Partida Rol por web

Dark Heresy: Capítulo Segundo.

Planeta Acreage: Olrankan.

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15/03/2013, 21:42
Sargento Vladymir Ostrogov.

Finalmente, aquellos tipos estaban muertos, igual que sus mascotas xenos. Tras ocultar los cadáveres, tocaba registrar el almacén, encontrar que se supone que estaban ocultando para ponerse a disparar. Poco a poco registraron el lugar, alumbrados por las lámparas o linternas que portaba cada uno. Sólo había una puerta al otro lado, y unos sacos...

Pero cuando los registraron, aquello resultó que era algo más. Allí se encontraban las pertenencias de unas cuantas personas, tanto civiles como mercenarios. Probablemente, víctimas de las desapariciones. Todas aquellas ropas y útiles tenían manchas de sangre y porquería, pero éso no impidió que se agenciaran algunos rifles de caza y mantos antifragmentación. Pero allí no estaban los cuerpos.

Optaron por dirigirse a la puerta, pues parecía que habían arrastrado cuerpos hacia allí. Tras unos momentos de tensión, en los que otra vez todos temieron por la presencia de una trampa explosiva, abrieron la puerta. Daba al pantano, al otro lado de la casa. En concreto, a un pequeño embarcadero con un bote atado, con capacidad más o menos para cuatro personas.

Tras unos momentos de caos en los que los acólitos decidieron quién iría en el bote, pues parecía haber una isla al otro lado, y un puente inestable para llegar a ella, Vladymir pudo por fin entrar al embarcadero. Allí, comprobó que efectivamente, había una isla al otro lado. Y no estaba vacía. El vostroyano estaba seguro de haber visto moverse a unos cuantos perros xenos como los del callejón, y así se lo transmitió al resto del grupo. Probablemente media docena de enemigos. Además el puente tenía altas probabilidades de derrumbarse al paso de alguien... Y la caída al agua sería mortal, por la presencia de serpientes venenosas en sus aguas.

Una vez se hubieron facilitado ésos datos, Xerxes, Intius, Titus y Arlan partieron en la barca, quedando Tercio y Vladymir solos en el embarcadero. El primero con uno de los rifles de caza. El vostroyano, con su rifle láser largo. En aquellos momentos echaba de menos una mira telescópica...

"Debo intentar conseguir una..." pensó el guardia, mientras vigilaba la isla con el rifle. Allí estaba el primer chucho que debía morir... Peligrosamente cerca del borde. Sin duda, podría oler rápidamente a sus compañeros. Tras unos segundos apuntando, Vladymir disparó. E impactó en el ser, pero no fue suficientemente contundente, y seguía vivo. Tercio, evidentemente, preguntó si lo había matado, a lo que sólo obtuvo una respuesta:

-No, el muy asqueroso sigue vivo...-pero rápidamente volvió a disparar, está vez tumbando al xeno. Una sonrisa asomó por debajo de su poblado bigote, mientras añadía-un xeno menos...

Sin embargo, Tercio le sobresaltó al indicar que uno de sus compañeros había caído al agua, con uno de los pesados mantos antifragmentación. Pero en el último momento, el resto lograron salvarle... Aunque parecía que a costa de perder un arma. Entonces algo más importante atrajo la atención del vostroyano, pues otro perro xeno salía y se dirigía hacia ellos. Esta vez su disparo no tuvo éxito, y el siguiente disparo fue incluso peor. Los aliens se les echaron encima. Pero una escopeta tronó, y pedazos de xeno volaron por el aire.

"Me alegra ver que no les tengo que salvar el culo más de lo necesario..."

Pero se acercan al molino, y pronto dejaremos de poder prestar apoyo. Sólo queda esperar. Y tras unos momentos tensos, que se hicieron eternos, el bote se acercó, con el arbitrador remando, y ordenándonos subir para entrar en aquel lugar. Vladymir pudo apreciar como salían más perros a por el resto de acólitos, y mientras Tercio subía en la barca, realizó un único disparo que volvió a fallar. 

Subió después en la barca, todo lo rápido que pudo, para ayudar a remar al arbitrador mientras Tercio vigilaba. Naturalmente estaban tensos, pues aquellos perros podrían acabar con sus compañeros antes de que llegaran. Pero Tercio, unos momentos más tarde, ayudó a aliviar la tensión, pues según lo que podía apreciar habían acabado con todos los enemigos.

