Partida Rol por web

Vladymir puso junto al fardo el paquete con las cuatro granadas que le había dado el furriel. - No es mucho, pero es lo que pude conseguir siendo amable y comprensivo en lugar de emitir amenazas veladas a un hombre que cumple con su trabajo lo mejor que puede. - meneó la cabeza - Si vais a recriminarme el no haber hablado antes, pensad que peor se hubiera visto si nos poníamos a discutir delante de él. El daño ya está hecho, habra que arreglarse con lo que hay.

Que no hubieran conseguido los suministros que querían era sin duda una mala noticia, pero podría haber sido peor.

- Tauron y yo hemos estado en la enfermería interrogando a los supervivientes. No hemos conseguido mucha información pero hemos traido un botiquín de primeros auxilios y estimulantes.

Lazerus meneó la cabeza en gesto negativo [No te culpo de nada, vostroyano. Pero su actitud no es la que deberían mostrar ante los representantes de la Orden Inquisitorial. Aunque poco importa ya. Buen trabajo. Y a vosotros también] añadió ante lo conseguido por Tercio y los demás.

- Míralos - dijo Itsua conforme pasaban cerca de los improvisados campamentos de mienros de camino al Sello -. Son gente derrotada, a la que poco o nada importa. Mira sus deformidades, sus heridas, la escasa importancia que dan a sus vidas respirando las miasmas de sus fogatas. ¿Qué está ocurriendo en este planeta?

Unos cientos de metros más allá, se veía ya el Sello de la mina Gorgónida e Itsua detectó la presencia del resto del equipo en sus inmediaciones.

- Apresurémonos. Parece ser que somos los últimos en llegar - dijo acelerando el paso. Cuando finalmente alcanzaron la posición de los demás, Itsua saludó -. Hola. Antes que nada, deciros que no hemos logrado nada. Dudo que pudieran habernos proporcionado información de valor, pero se cerraron en banda a hablar y tan solo se nos concedieron cinco minutos para intentar lograr algo. Ha sido realmente frustrante. Y vosotros, ¿habéis tenido más suerte?

Lazerus negó con la cabeza, dirigiendo una mirada al fardo con los escasos objetos que habían logrado obtener, para que los recién llegados comprendieran que su intento tampoco había procurado grandes avances.

El tecnosacerdote se agachó entonces para coger una de las linternas, un par de raciones y una cantimplora. Dado que era quien menos necesidades fisiológicas presentaría, cogió lo indispensable para solventar tales requisitos físicos, y dejó el resto a los demás.

Acto seguido, comprobó su propio equipo, sacando de debajo de su manto rojo, símbolo del Adeptus Mechanichum, una no muy larga carabina láser, que había permanecido coulta a los ojos de todos hasta entonces. Un fugaz destello metálico bajo los ropajes del tecnosacerdote indicaban que había más sorpresas de dónde había salido aquella.

Con mano segura, y a una velocidad increíble para alguien normalmente lento y sosegado, Lazerus cargó su arma con una nueva batería de energía, sacada también de la nada, en apariencia. El sonoro clack indicó que había realizado la operación con éxito.

[Cuando gusteis]

Itsua vio junto a sus compañeros aquello que habían conseguido. Podía heber sido bastante peor. En silencio, recogió lo que creyó le correspondía, en base a un criterio de proporcionalidades. Tres raciones de campaña y dos cantimploras de agua.

- Hay pocas linternas. Creo que lo más oportuno será que avancemos en parejas. Así, una linterna habrá de servir para cada grupo de dos - dijo recogiendo una de ellas.

Tercio avanza y como otros han hecho ya coge una parte de los suministros: tres raciones y dos cantimploras.

- Cogeré también una linterna y me quedaré una de las dosis de estimulantes. Si alguien sabe usar el botiquín debería llevarlo él.

Mientras los demás cogen más equipo, Tercio comprueba si la linterna se acopla a su rifle y a su pistola, pero tampoco quita ojo del arma de Lazerus, un adelanto tecnológico muy llamativo para él.

Como si se hubiera dado cuenta de repente, Lazerus decidió colocar la linterna de la guardia imperial en la boca para bayonetas de su carabina láser, viendo con agrado que encajaba a la perfección.

TERCIO VERIDIO:

- Un Guardia te ayuda a sujetar con cinta aislante la linterna a la parte inferior de tu rifle. El arreglo es bastante tosco, pero funcionará.

Tercio agradece al soldado la ayuda.

Me acerco a los demas y les entrego las cosas que nos dieron en la enfermeria, reteniendo una de las jeringas estimulantes. Luego le hablo al resto:

 - "En lo personal, no tengo idea de como hacer curaciones de ningun tipo. Quisiera llevarme unas cantimplora, unas pocas raciones, la cuerda y la linterna. De esta forma, Lazerus, Tercio, Arlan y yo portaremos linternas, si llegamos a separarnos, cosa que espero no suceda, quienes no tengan una deberan acompañar a los que sí. El Dios-Emperador nos sonrie en nuestra mision de dar fin a los enemigos del Imperio y somos la mano de la Inquisicion. Sientanse orgullosos y marchen con dignidad, pues la tenemos y la merecemos."

