Partida Rol por web

- Los tres nuevos reclutas entran en el elevador, cuyas puertas se cierran.

- El sistema elevador desciende hasta el último subnivel.

Itsua se dio media vuelta cuando vio que el elevador comenzaba su descenso y comenzó a desandar el camino. En un momento dado se detuvo y se giró hacia sus compañeros, esbozando un extraño gesto en su seco y prematuramente avejentado rostro.

-Tercio, ¿no sientes curiosidad por saber qué echaba en falta nuestro impoluto miembro del Munitorum? -susurró con su voz ronca.

La reacción de aquel tipo me había dejado perplejo y, lo que es peor aún, con la duda de a lo que se refería exactamente. No tenía nada que temer, yo no le había robado nada, ya no me dedicaba a esas cosas... era mucho mejor convencer a otros para que las hicieran por ti, mucho menos arriesgado y normalmente con resultados más satisfactorios... bueno, pero ese es otro asunto que no viene al caso.

Una vez que dejamos a los nuevos con sus cometidos encontré el momento perfecto para preguntar pero, una vez más, el bueno de Itsua se me adelantó.

- Ciertamente - dije asintiendo lentamente.- ¿Es algo que hacéis los psíquicos? Ya sabes, leer la mente y esas cosas ¿Cómo sabes que eso es exactamente lo que me estaba preguntando?

CORREDOR OSCURO:

- El elevador llega finalmente a su destino y las puertas se abren.

- Accedéis a una cámara de la que parten tres corredores y en la que hay algunas puertas cerradas.

- Imagináis que se espera que cada uno de vosotros tome un corredor.

SALA DEL ELEVADOR:

- Los tres os quedáis solos.

- Por lo que recordáis de cuando llegasteis por vez primera al Bastión Serpentis, la Predestinación Imperial no es un proceso agradable. Muy al contrario, es algo que puede dejar cicatrices.

Xerxes escrutó desde la sala en la que habían desembocado al bajar del ascensor los tres corredores. Aquellos, al igual que los dormitorios, en apariencia eran iguales, pero también tenían diferencias. La más obvia, por supuesto, que apuntaban en direcciones distintas. Y esa era ya de por sí mucha diferencia.

Uno había a diestra, otro a siniestra y otro en el centro. Los significados que se le diese podían ser muy distintos. La derecha podía ser el camino derecho, el recto; así como el izquierdo el siniestro, un camino oscuro y sombrío que oculta al final insospechados peligros. El del centro podía ser la mesura o simplemente el camino más obvio, el que se ve a primera vista. Podía considerarse también el camino del Administratum, la organización del Imperio que mediaba entre todas las demás organizaciones. La columna. El tuétano... O simplemente todo lo contrario.

- "Muchas posibilidades..."- reflexionó.

El centro fue lo que al final decidió. Pero no por nada de lo que había pensado, sino porque el centro es el eje de la proporción y la proporción es la mejor forma de administrar el orden. Y al Cuestor le encantaba el orden.

Sin mediar palabra caminó hacia el camino que había elegido echando fugaces vistazos a su espalda.

Itsua se encogió de hombros ante la pregunta.

-Algunos lo hacen. El Adepto Asclates lo hace por ejemplo. Recuerdo que la primera vez que lo vi, aquí, en Bastión Serpentis dio respuesta a una pregunta formulada solo en mi mente. Además señaló lo fácil que resultaba hacerlo. En cuanto a mí, que lo haga o no, no es importante lo que yo pueda decir. Si crees que lo hago, una negativa se convertirá para ti en una mentira y reaccionarás igual que si hubiera dicho que sí. Pero basta que mires atrás en el tiempo. Hemos trabajado juntos. Deberías conocer mis habilidades, algunas de ellas por lo menos. No es labor mía iluminarte, pero nunca he demostrado tener tales capacidades. De poseerlas, lo de Coscarla hubiera sido muy distinto -señaló roncamente, con su voz que parecía salir de una garganta hecha de cristales rotos-. En el presente, tu mente... práctica -señaló con un deje irónico- y la mía inquisitiva han caminado en la misma dirección. Siento curiosidad por ese hombre que huele a corrupción, como si estuviera muriendo por dentro. Y no me disgustaría saber qué es lo que creía robado y que ha provocado tanta agitación en él.

Veo al compañero sin nombre marcharse por el camino del centro sin decir palabra alguna. No me interesa. Yo estoy a la derecha de Intius, por lo que no pierdo tiempo en tomar grandes elecciones, al fin y al cabo, es predestinación. Me despido del hombre antes de encaminarme:

 - "Ok, Intius. Mucha suerte en tu camino. Nos estamos viendo."

Acto seguido, me dirijo en soledad hacía el camino de la derecha. Mis manos van en mis bolsillos al parecer, pero mi mano izquierda en realidad va sujetando el mango oculto de mi pistola discretamente guardada. Camino con tranquilidad pero sin perder ningún detalle de lo que pasa por mi lado pues la confianza nunca ha sido uno de mis dones.

CORREDORES OSCUROS:

- El oficial del Munitorum toma el del centro.

- El hombre de las gafas de espejo, Titus, toma el de la derecha.

- Tan sólo el de la izquierda, la siniestra, queda para Varnias.

SALA DEL ELEVADOR:

- Transcurren horas y el elevador no vuelve a iluminarse.

- Los tres nuevos reclutas siguen en el último subnivel. Es probable que allí abajo se enfrenten a duras pruebas, pruebas que supongan una ordalía para su entereza, determinación e incorruptibilidad como futuros Acólitos del Ordo Hereticus de la Sagrada Inquisición del Dios-Emperador de la Humanidad.