Y finalmente, llegaron al maldito embarcadero de la isla.

Allí, tanto Tercio como él estuvieron cerca de caer al agua, pero gracias a la ayuda de sus compañeros, lograron llegar al embarcadero. Vladymir fue el que más cerca estuvo de caer, pero la intervención en el último momento del psíquico logró salvarle. 

-Gracias-murmuró el vostroyano, algo reacio pues el que le había salvado era el mismo que había afectado con sus poderes a su mente en aquel combate contra los pandilleros.

Finalmente se acercaron al molino. Tras una breve discusión sobre el curso de acción a seguir, si quemarlo o entrar en él y acabar con todo lo que hubiera dentro, se impuso la segunda opción. Los acólitos se aproximaron a la puerta, y la abrieron... Aquel sitio apestaba a cadáveres, los mismos que tapizaban el suelo de aquel lugar. Y cómo no, más perros aún.

El combate fue corto y sangriento, aunque sin muchas complicaciones para el grupo de acólitos, que dieron buena cuenta de los xenos que se les abalanzaron. Pero ahora el molino se hallaba ante ellos. Quizás allí podrían encontrar aquella mente alienígena a la que se había referido Itsua... Y, Emperador mediante, acabar con ella. 

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16/03/2013, 01:03
Acreage: Olrankan.

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17/03/2013, 05:03
Xerxes von Braun.

Si en la calle hubiera habido algún testigo habrían visto a la oscuridad del almacén engullir a Xerxes como seguramente había engullido a todos los desaparecidos. De ellos solo quedaba ropa amontonada como único recuerdo de su paso por allí. Nada más. Ni un solo cadáver. Ni uno. Una prueba de que los títeres habían alimentado bien al titiritero del que había hablado Arlan. Dónde estaba era algo que todavía no sabían, razón por la que cuando descubrieron una puerta en el almacén decidieron proceder con cautela.

Ojo avizor con las armas en ristre y la respiración contenida aguardaron hasta que la puerta estuvo abierta. Pero ningún horror les esperaba, tan solo tablones podridos que se quejaban cuando los pisaban y un pequeño bote que con un ligero vaivén parecía invitarlos a que subieran.

A lo largo de la misión se habían encontrado con tantos callejones sin salida que aquella barquichuela tan bien dispuesta parecía fruto de la providencia, aunque sin un destino de poco les serviría. Por ello Xerxes se adelantó tan pronto le dejaron sitio y aguzó la mirada con la esperanza de poder descubrir dónde acostumbraban a desembarcar los difuntos dueños del bote. Y creyó verlo.

En la oscuridad de la noche, a través de la bruma del pantano, creyó distinguir la ominosa silueta de un gigante que braceaba. A su alrededor varias cabañas destartaladas le rendían pleitesía y a su derecha, no muy lejos, un puente que la guerra había tornado en brazo descarnado que unía ciudad e islote. Pero no se detuvo ahí, siguió buscando y no tardó en encontrar lo que buscaba: un embarcadero.

Se lo hizo saber a sus compañeros antes de subir al bote para ser su lazarillo. Y tras la demostración de flema habitual por parte del líder, que una vez más les hizo perder bastante tiempo, partieron no sin que antes el Guardia Imperial les informara de que en la isla no iban a estar solos…

Al llegar al otro lado llegó el momento de tomar tierra firme lo que terminó convirtiéndose prácticamente en una odisea para dos de ellos.

Xerxes saltó sin tener en cuenta que el bote cedería bajo sus pies al tomar impulso. Dio con su pecho contra la madera y sus manos se crisparon soltando pistola y linterna mientras intentaba agarrarse con desesperación al embarcadero. La linterna, apagada para no delatar su posición a los perros que Vladimyr abatía desde la distancia, rodó hasta hundirse con un chapoteo al que siguió otro mucho mayor cuando Arlan cayó al agua.

