Partida Rol por web

Después de aquel buen descanso, y la sorprendente noticia de un Ent vivo, el grupo se dispone a emprender la marcha hacía el bosque del este; aunque hoy es solo conocido como el bosque del este, en algún momento otrora debió ser conocido de otra forma, Rivendel, Fangorn, Lorth Lorien o quizá el Gran Bosque Verde*, nadie podría saberlo. Aun así ya no importaba cuál de estos fuera, ninguno conservaba su majestuosidad, hoy eran solo cuna de alimañas y criaturas perversas que se esconden en sus sombras.

Con la experiencia de la expedición pasada fue mucho más fácil llegar hasta los linderos del bosque, un viaje de dos días a pie, aunque la distancia no era gran cosa, había que viajar con cuidado, lo que volvía el viaje más lento, pero más seguro; durante el viaje más del alguno de los viajeros se preguntó cómo habrían sido aquellos lugares antes de la oscuridad, pensaron que de no haber tenido que realizar un viaje lento, podrían haber llegado en la mitad de tiempo, pero no eran esos tiempo, la seguridad era más importante que el tiempo del viaje.

El Bosque se asomaba por el horizonte mientras caminaban, poco a poco iba creciendo aquella mancha de árboles oscuros y una sombra insondable bajo ellos, sabían que sería difícil ver con precisión, o más aun saber si era de día o de noche, pero poco importaba. había una misión, ayudar al último de los Ent... 

Mändil caminaba callado, todo este lugar lloraba con lástima... Una vez los elfos vivieron aquí, moldearon la piedra y engalanaron los árboles, una vez. Y ahora todo queda en silencio, solo queda el recuerdo lejano de su paso y ahora la piedra está fría y los árboles muertos... Miraba ocasionalmente a Iokese, tratando de percibir en él la congoja que le atenazaba. Los grandes registros del pasado estaban harto olvidados, los nombres del pasado eran solo mitos caídos en la sombra. Ya nadie recordaría Tauremornalómë, todos olvidarían los altos mallorn de Lothorien y nadie sabría donde se alzaban Cerin Amroth. La sombra había robado tanto. Casi para sí mismo, Mändil, canturreaba:

En los sauzales de Tasarinan yo me paseaba en primavera.
¡Ah, los colores y el aroma de la primavera en Nantasarion!
Y yo dije que aquello era bueno.
Recorrí en el verano los olmedos de Ossiriand.
¡Ah, la luz y la música en el verano junto a los Siete Ríos de Ossir!
Y yo pensé que aquello era mejor.
A los hayales de Neldoreth vine en el otoño.
¡Ah, el oro y el rojo y el susurro de las hojas en el otoño de Taur-na-neldor!

Yo no había deseado tanto.
A los pinares de la meseta de Dorthnion subí en el invierno.
¡Ah, el viento y la blancura y las ramas negras del invierno en Orod-na-Thón!
Mi voz subió y cantó en el cielo.
Y todas aquellas tierras yacen ahora bajo las olas,
y caminé por Ambarona, y Taremorna, y Aldalómë,
y por mis propias tierras, el país de Fangorn,
donde las raíces son largas.
Y los años se amontonan más que las hojas
en Tauremornalómë.

Recordaba estas canciones, igual que la balada de los onodrim mujer y el onodrim hombre, que eran conocidas por todos los elfos de Endor. Miró con desdicha las hojas ahora marchitas.

Es triste ver cuanto nos arrebató la sombra. Dijo mientras caminaba, apesadumbrado. Sospecho que así debió quedar Dorthonion tras la devastación de Morgoth...

Sus palabras le resultaban vacías, pronunciadas por inercia. Siguió caminando en silencio, esperando una señal que no conocía. El lugar que Mithrandir les indicó debía estar cerca.

Iokese escuchaba en silencio el canto de Mändil, sorprendido por como su voz podía remover tantos sentimientos en su interior. Él no conocía tan bien las historias y cánticos de antaño, pero recordaba oirlos en su infancia. Observa los arboles, abrumado por la visión de lo que en un tiempo debió ser un luminoso lugar de paz y reposo convertido en una oscura amenaza. En parte, también para no mirar al grupo. Cuando Mändil termina su canto, hunde la cabeza en el pecho, y con voz ronca, rota e interrumpida anuncia:

- Me adelantaré. A explorar el camino.

Y avanza unos pocos pasos, aunque no tanto como para realizar un exploración realmente efectiva, procurando no mostrar su rostro al grupo, dándoles la espalda....

La oscuridad atacaba a este gran bosque, igualmente, algo tan frondoso no debió de tener mucho luz en sus días gloriosos pero sí una vida digna de admirar. Ahora no quedaba nada, pero igualmente, Merick no puede evitar ir mirando por el suelo a ver que puede encontrar por el suelo, alguna hierba nueva, algo que le pueda servir para aliviar el dolor, relajar los músculos o algo similar.

