Partida Rol por web

PRELUDIO

El día de la prueba de Ekat Kassen se acercaba y los cuatro seleccionados para realizar tan heroica prueba ya habían sido escogidos entre los jóvenes del pueblo nirmathiano y sus nombres  habían sido revelados. Hoy era el día de la presentación de los mentores, ya que la tradición siempre había marcado que días antes del peregrinaje en busca de la llama eterna los seleccionados fueran tutelados por diferentes personalidades del pueblo afines a las habilidades de los escogidos, quienes ofrecerían su consejo y ayuda para prepararles para el reto que años atras ellos también habían superado.

En esta edición del festival de la cosecha de Kassen los cuatro escogidos habían sido el menor de los hermanos Smallholder, novicio del templo local de Erastil, cuyo hermano mayor había muerto años atras en las guerras contra la siempre en pie de guerra Molthune y era por todos conocido que tal tragedia había marcado para siempre al joven clérigo. El segundo elegido había sido el hijo adoptivo de los Todhoff, conocido y evitado por todo el pueblo dada su reputación como bribón y busca problemas local, aunque dotado de una puntería con el arco envidiable, pero sin oficio ni beneficio respetable. El tercer elegido era el leñador semiorco de gran tamaño llamado Bronco, conocido también por ser amigo de los animales y cuya evolución en el pueblo siempre ha sido algo enigmática desde que sus padres adoptivos trataron de abandonarlo en el bosque. El cuarto y último elegido para completar el grupo había sido uno de los hijos del herrero Oldshield, quien había estado durante un año ausente de la aldea, viajando junto a un extraño de Xian aprendiendo a combatir utilizando una simple cadena.

Los cuatro elegidos habían sido ya señalados por el siempre certero arco de Erastil, ahora el destino de ellos sólo dependería de sus acciones, que les llevará a ganarse la gloria o el fracaso con la comunidad nirmathiana...

Arnama entró en la taberna de las Siete Platas en busca de alguien o algo. La mujer rondaba los 30 y estaba ataviada con su habituales y discretas ropas de exploradora y con un arco largo de muy buena manufactura colgando de su espalda. Su rostro era duro y podía entreverse un grado importante de veteranía en ella. La mujer se plantó en la entrada con los brazos en jarra y dirigió su seria mirada hacia todos los clientes del local hasta que localizó a su objetivo.

Boris se encontraba con su pequeño grupo de amigos de Kassen, riendo y bebiendo como era habitual. Aunque las juergas de Boris eran aceptadas en la comunidad, su grupo se encontraba medio escondido, siempre al margen de la vida normal y trabajadora de los demás.

La exploradora se acercó hacia la mesa y señalo con descaro a Boris: - Me pregunto por qué, de todos los jóvenes de Kassen dispuestos a arriesgar su piel por traer la Llama Eterna al pueblo, has sido uno de los elegidos...- dijo acompañado de un suspiro de aburrimiento mientras los amigos de Boris, alrededor de su mesa, habían guardado súbito silencio. - En fin, tengo la gracia o desgracia de haber sido elegida como tu mentora para la preparación del peregrinaje.... pero no esperes aprender mucho, dudo que sepas ni hacer la o con un canuto... - sentenció firme con media sonrisa mezcla de aburrimiento e ironía respecto a la tarea que le había sido asignada.

Aunque, en cierto modo, Boris sabía que este día llegaría, en cuanto conoció a su mentora descubrió que su corazón albergaba multitud de dudas respecto a la empresa. ¿Era posible? Este era al fin el día con el que tanto había soñado, todos los jóvenes fantaseaban con ser elegidos. Pero de repente, todo parecía tan...irreal.