El peso del equipo del psíquico le arrastraba hacia el fondo y Xerxes no podía hacer nada para ayudarle, demasiado preocupado estaba agarrándose cuando las fuerzas le fallaban. Entonces un recuerdo acudió a su mente y le dio fuerzas cuando más lo necesitaba. El agua gélida lamía ya sus tobillos saboreando la presa antes de tragarla cuando el Cuestor se alzó a pulso sobre el embarcadero.

Tosió por el golpe en el pecho lo que no había podido toser por temor a morir ahogado. Mientras los despreciables perros alienígenas que habían ido a recibirlos morían bajo el fuego que les llegaba desde uno y otro lado del pantano. Cuando terminaron coincidieron en que el primer sitio que tenían que investigar era el molino.

Allí fueron y tras un primer vistazo decidieron regresar a por los dos compañeros que se habían quedado en el almacén por no caber en la barca. Dejaron a Arlan en el molino que sin saber muy bien por qué y en un alarde de individualismo y desprecio por el grupo no quiso seguirlos. Así que Titus y Xerxes acompañaron a Intius -que podía haber ordenado al psíquico que les siguiera evitándose así futuros problemas- al embarcadero. Y cuando se marchó remando esperaron. Tenían intención de aguardar allí sin moverse del sitiohasta que el Arbitrador regresara con sus dos compañeros, pero mientras lo hacían un grito rasgó el silencio.

Los dos corrieron de regreso al molino, desde donde procedía aquel grito, para descubrir en el suelo al psíquico frente a varios xenos que amenazaban con terminar lo que el mismo Arlan había empezado. Indefenso y dolorido poco podría haber hecho si ellos no hubieran acudido. Pero lo hicieron, y por ello tras una lucha en la que pocas y leves heridas sufrieron, a Titus y Xerxes les agradecieron haber intervenido.

El gesto no necesitaba ser agradecido en opinión del Cuestor. Era su trabajo como equipo mirar por el bien de la misión cuyo cumplimiento se habría visto afectado de perder a uno de sus miembros, aun cuando esta pérdida –de haber sucedido- hubiera sido enteramente por culpa del que se había desentendido del grupo. En cualquier caso los tres se alejaron del molino para ir en busca del resto de compañeros que tenían que venir a través del lago.

Una vez todos juntos –y tras otro accidente en el desembarco en el que Vladimyr casi se ahoga- realizaron los preparativos para la batalla que sabían que se avecinaba.  Acudieron todos juntos al molino y cuando entraron confirmaron lo que hasta entonces solo habían olido: El nido del monstruo.

Los xenos como buenos perros guardianes de los oscuros secretos de su despreciable amo se abalanzaron sobre los acólitos, que ni por un segundo se achantaron. Respondieron violencia con violencia y sus moriscos con balazos. Poco importó que estuvieran doloridos o cansados, secos o empapados, que su retirada estuviera obstaculizada por una angosta puerta; uno a uno los sabuesos fueron cayendo bajo la ira justiciera de los devotos servidores del Imperio.

Cuando terminaron los cadáveres de aquellos engendros se repartían por el suelo sumándose a los de las víctimas humanas que servían al monstruo de alimento. Los acólitos habían acabado con los perros, pero como bien sabían todavía tenían que enfrentarse a su dueño.

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17/03/2013, 05:07
Arlan Hex.

"El dolor que inflige una bala es el éxtasis comparado con la condena eterna"

Aquella máxima de su predestinación había resultado ser una verdad a medias cuando no baldía. El dolor físico había resultado ser una nimiedad al ser comparado con el vacío experimentado durante su fase de posesión. Un vacío marcado por el terror, por la ansiedad, por un dolor máximo no físico, el de saberse esclavo de una voluntad ajena, fría y letal, que parasitaba su mente y cuerpo. Y aun así, intuía que la condena eterna era un abismo mucho más profundo, más oscuro, algo frente a lo cual, lo experimentdo pudiera constituir un verdadero éxtasis.

Aún confuso por la experiencia vivida, aún marcado por la impasibilidad de sus compañeros, aún perplejo por la inconsciencia de estos que no habían sido capaces de percibir su estado, el psíquico vivió los minutos posteriores a su reconquista física y mental como un sueño, como un estado de vigilia en el que no era todavía dueño de aquello que le pertenecía por derecho. Tal vez ello explicara su nomadeo en pos de Intius, que, ciego a las advertencias de la existencia de minas en el crujiente suelo de madera de aquel almacén, lo había recorrido en un alarde de valentía o estupidez, conceptos que, una severa y seria reflexión determinarían cosustancialmente unidos.

