Partida Rol por web

Llegó al fin la mañana siguiente tras un día que se os había antojado duro y eterno. Cada hora no había sino traído un nuevo castigo a vuestro cuerpo o mente. El sueño proporcionó un buen alivio a vuestras almas aunque no fue largo. El sol ascendió pronto iluminando con ello vuestro campamento.

En poco tiempo los cascos de vuestras monturas pateaban nuevamente el camino, el cual se mostraba lleno de verdor. Quizá esa sensación de moverse por un bosque cargado de sensaciones visuales, olorosas o acústicas podría elevar vuestro ánimo.

Sin mucho que hacer ahora salvo caminar, este nuevo tramo del viaje se hizo extrañamente tranquilo. La noche siguiente llegó apaciblemente, así que era cuestión de repetir vuestra rutina, colocando vuestras tiendas junto a los árboles y la viva hierba.

Al día siguiente el suelo se encontraba fresco debido al rocío matutino. Los fantasmas parecían alejarse un poco, pero algunos sucesos aún pesaban en vuestros recuerdos, demasiado vívidos aún.

Cuando anochecía un murmullo se escuchó de fondo, de personas conversando, proviniente más adelante en el camino.

Tras una noche más tranquila de la que hubiera esperado, desperté en brazos de mi amado. Me había sentido segura toda la noche y me encontraba debidamente descansada para el nuevo día. En contra de mis anhelos, me separé de Dante y me levanté para salir de la tienda.

Poco después, desayunados y con todo el equipaje en los caballos, volvíamos al camino que habíamos dejado la noche anterior. Cabalgaba con mi prometido sobre su caballo mientras avanzábamos sin demora. Intenté mantener una conversación amena con mis compañeros de viaje, preguntándoles qué habían dormido o cosas sobre sus hogares, para hacer del viaje más corto.

Al anochecer, escuchamos voces de gente y me alarmé. Después de las experiencias sufridas, poco me fiaba de lo que pueda depararnos más adelante.

- ¿Quienes pueden ser? - pregunté intentando divisar algo en la penumbra - espero que no sean más problemas.

Saqué una pequeña piedra y la prendí con un conjuro.

Tenía que reconocer que el hecho de dormir con Tad me evadía de mis preocupaciones. Se comportaba como si todo le diera igual, aunque yo sabía que en el fondo no era así, y eso hacía que yo también me relajada. La verdad era que incluso durmiendo poco, mi mente se levantaba clara.

El día siguiente no tuvo mucho que rememorar. La verdad es que fue un día de viaje de lo más aburrido, así que para cuando acampamos estábamos todos un poco cansados, pero de otra manera.

Ya habíamos montado el campamento para aquella noche cuando escuchamos aquellas voces y prácticamente todos nos pusimos alerta.

- Seguro que son más problemas. - Respondí a Katarin cuando dijo aquello.

Como siempre a estas alturas, ya tenía el espadón en la mano y estaba dispuesta a repartir un poco de leña en caso de ser necesario. Lógicamente, era de las que primero preferían hablar, pero tampoco me gustaba que me pillaran desprevenida.

La mañana se levantó fría, aunque con Katarin al lado era más llevadero ya tocaba levantarse. Tras comer un poco y recoger los enseres era hora de volver al camino. Las horas a caballo se hacían interminables y cansadas, los caballos necesitaban descansar más a menudo por la doble carga así que muchas partes del trayecto las hacía a pié intentando aligerar su carga.

La noche volvió a alcanzarnos y con ella parecía que los peligros volvían a acechar... el horizonte revelaba voces y murmullos, quizá otros viajeros en el camino o quizás unos maleantes... sería mejor estar alerta pues sabían bien el peligro de los caminos al caer el Sol...

Después de los sucesos de los últimos días, agradecí tener un viaje tranquilo, al menos por dos jornadas. Me levantaba con Elizabeth, recogíamos tienda y campamento y montábamos en mi caballo. Agradecía tenerla cerca, delante... ninguno de los dos éramos muy corpulentos y mi caballo podía con ambos. 

Mi habitual charla dicharachera había cesado y ahora solo hablaba cuando la situación la requería. 

Habíamos acampado de nuevo y escuchamos murmullos que venían del camino, Elisabeth desenfundó su espadón, yo esperaba que pudiéramos salir del paso hablando, pero hasta ahora sólo habíamos encontrado por el camino guardias y monstruos.

Camino adelante unas voces secas seguían escuchándose. Siendo el trayecto claro y despejado enseguida se pudo atisbar a cierta distancia lo que venía ocurriendo.

Una pareja de ancianos se encontraba sentada en una gran piedra al lado de un camino. Sus arrugadas manos sostenían hogazas de pan y queso. A sus lados se apoyaban sendos bastones. Charlaban de alguna de sus vivencias cuando el sonido de los caballos les hizo mirar en vuestra dirección. Se incorporaron y guardaron como pudieron y con manos nerviosas sus provisiones.

En sus rostros se veía incertidumbre y el tono de sus voces había descendido. De hecho tornaron en algunos susurros que compartieron tanto uno como el otro.

