Partida Rol por web

INTERLUDIO

El anciano paseaba por el borde de la playa arrastrando los pies. Hacía mucho que había dejado de mirar con codicia los cuerpos torneadas de las muchachas en bikini. Primero fue la droga, luego el alcohol, por último el sexo. Ahora ya ni siquiera le apetecía escuchar blues. De pronto se dio cuenta de que su vida carecía de todo sentido. ¿Cuándo había llegado a eso?

—La putada no es vivir demasiado. Es no saber que hacer con tu vida.

Steve Willis reconoció la voz que hablaba a su espalda y sintió un escalofrío. El sol del atardecer descendía bañando todo en una cálida luz rojiza. Era el tipo de foto que todo turista quería hacer mientras se tomaba una cerveza bien fría en una terraza esperando la noche californiana. Pero Steve pensó más bien que el infierno tendría aquel tipo de luz. Roja e intensa. No se volvió.

—¿Pensabais de verdad que podríais jugármela? Joder blancucho... los tienes bien puestos.

—Me mentiste.— Steve seguía mirando hacia el horizonte, sin volverse hacia su interlocutor. Le temblaba la voz: —Me prometiste dinero y fama. Más del que podría llegar a gastar nunca.

—Y nunca te falto ni una cosa ni la otra. Pero ahora tu dinero no te satisface y escapas de tu fama. Ese no es mi problema blancucho. No se aceptan devoluciones.

—Al final no me valió de nada. Siempre he vivido con miedo.

El que estaba tras él suspiró. Se escuchó el chasquido de un mechero. Una inhalación. El humo pasó por encima del hombre de Willis. El olor a quemado no hacía más que acrecentar el recuerdo del infierno.

—Podías haber disfrutado el momento blancucho, pero estabas demasiado ocupado intentando jugármela. Y al final ni me la has jugado ni lo has disfrutado. Una pena ¿sabes? Porque se te acaba el tiempo. No me haces falta para recuperar algo que ya es mío. Y tú cumplirás tu parte del trato.

El viejo gimió. Sonó como si algo se rompiera en su pecho.

—No ha llegado el momento...— protestó —Todavía puedo darte algo que...

—No blancucho. Te he dejado pensar que tenías una oportunidad porque así es mucho más divertido. Pero el juego está llegando a su fin. Has vivido media vida en las Vegas blancucho. Deberías saber que la banca siempre gana. Te he dejado vivir todos estos años con la esperanza teñida de miedo pensando que tenías una baza ganadora. Y ahora te digo que no es así y te dejaré vivir la última semana de tu vida con la certidumbre de que tu jugada eran un farol. Y cuando la semana que viene sufras el infarto yo estaré ahí para recogerte. Te diría que disfrutases de lo que te queda, viejo, pero los dos sabemos que no te queda nada.

Escuchó el ruido de un zapato de charol pisando un cigarro sobre las maderas del paseo. Steve Willis hizo acopio de valor y se volvió para intentar rechazar, por última vez, un pacto que consideraba injusto.

Pero no había nadie.

Solo un pitillo humeante aplastado en el suelo.

Y entonces Steve Willis rompió a llorar por su juventud perdida.

El coche devoraba los kilómetros mientras el trío de investigadores conducía por la interestatal en dirección a Jackson. Habían parado a media tarde en un motel de carretera y tras descansar y asearse se habían puesto en marcha a la mañana siguiente para intentar llegar antes de las 18:00 a su destino.

Mientras Tony conducía en su turno Chief descansaba en el asiento de atrás y Cliff repasaba sus notas en el asiento del copiloto. En la radio sonaba una emisora de clásicos que ahora mismo ponía una canción de Howlin' Wolf.

Well, long way from home and can't sleep at all
You know another mule is kickin' in your stall
That's evil, evil is goin' on wrong
I am warnin' ya, brother, you better watch your happy home

A lo lejos se adivinaba ya el contorno de Jackson. Estaban cerca pero ¿a dónde iban a dirigirse al llegar a la ciudad?

Cliff se desperezó y estiró las piernas cuando Tony aparcó el coche en una gran plaza en Jackson.

—Al Second Circle, ¿no? —dijo Cliff mirando a sus dos compañeros—. Es la pista más tangible que tenemos y creo que es el desencadenante de nuestra madeja. Supongo que estará por allí.

Cliff señaló hacia un callejón donde había un par de bares que, a todas luces, parecían ser de copas. En las ciudades generalmente los locales de alterne se solían agrupar en la misma zona y, si el Second Circle no estaba allí, sería que era más exclusivo de lo que aparentaba.

—Mirad Allstate Drive... es esta calle. Busquemos el 355.

Chief, que había podido cambiarse de ropa completamente cuando pararon a reportar a varias millas de distancia de Greenwood, había pasado la mayor parte del viaje en una duermevela intranquila.