Fuera como fuera, y en la oscuridad reinante, la mentalidad racional de Itsua o su practicidad, determinaron la aparición de una linterna y una quimilámpara que rasgarían el velo de lo invisible. Una puerta que daba acceso a lo ignoto, un rastro sangriento y el hedor de la descomposición, así como un cúmulo de restos que habrían de sorprender en su generosidad. Tronos, armas, munición y chalecos y mantos antifragmentación. El dinero fue rápidamente saqueado, en tanto que el resto de material fue objeto de una selectiva y casi quirúrgica rapiña. Para el psíquico, aquel desprecio por lo allí existente fue casi insultante. Su experiencia pasada, unida a la natural poca generosidad de sus superiores, casi exigía acaparar todo lo posible. Pero, obviamente, no era la política de los demás, amantes de la frugalidad y despectivos con aquello que, aparentemente no iba a serles de utilidad en principo. Mentalidad a corto plazo frente a una a largo plazo.

Mas aquel pequeño impasse no era sino el prolegómeno de lo que estaba por venir. La apertura de la puerta. Expectantes, alertas, dominados por el temor a un ataque, las armas del grupo apuntaron a aquel conglomerado de maderos que una vez abiertos solo descubrieron el acceso a un pequeño muelle en el espacio abierto de un pantano cenagoso. El ocaso, inoportuno, dominaba restando luminosidad, lo cual, mezclado con la niebla que se elevaba, determinaba una escasa visibilidad. Uno tras otro, otearon el espacio circundante y una vez más, el Munitorum demostró que su precedente posición no era fruto de la casualidad. Al margen de la visible barcaza, Von Braun dejó clara la presencia de una vía alternativa para alcanzar el objetivo. Un islote dominado por la presencia de un molino de notables dimensiones. Dicha alternativa consistía en un puente en precarias condiciones por el cual sería posible alcanzar idéntico destino. Dado que la barca contaba tan solo con cuatro plazas, parecía una alternativa aceptable. Tras una somera discusión, decidiendo quiénes recorrerían uno u otro camino, Itsua optó, expeditivamente subir a la barcaza. No sin temor, sabedor que el manto que había saqueado podía constituir una condena a muerte de caer en el agua, subió a la precaria chalupa. Igualmente lo había hecho antes Intius. Y después lo harían Titus y Xerxes, imprescindible este para marcar el camino a través de las aguas del pantano.

Fue una de aquellas escasas ocasiones en las que el Vostroyano mostró un rasgo de sus verdaderas cualidades. Como si se tratara de una epifanía, de un momento de bendición imperial, ante sus ojos debió abrirse el velo que tamiza la realidad. Fue él quien reafirmó lo ya señalado por el Munitorum, más con un índice de detalle que casi lo exoneraba de su torpe comportamiento en el pasado. Fue él quien señaló la presencia de serpientes venenosas en las aguas, quien remarcó la presencia de perros xenos en las orillas de la isla a la que se debía acceder, quien determinó el precario estado del puente visualizado por Von Braun, afectado por impactos de la artillería enemiga y que hacían imposible su uso. Su rápida gestión del entorno condujo a la única conclusión viable. Dos viajes en barca.

Se inició el primero. Un trayecto sin dificultades, bajo el impulso de los brazos de Intius y de Itsua. En la proa, Titus, atento a cualquier amenaza. A la popa, Xerxes, marcando cual guía lazarillo el camino a seguir. Un topetazo. Destino alcanzado. Uno tras otro salieron de la barca, dificultosamente. El psíquico fue el último. Torpeza, temor, no control de su cuerpo. Fuera cual fuera la verdadera razón de su caída al agua, la realidad fue la que fue y solo la rápida y generosa actuación del asesino determinó su salvación. Incomprensión frente a incompetencia. El pago, la pérdida de su arma. El contexto, el ataque de dos xenos. La fortuna, la rápida y afortunada actuación de Vladymir desde la orilla opuesta, proporcionando muerte de un aparte y el tiempo necesario para reaccionar.

