Partida Rol por web

Levanto mi arma aun caliente por el par de tiros efectuados sobre los enemigos xenos para así no dispararle a nadie por accidente. Corro hacía donde están mis compañeros y examino a los extraños seres que maté. Son feos y su propia existencia me parece una ofensa contra la humanidad. Luego me acerco al resto del grupo y veo que uno de los mutantes aun respira, por lo que saco mi espada y termino con su existencia cortando su cuello con ella de un golpe, separando su cabeza de su cuerpo.

"Sucios mutantes, productos de la corrupción y la decadencia. Deben ser borrados del mapa antes de que su hedor contamine al resto. El asesinato es el único camino para preservar la pureza de nuestra especie."

Luego vuelvo a guardar mi espada, miro el interior del almacén y entro de una vez. Me coloca al lado de la entrada por el interior y, poniendo una rodilla en el suelo, comienzo a apuntar con mi fusil hacía el interior para cubrir la entrada del resto de mis compañeros y no caer desprevenidos por un inminente ataque de emboscada al interior de aquel lugar.

Cuando se iba a adentrar, aún debilitado, en el almacén, observó la actuación de Titus con aquel maldito mutante.

-Tu celo es encomiable, pero creo que éso ha sido un error... Podríamos haberle obligado a hablar antes de matarle. 

Pero sin embargo aquello ya poco sentido tenía. Intentar interrogarle ahora que tenía su cabeza separada del cuerpo era un despropósito. Ya estaba hecho, tendrían que investigar por cuenta propia. El vostroyano volvió a colgarse el rifle al hombro, antes de preguntar. 

-¿Estáis todos bien?

TITUS NIHILIUS:

- Oculta de Perspicacia para intentar determinar si hay algún peligro dentro del almacén.

ITSUA CADIAN/ ARLAN HEX:

- Sientes una gran ira y alarma en tu interior por parte de la entiedad que te posee.

- Tal vez sea una de las pocas oportunidades que tengas para intentar sacudirte de su yugo psíquico.

- Tirada de Voluntad +0.

Arlan Hex guarda un tenso silencio y no se mueve.

Tan súbitamente como había empezado, el combate terminó. Aquellos sabuesos que habían aparecido de la nada y los dos extraños hombres yacían en el suelo. Smeed todavía estaba vivo, aunque no así su compañero Smoot que había recibido algún tiro de más.
Intius se miró la pierna para calibrar el alcance de la herida, no parecía muy importante así que decidió no prestarle atención de momento. Sabía que el Emperador le había vuelto a bendecir con su protección pues se había librado de nuevo de una muerte casi segura.
Cuando iba a interrogar al superviviente Titus llegó y ejecutó al mutante sin pensarlo dos veces separando la cabeza de su cuerpo.

-Vladymir tiene razón, tendríamos que haberlo interrogado antes de acabar con su vida. Pero ya no importa. Yo tengo un tiro en la pierna, pero nada importante si se cura a tiempo.

No parecía una herida profunda, pero habría que limpiarla y desinfectarla para que no se complicara más de lo necesario. Itsua había dicho tener algún poder curativo quizá estuviera en su mano ayudarle. Miró al psiquico y cayó en la cuenta que o no había intervenido en el combate, o había utilizado algún poder sutil que Intius desconocía y que le había pasado desapercibido, pero parecía que el hombre estaba demasiado callado e inmóvil.

-Itsua ¿Estás bien? ¿Te pasa algo?

Mientras esperaba la respuesta de su compañero y ante lo apremiante de la situación en la que se encontraban se dirigió a los otros.

-Coged los cadáveres y metedlos dentro, no es bueno que nos quedemos aquí fuera mucho. Von Braum, inspecciona el almacén desde la puerta, asegúrate que no queda nadie más dentro.

A los dos hombres tan solo habría que empujarlos un poquito para poder cerrar la puerta, los que más lejos estaban eran los sabuesos, sobre todo uno. Esperó en la puerta a que sus compañeros hicieran el trabajo para poder cerrarla tras de ellos y a que Von Braum diera el visto bueno. No esperaba a nadie más dentro o ya hubiera intervenido en la pelea, pero nunca se sabía.

TITUS NIHILIUS:

- Sospechas que el almacén pueda estar minado.

INTIUS VARNIAS:

- Tiradas de Perspicacia y de Empatía +0.

Vio caer a los enemigos uno tras otro, agazapado como estaba en el rincón más oscuro y profundo de su mente. Un inexistente suspiro de alivio brotó de unos pulmones igualmente inexistentes. Y algo cambió. Una abrumadora oleada de alarma e irá lo sacudió como un terremoto. La poderosa psique que había parasitado su cuerpo y que mantenía su consciencia y sinapsis encerradas en la jaula de su mente, flaqueó en su presa y las cadenas psíquicas que lo aferraban con fría y brutal fuerza, parecieron debilitarse en su férrea atadura. La mente alienígena, abrumada por las emociones básicas que la regían, consecuencia del triunfo de sus compañeros, mostraba por fin una fisura. 

