Partida Rol por web

Dallas. 20:30. Watson & Taylor Self Storage.

Aparcaron los vehículos en el patio frontal de los almacenes. El lugar era un conjunto de edificios rectángulares, situados en hileras, cada uno de los cuales albergaba ocho espacios del tamaño de un gran enorme garaje. A esa hora la oficina para atención al cliente estaba ya cerrada pero eso no era ningún inconveniente ya que Sonny, como cualquier otro que tuviera alquilado un cubículo, contaba con una llave para el mismo. La presencia de cámaras en todo el área indicaba que un guardia probablemente estaría vigilando aquel lugar desde dentro para evitar que ningún amigo de lo ajeno tuviera alguna idea extraña.

Siguieron a su guía hasta uno de los portones situados en el centro del complejo. No había nadie y, de alguna manera, todos se sintieron un poco extraños. Incluso el cielo, que hasta ese momento había estado despejado como era habitual en Dallas en esa época del año, se había encapotado. Sería raro que lloviese pero la ausencia directa del sol le daba a todo un aspecto un tanto fantasmal, casi onírico.

Cuando Sonny levantó la reja se dieron cuenta de que, hasta ese momento, habían permanecido todos en silencio.

—Bueno... os pido por favor que no toquéis nada ¿vale? Las cartas están al fondo.

Entraron tras él. Una bombilla amarillenta iluminaba un espacio abarrotado por muebles tapados con sábanas y estanterías repletas de cajas sobre las que se acumulaba el polvo. Las miradas de los visitantes no podían esquivar la presencia de un caimán disecado que se apilaba sobre varios muebles. Los ojos de cristal del reptil les devolvían una mirada que, por algún motivo, se les antojaba desesperada, como si entendiese su condición de prisionero de su carne. Sonny avanzaba hacia el fondo, hacia una zona donde se alineaban pulcramente varias fundas de guitarras acústicas y eléctricas, alguna de bajo y unos cuantos maletines de saxofones, trompetas y otros instrumentos de viento. Por lo que parecía aquel tipo era un coleccionista compulsivo.

Abrió un estuche de guitarra ajado, con aspecto de haber pasado por mil batallas pero sin ninguna pegatina ni distintivo. El cuero que la recubría se había cuarteado y caído en muchos puntos, revelando la madera que formaba la estructura. Al abrirla todos pudieron ver la Gibson L-1 a la que se había referido en el bar. Si aquella guitarra era auténtica —y no había motivos para pensar lo contrario— significaría que Robert Johnson la habría afinado y tocado infinidad de veces. Su superficie estaba rayada y cuarteada como la propia funda, pero las cuerdas que lucía relampagueaban incluso bajo la luz mortecina de la bombilla. Sin embargo Ace no quería la guitarra sino un gran sobre amarillento que estaba en una especie de bolsa que la funda tenía pegada en su tapa por dentro.

—Y aquí las tenemos: las cartas del misterioso J.L.— tendió el sobre al grupo —¿Quién quiere ser el primero en leerlas?

Cliff alargó la mano hacia la guitarra.

—¿Puedo? —preguntó.

En ese momento las cartas pasaron a un segundo plano. Esa guitarra, de ser autentica, había sido tocada por Johnson y su misticismo todavía estaría imbuido en el instrumento. De hecho parecía estarlo. Aquellas cuerdas brillaban como si el tiempo no hubiera pasado por ellas y, ¡qué demonios!, había visto más de una vez esa guitarra en fotos, si era una copia, era una copia perfecta.

Durante unos instantes mantuvo la mirada fija en el instrumento, acercando lentamente la mano hacia él sin haber obtenido todavía el permiso para cogerlo. Se imaginaba tocando con ella, quizá solo un par de notas. El comienzo de Cross Road Blues estaría bien.

Sacudió la cabeza en el instante apropiado; un segundo antes de tocar la guitarra.

—¿Podría cogerla un instante, Ace? —dijo solemne.

Durante el trayecto en coche, el frankenstein sobre ruedas al que Reba llamaba Teeth Grinder retumbaba con el sonido de una copia en cinta de Spanking Machine, el primer disco de un grupo de tías que tenían maravillada a la radio jockey, Babes in Toyland. Era justo la mierda que llevaba años buscando, así que la menuda conductora daba botes en el coche siguiendo el machacón bajo de He's My Thing, berreando la letra mientras seguía al coche de Tony, el segundo de la procesión de este peculiar grupo de investigadores de lo desconocido.

