Partida Rol por web

Cliff arrugó el gesto mirando hacia la máquina y se dirigió rápidamente hacia allí, justo cuando el tipo iba a contestar sus preguntas¹.

—¿Dónde cojones ha conseguido ese disco? —preguntó conforme se acercaba al aparato para mirar el disco que giraba sobre el plato.

Lo miró y se frotó los ojos. No podía ser, sobre el plato rodaba un disco de country, quizá alguno que utilizaran para animar alguna victoria de alguno de los equipos que daban de comer a ese hombre.

—¿Usa mucho esta máquina?

Tony se sorprendió como ninguno al escuchar la música. Un día normal hubiese pensado que la etiqueta del disco estaba mal. Bueno, un día normal a Tony le hubiese sudado los huevos la máquina de discos, o incluso hubiese buscado algo con lo que bailar con la rubia del local.

Pero hoy no era un día cualquiera, ya no sabía cuántos más días cualquiera le esperaban. Desde luego no esperaba que volviesen pronto. Esto es cosa de él. Ahí había algo.

—¿Dónde estás? —susurró mientras miraba el local cual gato que mira las paredes, viendo algo que nadie más ve— Sé que estás aquí... ¿Dónde estás? —continuó mientras asentía con la cabeza.

El tipo miraba tan sorprendido como ellos la máquina:

—Joder... la usamos a diario. Y yo no tengo ese tipo de música. Que me aspen... que puta mierda siniestra. ¿Está cantándole a una novia muerta?

No había contestado a las preguntas de Cliff sobre los Scott, ni tampoco había hecho ningún gesto que diera a entender que los conociese¹, pero ahora estaba demasiado sorprendido con la jukebox. De hecho había salido de detrás de la barra para echarle un ojo al disco que giraba.

—Hostia puta... pero si ese sencillo de Joline lo hemos escuchado un millón de veces. ¿Qué narices está pasando?

Mientras el tipo comentaba esto Tony observaba como giraba ese disco. Una confusión absurda. No. Cada vez que se mencionaba la música blues pasaba algo que se salía de control y la realidad daba un vuelco¹. Entonces vio lo que había allí tan claro como antes veía la jukebox. Ahora era una especie de caja de música gigantesca formada por huesos. El disco seguía girando pero la aguja era un dedo amputado cuya uña rasgaba el vinilo arrancando la voz sufrida de Son House. Los otros parecían no darse cuenta de ese hecho. Cliff observaba con curiosidad el cristal,que ahora era una sustancia transparente que vibraba como si estuviera viva, mientras que el tipo del bar le daba un golpe haciendo que uno de los huesos se desencajasen ligeramente. Pero Tony veía la verdadera máquina de música. Y vio que su cable de corriente era en realidad un cordón umbilical que iba desde allí hasta la zona de los baños por donde se había ido Chief.

Sólo duró un instante. Luego pudo ver la máquina tal cual era. Como si jamás hubiera visto todo aquel horror.

Por su parte Chief, en los baños, había logrado encaramarse a la papelera y descorrido el cierre de la trampilla. Ésta cayó hacia abajo pero no vio ninguna escalera que le ayudase a subir, aunque podría hacerlo a pulso si se animaba a ello. Desde donde estaba todavía no veía lo que había arriba, aunque le llegó un olor intenso a polvo y humedad.

Cliff sacudió la cabeza y volvió a la barra. Apuro el whisky de un trago y apoyó el vaso sonoramente contra la barra.

—¿Chief, que cojones haces? —gritó—. Aquí está pasando algo raro... ya sabes.

Pasados unos segundos se asomó a la parte de los baños por donde se había ido Chief.

Chief ni siquiera escuchó a Cliff llamarle desde el exterior de los baños, en su cabeza resonaban las palabras de Son House mientras miraba la trampilla abierta sobre él como quien mira la oscuridad de una cueva y el miedo y la curiosidad hacia lo desconocido se abrazan como amantes en una noche de pasión.

Well, the minutes seemed like hours, hours they seemed like days

Apoyándose en la papelera, logró aferrarse con la punta de los dedos al borde del ventanuco por el que salía el olor a viejo y a cerrado.

- Ya estoy mayor para esto... - murmuró con una pequeña sonrisa mientras se aupaba para echar solo un vistacillo.

Chief no contestaba.

El barman se giró hacia Cliff con un gesto de desconcierto, como si esperase que los recién llegados le explicasen por qué su máquina de discos se había vuelto loca.