Además, el desdén con que Arnama se presentó y lo poco conciliadora que se mostró influyeron notablemente en el nerviosismo del joven. En seguida fue presa de una incontrolable y extraña turbación e incluso sintió cómo su rostro enrojecía. Tal es así, que apenas pudo balbucear una incoherente réplica a su interlocutora: - E...Es un placer...Señora. Le prometo que haré lo que esté en mi mano para no defraudarla. Tras unos momentos de tenso silencio, Boris se apresuró a añadir en un tono que pretendía mostrar seguridad pero que sonó como un estridente grito: - ¡Estoy dispuesto a partir cuando sea preciso!

Sin duda, la mujer sabía cómo hacer una buena entrada en escena. Boris quedó estupefacto al contemplarla, allí parada. Contemplándole con unos ojos que parecían escudriñar lo más profundo de su ser.

Arnama no añadió más. Tampoco Boris. Apuró de un trago su cerveza y aguardó a que su mentora diese el próximo paso.

Arnama se limitó a observar aborrecida a Boris y su excitado estado, después que este se levantará le hizo una seña para que le acompañara - Aunque no quieras defraudarme lo harás, además, no es que gozes de popularidad precisamente... - dijo poniendo los ojos en blanco - pero eso no importa en realidad, en fin, acompañame y coje ese arco tuyo, veamos si sabes manejarlo bien como dicen algunos.... -

Arnama condujo al pícaro por las calles de Kassen hacia un patio de entrenamiento cercano a las murallas, donde varias dianas, muy usadas y agujereadas, aguardaban al siguiente tirador que quisiera divertirse disparando hacia ellas.

- El peregrinaje hacia la cripta de la LLama Eterna requerira que sepas usar con total puntería el arco, muchas son las criaturas que habitan la Floresta del Colmillo, y algunas de ellas son temibles en cuerpo a cuerpo... un ejemplo de ello son los lobos - dijo, tras lo que realizó una pausa y se llevó un dedo a los labios - si un lobo te alcanza a tí antes de que tu flecha se clave en su cuello date por su cena... así que dime, ¿Sabes cual es la norma más sagrada de todo arquero que se precie? -

Todo estaba ocurriendo muy rápido. La exhibición de dureza de su mentora tenía al chico totalmente desconcertado. Nunca nadie le había tratado así -la gente sencillamente tendía a ignorarle-.

-¿La...La...Norma? El joven Boris siempre había créido que el principio por el que se regía el uso del arco era soltar la flecha y no fallar. Pero estaba claro que esa respuesta no iba a satisfacer a Arnama. Así que tuvo que improvisar.        - La norma de un arquero es... ¡poseer una mente en calma y no verse obligado a disparar jamás! "No está mal", pensó, "ha sonado muy maduro, seguro que la he impresionado".

Con todo, Boris estaba más que listo para enseñarle lo bien que manejaba su arma. Apretó el puño que lo sostenía y dirigió una desafiante mirada a las dianas allí dispuestas.

Quizá era el hecho de que aquella mujer se dirigía a él con un inusitado tono glacial, o quizá simplemente que ella se DIRIGÍA a él, pero el caso es que empezaba a sentir simpatía por esa extraña fémina.

La exploradora negó lentamente con la cabeza al pícaro ante su respuesta.

- No podía esperar más de tí, está claro....  - alzo su dedo indice hacia el arco de Boris y añadió - la norma más sagrada de cualquier tirador que se precie es disparar siempre antes de ser vistos por el enemigo.  De nada te servirá ser certero con tu arco si das la oportunidad a tu enemigo de que te alcance en el cuerpo a cuerpo sin que hayas disparado una sola flecha...-

Arnama extrajo entonces su arco, de muy buena manufactura, y colocó una flecha tensada con la cuerda del mismo mientras apuntaba a una de las dianas. Concentrada, pero sin disparar, siguió hablandole al pícaro. - Debes combinar la ocultación de tu posición con el control de tu propio cuerpo para fusionarte con el entorno y estar listo para disparar en cuanto tengas a tu objetivo en la posición que te sea más favorable... -

Tras esas palabras y unos minutos que se hicieron eternos de concentración, Arnama dejo libre la cuerda y la flecha que había colocado en el aire rasgo el aire en una línea perfectamente recta hasta el mismo centro de una de las dianas, donde quedó clavada de forma casi perfecta.