Una vez en el almacén se conchabó con el caimán disecado, tratando de imitar su sonrisa, inmortalizada para la posteridad.
 

Mientras Cliff parecía en éxtasis, preguntándole a Sony si podía tocarle la col... la guitarra, si podía tocar la guitarra de R.J. Reba se ofreció a echarle un ojo al contenido del sobre, un legajo de papeles amarillentos, cuya consistencia parecía más de tierras de ultratumba que de nuestro mundo. Lamentó no tener unos guantes a mano, pero Sony tampoco se los ofreció, así que supongo que podría proceder a pelo.

- Gracias Sonny.

Antes de detenerse en su lectura echó un vitazo rápido a los folios, como si buscase un fragmento en concreto, pero era sólo para tratar de confirmar que no había ni marcas de matasellos, ni dibujos de pollas en las esquinas en las esquinas, ni ningún otro elemento gráfico que le llamase la atención. Levantó las gafas desde su tabique, dejándolas reposar en su amplia frente y olisqueó las palabras.

Desde el primer momento en que Tony entendió que Sonny estaba agarrando la funda de la guitarra de Robert Johnson, todos sus sentidos se posaron en ella, pero de una manera muy distinta a como lo hizo Cliff. Él lo que quería era poder replicar, más adelante, una funda igual. Una guitarra igual. Y vender ese sentimiento que provocó en su compañero la necesidad imperiosa de cogerla, tocarla, sentirla y, si pudiese, adquirirla.

La reacción era claramente otra señal del buen negocio que se avecinaba.

—No voy a mentir, a mí también me gustaría ver la guitarra más de cerca —dijo Tony con la esperanza de poder notar el tacto del material— pero bueno, estamos por las cartas, ¿verdad...? ¿Puedes leerlas en voz alta, hermosa? —le preguntó a Reba con un guiño— así nos enteramos todos a la vez, y como experta narradora, apuesto a que no hay nadie mejor para hacerlo —por supuesto, Tony jamás perdía la oportunidad de soltar un piropo a una mujer, aunque fuese su amiga y le tuviese bien calado.

—Claro amigo.— dijo Sonny tendiendo la guitarra a Cliff para mirar luego a Tony —Luego tendrás tu turno.

Sonny sonrió de medio lado como si pudiera leer la mente del timador. Luego, mientras Cliff cogía reverencialmente la guitarra, le tendió el sobre de cartas a Reba:

—No son demasiado largas, así que bien puedes leerlas en alto cariño.

La muchacha las sacó cuidadosamente del sobre. Efectivamente eran cinco cartas escritas en un papel amarilleado por el tiempo, con una caligrafía nerviosa, incisiva, un tanto rebuscada. La primera tenía unos agujeros provocados sin duda por la ceniza de un cigarro, mientras que la segunda estaba manchada y muy doblada, como si se hubiera leído en múltiples ocasiones.

Reba se puso debajo de la bombilla y bajo aquella luz amarillenta comenzó la lectura de la primea de las cartas.

RJ llegará mañana a Greenwood. Llevará con él dos maletas y su guitarra, acompañado de WB. Es de esperar que se aloje en la pensión de Williams. Es la única de la ciudad que alquilaría habitaciones a un negro que además toca blues. 

Recuerda lo acordado Alphonse: debes contratarlo para tocar en tu cantina. Me da igual como lo hagas pero no quiero que RJ vea otro amanecer. Nosotros nunca perdonamos una traición pero recompensamos a quienes son fieles a la causa. El orgullo de RJ es tan grande que se cree intocable. Pero ya no tiene nuestro favor: puedes apalearlo como un perro y nadie moverá un dedo para protegerlo. 

Cuando hayas acabado con él entra en su habitación y busca en las maletas. En una de ellas tiene que haber una caja lacada de color negro con el signo de T. en su superficie. Ábrela. No correrás ningún riesgo. Estarán los 13 discos de la última sesión de Memphis. Por el bien de tu vida no debes escucharlos porque sabes que ellos acudirían. Tráelos de forma personal al cruce de caminos y espera el coche blanco, dáselos al mensajero.

Puedes quedarte con el resto de sus pertenencias o con el dinero que tuviera, nada importa salvo la grabación. 
Recuerda Alphonse: nunca perdonamos una traición y sólo damos una oportunidad. 

J.L.

Sorprendía lo puntual que era en la planificación de un asesinato. Todos guardaron silencio mientras Reba leía la segunda, mucho más corta y precisa.