- Prunty investigaba los movimientos del Klan por esta zona, ¿no? - confirmó con Cliff. - Tendremos que andar con más cuidado aquí...

Miró hacia abajo, hacia sí mismo, por si quedaba alguna duda de a qué se refería.

Pese a llevar un buen rato conduciendo, Tony se sentía fresco. Le sentó bien el hecho de que se hubiesen alejado de Greenwood y todo lo que habían pasado en aquel pueblo. Un cambio de vendajes, un cambio de ciudad y como nuevo.

—Venga —dijo Tony tras un suspiro—, seguro que va todo bien —añadió, medio respondiendo a Chief, medio convenciéndose y dándose seguridad.

Redujeron velocidad al llegar al punto que se correspondía con el número de la invitación. Les sorprendió que se tratase de una zona residencial. ¿Quién monta un local de bebida en medio de una zona residencial en los aledaños de una ciudad, casi en la periferia externa¹. De hecho algo debía estar mal porque el lugar que se correspondía al 324 era un solar vacío. Lo cual también chocaba con lo que había a su alrededor. Todos los solares contaban con casas unifamiliares de buen aspecto pero el 324 era, simplemente, un área acordonada por una valla blanca —tan impecable que parecía recién pintada— repleta de espinos y malas hierbas que contrastaban de forma brutal con lo impoluto de la cerca que mantenía aquella selva apartada del bonito vecindario.

Pero no cabía duda: aquella parcela era la correcta.

Cliff miró alrededor para asegurarse de que no había nadie mirando antes de forzar aquella verja y pasar al otro lado. Estuvo un rato pisoteando aquellos yerbajos buscando algún indicio de que allí, en otro tiempo, hubiera habido algo. Por el aspecto de la valla parecía que ese otro tiempo no era tan lejano.

—Vigilad que no se acerque nadie. Voy a echar un vistazo.

Chief miraba y remiraba la zona, tratando de asegurarse que la dirección era correcta.

- Y yo que iba a comentar que igual debíamos pensar en comprar algo de ropa si era un club selecto... - dijo un tanto extrañado mientras Cliff bajaba del coche.

Bajó el también y se apoyó en el vehículo, suponiendo que llamaría menos la atención que quedándose dentro.

- Si fuera otra zona, diría que pudieron haber montado una carpa, como en los circo o en los conciertos. - comentó. - Pero aquí llamaría enormemente la atención.

En ese momentó volvió a mirar a su alrededor, tratando de ver si alguna de las aquellas casitas de catálogo le llamaba la atención.

Mientras sus compañeros analizaban la situación, Tony pensaba que si aquello, en algún momento era un club, debía haber movimiento de gente. Y los vecinos, como mínimo, tienen ojos.

—Hey, voy a preguntar en la casa de al lado —les dijo a sus compañeros mientras se acercaba a la puerta de la casa aledaña y tocaba el timbre.

Mientras Cliff entraba en la propiedad Chief contemplaba como Tony se aproximaba a una de las casas cercanas para llamar al timbre con la soltura que lo caracterizaba.

Cliff se abrió paso entre la maraña que había por allí. Lo suyo no era, desde luego, este tipo de investigación sobre el terreno. Estaba seguro, sin embargo, que en la hemeroteca local tenía que haber alguna referencia al Second Circle¹. Precisamente por su secretismo y exclusividad tenía la corazonada de que quizás hubiera alguna noticia, alguna pista, que pudiera ponerlos sobre su ubicación. Porque por más que miraba aquella finca más claro tenía que allí hacía décadas que no había nada construido.

No pensaba lo mismo, sin embargo, Chief. Estaba contemplando la distribución de las casas en aquella zona residencial y no le encajaba para nada en la habitual cuadrícula con la que los norteamericanos trazan sus calles el espacio número 324. De hecho se quedó un momento extrañado al darse cuenta que cuando miraba como Tony timbraba el espacio que ocupaba la finca había casi desaparecido de la periferia de su vista. Y al girarse volvía a estar allí. Pero dependiendo del ángulo cambiaba de tamaño. Era como si contemplase aquella parcela a través de la esquina de un cubo de cristal. Solo que no había cubo ni cristal. ¡La realidad se estaba deformando ante sus mismas narices!²

En ese momento la puerta a la que acaba de llamar Tony se abrió y apareció en ella una mujer joven, de unos veinte años, que parecía venir de cocinar algo puesto que todavía llevaba puesto el guante de tela con el que se suelen manejar las cosas de un horno.

—¿Sí?— preguntó extrañada al ver el aspecto de Tony, que no parecía ser ni un vendedor ni un operario de ningún servicio —¿Puedo ayudarle en algo?