El antiguo bosque le generaba un extraño sentimiento a ikanmes, por un lado se sentia el silencio, un silencio producido por la muerte de los arboles y sus criaturas, por el otro el sonido de la maldad acechando entre la oscuridad, esperando y retorciendoce en su madrigera desde hace ya muchos años.

Me da mala espina esto, el ambiente es muy extraño, es incluso irónico que un lugar tan maravilloso como este sucumbiera igual a lo que es ahora. Miro hacía abajo y al escuchar el cantico de mändil dirigio la mirada hacia el y al terminar de cantar dijo- Hace mucho tiempo que no escuchaba algo así, es una hermosa canción... digna tanto para tiempos magistrales, como para funestos. ¿Sabes alguna otra canción? Imagino que son de tu pueblo, mis maestros trataron de eseñarme historias, sobre los dioses y las canciones y demás. Lastimosamente, había muy poco que contar.

Después de eso trato de no sentirse incomodo por hablarle al elfo, sabiendo que sus palabras podrian ser en balde refutadas con orgullo, por lo que decide volver a poner mas atención a sus alrededores.

La canción de Mändil le hizo recordar un poco lo que su excéntrico maestro solía tararear, aunque nunca cantaba a voz abierta el ritmo de su tarareo era parecido a lo que cantaba aquel elfo. Esto le hizo recordar a su maestro y le trajo calidez, cosa que necesitaba en estos momentos, pues el bosque era un lugar de aspecto sombrío y tenebroso, cosa que le hacía dudar si siquiera había algo que pudiera florecer ahí. Dicho esto, no era el primer bosque muerto en el que deambulaba, y sus años en el bosque habían hecho que Ekam pudiera disfrutar el moverse con confianza por este paraje, si bien con cuidado y siempre con la mano sobre el mango de la maza, con confianza. Continúo caminando al lado de sus compañeros mientras se mantenía alerta por si escuchaba el sonido de algún ser que habitara ese paraje. 

El grupo se adentra cuidadosamente en aquel denso bosque lleno de sombras y oscuridad, Ekam aguza el oído al estilo de los elfos, el bosque en general es silencioso, sonidos de árboles movidos por el viento, aunque cerca de ahí se escucha un extraño crujir de madera, algo que no debería ser raro en un bosque, aunque este suena un poco diferente, como si algo se moviera dentro del bosque, o el mismo bosque fuera lo que se moviera.

El crujido coge por sorpresa al Hobbit, que estando tan alerta al mismo tiempo que nervioso, su instinto hace que haga un pequeño pero rápido y brusco movimiento. Mira hacía donde cree haber escucha el crujido y presta mucha atención:

- Solo espero encontrar al Ent sano y salvo, antes que el enemigo y poder salir de aquí cuanto antes. - Dice el viejo hobbit susurrando, pues no se atreve a perturbar el silencio del que todos están pendiente. - Este bosque tuvo que ser espléndido, pero se ha convertido en bosque digno de la peor pesadilla.

Merick lleva su arco y una flecha preparada, espera no entrar en acción, pero no deben estar preparados.

El hobbit intenta escudriñar el entorno para identificar de donde proviene el ruido, es difícil decir un punto exacto, pues parece como si el ruido se moviera de un punto a otro, como si el mismo bosque se moviera en conjunto, el ruido aunque leve es ligeramente audible para todos, aunque quien no preste atención pensará que es el ruido normal del bosque.

Iokese mira confundido las sombras en busca del origen del ruido. ¿Se mueve? ¿Son varios individuos? Aguzando su oido de elfo, casi inconscientemente prepara el arco al tiempo que se mueve en silencio a la sombra de un árbol, buscando confundirse con el follaje y esconderse de miradas indiscretas.

Toruk resopló al verse rodeado de una espesura oscura y siniestra. La densidad en las copas de los árboles provocaban la opacidad y la negrura en el camino del variopinto grupo. El enano de las Montañas Azules llevaba bufando desde que entraran en los lindes de la arboleda. Cómo demonios vamos a encontrar a esa condenada planta parlante entre tanta hoja… 

–Por el venerado Telchar que nada bueno puede suceder en los bosques…. Por qué Tharkûn* no nos habrá enviado a pegarnos contra unos Trolls de Piedra en cualquier caverna de Arda… No estaríamos perdidos como ahora, en medio de a saber dónde… ¡Si todos los troncos son iguales! Este de aquí es la cuarta vez que lo veo, si tiene hasta las mismas enredaderas...Pprrfff… Con otro gruñido de hastío terminó de musitar para sí mismo. Por si fuera poco, el elfo se había puesto a tararear una de sus canciones mojigatas. Con el ceño fruncido y de bastante malas ganas, se paró junto al grupo sin saber por qué, sosteniendo como siempre el reconfortante mango de su arma.