- El mayor consejo que puedo darte es que aproveches el entorno de la Floresta de Colmillo siempre a tu ventaja, sé siempre el primero en disparar y tal vez, repito, tal vez, logres sobrevivir al peregrinaje a la cripta de la llama eterna. - concluyó con tono algo sombrio y tras un suspiro añadió: - Enseñame a ver como disparas... -

Bueno, al fin. Ahora podía al menos suavizar la pésima e inmerecida imagen que Arnama se había formado sobre él. "Llegó el momento" -pensó-. "Será mejor que me calme y procure no fallar". Boris nunca fue de esos chicos temerosos que se encomiendan a los dioses cuando algo no funciona como debe, sin embargo, para su propia sorpresa, se descubrió a sí mismo en medio de una silenciosa plegaria a Erastil. Pero no, estaba solo. Ni Dios ni Diosa alguno iba a prestarle ayuda. Pero aún con esta certeza en mente, no podía dejar de rezar.

Sin decir esta boca es mía, preparó el arco, extrajo con inusitada parsimonia una flecha de su aljaba y tensó la cuerda. Aguardó en tensión por un periodo igual a cinco pulsaciones. Respiró hondo, y soltó...

Su corazón latía desbocado, la presión pudo con él. Demasiada carga sobre unos hombros tan jóvenes...

La flecha de Boris no llegó nisiquiera a la diana. Tras unos minutos de concentración, que parecían convencer a cualquiera de que era un tirador experto, la flecha se soltó de los dedos de Boris en el momento que este quiso destensar la cuerda, dando como resultado que la flecha cayera y la cuerda no disparara... nada.

El asombro de Arnama por tal incompetencia fue total, se llevó la mano a la frente y negó con la cabeza. - ¿De dónde han sacado algunos kassianos que tu tienes buena puntería? ¿Seguro que has disparado alguna vez con arco? - dijo incredula e impaciente la mentora. - Te voy a dar otra oportunidad, si no me demuestras un mínimo de capacidad para el uso del arco... informaré al alcalde Uptal de que seas substituido del peregrinaje, antes de que acabes devorado por cualquier criatura de la Floresta Colmillo.... -
 

Ni siquiera logró separar los labios, su boca estaba sellada. El rubor cubría por completo su rostro.

"¿Cómo?"-pensó, "¿Cómo es posible? ¡He estado toda mi vida disparando a dianas tres veces más alejadas que ésta!" "Qué me pasa?"

Al fin consiguió articular palabra: -Esta vez no he de fallar, se lo aseguro. Puedo hacerlo. Recogió la flecha fallida -un pedazo de madera no iba a dejarle en ridículo, debía ser ESA la flecha que impactara-.

Esta vez ni siquiera respiró hondo antes de disparar como era su costumbre, simplemente imprimió toda su frustración en el proyectil, transformando su habitual paciencia en ira. Parecía imposible que el arco pudiese curvarse así sin romperse, pero aguantó. La flecha salió silbando en pos de su destino, que ya no era una diana, sino su más mortal enemigo.

El disparo de Boris acertó de pleno muy cerca del mismo centro de la diana. Arnama respiró aliviada y se dirigió al pícaro:

- No está mal... pero de haber sido un enemigo, el fallo del primer disparo ya hubiera podido significar tu muerte. Sige disparando y corregiré los errores que vea en tu disparo, durante estos dos días te esperaré todas las mañanas aquí para entrenar el disparo con arco. Recuerda que al tercer día deberás acudir a la plaza de Kassen para reunirte con los demá compañeros y recibir las bendiciones del alcalde Uptal para partir. - dijo la arquera sin dejar de expresar en su tono el aborrecimiento que le suponía tener que entrenar y preparar a Boris. Estaba claro que Arnama era una exploradora de acción y de pocas palabras.