Sabemos que has resuelto el asunto de R.J. y uno de los nuestros se encargará de que ese pies planos no te vuelva a molestar.

Estamos satisfechos con la resolución pero no queremos más demoras o disculpas para la entrega. Tienes dos días para acudir al cruce de caminos. Después de eso tú escoges si quieres continuar con nosotros o seguir tu camino.

Pero no seas tan necio como para pensar que puedes jugar a dos bandas Alphonse. Recuerda: nunca perdonamos una traición.

J.L.

Aquello resolvía el misterio de la muerte de Robert Johnson, descartando directamente la muerte natural o por enfermedad. Había sido asesinado tal y como indicaban la teoría principal. También aclaraba el hecho de que no existiera una autopsia del cuerpo: alguien había intercedido para apartar a la policía. Consumado el hecho ¿qué quedaba en el resto de las cartas? Reba abrió la tercera:

Has hecho una elección equivocada Alphonse, eres un necio. Tus nuevos amigos no podrán protegerte de nosotros. El que recibas esta carta es una muestra de que jamás podrás ocultarte. Cambiar de ciudad no te ayudará. Te encontramos en Greenwood y ahora en Nashville. El hoodoo de tus amigos no es tan fuerte como para mantenerte a salvo. Alguien tan necio como salir en los periódicos autodenominándose el Gran Maestro no es digno siquiera de tener en cuenta. Tú has visto a través del Velo ¿cómo has podido creerte la magia de los blanquitos?

Regresa al cruce de caminos, entréganos las grabaciones y puede que tengas una oportunidad de encontrar el Olvido.

J.L.

Aquello empezaba a desvariar. Estaba claro que el tal Alphonse no había cumplido la segunda parte del trato. ¿Por qué? Se mencionaba a unos nuevos amigos. El grupo guardaba un silencio respetuoso, como si estuvieran leyendo un testamento que abría una ventana a un pasado lejano. Incluso Cliff, aún teniendo la guitarra de Johnson en la mano, sólo tenía ojos para Reba quien, como una sacerdotisa antigua, procedía a leer la siguiente carta.

Necio negro de pueblo. Hemos oído que tus amigos ya han encontrado su merecido en Jackson. ¿Pensaron que el Klan eran sólo los estúpidos encapuchados que van persiguiendo negros en la noche? ¿Quizás se creyeron iniciados sólo porque sabían un par de trucos de hoodoo? ¿A ellos entregaste las grabaciones? ¿Qué te prometieron a cambio? 

Yo te haré una promesa Alphonse: dolor en esta vida y en las siguientes, sufrimiento eterno y la negación de volver a la rueda. Por tu bien espero que aún tengas las grabaciones y de ese modo puedas salvar a los tuyos.  Entréganoslas y sólo te haremos sufrir en esta vida. 

J.L.

Aquel extraño recorrido del traidor resultaba un tanto desconcertante. Si lo tenían localizado para enviarle las cartas ¿por qué el misterioso J.L. no iba en persona a reclamar la grabación o mandaba a alguien? Parecía pertenecer a algún grupo de gente ¿un club? ¿una logia? Hablaba de hoodoo, un tipo de magia vinculada a la gente afroamericana del sur de los EEUU. El propio Johnson solía citar temas de hoodoo en sus letras. Solo quedaba una carta por leer:

¿Creías que no nos enteraríamos? Encontraremos las grabaciones y continuaremos con los designios del Maestro.  Tuviste la oportunidad de enmendar tu error y salvar tu alma. Ahora sufrirás las consecuencias.

¿Pensaste que Dallas estaba lejos? Necio de mente pueblerina ¿Te has dado cuenta de que ya no tienes el amuleto? Casi puedo verte echando la mano al cuello. No es el mismo: tu mujer nos entregó el verdadero. Ella ha sido más lista. Dale las gracias porque gracias a ella tu semilla perdurará en este mundo. 

Adios Alphonse. Teníamos grandes proyectos para ti. Te ha podido la codicia y creerte tan listo como RJ. Ahora ambos pagaréis por vuestra doble traición, y os aseguro que disfrutaré durante toda la eternidad.

Oirás un ruido en la sala de al lado. No te molestes en huir. Sabes que ellos son implacables. 

J.L.

Cuando Reba terminó de leer la última carta todos se miraron entre sí. Casi podían sentir, a través del tiempo, el miedo de Alphonse  mientras escuchaba un ruido y miraba por encima del hombro.