El primero tomó entonces al segundo del brazo instándole a caminar en vuestra dirección. Iniciaron una marcha en silencio y al parecer con el deseo de no miraros. El segundo de los hombres pareció curioso durante un momento pero el otro advirtiéndolo tiró suavemente de él. Entonces pasaron a mirar hacia abajo. Conforme se acercaban ninguno hacía gesto de querer saludar o hablar y todo indicaba que querían pasar a vuestro lado ignorándoos. 

Parecía que habíamos asustado a aquellos pobres hombres, quienes estaba claro por su comportamiento, que iban a tratar de desaparecer antes de que pudiéramos hacerles algo.

- Puede que estemos demasiados susceptibles, pero es mejor estar preparado para cualquier cosa.

Bajé el arma y la guardé a mi espalda de nuevo, donde no molestaría y la tendría a mano en caso de necesidad.

- No es necesario que os vayáis, buenos hombres. Sentimos haberos asustado.

Un poco de educación ante todo. A fin de cuentas, tanta gente y algunos bien armados, hubieran asustado a cualquier persona normal.

No les iba a asustar diciendo que últimamente los caminos no eran demasiado seguros, a fin de cuentas, eran tan mayores que seguro que tenían el culo pelado de tener cuidado y seguro que podían darnos algunas lecciones encima.

Permanecí tranquilo, no había nada que nos hiciera presagiar un peligro aunque comprendía la reacción de Elisabeth y los demás... sin duda todavía estábamos afectados por lo sucedido.

Mientras avanzabamos me sorprendió la actitud de aquellos ancianos, el encuentro era ineludible y aquellos hombres parecían afanarse por alejarse de donde estaban y que pasáramos lo más rápido posible.

Al llegar al punto donde se encontraban inicialmente me fije en los alrededores intentando buscar algo fuera de lo normal o que me llamara la antención mientras Elisabeth hablaba.

El primero de los hombres fue caminando y siguió adelante. Lo teníais de frente pero parecía determinado a continuar su camino de manera que se cruzaría con vosotros.

- Buenos caballeros, les deseo un buen día.

Hizo una leve inclinación de cabeza respetuosamente. El segundo anciano miró al otro y después a vuestro grupo.

- Buenos días...

Ambos andaban con cierto nerviosismo debido a vuestra presencia y al parecer querían seguir en aquella dirección.

- Disculpen pero no tenemos tiempo para conversar. No necesitan nada de nosotros, ¿verdad?

Comentaba el que parecía llevar la iniciativa. El segundo mostró una mirada dubitativa pero siguió a su compañero.

El caballero y la clérigo que os acompañaban no sabían bien cómo actuar. La mujer finalmente trató de decirles algo.

- En esa dirección... si van hacia Foix ya no hay nadie allí.

Lo cierto era que esa pareja de viejos iba muy ligera de cargamento por lo que no debían de venir de muy lejos, ni estar planeando un viaje demasiado largo.

- No se preocupen sus mercedes, estaremos bien.

Sonrió el hombre y trató de seguir la marcha.

La escena de los ancianos resultó agradable comparado con cualquier otro que pudiera haber imaginado. En cuanto los vi, les sonreí amablemente. Mas su reacción nerviosa me desconcertó, parecían temernos como si algo les hubiera ocurrido. ¿Podría ser la actitud precavida de unos plebeyos ante la visión de unos nobles?

Los observé caminar con la cabeza gacha y el nerviosismo dibujado en su rostro.

- Respetables ancianos, no debéis temernos, no os haremos ningún daño pues no es esa nuestra intención. ¿De dónde venís y a dónde os dirigís con toda esa comida? Pareciera que habéis abandonado vuestra casa para no volver. ¿Hay algo que os haga temer?

Los ancianos sin duda estaban intimidados, por mucho que mis compañeros tuvieran buenas intenciones, las armaduras y los ropajes les amedrentaban. Es hora de sacar tus talentos ocultos Tad...

Me acerqué a los ancianos, yo sólo llevaba mi jubón y ropas más normales que nobles. Y mi estoque era minúsculo. —Ei, abuelos, yo soy Tad, y no pasa nada es que... —fingí que tropezaba y caía en el barro justo cuando salía al camino— Ahhhhh PAF. —Sabía tropezar, sabía de teatro y ellos no podrían ver que la costalada en la espalda había sido intencionada.

—¡Por los dioses, qué torpe soy! —si no se paraban a echar una mano a alguien tirado en el suelo no serían personas— queríamos avisarles que los caminos... oh, mi pobre espalda. 

El segundo de los hombres al ver la aparatosa caída del noble tuvo a bien acercarse hasta él. Era muy mayor y a él si que le resultaba dificultoso tomarse las cosas con prisa.

- Vamos joven, levántese. No se preocupe que no se ha hecho nada.

Mostró una abundante sonrisa en el rostro, muy amigable.

- Sí, nos dirigimos a...

Sin darle tiempo a terminar, el otro se apresuró en interrumpirle.

- ¡A nuestra granja! Está un poco más allá, saben sus excelencias.

Eso hizo que su amigo el que iba a acercarse mostrara su sorpresa.

- Sí pero...

