Partida Rol por web

Al salir de aquel escondite que durante algún tiempo había servido de hogar todos los que hoy emprenden el viaje, se encuentran con un desolado páramo, cenizas y polvo cubren el yermo suelo que otrora fuera un verde valle rodeado de frondosos y vivos bosques, hasta el aire que corre es sofocante, seco, como si quisiera terminar de consumir aquello que el fuego haya dejado por capricho o por suerte.

El grupo emprende el camino aprovechando los pocos escondites que tuvieran para cubrirse de ocasionales vuelos de crebain, horrendas aves malignas al servicio del señor oscuro, unos de sus tantos ojos en el cielo, peligrosos por si mismos, si acaso llegaran a ver algo sospechoso, el peligro sería mayor aun. Teniendo que ser sigilosos durante estos eventos el grupo avanza escondiéndose lo mejor que puede.

El joven elfo había tomado una robusta rama del suelo para usar como garrote... Menos da una piedra... para usarlo si fuera preciso. Avanzaba agachado midiendo sus pasos y teniendo especial cuidado de no salir al descubierto. Tomaba sus precauciones, trataba de permanecer a la sombra. Como decía el viejo dicho; para avanzar bajo tierra llama un enano, para nadar en el río busca una nutria y para caminar con paso leve, llama a un elfo... Deseaba que todos sus compañeros fuesen capaces de tener el mismo cuidado o al menos tuvieran el seso de intentarlo.

Moverse sigilosamente no es dificultad para Iokese, quien no solo por su condición de elfo sabe moverse en silencio... Aunque eso es otra historia. Durante un período el grupo se mueve en relativo silencio, pero un crujido de ramas secas hace que Iokese mire despreciativamente a su causante... El humano, sorprendentemente, y no uno de los enanos...

Ser enano tiene muchos beneficios, uno de ellos es evitar ser visto. Claro, que si tuviera una de sus tradicionales armaduras el tintineo que haría ésta al caminar lo delataría. Pero ahora, privado de vestiduras de guerra Toruk se movía tranquilamente sin miedo a ser detectado. 

De repente escuchó un ruido y se aguantó las ganas de maldecir al causante. Humano irresponsable. Pensó mientras refunfuñaba para si mismo. Si los descubrían más le valía al humano luchar con uñas y dientes para que no los maten, de lo contrario se ganaría su total desprecio. 

aunque el grupo iba lo más cautelosamente posible, un paso en falso por parte del humano fue suficiente para alertar a los crebain que andaban volando cerca de ellos, sin dudarlo estos se dejan ir en picada sobre las carnes de aquellos pobres que sin esperanzas se convertirían en su comida.

Las ramas le jugaron una mala broma a ikanmes, con algo de frustacion y vergüenza mientras siente la mirada penetrante de los demás voltea y se prepara para el combate -Bueno otro día sera, tendre que hacer lo que pelear por mis errores, jum!

Preparado para lo peor, pues no había combatido nunca en estas situaciones y confiando en sus nuevos compañeros de viaje, agarra su honda y se prepara un puñado de piedras.

El ave se deja ir contra el causante del ruido que llamó su atención, al parecer la vista de estas aves solo han captado al causante del ataque, el primero se deja ir sobre de este pasando muy cerca de su rostro pero sin arremeter aun contra el mismo.

Mientras esquiva los ataques del cebrain, rapidamente ikanmes saca su pobre pero confiable cuchido mellado y arremete contra el mismo sin quererle dar oportunidad de volver a atacar en lo que sus compañeros se acercaban - No me tomaras tan facilmente!!

Los golpes del humano son certeros y hacen caer al primero de los enemigos, inmediatamente después se lanzas las otras dos aves sobre el humano, van en picada dispuestas a arremeter su pico contra las carnes de aquel humano que, de quererlo así el destino hoy sería comida de crebain.

La escena que observan los compañeros de aquel humano es una fiera pelea, pero no entre elIkanmes ylas aves, sino entre las aves mismas, que al ser de un tamaño considerablemente mayor a otras aves, saben que la comida no será suficiente y comienzas a pelear entre ellas, ignorando básicamente al caballero que ha quedado en medio de aquellas criaturas.

Recuperado del enfado y la sorpresa inicial, Iokese toma su sencilla honda de cuero y coloca una piedra en ella, al tiempo que empieza a girarla para intentar alcanzar a alguna de aquellas detestables aves al vuelo.

Aterrorizado ante el ataque de estas aves inmundas, Merick encuentra una luz de valentía al ver al humano, con mucha habilidad, acabar con una de ellas. Por lo tanto Merick prepara su honda con una buena piedra, la hace rodar tan rápido sabe y lanza la piedra a toda velocidad:

Consigue impactar al ave, lo cual hace crecer su valentía, una valentía que no había sentido en muchísimos años...y que bien sienta. Aunque recuerda que el combate no ha acabado.