E Itsua la vio. En la bruma de aquel submundo al que los humanos no tenían acceso, marcado por fuerzas no físicas, allí donde sólo imperaba la oscuridad más absoluta iluminada por mil novas incandescentes, allí donde el ruido atronador sabía a metal, donde el miedo era dulce como una golosina y tenía el tacto de la seda, allí donde los sentidos ensordecen, una grieta se dibujó con el tacto de la arena, oliendo como las primeras letras del alfabeto y sonó con el color verde. 

Era su momento, lo supo. Y el psíquico recurrió a su voluntad. Se sumergió en el negro de la misma y en sus matices irisados. Toda su actividad neuronal se concentró en aquel punto, en aquella fisura, alimentada por el pozo de una voluntad finita. Creció, se dilató, reconquistó átomo a átomo, molécula a molécula su cuerpo, su mente, su autonomía y libertad. El sello imperial ardía con el fuego de una gigante blanca y las cuencas de los extintos ojos supuraban el frío de un agujero negro. Trastabilló, una rodilla que no era real se dobló bajo el peso del universo, de un universo alienígena. E Itsua gritó, invocó al Emperador, y su voluntad transformada en una bola de energía inconmensurable se expandió imparable incluso para una fuerza irresistible. Y el psíquico se liberó de la esclavitud de aquella mente enferma, fría y poderosa, amante de la muerte.

Y en una micra de segundo se resolvió aquella batalla que había durado una eternidad. Itsua volvió a sentir el control de su cuerpo, de sus miembros, de forma absoluta y avasalladora. Tras el vacío llegó el todo, golpeando al psíquico con brutalidad, que cayó de rodillas ante Intius, doblado sobre sí mismo, sacudido por arcadas que culminaron en el vómito de un viscoso y maloliente líquido biliar. 

En la oscuridad del almacén había buscado la luz de un puntero láser o el brillo metálico de un arma y eso último fue lo que terminó encontrando. Pero lo hizo más tarde de lo que habría sido recomendable porque se percató mucho antes el estallido y el olor de la pólvora de la bala disparada por el hombre deforme oculto tras la puerta. Aquello fue el detonante de un combate que duró lo que el Cuestor tardó en apretar el gatillo en dos ocasiones. Una para errar- por culpa de una bala defectuosa de la que ya se quejaría a su proveedor de munición-, la otra para tullir un cadáver.

Xerxes miró contrariado el cuerpo del engendro abatido, aunque no era su fealdad lo que le molestaba. Lo que le molestaba era haber desperdiciado una bala en la pierna de alguien que ya estaba muerto. Era un desperdicio de munición que no se podía permitir nadie en su sano juicio, y el Cuestor lo estaba. Debía estar más atento en la próxima ocasión no solo por los peligros ocultos en la oscuridad de futuros almacenes (o casas, o cabañas, o apartamentos, o fábricas, o callejones, o calles anchas y no tan anchas durante la noche o en sus sombríos portales durante el día…), también debía asegurarse de disparar solo a cosas vivas.

Al fin y al cabo si la función de las balas es matar, qué sentido tiene disparar a cosas muertas. ¡Es una locura! Exactamente igual que matar a un posible testigo, que fue precisamente lo que hizo el irresponsable, irreflexivo e impaciente asesino con gafas de cristales de espejo.

 Si quería matarlo podía haber esperado a que le sacasen toda la información posible. Nadie se lo iba a impedir una vez terminasen, por lo menos no el Cuestor. Más aun cuando la forma elegida para matarlo, la decapitación por arma de filo, era de lo más eficiente. En cualquier caso aquel viejo por su forma de actuar podía ser tanto culpable como cómplice de alguna actividad delictiva. Si era el culpable no pasaba nada, problema solucionado. ¿Pero y si solo era cómplice? Todo lo que sabía, todo lo que ellos podían haber sabido, se lo habría llevado a la tumba. Una piedra más en un camino que no estaba resultando precisamente sencillo y que para más inri había sido puesta por la impulsividad de uno de los que tenían que recorrerlo…

Meneé la cabeza con desaprobación y con el revólver aun en la mano me aproximé a uno de los laterales de la puerta para cumplir con la orden que se me había dado: inspeccionar el interior del almacén en busca de posibles amenazas.

INTIUS VARNIAS:

- En todo este tiempo no te habías dado cuenta del extraño comportamiento del psíquico, excepto que estaba anormalmente callado...