Guardo las cosas que he pedido y espero a que estemos listos para entrar.

La hermana mira las provisiones que quedan.

- Tomaré, como los demás, tres raciones y dos cantimploras, y por si hiciese falta, una de las jeringuillas me vendría bien para poder castigar el Mal.

Toma lo dicho y se lo guarda

ARLESHA RAIS Y VLADYMIR OSTROGOV se reparten lo que queda:

Arlesha:

- 4 raciones

- 3 cantimploras

- 1 jeringuilla estimulante

Vladymir:

- 1 linterna

- 3 raciones

- 2 cantimploras

- 1 kit primeros auxilios

- 1 jeringuilla estimulante

Tercio se comprobaba y acomodaba una y otra vez su equipo: su rifle, su pistola, la linterna, el cuchillo, sus nudilleras y todo lo había recogido ahora. Empezaba a sentirse bastante incómodo, ya tanto tiempo al aire libre y aunque sabía de los peligros de la mina no veía el momento de entrar.

- ¿Estamos todos listos ya? Entonces, Tauron, Arlesha, avisad al Comisario de que abran el sello.

El Comisario aguarda ante el sello, tocado con su gran gorra negra y ataviado con una gabardina del mismo color. Pese a la disparidad entre el oficial imperial y el sello, el inmenso tamaño de éste último no empequeñece en absoluto a Nihilius.

Veis al joven Jurtz operando la plataforma que hay junto al sello. Otros cuatro Guardias Imperiales veteranos armados con rifles láser montan guardia mientras unas bestias descomunales, cubiertas de un pelaje marrón y provistas de cuatro largas trompas, son situadas en posición con unos arneses ceñidos a sus grandes corpachones.

Una vez acoplados los arneses, el Comisario hace una señal a sus hombres, para que se vuelvan hacia el sello y preparen sus rifles. A continuación, el Comisario dirige un gesto hacia Jurtz para que accione el interruptor. Las abrazaderas se sueltan con un gran estruendo, y los encargados de las bestias las azuzan para que tiren del sello. Conforme se va separando de la pared, centímetro a centímetro, por entre sus bordes se escapa un nauseabundo gas amarillento procedente del interior de la mina y que apesta a carne podrida.

Instantes después, la fuga de gas cesa. El Comisario se mantiene alerta con una tétrica sonrisa dibujada en su rostro y la mano cerca de la pistola bolter que cuelga de su cinto.

Tras casi treinta minutos de esfuerzos, las bestias logran abrir el sello lo bastante como para que podáis entrar.

El Comisario se vuelve hacia vosotros y os indica por señas que entréis, ofreciéndoos un último saludo:

- "Que el Dios-Emperador vele por ustedes." -

- Creo que nuestra aventura empieza aquí y ahora - dijo Itsua en el momento que atravesaron el resquicio del sello recíen abierto. El amarillento gas que había salido por el mismo, era la promesa de un aire viciado y corrupto que salía de las propias entrañas de la tierra. El propio sello, monumental y pesado, era un abuena muestra de aaquello que pretendí amantenerse encerrado dentro y no se deseaba que saliera. Una realidad mucho más explícita que las escuetas palabras, casi arrancadas, y la escasa, por no decir nula, información que se les había proporcionado.

Itsua encendió su linterna, asegurándose que funcionaba correctamente. Comprobó su arma, cargada y sintió a su espalda, la mochila bien equilibrada con sus escasas pertenencias.

- Vamos allá. Tenemos una misión que cumplir.

Lazerus asintió ante la bendición que el Comisario les dedicó y siguió al psíquico al interior de la mina, procurando no rozarse con los sellos recién retirados.

El joven tecnosacerdote no tenía problemas con el nauseabundo olor de aquella mina, aunque no estaba seguro de si sus compañeros sentirían lo mismo. A veces, portar un vocosintetizador era muy útil.

Con cuidado el adepto observó el túnel por el que debían avanzar, adoptando la postura de guardia de un soldado, la carabina levantada apuntando contra lo que pudiera aparecer. Lazerus disponía de la paciencia de una máquina, de modo que no importaba cuánto tiempo tuviera que estar así, podría soportarlo...

Tercio mira el techo y se siente algo más cómodo que cuando tenía el cielo. Enciende su linterna y empieza a internarse en la mina junto al resto de inquisidores.

- Es poco probable que encontremos nada hasta que lleguemos a la zona de la Escombrera. Intentemos llegar descansados. Vladymir o yo podemos ir algo adelantados asegurando el terreno, con alguien que lleve el mapa, y los demás por detrás sin perder nunca el contacto visual, más tranquilos sin que tengáis que ir en guardia todo el tiempo. Es un poco más de riesgo pero llegaremos más rápido y descansados. Por cierto, el mapa, que sólo tenemos uno, ¿alguno seríais capaces de memorizarlo? - Tercio pregunta en general, pero prácticamente refiriéndose a Lazerus y Arlan, quienes por su inteligencia o "particularidades" no le sorpenderían de ser capaces de hacer algo así.