Y entonces Itsua lo sintió. El letal frío de la consciencia, de la certeza de que su enemigo se hallaba allí. No solo allí, sino dónde. El molino. Aquella monstruosa construcción que se elevaba cientos de metros hacia el cielo negro, rodeado de edificios abandonados y ruinosos. Una realidad que puso de manifiesto, que compartió y ante la cual, Intius decidió proceder, ordenando una aproximación. Y así se hizo, baldíamente, respondiendo una vez más al vacío mental de aquel hombre que actuaba por impulsos, sin orden ni concierto, capaz de manifestar las mayores obviedades, pero sin un carácter resolutorio. Y lo que era peor, desdiciéndose a sí mismo a base de consejos externos. Y sobre la base de lo aconsejado por Titus, mero recordatorio de lo ya establecido, Intius abandonó a sus hombres a las puertas del molino para ir a la búsqueda de Vladymir y Tercio, aún en la orilla opuesta. Nulo ejemplo de liderazgo, pésima actuación de quien debiera proceder responsablemente.

Tres hombres quedaron a las puertas del molino. Dos retrocedieron hasta el muelle. Y el psíquico, aguardó. Confiado en su poder, sabedor de sus capacidades, optó por subir por la pared externa del molino, para allí agazaparse y ser un adecuado francotirado ante cualquier amenaza que surgiera de las puertas abiertas de par en par. Pero una vez más, Olrankan se demostró poseída por la corrupción, por una forma de disformidad local en la cual, Itsua era más un infante que un adulto. Su poder psi, concentrado, se reveló inútil. O más bien se rebeló. Alzándose en el aire súbitamente, cayó a plomo a continuación. En el juego de los dioses, un Deus Ex Maquina que lo proyectó contra el suelo, causándole un dolor infernal en su pierna. Insoportable, el dolor se transformó en grito, el grito en alerta, la alerta en ataque del enemigo y, a un tiempo, en advertencia y petición de socorro para el amigo. Xerxes y Titus parecieron materializarse en la cercanía, exponiéndose en primer grado a la amenaza xeno. Enormes perros alienígenas, letales y blindados en apariencia, atacaron. Uno tras otro fueron cayendo e, incluso, Itsua participó en aquella carnicería tras inyectarse un estimulante, vívido recuerdo de su paso por Coscarla. Las consciencia se mantenía. La consciencia de que su fin estaba próximo era omnipresente. Todo por el Emperador. "El dolor que inflige una bala es el éxtasis comparado con la condena eterna"

Minutos. Tiempo. Relatividad filosófica. Mucho, poco. Experiencia. Lo vivido. Lo vívido. Retrocedieron al muelle a tiempo de ver llegar a su inoperante e incapaz líder. Paso de agua a tierra firme. Dificultades. Pese a los crujidos de una pierna sustentada por una tibia apaentemente fracturada, el psíquico se sintió útil correspondiendo a lo que antes había recibido. Ayuda. Objetivo: Vladymir.

Molino. Puertas del molino. Avance. Uno tras otro, fueron accediendo a la inmediaciones del mismo. El psíquico, abrumado por el dolor pese al estimulante, se sintió inútil. Los disparos se sucedían mas ninguno procedía de su arma. Uno tras otro, los xenos caían. Desde el comienzo de aquel periplo, una docena. Y con el estertor del último, con los ecos de la última descarga, con el olor de la pólvora quema abrasando sus fosas nasales, tan solo una idea en la mente del psíquico. Lo peor estaba por venir. Aún no se habían enfrentado al verdadero enemigo. Y en aquella batalla final, en el apocalipsis, él no podría proporcionar más ayuda que la del autosacrificio. Se sabía al borde la muerte. No le asustaba. Pero morir, era un fracaso. Y vivir, sobrevivir mas bien, sería un fracaso. Y por una vez, Itsua deseó aquella bala que constituiría el éxtasis.

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17/03/2013, 12:58
Insignia Inquisitorial.

Y entonces todo se queda en silencio. Un silencio tenuemente iluminado por algunas quimilámparas. Un silencio abofeteado por el repugnante hedor de la descomposición de tantos cuerpos humanos amontonados. Docenas de ellos.

El mar de cuerpos llega hasta la altura de las rodillas. Muchos están desmembrados o parcialmente devorados.