—Hola, muy buenas —dijo Tony con una amplia sonrisa—. Perdona que te moleste, se ve que estabas ocupada... Que, por cierto, huele riquísimo —añadió con un guiño—. Verás, mis compañeros y yo —dijo señalando a Cliff y a Chief en la parcela cercana— estamos buscando el Second Circle, un local que debería estar aquí al lado pero igual tenemos mal la dirección...

Aquello era raro y, aunque Tony tenía completa confianza en que podría convencer a aquella mujer de que hiciera el pino con las orejas, no le serviría de mucho si no tenía la información.

Está claro que estaban pasando algo por alto.

—¿Podrías ayudarnos? —preguntó— Seguro que conoces los garitos de por aquí...

Chief se sentía como cuando la joven Bethany le trajo un libro lleno de manchas que, según la muchacha, ocultaba el dibujo de un barco pero solo se revelaba mirandolo de una forma parecida.

Cuando dejaba de mirar la parcela, la veía en la periferia de su visión pero volvía a ocultarse si trataba de centrarse en ella.

- Somos como las ilusiones; ¡desaparecemos como las sombras! - el salmo le vino a la mente al sacerdote y lo murmuró mientras se acercaba a la parcela pero tratando de mantener la vista en la casa de Tony.

La mujer pareció extrañada ante la pregunta de Tony.

—Debe tratarse de un error. Esta es una zona residencial.— luego pensó un momento —Aunque a veces oímos ruido como si hubiera una fiesta en algún lado, quizás en una casa. Música y barullo de gente ¿sabes?— como le solía pasar a mucha gente la mujer hablaba con confianza con Tony, como si lo conociera de siempre —Mark incluso llamó una vez a la policía pero nadie sabía de donde venía el barullo. Es curioso.— se rascó el mentón con el guante de tela —No había vuelto a pensar en eso aunque pasa a menudo. ¿Y por qué lo buscas?

Mientras Tony charlaba con la mujer Cliff se dio la vuelta para regresar al coche. En ese momento se dio cuenta de que Chief lo miraba confuso. De hecho la mirada del predicador era tan preocupante que Cliff se giró esperando encontrarse algo a sus espaldas pero no vio más que matorrales y una maraña plantas. ¿Acaso no veía que las zarzas se estaban moviendo para formar un túnel a sus espaldas que se adentraba en la tierra?¹

En ese momento la mujer sonrió como si escuchase algo que le hiciese gracia:

—¡Que casualidad! ¿No la oyes tú también?— le dijo a Tony.

Y Tony se dio cuenta entonces de que, efectivamente, se escuchaba una música de blues que parecía venir de algún sitio cercano. Y barullo de voces y baile. Miró alrededor, igual que la mujer, pero sólo podían ver a Chief sentado en el coche observando con preocupación el espacio entre la casa de la joven y la siguiente. Fue en ese momento cuando Tony se dio cuenta de que la parcela no estaba en su lugar y no había rastro de Cliff².

Cliff miró a su alrededor varias veces y frunció el ceño mirando a Chief.

—¿Va todo bien Chief? No me jodas... ¿está volviendo a ocurrir?

Aceleró el paso para acercarse hacia su compañero mientras alternaba la vista atrás para tratar de discernir qué era aquello que estaba viendo el sacerdote. Llevaban ya tiempo juntos y todos los sucesos ocurridos en los últimos días habían hecho que Cliff pudiera estar imaginando que el sacerdote estaba teniendo otra de esas desconexiones. Cliff se afanaba por tratar de verlo para poder ayudar a Chief.

Chief había comenzado a tamborilear los dedos al ritmo de las notas de blues, como solía hacer siempre que escuchaba una melodia del estilo.

En un principio había pensado que vendría de la radio pero fue consciente de su error cuando vio la vegetación del lugar comenzando a moverse y comprobó que el vehículo estaba apagado.

- Creo que hemos encontrado la entrada de los malefactores carnales... - dijo a Cliff sin apartar la mirada de aquel tunel que parecía crearse para él al descender del coche y empezar a andar en dirección a su compañero.

—¿Qué cojones...? —acertó a decir Tony, ignorando por completo a la mujer— ¡Ahí había una parcela! —añadió mientras señalaba a la casa contigua.

Se giró un instante hacia la mujer, con cara de incrédulo, y rápidamente volvió a mirar al coche y a Chief. Cuando lo vio salir del coche tan decidido y hablando a... ¿Dónde estaba Cliff?

—Joder, joder, joder... —empezó a decir mientras volvía con prisa hacia su compañero— Esto es otra de esas locuras... Joder, tiene que serlo —susurró para sí mismo mientras miraba en la misma dirección que Chief, intentando ver algo distinto.