- ¿Qué deben hacer los tres Acólitos que ya poseen cierta experiencia? ¿Regresar a la relativa comodidad de sus celdas? ¿Aguardar pacientemente el regreso de aquellos que se fueron? Nadie ha dejado instrucciones al respecto y resulta evidente que no van a hacerlo ahora.

Intius se quedó observando los tres corredores sin saber muy bien lo que hacer. ¿Se suponía que debían tomar cada uno una dirección diferente? No parecía haber ningún letrero ni nada que indicase una diferencia entre un corredor u otro así que pensó que daría igual.
Sin pensarlo mucho el hombre extraño e impecable echó a caminar por el corredor central sin tan siquiera despedirse. Titus cogió el corredor de la derecha ya que estaba a su lado. Viendo que cada uno iba por uno distinto decidió coger el de la izquierda pero antes contestó a Titus que se había despedido de él.

-Buena suerte a ti también.

Sin más se adentró en el pasillo.

- No me importaría preguntárselo directamente, su reacción a la pregunta puede ser interesante - dije mientras me rascaba el mentón.- Aunque por otra parte, creo que ya tengo toda la información que necesito de ese tipo: está jodidamente loco. Con eso me basta, no quiero saber qué tipo de loco es, pero está claro que algo ha pasado porque si tuviera un informe psiquiátrico negativo supongo que no le habrían permitido ingresar ¿no? - la preguntá quedó en el aire, quizás encontraban alguna utilidad a los tipos locos como él, como señuelo o carne de cañón, quien sabe.- ¿Os habéis fijado en que ni siquiera ha dicho su nombre?

-Puede que sus restantes habilidades hagan que su presuntamente malhadada psique no constituya un obstáculo de cara a su reclutamiento. He visto cierta compulsión en él, un rasgo obsesivo. Y no, no ha dicho su nombre. Tampoco nadie se lo ha preguntado -dijo en lo que era un aspecto de escasa importancia para él.

-Bueno, Itsua tiene razón... Tampoco hemos preguntado. Y sí, desde luego ese hombre es raro. Espero que al menos sepa combatir, o algo útil como decís. Si no...

"Bueno, todos sabemos que en la Guardia Imperial los inútiles son ejecutados y usados como carne de cañón..."

El guardia seguía delante del elevador, junto a sus otros compañeros, mesándose su bigote. Pero los minutos pasaban y pasaban, y no parecía haber ningún cambio. 

-Parece que tenemos dos opciones. Esperar aquí, o volver. 

Hay movimiento en el elevador. Se ha iluminado la luz que indica que está en funcionamiento.

SALA DEL ELEVADOR:

- Finalmente las puertas automáticas del elevador se abren, revelando que en su interior está Intius Varnias.

- El antiguo Cadete del Adeptus Arbites sale del elevador a la cámara casi a oscuras, iluminada tan sólo por el servocráneo de iluminación y algunas escasas luces más, y ve que en ella a los tres Acólitos más veteranos: Hex, Veridio y Ostrogov.

- Tan sólo han transcurrido unas pocas horas y el aspecto de Intius Varnias refleja entereza y confianza.

El elevador se había puesto en marcha. La luz que indicaba su puesta en funcionamiento encerraba un enigma que fue revelado con la apertura de las puertas. Intius Varnias se mostró ante ellos, aparentemente confiado, lo cual reflejaba que su prueba en la sala de la Predestinación ante los Videntes se había saldado de forma venturosa para el que sería el nuevo acólito del Ordo Hereticus de la Sagrada Inquisición del Dios-Emperador de la Humanidad.

No obstante, los otros dos candidatos aún permanecían en las entrañas del profundo subnivel donde se estaban sometiendo a prueba su corruptibilidad, determinación y entereza.

-Intius, supongo que agradecerías una buena taza de tanna o recafeinado. Incluso un tiento de esa petaca que portabas. Tercio, Vladymir, ¿aguardáis aquí al resto o alguno de vosotros prefiere acompañar a Intius al comedor? Si no, yo mismo lo llevaré.

Parecía que por fin, alguno de aquellos hombres volvía de ahí abajo. No le sorprendió mucho comprobar que el primero en volver había sido Intius. Aquel arbitrador, o ex arbitrador, le inspiraba más confianza que los otros dos. Uno parecía haber salido de los peor de los niveles inferiores de las colmenas, y el otro parecía que tenía un desorden mental y nervios a flor de piel. 

-Bienvenido al servicio, entonces. Yo mismo le acompañare, Itsua. Sígueme. 

-De acuerdo -respondió Itsua-. Nosotros aguardaremos la llegada de los otros.

Intius fue recibido por los tres miembros de la inquisición que se había encontrado a su llegada. Por sus palabras pudo deducir que era el primero en llegar, aunque no sabía si eso era bueno o malo. Saludó a los tres hombres y recibió con agradecimiento los ofrecimientos que le dispensaban.

-Muchas gracias. Una taza de tanna estará bien.

Siguió a Vladymir, que se había ofrecido voluntario para acompañarlo hasta el comedor. Aquello le resultaba un tanto extraño pues se había acostumbrado a no recibir ninguna atención sobre su persona. Aquella camaradería era nueva para él después de tantos años.

Creo que podré acostumbrarme.

Además era un grupo bastante reducido, lo que le facilitaba la tarea de socializarse un poco nuevamente. Bien distinto hubiera sido tener que enfrentarse a una fiesta multitudinaria organizada por su familia para celebrar su regreso, ahí si que se sentiría realmente incómodo.

-¿Cuanto tiempo ha pasado?