Por entre las masas de carne pútrida y resbaladiza hay viscosos engranajes de plastec que rechinan y chapotean movidos por las apas de la parte superior del molino.

Notas de juego

MIEDO 1:

- Tirada de Voluntad +0.

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17/03/2013, 13:09
Sargento Vladymir Ostrogov.

Vladymir, enfermo como estaba por los efectos del maldito barrio de los fabricadores, no pudo evitar sentirse francamente intimidado por todo aquello. El final de su misión allí se acercaba, y no podía evitar preguntarse para qué demonios era todo aquello. Qué es lo que habría en éste molino, y que planeaba hacer con tantos cadáveres...

- Tiradas (1)
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17/03/2013, 13:14
Intius Varnias.
- Tiradas (1)
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17/03/2013, 13:19
Insignia Inquisitorial.

VLADYMIR:

- Estás asustado. Tienes un -10 a toda tirada que requiera concentración.

- Además, ganas 1d5 puntos de Locura.

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17/03/2013, 13:21
Insignia Inquisitorial.

INTIUS VARNIAS:

- No te sientes perturbado por tan macabra visión, en todo caso te reafirmas más en tu deseo de acabar con los culpables.

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17/03/2013, 13:23
Sargento Vladymir Ostrogov.
Sólo para el director
- Tiradas (1)

Notas de juego

Al menos es sólo un punto. 

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17/03/2013, 13:24
Xerxes von Braun.
- Tiradas (2)

Notas de juego

He fallado por 65 así que +60 al resultado en la tirada de Conmoción, si no me equivoco.

He tirado por si acaso consideras que estamos en combate. Si no lo estamos simplemente ignora la tirada de conmoción :)

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17/03/2013, 13:35
Intius Varnias.

Cuando al fin quedó todo en calma e Intius pudo observar lo que tenía alrededor observó un macabro espectáculo de cuerpos desmembrados y devorados mientras otros eran despedazados por la extraña maquinaria que hacía mover las aspas del molino.
Intius apretó los puños y miró con resolución a sus compañeros. Debían acabar inmediatamente con aquella atrocidad que no podía hacer otra cosa que ofender al Emperador.Ellos serían su mano ejecutora y lo harían con orgullo.
Esperó a que sus compañeros tomaran aliento y reorganizaran sus armas y municiones para seguir y terminar con aquella bestialidad de una vez por todas.

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17/03/2013, 14:06
Tercio Veridio.
- Tiradas (1)
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17/03/2013, 15:01
Arlan Hex.
- Tiradas (1)
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17/03/2013, 17:11
Titus Nihilius.
- Tiradas (1)
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17/03/2013, 17:35
Inquisición.

XERXES:

- Estás asustado. Tienes un -10 a toda tirada que requiera concentración.

- Gracias al Talento Impávido, no ganas 1d5 puntos de Locura.

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17/03/2013, 17:37
Inquisición.

TERCIO:

- La escena no te deja indiferente, pero tampoco sientes temor en tu corazón.

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17/03/2013, 17:38
Inquisición.

ARLAN HEX:

- Estás asustado. Tienes un -10 a toda tirada que requiera concentración.

- Además, ganas 1d5 puntos de Locura.

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17/03/2013, 17:40
Inquisición.

TITUS:

- ¿Qué es esa horrible sensación? Acaso estás asutado?

- Así es. Tienes un -10 a toda tirada que requiera concentración.

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17/03/2013, 17:41
Arlan Hex.

Caída la última bestia, el psíquico sintió que su voluntad flaqueaba. Aquel infierno marcado por el hedor de la descomposición, los cuerpos putrefactos rodeándoles, el temor racional de saber que aquel que lo había dominado estaba cerca pudieron con Itsua. Sumado a ello el dolor con el que su pierna martilleaba sorda pero constantemente, sintió que todo su deseo se reducía dejarse caer allí mismo. No obstante, ese era un lujo que no podía permitirse. Estaba allí para hacer cumplir la voluntad del Emperador, poner fin al caos y la corrupción que se habían adueñado del planeta. Debía luchar. Debía mantenerse en pie. Debía seguir adelante. Su vida era una nimiedad. El dolor una mera contrariedad. El miedo, algo a superar.