Y mientras tanto al otro lado de la puerta de los baños Chief se había alzado hasta echar un ojo en el altillo. Era un desván que quizás se podría usar para guardar bebida pero que al parecer no tenía uso. Estaba lleno de polvo y telarañas. Y oscuro. El predicador se había impulsado hasta que medio cuerpo estaba colgado de la parte superior: sería mucho más viable que mantenerse a puro pulso a esa altura. El suelo de madera crujió bajo su peso. Había cajas cubiertas por telas. Miró hacia el fondo, todavía colgando de la trampilla. Vio a la mujer. Era una mujer de color, muy joven y delgada. Estaba agachada, sosteniendo entre sus brazos lo que sin duda era un bebé envuelto en sábanas. Lo mecía arrullándolo, con el cariño que sólo una madre puede transmitir. Pero estaba llorando. Si se había percatado de la presencia de Chief no lo demostraba. El predicador exhaló un suspiro calibrando si debía seguir allí o sería mejor bajar. Aunque la mujer parecía tan real como él estaba claro por su ropa y por el lugar en el que se encontraba que no pertenecía al mundo de los vivos.

Tony, estremecido por la visión, siguió con la vista el cordón umbilical de la máquina y sintió un escalofrío al pensar que Chief estaba justo allí.

—Mierda, mierda, mierda... —empezó a murmurar mientras se aceleraba en dirección a los baños— ¡Chief! —gritó Tony— ¡Cuidado Chief! —añadió mientras corría sin importarle nada más.

Cliff respiró profundamente sin perder de vista la máquina hasta que Tony se puso a gritar y corrió hacia Chief. En ese momento se dirigió hacia el tipo que tomaba su jarra de cerveza en la esquina de la barra. Estaba completamente borracho y Cliff lo cogió por debajo del hombro.

—Amigo, tiene que salir ya... el bar va a cerrar. Tranquilo, la casa invita a esa jarra.

Casi por la fuerza Cliff sacó al borracho del bar y cerró la puerta detrás de él.

—Cierre con llave por favor. Luego le explico —le dijo al propietario y después se dirigió hacia los baños con Tony y Chief.

Los gritos de Tony le llegaron amortiguados, como cuando uno está bajo el agua y alguien grita desde fuera. Puede que fuera por encontrarse en un piso diferente o podrían ser por los espíritus que allí habitaban, pero Chief no prestó demasiada atención a los estímulos del exterior.

Había frente a él un alma atrapada, un alma que no podía ascender a los brazos del Señor, y sabía que sería dificil volver a tenerla frente a él si bajaba de nuevo por la trampilla.

- ¿Qué sucede? - preguntó casi en un susurro, mientras se acercaba hacia la mujer ligeramente encogido, tratando de mostrar una actitud lo menos agresiva posible. - ¿Puedo ayudaros?

Tragó saliba y trató de no fijarse demasiado en el bebé, temiendo que fuera el motivo del llanto y de la "benganza" deseada.

—¡Eh! ¡Oiga! ¿Qué coño se cree que están haciendo?

El tipo se fue para detrás de la barra.

—No sé de que van amigos pero quiero que se larguen ahora mismo de mi local.— alzó la voz evidentemente enfadado repitiendo: —¡Ahora mismo!

Estaba levantando el auricular del teléfono que estaba al final de la barra, probablemente para llamar al sheriff del lugar.

Chief no estaba al tanto de lo que sucedía en el local. En realidad aunque lo estuviese poco le importaría. En ese momento se aproximaba al espíritu atrapado en aquel altillo. Desde que habían comenzado aquel viaje se había encontrado con varias almas en pena, como si la historia de Robert Johnson sólo dejase a su paso espíritus inocentes dañados que no pudieran escapar de este mundo.

—Yo pensé que me amaba pero él sólo amaba su música...

Abajo, esperándose lo peor, Tony abrió la puerta que conducía a los baños y vio la trampilla abierta en el techo.

—¡Nos entregó al Infierno! ¡Todo a cambio de ser el mejor! ¡Hizo un pacto con Lucifer!

Tras sacar al único parroquiano del lugar Cliff se giró hacia el dueño del bar. El tipo estaba marcando un número y seguro que no era para pedir una pizza.

—¡A su hija que no había nacido! ¡No le dio ni la oportunidad de ser querida!

El bebé lanzó un gemido como si el dolor de la madre provocase su propio malestar. Aunque Chief estaba a escasos dos metros no era capaz de distinguir todavía la forma que se mecía entre las sábanas enrolladas pero sí que podía ver la sangre que las manchaba, igual que manchaba el cuerpo de su madre fantasmal.

Cliff corrió hacia la barra donde estaba el tipo llamando por teléfono. Se encaramó a la barra y apretó el botón del colgar.

—Tranquilícese, haga el favor. Hay varias cosas que usted no puede entender. Le prometo que no causaremos daños en su local y que le compensaremos por todas las molestias. Pero es importante para nosotros tener un instante. En serio, no haga preguntas. Es mejor para usted.