Sonny sonreía al ver los rostros de sus acompañantes:

—¿Entiendes ahora hermana por qué era tan reacio a contaros todo el contenido de las cartas en el bar? Es muy jodido explicar toda esta movida si no la lees de puño y letra de quien coño fuera ese tal J.L. Pero dejando de lado las amenazas y las movidas místicas ahí se menciona el recorrido que hicieron las grabaciones.

El Chief se mantuvó el viaje en silencio, sin preucparse por el trayecto ya que Tony conducía y Ace guiaba. Se preguntaba qué les depararía en aquel trastero.

Y, al llegar, tanto Cliff como Tony se interesaron por la recompensa más próxima, por el bien material que podían tocar en ese momento. Pero él sabía que aquello no era más que otro becerro de oro al que adorar y que no podría ser si no un vacio sustitutivo del espíritu de Johnson.

Cerró los ojos al escuchar la voz de Reba, distribuyendo su peso de un pie a otro, lo que le daba la sensación de estar en una iglesia escuchando un sermón.

- Memphis, Greenwood, Nashville, Jackson, Dallas... - el Chief verbalizó el recorrido de las cintas, no el de aquel alma pecadora y torturada de Alphonse. - Un cruce de caminos, un "nosotros" y el Klan...

La última palabra la dijo desprecio y tuvo que contenerse de recordarle a Tony su anterior frase sobre el racismo en los noventa. Qué facil era a veces ver el mundo con el color de piel adecuado.

- Y la mujer. - señaló la última carta, aún en las manos de Reba. - Ella participó en la traición a Alphonse.

Tras asimilar todo lo que había leído en voz alta, Reba bajó el puño sus dos manos, en las que seguía sosteniendo el sobre y el legajo de cartas. Escuchó el pavoneo de Sonny y el esquema de lugares y nombres que llamaron la atención de Darbonne ates de cerrar los ojos y contestarle.
 

- ¿E serio es lo que más te llama la atención? Pues yo me quedo con la lectura que habría gustado a Burroughs: caja lacada con el signo T., 'si escuchas las grabaciones ellos' (¿ELLOS?) vendrán, entrega en cruce de caminos, hoodoo, dolor en esta vida y las siguientes, te has salido de ¿LA RUEDA?, el Maestro... Su descendencia... EL AMULETO... La traición de su esposa... Joder, es un libro que quiero leer con dos o tres porros entre pecho y espalda. ¿Y esa última amenaza sobre el ruido en la habitación de al lado? Coño, eso es puto Lovecraft. Ja, ja, ja , ja, ja ¿Quién me iba a decir que las lecturas de grandes clásicos del terror e iban a preparar para cosas así en la vida. Esto tengo que poder contarlo en el programa, como si lo presento como un drama radiofónico.

—Wow... —acertó a decir Tony tras la lectura de las cartas— ¿Qué le hizo actuar así? —preguntó con cara de extrañado y pensativo— Está claro que J.L. es un tipo con muchos recursos. Alphonse lo sabía y aún así le echó cojones. Prefirió huir con los discos. Joder, esas grabaciones deben valer una puta pasta.

Entrecerrando los ojos, el estafador repasó las cartas en su cabeza, intentando descubrir por dónde deberían empezar la búsqueda.

—Aparte del pederasta ese... —dijo con un tono de desprecio— no queda más desdencencia de Alphonse aquí, ¿no, Sonny?

Sonny se encogió de hombros. La conversación parecía devolver al grupo al presente, a una situación más controlable. A una búsqueda que comenzaba y de la cual empezaban a tirar de la madeja.

—No lo sé, la verdad. A mí me llegó el chivatazo por un colega de la policía, que fue quien me consiguió el maletín de la guitarra.— señaló el instrumento que Cliff examinaba de forma reverente —Imagino que en los periódicos no tardará en salir la movida de Sugarman. Yo no lo conocía personalmente aunque sé que se movía en los círculos de blues de la zona. Oí hablar de él a raíz del suicidio y el asunto del chaval. Un asunto muy chungo. Me dijeron que era un tipo más bien incómodo de soportar, no le conozco amigos. Pero es posible que en los bares os digan algo sobre él.

- A veces hay que recordar de dónde venimos para saber hacia dónde tenemos que ir, querida. - respondió el Chief a la mujer que se había convertido en su nueva compañera de peregrinaje.

Las cartas le recordaban ligeramente a las Sagradas Escrituras, comenzaban con un génesis bastante mundano pero terminaban en un delirio apocalíptico del cual solo podían sacarse suposiciones e interpretaciones.