Mändil miró a Ikanmes con gesto meláncolico.

Los quendi hemos guardado el recuerdo de días pasados, inclusos días más sombríos. Sonrió con gesto cansado. Si lo deseas, algún día podré compartir cont...

Miró al perian que parecía haber detectado algo con sus finos oídos.

¿Qué hay?... ¿Qué has oído?.

Buscó una flecha en el carcaj tras encordar el arco.

Al escuchar la alerta de Mändil y ver a sus compañeros tan preocupados y listos para lo que podria ser un enfrentamiento, rapidamente tomo su nueva espada corta con su mano esperando que sea igual de efectiva que su confiable cuchillo mellado. Durante un momento decide tranquilizarse y agudizar su oido ante la posible amenaza, ya que lo que el pensaria que es el sombrio sonido del bosque, pero podria ser una sorpresa para el y sus camaradas.

Con una larga exhalación de resignación al ver a sus compañeros, en tensión en un lugar agreste e incómodo para combatir, Toruk giró el mango de la gastada hacha de los orcos, preparándose para lo que podía venir. Lentamente comenzó a rotar sobre si mismo, forzó la visión, observando y escudriñando entre las umbrías sombras que proyectaba el espeso follaje del bosque. 

Con el humor que le provocaba encontrarse rodeado de árboles, plantas y vegetación, el enano ardía en deseos de desahogarse con cualquier alimaña que se les presentara.

El humano es quien pudo escuchar mejor entre el ruido del bosque, aunque no se puede decir precisamente de dónde viene el sonido, se da cuenta que no es todo el bosque, parece ser algo que produce el ruido y se mueve en varias direcciones, logrando disfrazar el sonido con el resto de sonidos del bosque, definitivamente hay algo y se mueve.

Durante hacía mucho el tiempo, el Hobbit había encontrado un lugar al cual poder llamarle hogar, y una familia, el último de aquella raza gigante de seres más antiguos que muchos, casi como el mismo tiempo, en medio de algún desconocido bosque se encontraba un pequeño prado, verde y luminoso como no se veía en ningún otro lado de la ahora desolada y marchita Tierra Media; podía ser este el último lugar en todo el mundo con un poco de paz y calor.

En aquel lugar vivía Bárbol, el último de aquellos seres que alguna vez fueron los guardianes del Bosque de Fangorn, él había enseñado todo lo que sabía a aquella pequeña criatura que encontró alguna vez, un hobbit según se decía él mismo. Aquella pequeña criatura había aprendido rápidamente los secretos del bosque y de la naturaleza, incluso había desarrollado algunas cualidades solo vistas antes en los primeros nacidos, la magia.

Orgulas, la magia es rara entre los de tu clase, hace muchos años solamente los elfos y los Istari hacían magia, tu no eres un elfo, pero tampoco eres un Istari, los elfos usan sus voces para hacer magia, a ti no te he visto hablar y aun así la haces, aunque es un poco débil según recuerdo. Quizá como los Istari necesitas un bastón, ellos solían usar unos bastones con una gema, posiblemente vayas a necesitar uno.

Después de un rato en silencio y con mirada reflexiva dice al hobbit.

Llegará un momento en que encontrarás la madera adecuada para hacer tu propio bastón, no cualquier tipo de madera es buena, debe ser especial, en su momento sabrás cuál es la que necesitas.

Como siempre, Bárbol salía de aquel pequeño prado para adentrarse en el bosque, aunque esta vez había tardado más de lo usual.

Al percatarse que el sonido no era natural, rápidamente se levanta y se pone en posición defensiva mientras sostiene su cuchillo, Definitivamente hay algo y muy pronto lo vamos a averigurar, quizá sea pequeño para moverse por todos lados, me gustaria creerlo.

-¡Todos! ¡Acérquense y juntemos espaldas con espaldas! No puedo identificar de donde proviente el sonido, pero parece rápido y se mueve para confundirnos, puede que sepamos de donde vendra y tenemos que prepararnos- Dice ikanmes esperando qje mientras da el aviso nada suceda... por ahora al menos, ya que estaba preparado para impartir su justicia al bosque de aer necesario.

Siguiendo las presurosas indicaciones de Ikanmes, Toruk Martillo Salvaje cerró el círculo a sus espaldas, mirando en todas direcciones, dispuesto a entrar en combate. –No debimos venir nunca a este bosque, sabía que era una mala idea.– Resopló y escudriñó las penumbras en busca de cualquier enemigo.