Chief sabía que acercarse era peligroso pero más peligroso podía ser un espíritu clamando venganza y debía hacer lo que estuviera en su mano para darle la paz que no le habían permitido en vida.

Su mente se movía a toda velocidad, ya sabían del pacto de Johnson con Satanás para mejorar en la música pero esa no podía ser...

- ¿Alphonse? - dejó escapar en un susurro mientras acortaba la escasa distancia entre ambos.

No tenía claro que fuera ella pero tampoco podía ser otra, en ese lugar y con ese trasfondo.

—¡Chief! —gritó Tony desde abajo mirando la trampilla.

De repente le surgieron dudas de si estaría ahí arriba... Tenía que estar ahí, ¿no?

—¿Chief? ¿Estás ahí? Joder, ¡Chief! He visto algo... —volvió a gritar desde abajo, con menos esperanza de que respondiese su compañero. De hecho, ya no tenía ni claro si venía a sacar a Chief de allí o si venía a ver lo que leches estuviese conectado a la máquina de discos.

Tony se encaramó a la trampilla y asomó la cabeza.

Cliff colgó el teléfono. El otro lo miró confundido, quizás incluso un poco asustado. Después de todo ellos eran tres y tenían pinta tanto de desesperados como de desquiciados. No estaban intentando atracarle, así que el barman no sabía como reaccionar. Simplemente se separó unos pasos hacia atrás, dejando la barra en el medio, levantando las manos.

Tony se había aupado por la trampilla igual que antes hiciera Chief. Lo vio al fondo, aparentemente hablando solo, pero a esas alturas Tony ya tenía claro que había momentos en que uno no podía servirse de la vista para entender lo que había alrededor.

Y Chief intentaba comprender aquel alma errante. En el momento en que la mujer se giró hacia él vio que sus ojos estaban consumidos por una oscuridad terrible. La boca se abrió de forma desproporcionada mientras una voz aullaba con un sonido que no era de este mundo una respuesta:

—ROBERT NOS ENTREGÓ... NOS ENTREGÓ A LA OSCURIDAD Y AL DOLOR ETERNO... POR SU PACTO CON ERHIEL... Y AHORA VAGA ENTRE MUNDOS INTENTANDO HUIR... ÉL DEBE PAGAR...

Las palabras fueron acompañadas de un viento frío que arrastraron hacia atrás a Chief. Tony perdió agarre en la trampilla y cayó hacia atrás, pero vio como el predicador salía disparado hacia atrás como si un vendaval lo arrastrase¹.

Cliff miró al barman y le hizo un gesto con las palmas hacia abajo.

—No vamos a hacerle daño, se lo prometo. Baje las manos —le tranquilizó.

Dio unos pasos atrás para tratar de ganar visibilidad sobre la puerta de los baños.

—¿Qué pasa por ahí Tony? ¿Todo bien? —gritó.

Chief levantó la manos instintivamente cuando aquellos ojos se centraron en él, cuando vio por primera vez lo que significaba estar consumido por el odio y el resentimiento, el alma emponzoñada por el diablo, alejada completamente del Señor.

Y aquella voz... aquella voz le dejó temblando como no recordaba en su vida, las lágrimas le ardieron en los ojos cuando empezó a llorar sin saber si era de pena o de dolor en el alma.

No fue consciente de nada más hasta que notó como una de las columnas golpeaba contra su clavícula y un crujido se escuchaba por todo el local.

Cuando Chief abrió los ojos vio los rostros preocupados de Cliff y Tony sobre él. Sentía un dolor muy fuerte en la espalda y por un momento temió haberse roto algo. Por suerte no era así y aunque le costaba respirar estaba seguro de que no sería necesario ser hospitalizado. De todos modos era consciente de que el dolor le iba a acompañar unos días¹.

El dueño del bar también estaba a la puerta de los baños, desde donde habían bajado con todo el cuidado posible a Chief de la trampilla superior. El tipo estaba desconcertado por lo sucedido y no tenía muy claro que hacer con aquella gente. Al igual que los demás había escuchado aquel grito inhumano en la buhardilla de su local y aunque no hubieran visto el origen todos sabían, de alguna manera, que no había sido provocado por algo de este mundo.

—¿Cómo te encuentras Chief? —preguntó Cliff mientras trataba de ayudar al sacerdote—. ¿Qué diablos ha ocurrido esta vez?

Rebuscó en el interior de su chaqueta y sacó de ahí algunos dólares que le ofreció a Iverson.

—Tráigale algo caliente. Un café o un té... cualquier cosa caliente, por favor. Y quédese con el cambio, por las molestias.

La mirada de Cliff hacia el señor Iverson era sincera y conciliadora.