"¿Pero que diablos tengo que hacer para agradar a esta mujer?" -pensó mientras recuperaba su flecha- "No ha sido un mal disparo"

Boris estaba desconcertado, pero sin embargo había recuperado gran parte de su habitual confianza. Miró a Arnama con una ligera sonrisa en sus labios. Estaba dispuesto a arrancarle unas palabras de reconocimiento. Le costaría, pero esa mujer terminaría por darse cuenta de lo que era capaz, de que no era un "muchacho" sin más.

Preparó su arco y se dispuso a repetir el tiro una vez más; "Sige disparando y corregiré los errores que vea en tu disparo" - había dicho Arnama. "Veamos que puedes enseñarme"-se dijo Boris para sí mismo.

-¿Debo disparar de nuevo, señora? -Sin esperar respuesta, Boris tensó la cuerda y soltó. Ahora, el joven Todhoff estaba satisfecho. El primer disparo fue fruto del nerviosismo y de la impresión que Arnama produjo en él. Sin embargo, en estos momentos estaba demostrando todo su potencial.

Arnama asintió - Hasta que no sientas los dedos... dispara y corregiré tus innumerables errores para que cuando salgas a la Floresta Colmillo no acabes muerto... - dijo con cierta impaciencia.

Los dos días fueron pasando y Boris recibió el debido entrenamiento de tiro con arco por parte de la reservada exploradora sin ningun hecho destacable. La noche antes de la partida, Arnama entregó a Boris un trozo de pergamino doblado.

- Bueno... ya no hay más tiempo para entrenar, espero que esto haya sido suficiente para tí y logres superar el peregrinaje. Hay una última cosa, cuenta la tradición que Ekat Kassen y nuestros antepasados tuvieron que colaborar entre todos para lograr localizar en esta extensa floresta el campamento invasor que sitió nuestra aldea y entre todos realizaron un mapa para elaborar una estrategia de ataque. Este trozo que te entrego es una pieza del mapa que os guiará hasta la cripta de la llama eterna. Cada uno de vosotros tiene un trozo y deberéis lograr reconstruir la senda correctamente. - le dijo sin muchos preambulos y marchándose inmediatamente después del lugar.

- Suerte - dijo en su marcha.

Ya estaba bien entrada la noche cuando Boris se quedó solo, sumido en sus pensamientos y revisando una y otra vez su pedazo de mapa. ¿Así que entre todos debemos reconstruir un mapa mayor? - se dijo a sí mismo - Puede ser divertido.

Decidió que lo mejor era descansar ya que el día siguiente iba a ser duro. Partió hacia su casa y llegó cuando sus padres ya dormían. Se metió en su jergón y durmió sin sueños.

Al día siguiente, cuando el sol estaba a punto de nacer, ya hacía tiempo que se había levantado. Desayunó solo, pues sus padres pasaban casi todo el tiempo dedicados a sus negocios. Preparó su mochila, revisando que no le faltase nada y cogió su arco con la aljaba. Cuando se disponía a salir hacia la plaza, se cruzó con sus padres en la puerta. Su madre le dio un vigoroso abrazo y le deseó suerte, dicíendole que sabía que se las arreglaría. Su padre se limitó a estrecharle la mano y a dedicarle una leve sonrisa. Ninguno de los dos dijo las palabras que tanto deseaba oír Boris: "estamos orgullosos de tí". Con las lágrimas a punto de aflorar a sus ojos, Boris se despidió y comenzó a correr calle abajo, en dirección a la plaza.

Llegó muy pronto, aún estaba la plaza vacía, aunque la gente ya empezaba a desperezarse y a comenzar sus actividades. Aún faltaba un rato para que sus compañeros o el alcalde llegasen, de modo que se sentó en el suelo y comenzó a morder distraídamente una manzana.