Cliff no veía nada tras él. Pero escuchaba la música. Sintió un escalofrío. Porque esa música lo hacía recordar cosas que había intentando mantener en la parte más oscura de su mente, protegidas por la barrera subconsciente. Una barrera que ahora se resquebrajaba en mil pedazos.

***

—Esta magia no es para blanquitos. No deberías jugar con el fuego del infierno, blanquito. Pero tú quieres jugar ¿verdad? Te crees mejor que los demás.

Cliff miraba al hombre con una sonrisa de superioridad. El viejo cuento del hoodoo. Bluesman que se aferraban a Cristo renegando de su pasado de pecadores. La clásica retahíla de magia prohibida variaba según la raza y lugar. La mente racional del investigador era impermeable a los riesgos. Pero había algo en aquel hombre que le provocaba escalofríos.

—Si tan seguro estás de que puedes con ello bebe la poción blanquito. Pero luego no hay marcha atrás.

Recordaba lo que sonaba en ese momento. Una melodía de blues que nunca olvidaría. De alguna manera sabía que era uno de los temas de Robert Johnson pero ¿quién lo tocaba? Aquella figura que, sentada en uno de los desvencijados bancos de la iglesia en ruinas, tocaba una vieja Epiphone de 1931. No podía ver su rostro. Pero le habían dicho que conocía las melodías perdidas de Johnson. Cliff volvió a mirar al hombre negro de ojos saltones: ¿por qué le sonaba tanto aquella cara? ¿lo había visto antes?

—En tus pesadillas...

Nunca supo si aquella respuesta se la dio realmente el hombre o se la imaginó después. Pero en aquel momento sus pesadillas estaban a punto de empezar. Bebió la pócima.

***

Sintió que le faltaba el aire. La música era la misma. Y ahora veía el túnel entre la maraña. Le estaba llamando. No quería recordar más pero sabía que, si entraba, sus pesadillas serían algo más que un miedo olvidado por la mañana. De alguna forma sabía que estaban allí dentro, esperándole. Y que puede que se cobrasen la deuda pendiente. Sin poder evitarlo sus pasos le conducían hacia el interior, como si una fuerza externa tirase de él.

Se dio cuenta que a sus espaldas estaba Chief, que había alcanzado la parcela y también contemplaba las escaleras que descendían en la tierra. Eran unas escaleras de marmol negro que contrastaban por su elaborado diseño con el túnel de tierra y espinos que las rodeaban. Y al llegar abajo se veían unas luces rojas, como de un club, iluminando un suelo embaldosado que se adentraba en la oscuridad.

Tony veía la escena del borde de la parcela. Casi perdió el equilibrio al darse cuenta de la distorsión de la realidad que afectaba a aquel lugar. Ahora veía claramente como Chief y Cliff avanzaban hacia la entrada de aquel lugar demencial. Pero él era capaz de ver toda la torre. Un edificio hecho de huesos y cartílagos que se alzaba imponente desafiando el cielo de forma imposible, atrapando la luz de alrededor y convirtiéndola en una noche eterna. Aquel edificio transpiraba y exhalaba el calor de un amante vicioso. Un olor tan intenso a sudor y semen que hizo que el muchacho tuviera que contener una arcada. Pero sus amigos no parecían notar nada de eso: iban directos hacia aquella entrada en forma de ano abierto que se adentraba en la tierra. Se giró un momento para intentar ubicar a la muchacha pero se dio cuenta de que ésta miraba confundida alrededor como si no supiese por qué había abierto la puerta y luego, encogiéndose de hombros, volvía a meterse en su casa. Separa de la locura por la distancia de un tabique una familia totalmente normal hacía su vida diaria sin saber que colindaban con una parcela en el infierno.

Cliff caminaba a ese lugar casi sin consciencia. Los ojos miraban perdidos hacia algún lugar deslocalizado en esa maraña de huesos. Podría decirse que miraba las notas musicales de aquella canción de blues que de algún modo le había robado la capacidad de decisión.

Durante muchos minutos todo era música, una misma pista repetida en bucle. No existía Chief, ni Tony. Solo música. Ese era el final de la búsqueda de Cliff, el epílogo perfecto para una vida de investigación. Y cada paso parecía dibujar esa sensación de éxito en su cara.

Chief comprobó que su compañero estaba como hipnotizado, que algo dentro del Segundo Círculo estaba tirando de él hacia el interior y él no se resistía a ello.

- ¡Cliff, espera! - le gritó mientras corría para tratar de alcanzarle y ver si conseguí despertarle de ese trance.

Echó un vistazo hacia atrás y vio a Tony a medio camino entre la casa y la parcela.

- ¡Tony! - le llamó. - ¡Algo le llama!

Chief intentó retener a su amigo pero éste se libró dando un manotazo. Avanzaba como hipnotizado, incapaz de resistirse a una llamada incomprensible.