le susurra casi al oído con una sonrisa irónica Si crees que vas a ganarlos a correr es por que no los has visto en acción, lo que corren y la fuerza que tienen, antes pegue a uno con todas mis fuerzas y ni se inmuto, son muy rápidos y fuertes, aquí no va a salir nadie vivo cabeza que alcornoque...

"Yo soy la distracción, que se entretangan luchando conmigo. Maeve y tu, salvad a cuantos podais" digo, sin dejar de mirar con -fingido- ánimo guerrero a los soldados.

Maeve ha demostrado ser más guerrera que los guerreros, y Damir tiene pinta de haber sido un matón. De hecho, su cuchillo y su instinto guerrero ya hablan solos.

Automáticamente saqué los dos cuchillos que me había escondido en las botas, al menos estaban bien afilados. Si alguno de aquellos cabrones intentaba ponerme esa cosa en el cuello, lo degollaría. 

-Esto no es canibalismo... -murmuré- ... es peor.

Entonces recordé las leyendas que se contaban en el norte, acerca de aquellas tenebrosas criaturas inmortales que vagaban en las noches y bebían sangre humana.

-No nos da tiempo, Carlos -dije entonces, colocándome a su lado, mientras veía cómo los demás retrocedían con miedo- no llegaremos a las ventanas. 

Entonces, haciendo acopio de toda la fuerza de voluntad que me quedaba me coloqué con ambos cuchillos en guardia, tal y como lo habría hecho con mis espadas. 

-¡Por eso me habéis quitado mis espadas! ¿verdad, pelkurimainen paskiaiset*? ¡tenéis miedo de que las use!

En realidad sabía perfectamente que aquello no era cierto, pero si mostraba mi coraje -y desde luego de eso no me faltaba-, quizá los demás también morirían luchando y no siendo devorados vilmente por aquellos cobardes. Estaba acostumbrada a liderar hombres y mostrar miedo era lo último que iba a hacer. 

Fruncí los labios al ver a los soldados, en los cuales, hasta ahora, no había reparado en su presencia. Apreté nuevamente el pañuelo, bajo la mesa, y miré a Claudius Giovanni, al ver que este parecía querer dedicarnos unas palabras.

Lo que pasó a continuación escapaba a cualquier tipo de perversión que pudiese imaginarme. Aunque había leído sobre ciertas abominaciones, nunca había creído que fuese a tocarme vivirlo tan de cerca. Ni tan siquiera creía que pudiese haber tanta gente con algo así en común, como parecía ser el caso.

Recorrí con la mirada la sala, posandola en cada uno de los anfitriones, parandome especialmente en Leopold y luego mirando a mis compañeros, los que habían tenido las agallas para levantarse de allí y que, ahora, parecían estar a kilómetros de distancia de mi. Seguramente no sería capaz de llegar junto a ellos, aún así, viendo que querían ponerme un collar cual animal, posé ambas manos sobre la mesa y me levanté, dispuesta a acercarme a mis comapañeros, tratando de zafarme de aquel soldado que quería, por todos los medios, colocarme aquel collar en el cuello.

Entonces todos los macabros y siniestros detalles cobraron sentido, formaron de golpe una inesperada revelación de su desafortunado destino. Impulsivamente agarró el primer objeto a su alcance que supusiera un tamaño a considerar y se apartó de la mesa derribando la silla cual bestia salvaje, alerta a cada figura que invadiera su rango de ataque, maldiciendo a todos y cada uno en su idioma natal. Se reservó un instante en su hostil postura para cruzar al mirada con el risueño Cladius y escupirle la única palabra que conocía que definiera su situación ¡Demonios! Corrió entonces desbocado hacia algún sirviente para cubrirse con su inútil vida, aunque el discurso le diera a entender que la suya sólo era más valiosa por esa extraña preparación que se disponía a arruinar. Mi sangre está maldita. Siguió con una psicótica carcajada mientras la histeria le llevaba a golpear al sirviente a modo de amenaza. 

Mabuz muestra una sonrisa triste en sus labios...¿cómo llegaron a creer que les dejarían salir?...entonces escucha la última declaración de Giovanni: ¿ellos serán la cena? Los otros se intentan enfrentar con cuchillos y dagas a soldados armados que les superan en número; él no tiene su espada y además no sabe casi usarla así que de poco va a servir combatir pero ¿morir como un cordero?

Es en ese momento de desesperación cuando recuerda la última pregunta de Lady Amisa, de eso se trataba...quizás hubiera una oportunidad. La mujer estaba sentada a su lado observándolo, con el rostro impasible como toda la noche.

- ¿Es tarde para aceptar vuestra propuesta?