- Y por supuesto que esos... detalles - estuvo a punto de denominarlas locuras - son llamativos pero no creo que sean un punto de comienzo. Como pueden ser los ambientes habituales del difunto.

Hizo un asentimiento de cabeza a modo de agradecimiento a Ace por esa información.

Acabada la lectura de las cartas empezaron a sonar las cuerdas apagadas de la guitarra que tenía Cliff en las manos.

—I went to the crossroad, fell down on my knees —comenzó a canturrear en voz muy baja.

Cliff siguió tocando unos segundos antes de volver a hablar.

—¿Y la mujer? —dijo justo después de tocar la última nota de la canción—. En una de las cartas dice que la mujer de Alphonse lo vendió. ¿Creéis que podremos encontrarla? Quizá podamos sacarle algo...

Reba echó una mirada a su reloj de pulsera, pfffft, iba con el tiempo en el culo, y más si quería tratar de abducir a Emily a la salida de la peluquería para arrastrarla a algún restaurante cutre o directamente a la cama. Aún así supongo que actuar en caliente les daba una cierta ventaja, a fin de cuentas tenía que volver a por un vinilo al Vintage...

- ¿Y si volvemos sobre nuestros pasos? No sé si Jess estará en el Vintage o tan siquiera será la mejor persona a la que consultar sobre Sugarman, pero si tenemos que hablar con connaisseur locales de blues con raíces, tal vez alguno de los sospechosos habituales nos pueda aportar algo de información. Eso si, no me voy a pasar la noche oliendo culos por vosotros. Aquí la menda solo huele culos seleccionados con fundamento, y los vintagers no están en mi lista de intereses.- Sonrió volviendo a calarse las gafas.- Entiendo que Tony se encargará de cualquier futura negociación o contacto contigo, ¿No, Tony?- Comentó sacándose las llaves del bolsillo, esperando azuzar a sus compañeros con aquel sutil gesto de impaciencia.

Tony estaba atento a la guitarra que ahora tocaba Cliff de forma suave, silenciosa. Quería echarle un vistazo, por supuesto, aunque Reba empezaba a impacientarse. Pero entonces pasó algo raro. Los dedos de Cliff se movían por el mástil con más velocidad, imitando la forma de tocar de Johnson. Sus ojos cerrados podrían denotar concentración pero había algo más. Las notas que tocaba: sonaban a Johnson pero no eran de ninguno de sus temas. El hombre canturreaba por lo bajo pero nadie acertaba a escuchar exactamente lo que decía.

Y el ambiente, de pronto, era mucho más caluroso. Llegó un olor a agua estancada de algún sitio fuera. Ninguno podía apartar la mirada de las manos de Cliff mientras éstas recorrían el mastil arriba y abajo. Sonny tenía los ojos muy abiertos, el gesto tenso, levantaba una para intentar alcanzar el hombro del guitarrista pero sus movimientos eran lentos, como si todo el peso del mundo reposase sobre su brazo.

En algún lugar escucharon una risa. Fuera. ¿Alguien de la calle? Era una risa siniestra, la risa de alguien que está disfrutando mientras otro sufre. No sabían por qué lo sabían pero así era. El mundo era un lugar violento donde unos desconocidos podrían hacerte daño sólo porque quisieran, donde los niños estaban desamparados ante padres que no tenían amor y navegaban en mares de alcohol, donde un buen hombre era insultado sólo por el color de su piel. Esa melodía le hacía comprender lo terrible que era una existencia sin esperanza.

Y entonces paró.

Cliff se detuvo como y levantó la vista. Aparentaba confundido. Los demás tomaron aire. ¿Qué había sucedido? Sentían que algo extraño había pasado pero no acababan de comprenderlo exactamente.

—¿Qué cojones...?— susurró Tony con los ojos entrecerrados —¿Y esa canción? No la había escuchado antes. 

Aunque algo en el cuerpo le gritaba que se alejase, Tony se acercó a Cliff. El desconcierto que se apreciaba en su rostro le decía claramente que había pasado por un trance. No era la primera vez que Tony veía una cara así, conociendo su pasado, pero esta vez era muy distinto. El olor, aquella risa... ¿Estaba todo entrelazado? ¿Era eso posible?

—¿Estás bien? Déjame un segundo la guitarra...— añadió alargando la mano para cogerla y examinarla.

El Chief se giró de golpe hacia Cliff cuando supo de quién eran esas notas pese a que nunca antes las había escuchado.

