Partida Rol por web

El grupo volvió a duras penas a la aldea, Samuel y Braulio las iban pasando canutas. Una vez en la aldea, los vecinos ¡Por fin! salieron de sus casas y se dieron a conocer. Mientras Fedro sacaba a Don Carlos de la cama y le contaba lo sucedido, el Señor volvía con media docena de hombres de armas y mozos del castillo. Se le veía aún borracho, a todo esto, Samuel y Braulio eran atendidos y se les extrajeron las flechas y se les hicieron sendos apósitos de no sé qué mierda de yerba la cual escocía como un demonio.

Justo al alba, el grupo estaba por fin preparado: El santiaguista, el judío grande, Braulio y Samuel, Fedro, Don Pedro aún borracho y con mala cara, Don Carlos ayudado por un paje, séis hombres de armas y doce pajes, además de media centena de aldeanos - hombres y mujeres- los cuales iban con antorchas y palos.

La multitud se internó en el bosque, mas Don Carlos propuso a bien dejar a media docena de personas alrededor de la aldea por si volvían los traidores.

Costó menos de lo que pensábase convencer a Don Pedro de la traición del suo hermano,  fue  casi como si ya se lo imaginase o la relación entre ambos no anduviese muy bien, o puede que fuese porque le interesaba quitarse de en medio la competencia.

El caso es que una vez en el bosque, los pajes y el propio Samuel, empezaron a rebuscar rastros y a intentar orientarse en medio del bosque, que pese a ser una cagarruta, tenía muy mala sombra.

Mientras trataban de encontrar a los bandidos, un hombre de armas y una aldeana, pisaron sendas trampas de estacas, las cuales les dejaron cojitos de por vida y tuvieron que volver a la aldea entre quejidos con espinilla y pie destrozados.

¡Ay la Virgen! ¡Qué desastre!
¡Que los lobos se nos marchan!
¡Y caminamos a tientas! -Fedro miraba temeroso las copas de los árboles-.

¡Venga tu! ¡enciende esa antorcha! -a un aldeano-
¡que las estacas se incrustan
en los pies las muy infaustas...
¡mantened la vista atenta!

Don Fedro paseaba sobre su caballo, al igual que Braulio, el cual éste úlimo aún adolecía un poco. Eso de haber corrido para preparar un plan de búsqueda la noche antes le había cansado... Él era un hombre de palacio, dedicado a las mujeres y a la golfería (principalmente), poco más.

Otro aldeano fue presa de una estaca del demonio y lo que fue peor, Samuel cayó a un hoyo y apunto estuvo de romperse una pierna, pero por fortuna, sólo fue una torcedura. Tuvísteis que ayudarle a salir del agujero entre todos, una vez salvado el obstáculo, pudo el buen Samuel incluso encontrar el rastro de los cazadores, rastro que les llevó hasta un claro (diferente de donde les dejaron horas atrás) en el que sorprendentemente no se veía a nadie. El grupo dio una batida al mismo, encontrando un montón de tierra removida dentro del cual encontraron pieles de lobo. Ahora estaba claro, los cazadores se habían vestido de lobo y se habían dedicado a sembrar el pánico y hacerse pasar por lobisomes.

La infamia de Don Juan no tenía nombre, precisamente cuando los aldeanos terminaban de sacar todas las pieles del hoyo, un muchacho vino a la carrera ensangrentado, con una herida en el pecho y una saeta sobresaliéndole

- el castillo... don Juan y más...- dijo antes de caer desplomado al suelo, la sangre le brotó de la garganta a borbotones y murió allí mismo.

- ¿Pero qué dices infeliz? Habla más despacio - le dije yo a aquel hombre que se desplomaba, aunque no pudo oirme porque acababa de morir.- ¡La Virgen! Este hombre está muerto - le tomé el pulso.- Malditos sean ese Don Juan y sus rufianes...¿Es que no han tenido bastante con el bueno de Don Antón? Que Dios lo tenga en su gloria...

Cuando ese infeliz dijo es de "el castillo...", miré para atrás desde los lomos de mi caballo, como oteando la negrura del bosque, en dirección al pueblo, que no veía...

Mira los lobos... ¡y qué lobos!, todos ellos según dice Samuel y Braulio, ataviados con arcos y "pellicas" de lobo... pero su hermano... -hablando a don Pedro-, su hermano no llega ni a lobo, y perdóneme pero... ¡su hermano es tan sólo perro! ¿Dónde habrase metido el tunante? ¿Habrán... regresado al castillo agazapándose entre los árboles?

No me fiaba lo más mínimo, y tal vez que los traidores hubieran visto la batida y hubieran huido al pueblo de nuevo...

Yo no dije nada. Simplemente me acerqué a las pieles de lobo. ¿De verdad el engaño había sido tan burdo? No podía ser, habían tomado a un pueblo por idiotas. Y claro, a nosotros, por supuesto.