Permanezco dentro del almacén mientras reviso si hay peligros en el interior. Durante ese tiempo, rápidamente pasan por mi mente las imágenes de la batalla que acaba de suceder:

Dos mutantes disparándoles a mis compañeros y dos extraños xenos bestiales intentando atacar desde las sombras. Los disparos sucedieron desde el interior del almacén a un expuesto Intius mientras yo me mantenía a distancia. Lamentablemente mis compañeros se habían puesto en mi línea de tiro y no podía disparar con seguridad a los mutantes, por lo que apenas noté la presencia de los sabuesos xenos, apunté y disparé mi fusil hacía ellos. El primero no acababa de salir de su escondite cuando reventé su cabeza con el primer disparo de mi arma, que habló con el suave siseo del enorme silenciador que le tengo acoplado. Luego el segundo sabueso corrió hacía Vladymir, quien le había dado un tiro con su arma. La bestia infame saltó en su contra cuando mi segundo disparo revienta su caja toráxica, matándolo antes de tocar el suelo. Un par de disparos más y el combate había acabado con nosotros victoriosos.

Ahora mis compañeros estaban fuera y me reclamaban de mi acción de terminar con el mutante sobreviviente sin esperar un interrogatorio. Sin dejar de apuntar hacía adelante, les contesto la lógica de mi proceder:

 - "No podemos llevar prisioneros, menos heridos. Tardaría horas en estar en condiciones de contestar preguntas y aun así, un sucio mutante como él moriría antes de hablar. Si perdemos ese tiempo en esperar e interrogarle, si tiene compañeros huirán de inmediato y perderemos las verdaderas pistas. Además no necesitamos testigos, sino evidencia sólida en papel o pruebas contundentes, que de seguro están en este almacén. Por eso le maté, nunca dejo enemigos vivos tras mis pasos pues nunca sabes cuando se levantarán y te apuñalarán por la espalda."

Luego me fijo en el extraño estado del psíquico, pero no intento comprender su situación pues ese es un don que se escapa de mi entendimiento, por lo que no es mi problema. Mi problema es lo que tengo en frente y de lo que debo avisar a mis compañeros:

 - "Hablando del almacén... creo que esta minado. Tengan mucho cuidado al entrar o todo el lugar puede volar."

Me quedo en mi posición intentando encontrar las minas y otras trampas cercanas para evitar activarlas al momento de ingresar el resto y así poder buscar con más seguridad dentro del lugar qué es lo que se oculta aquí y qué relación tiene con los asesinatos.

¡Oh! ¡La escoria de este lugar casi me conmovía! Casi... La carne de esos mutantes era como de mantequilla ¡Vaya facilidad para tragar plomo! Desde luego comparado con la escoria con la que habíamos topado se sentía uno como una tropa de élite.

"¡Qué diablos! Somos el brazo ejecutor de la voluntad del Emperador - pensé con orgullo.- No tenemos nada que envidiar a esos presuntuosos marines espaciales... se creen muy buenos porque llevan una servoarmadura y armamento pesado, pero ¿Y si les quitas eso? ¡Bah! Caerían como estos mutantes de mantequilla..."

La cosa había terminado rápidamente y casi sin incidentes, la herida de Intius no parecía ser muy grave, y por una vez nos habíamos coordinado correctamente ¡Todo marchaba como la seda! Estaba claro que andábamos sobre la pista correcta, eso o nos habían confundido con alguien que quería cobrar deudas, que también podía ser. En cualquier caso, aquello tenía toda la pinta de ser un almacen clandestino, alguna tapadera de algún negocio fraudulento, cosa que nos acercaría con toda seguridad a quién andábamos buscando, de eso si que estaba seguro.

- ¿Minas? Vaya con los mutantes... eso significa que esconden algo, cosa que creo ya teníamos todos bastante claro - eché un vistazo al interior, tratando de corroborar la sospecha de Titus.- Puede que estos mutantes lleven encima algo de utilidad, un dispositivo de control remoto o algo así - me agaché para registrar los cadáveres.- Bueno, alguien tiene que hacer el trabajo sucio...

Dejó de prestar atención a Itsua, al fin y al cabo que estuviera algo más callado de lo normal tampoco era motivo para preocuparse y decidió centrarse en lo que pasaba con el almacén.

-¿Minado? ¿Tu crees? Por si acaso actuemos con precaución. ¿Tercio encuentras algo de utilidad?

Se acercó a la puerta donde estaba Von Braum y miró al interior intentando encontrar algún peligro.

Tras una última arcada que pareció partirlo en dos, Itsua se sentó en el suelo, incapaz de ponerse en pie en aquel momento. Se secó la boca con la manga, jadeante, cubierto de sudor tras la lucha habida en su mente. A su alrededor las voces se sucedían, mas ninguno de sus dueños parecía o quería reparar en él. Era evidente que a ninguno preocupaba su estado ni las razones del mismo. No obstante, su indiferencia no fue óbice para que su garganta escupiera una sola palabra.

-Alienígenas.

INTIUS VARNIAS:

- Si inspeccionas el almacén, tirada oculta de Perspicacia +0.

- Tercio Veridio penetra en el interior del almacén para registrar los dos cadáveres, al hacerlo pisa un suelo que cruje de forma ominosa y que muy bien pudiera ser que estuviera minado con trampas explosivas...