Conocía los testimonios de aquellos que clamaban haber presenciado milagros, fuesen o no refrendados por la jerarquía de alguna iglesia, pero hasta ese momento no había sido capaz de sentir esa sensación. Hasta ese mismo momento.

- ¿Johnson? - murmuró casi reverencialmente mientras se acercaba lentamente con la mano extendida hacia el instrumento, con la necesidad de tocarlo, de sentirlo por sí mismo.

Había dado por hecho que aquello era un becerro de oro, algo que adoraba el pueblo cuando no conocía la palabra, pero quizá no había sido capaz de discernir la verdad y era posible que las tablas de piedra estuvieran guardadas en aquella vieja funda.

- ¡¿Qué carajo...?!- Puede que el blues no fuese el veneno de elección de Reba, a la que ponía más las guitarras pesadas, pero aún así toda la cobertura de su cuerpo se había tornad piel de gallina. Conocía poco a Cliff, peor dudaba que esas fuesen sus dotes secretas con la guitarra, o estaría llenando el Vintage u otros garitos de actuaciones en directo semanalmente sin tan siquiera despeinarse. No, allí había algo que apestaba a cieno, y aquella carcajada. -¡¿Qué carajo...?!- Volvió a repetir, estancada en un loop de incredulidad. Algo tironeaba de su nuca, como si na garra hubiese hecho presa en sus nervios y tirase de ellos, como quien trata de deslizar la pulpa de una uva presionando su pellejo.

Reba sentía algo. A veces, cuando en su casa acariciaba aquel misterioso edredón que llevaba heredándose en su familia desde tiempos ancestrales, sentía algo similar pero muchísimo más diluido. Lo que ahora sentía con esa música era como si comparase un trago de café contra meterse una raya de coca de cinco centímetros. Todos sus sentidos se despertaron de golpe¹.

No era la guitarra.

Era Cliff.

Claro que la guitarra, las cartas, el ambiente... todo ayudaba. Aquello era parte de un ritual, de algo desconocido.

Sintió como el lugar se hacía más oscuro, más siniestro. Era como un subidón de tripi para un mal viaje pero no había consumido nada aquel día salvo las bebidas del Vintage. Le empezó a faltar el aire, se asfixiaba. Notaba los ruidos del pantano. Sus ojos se desviaron hacia el lugar que ocupaba el caimán y vio como la criatura coleteaba atrapada en su cuerpo muerto. Hoodoo del bueno, del verdadero, de los chamanes que saben lo que hacen.

Duró un breve instante y de pronto volvió la luz, la calma, la normalidad. Boqueó como si hubiera emergido de un banco de arenas movedizas. ¿Qué había pasado?

Cliff le tendía, algo confuso, la guitarra a Tony. Chief también extendía las manos deseoso de tocar ese instrumento. ¿Habían sentido los demás aquello? El rostro sudoroso de Sonny reflejaba la misma ansiedad que el de Reba. Él, desde luego, lo había notado también. Sus miradas se cruzaron durante un breve instante, pero el hombre se recompuso con más facilidad. Sus rasgos se relajaron y recuperó su actitud de jugador de póker.

Lo peor de todo es que Reba sentía que había pasado algo más. Sentía una incomodidad creciente, la anticipación que a veces te golpea antes de que recibas una mala noticia. Pero todo estaba en su cabeza ¿no? Dios, ahora sí que necesitaba bebida.

Tony había cogido con cuidado la guitarra². Su ojo entrenado de timador sabía identificar claramente algo original y aquella guitarra era tan vieja como aparentaba. Mientras la sostenía en las manos, con la mirada de 'Chief' clavada en ella, su cabeza hacía cuentas de su valor. Mucho. Lo mismo que un pardillo podría pagar por una buena réplica.

Tony agarró la guitarra con mucho más interés y nerviosismo del que tenía apenas unos minutos antes. Y no precisamente porque antes no le interesara, pero después de vivir ese intenso momento sintió una curiosidad que le empujaba con fuerza.

Examinó la guitarra con sumo cuidado, buscando algo distinto, mirando de reojo, cada poco, a Cliff. Pasó los dedos por el mástil, intentando notar algo distinto. Se interesó por el material de lo que se componía. Y sobretodo, por si se notaba distinto con ella en las manos.

Pese a no saber de música, su afán de descubrimiento le pidió probar a tocarla. La agarró, respiró profundo y rasgueó la guitarra.