Así, me puse a examinar las pieles, a ver si podía encontrar algo extraño en ellas. Al menos, hasta que llegue el muchacho, y se desplome en el suelo.

Son unas pieles normales y corrientes. Aunque a ti hay algo que no termina de encajarte, bien podría haber un lobisome auténtico y esa panda de farsantes actuando a la vez, que cosas más raras se han visto.

El jefe de la guardia enarboló su espada y gritó al Vizconde

- ¡MI SEÑOR! CREO QUE VAN A POR EL CASTILLO ¡HAY QUE VOLVER ALLÍ! SI HAN LLEGADO HASTA ÉL NO TIENE NI UN SÓLO HOMBRE DE ARMAS QUE LO DEFIENDA.

A estas  palabras respondió la villanía con gritos de exclamación y emoción, fueron por lo menos media docena los que salieron corriendo a toda prisa, y el jefe de la guardia, el tal Tomás, quedó como paralizado apenas un momento y sin pensárselo dos veces, salió corriendo siguiendo a la media docena hacia el pueblo y hacia el castillo. Los restantes hombres de armas y aldeanos siguieron al que llevaba la voz cantante y corrieron de vuelta, dejándoos solos en el claro junto a las pieles.

- Creo que puede ser verdad, no habrá sido tan tonto de quedarse aquí esperando a que llegásemos para matarle. Quizás os vieron venir al pueblo y luego nos vieron meternos en el bosque y aprovecharon para volver al castillo y apoderarse de él. A mí me da igual que se queden con el castillo, pero hay que dar matarile  a Don Juan o ponerle a merced del Corregidor de la comarca.

Aún atontado, había sido puesto al día y no dudaba de las intenciones de su hermano, las cuales parecían confirmarse por momentos.

- ¡MI CASTILLO ES INEXPUGNABLE! SI SE HACEN FUERTES ALLÍ NO PODREMOS TOMARLO-todos sabíais que su castillo era una gran mierda de vaca, pero el caso es que vosotros érais cuatro y el del tambor y no podríais tomarlo con un puñado de campesinos, varias espadas melladas y varios heridos. Podrían resistir allí bastante tiempo... - hay un aljibe casi lleno, que llovió la luna pasada... ¡Quieren quitarme las tie...!- no pudo acabar la frase, pues una arcada le vino y vomitó un líquido oscuro con mezcla de jugos del estómago y vino.

Tras dejar las pieles me aproximo al grupo de nuevo. No quiero preocuparles con mis sospechas sobre los lobisomes, ya que pueden ser sólo imaginaciones mías, y no tengo ninguna prueba que lo respalde.

Así, escucho atentamente lo que dice los nobles. No se me ocurre ninguna solución que no sea ir por las bravas al castillo, así que de momento no digo nada. Prefiero escuchar que dice el resto. Sólo espero que no sea reducir el castillo a cenizas, porque poco podré decir si es su decisión...

¿Un aljibe dice Vos? -preguntó don Fedro desde su caballo-. Entonces contemplé cómo el vino corrompido con los humores del cuerpo le salían al gordo, en tanto que el tal no se desinflaba el muy "golferas"... Por supuesto, pensaba yo que aquel castillo pareciera como nido de ratas y lugar de escondrijo de ginetas y zorras, pues ni en las aljamas de Falces había tan ruin lugar donde hacerse hastaa fiestas... Claro que ¿acaso ofende más hablar mal del lugar que uno regenta o despotricar contra un hermano si con razón aparente se efectúa? En tal caso ni me atreví a decirle lo ruin que era su casa, sino que volví a pronunciar... ¿...Un aljibe...? ¿Y éste tiene alguna entrada u orificio, aparte de los naturales, por los que un hombre quepa? Tal vez... tal vez sea la manera de entrar en vuestra casa, don Pedro...

Como un auténtico cerdo, se pasó la manga por la boca y eruptó como un gorrino -¿Creéis que alguna vez me he metido para averiguarlo? ¡TOMÁS!

El jefe de la guardia asintió

- Creo señores que no hay forma de entrar por el aljibe, es un hoyo con agua sin ninguna entrada. Pero con tan pocos hombres no podrán defender todo el muro...

Ellos son muy pocos, don Fedro -y le llamó de "don" por haber tanta gente allí y no hacerle desprestigiar, pues con todo el embrollo de los hermanos "sangrenobles" el de Falces parecía estar algo más en sus cabales, y había dejado las trovas y su afluencia un poco más apartadas-. Seguramente hay algún hueco en la muralla, donde esté más desgastada o caída, que podamos subir... es más... si están allí, y todo este grupo de batida intenta asaltarla a la vez... no podrán oponer resistencia en todos lados... vamos... digo yo...

Y esperó a ver más opiniones.

- ¡Pues que se queden dentro! - exclamé yo, que el asunto del aljibe me acababa de dar una idea.- Sólo hay que matar un animal y echarlo al agua y dejarlo que se pudra... se van a enterar esos cuando les entre sed... Así no habrá más heridos y el castillo quedará intacto.