Ewald escucha cada palabra de Claudius con sobrecogimiento, aferrando el cuchillo que lleva escondido espera a que se le acerque el soldado para atacarle y así poder escapar de aquel lugar. Recordando las palabras del cura en la posada, que a su pesar se estaban confirmando observa las acciones del resto de invitados, como intentan organizar una pequeña resistencia.

Todo aquello era inutil, nada sirve contra los lobos cuando la mesa está puesta, al menos se lo pondríamos difícil. Poniendose a un lado de Carlos- agarrando con fuerza el cuchillo que había guardado de la mesa:

-Señor Larraz, podéis contar conmigo para apoyaros en esta empresa a todas luces inútil

Lancé un par de tajos diestros a uno de los guardias que se me acercaban para mantenerlos a raya, aunque no alcancé carne alguna, mantenían las distancias. Sin embargo, algo dentro me decía que no saldríamos de ésta con vida. Pero al menos lucharíamos. Miré a los hombres que comenzaban a formar a mi lado, resultaba que al final sí que iban a saber manejar un cuchillo y todo.
- Ánimo, muchachos, que ninguno desfallezca ahora -les dije a los que no se habían movido aún que parecían tener más miedo- si vamos a morir hoy aquí, ¡al menos que seamos la carne más agria que jamás hayan comido estos demonios!¡Padre de todos, dame fuerza y, si caigo, acógeme en el Valhalla!
Entonces, sin que mediara más palabra y sin previo aviso, me lancé a por el que tenía más cerca enarbolando en alto los dos cuchillos.

La mujer te sonríe mientras sus penetrantes ojos te miran fijamente. 

Quizás no lo sea, todo depende de como te comportes- responde- ahora, quédate quieto y deja que te coloquen ese collar- sus palabras provocan inmediatamente un efecto extraño en ti. Asientes débilmente, y te dispones a cumplir la sugerencia de la mujer, esperando quizás que eso te salve de toda aquella situación. 

Lucien se mantiene quieto, sin moverse, esperando que quizás cumpliendo la voluntad de aquellos seres pudiera salir vivo e allí. Al poco rato, uno de los guardias se acerca y le coloca mansamente uno de aquellos collares. Lo mismo ocurre para la pobre Alicia y Pietro. 

Los guardias se mantienen a una distancia prudencial, con sus armas envainadas. No han hecho amagos de atacaros. Maeve se dirige con rapidez hacia uno de aquellos hombres desarmados, pero no tiene tiempo ni de reaccionar cuando su mano es aferrada firmemente por el hombre que le había "liberado" de su celda. Aquel hombre se había movido con una rapidez inexplicable.

Estate quieta y no te resistas, por tu bien- te dice. 

Aquella sugerencia entra en tu mente como si tal cosa, y en ese instante piensas que es lo mejor dadas las circunstancias. ¿Que otra cosa podías hacer?

Antes de poder moverte, Leopold te agarra con suavidad.

Quieta y no te muevas- te ordena. Sorprendentemente, tu cuerpo obedece a aquel hombre y no te mueves de la silla. Al poco rato uno de los guardias se acerca hacia ti y te coloca con suma facilidad aquel extraño collar. 

Un rápido movimiento, un golpe y Damir cae al suelo. No ha tenido tiempo ni de parpadear -ni él ni nadie-.

Vamos, pequeño no te resistas- la mujer agarra con fuerza al hombre y lo lanza con una facilidad asombrosa donde los guardias. En un instantes, estos le agarran y le colocan -con algo de forcejeo- aquel extraño collar. 

La mujer mira a Carlos y al resto de personas que aún tenían ánimos de luchar. 

Será mejor que te rindas ahora o de lo contrario te ocurrirá algo peor que a ese mequetrefe. 

¡La mujer de los ojos blancos se mueve como una bestia!

No soy un cobarde, no quiero que me marquen como tal, y desde luego no quiero rendir mi alma ni la del resto.
Pero tengo claro que esta no es una pelea que pueda ganar, desde luego no con la fuerza de las armas (Y mucho menos si mi arma es una simple daga, contra los mandobles de los soldados, o los poderes sobrenaturales que estamos viendo)

Asi pues, simplemente retrocedo. Retrocedo hacia la puerta, Empujando levemente al grupo hacia la salida y manteniendo la guardia. En todo momento estoy intentando levantar una plegaria, una súplica hacia los cielos, por que al menos uno de nosotros salga de aquí.

"¿Esta es tu oferta, Débil Lamedor¹?" le digo a Lothar "¿Esto es lo que decias que quedaría en el recuerdo?" digo sin dejar de mirarles, de mantener la guardia... y retroceder hacia la salida (Porque se que abrir la guardia para atacar significará derramar mi sangre)