Sin embargo, volvió a ser interrumpido y ahora el primero de los ancianos elevó ligeramente el tono de su voz.

- ¡Tenemos prisa! ¿Recuerdas? No pausemos más la marcha de estas nobles personas. ¡Venga que nos queda aún camino! ¡Tengan buen viaje sus mercedes! - Sonrió pero tratando de dar por terminada la conversación.

El hombre que recibía la pequeña reprimenda parecía ahora un poco confuso pero pareció resignarse, por lo que cerró la boca y no parecía con intención de decir nada más.

No creía muy cortés insistir a los ancianos sobre el tema, pero dada nuestra situación no tenía más remedio que ser más precavida que dama cortés.

- Buenos hombres, os agradeceríamos que nos contarais todo lo que sabéis. Está claro que no nos habéis contado todo y parece que algo os asusta. Hemos tenido problemas recientemente y no querríamos encontrarnos con más dificultades en el camino. Del mismo modo, mi honor como noble me impide dejaros partir sabiendo que tenéis algún problema y no he hecho nada para ayudaros.

Mi tono, aunque apremiante, procuró ser lo más amable posible.

- Vamos joven, levántese. No se preocupe que no se ha hecho nada.

—Muchas gracias, sí, sólo resbalé en el barro —parecía que había conseguido la buena voluntad de uno de los ancianos, pero antes de que pudiera hacerme nada (o siquiera preguntarme sobre los caminos) el otro le urgió a seguir. 

Pues vaya... mira, en el fondo, que les den. Todo el mundo debe responsabilizarse de las consecuencias de sus acciones. 

Lady Katarin fue mucho más franca y directa. Ya no había medias tintas. A ver si nos decían algo. Yo ya me había metido en el barro sin éxito. 

Tuve que contenter la risa al ver a Tad arrojarse al suelo y aunque pude evitar una carcajada una leve sonrisa podía apreciarse en mi rostro. Katarin tomo la palabra con su voz suave y amable intentaba escudriñar a los reticentes ancianos.

Por mi parte seguí sin prestarles demasiada atención, mirando los alrededores, no me gustaba permanecer quieto en un mismo lugar, pues la sensación de que alguien podría estar escudriñando entre los árboles era inebitable y bastante incómoda.

Para mí que aquellos dos hombres se traían algo entre manos, pero a saber qué podía ser. En fin, de todas maneras no parecía incumbirnos ¿no?

No tuve del todo claro si Tad se había caído o si se había tirado, pero vamos, que lo que sí que tenía claro era que no se había hecho ningún daño.

- Si sigue así no llega a la boda...

La conversación continuó y Katarin lo intentó, pero no parecía ir a sacar nada en claro.

- Está claro que estos hombres se traen algo entre manos pero no nos lo quieren contar. - Dije a mi compañera. - Mejor será que continuemos nuestro camino y que ellos, continuen el suyo.

Tampoco podíamos obligar a la gente a que nos contara lo que no nos quería contar. Además, viejos e indefensos como parecían, para mí que ni de broma eran lo que parecían.

Los ancianos miraron al grupo de nobles aunque prestaron atención finalmente a Katarin que era la que parecía querer saber más.

- Volvemos a casa, señorita. Somos ya mayores para hacer un viaje tan largo. Hasta ir en carro es dificultoso ya.

El otro hombre mayor cerró los ojos como quien piensa que el otro la está fastidiando.

- Díganle a mi nieto si lo ven que no se preocupe y siga el camino, que bastante tiene él con cuidar a su mujer y sus hijos.

Su acompañante se rascó la frente pensando quizás en que se estaban metiendo en un buen lío. Desde luego no estaba de acuerdo con la forma de sincerarse de su amigo.

- Déjennos marchar. No queremos abandonar Foix. Ya lo tuvimos que hacer una vez, maldita sea. Lo único que hacemos es estorbar el viaje, ¿saben? Hagan como si nunca nos hubieran visto, por favor.

Asentí ante las palabras de los ancianos, ahora empezaba a comprender mejor la razón de su viaje.

- Descuidad, anciano, así lo haremos. No os entretendré más, partid y que los hados guíen vuestro camino - les deseé.

Tal vez hubiera algo más que no nos contaban, pero sospechaba que no eran más que unos pobres ancianos buscando un lugar donde morir en paz.

- Parece que Lady Elona hizo caso de nuestras palabras y está trasladando Foix - dije volviéndome al resto.

Yo estaba viendo que íbamos a seguir el camino durante un rato e íbamos a encontrar a alguien persiguiendo a estos ancianos porque habían liado alguna. Era más, cuando dijo aquello sobre su hijo, estaba segura de que así era.

- Me parece que ya nos sobran los problemas...

De todas maneras, no tenía claro si el hecho de que dos personas tan mayores se fueran solas...

- ¿Estáis seguros de querer seguir el camino? ¿Podéis defenderos sin algo os ataca?

No quería meterme con ellos ni que se molestaran, pero la verdad es que no los veía peleando ni con un pequeño mamífero, por lo que si aparecía algo que se los quisiera comer...

Era una clérigo y casi que era mi obligación y mi devoción, preocuparme por los demás.