Partida Rol por web

Tanto el Von Agstein como Strauss miraron a su alrededor con preocupación. No parecía haber nada ni nadie. Sin duda, lo que hubiese sucedido, habría tenido lugar hacía varias horas, y dadas las dimensiones del incendio, todavía quedaban unas cuantas más antes de que el combustible dejase de arder. 

Para vuestra desgracia, eso significaba que no podríais repostar.

Sin embargo, al mirar por los prismáticos hacia el barco, visteis que éste aún no estaba hundido del todo y que en la cubierta había varios bidones que sin duda, serían de combustible y que aún no habían explotado.

Todavía podíais conseguir unos cuantos si os dabais prisa.

- Es una locura pero... - Realizó una breve pausa y se le iluminó el rostro con una sonrisa entre diabólica y maníaca. - ...como se suele decir: tiempos desesperados requieren medidas desesperadas. - Tomó aire. - Capitán,  ya no es únicamente por la misión, que también, pero si queremos regresar a Alemania necesitamos repostar. No sabemos a que puerto debemos acudir. No sabemos si La Rochelle ha caído en las manos del enemigo. Eso podría retrasarnos. Si llevamos el.combustible justo... - Negó  con la cabeza. - ¿No importa que os cuente lo que sucedería entonces, verdad? 

von Agstein miraba, con desidia, lo que ardía en el fuego: su pasaporte al Pacífico. Al fin, volver a casa. Descansar. Dejar de lado toda aquella parafernalia, y abrazar a su esposa, a sus niños... Si no habían muerto bajo las bombas. Y Strauss preocupándose de unos cuantos bidones de combustible... Él no pensaba ir a por ellos, así que...

-¿Estás seguro Strauss? ¿Estás viendo lo mismo que yo? Pues creo que deberías escoger un par de hombres, y en la chalupa, acercaros a por los bidones. No se cuánto más nos aportará de gasoil, pero todo es poco para cumplir la misión. 

¿No quería demostrar que le importaba el Führer, el Reich, lo necesario para ganar la Guerra? Venga, que lo hiciera. Él haría lo necesario, pero nada más.

-Pero, por favor, Strauss, ve con cuidado. Eres más importante que él gasoil. 

Cosa que... Decia en serio, realmente.

-¿O tienes alguna otra indicación, Heinrich?

-Ninguna -comentó Johanna, tranquila. Indiferente. Fría-. Strauss ha dado con una solución, adelante. Si considera que ahí puede haber combustible para continuar, que vaya. ¿A alguien se le ocurre algo más? Por favor, soy perfectamente consciente de que este no es mi campo y no voy a interferir ni en las maniobras ni en las órdenes que pueda darles a sus hombres. Faltaría más.

Se cruzó de brazos, parecía ser el único gesto que sabía hacer, además de poner cara de nada.

-Les he dado las órdenes. Ahora solo hay que cumplirlas. Adelante.

- Si, claro... - Dijo entonces algo sorprendido ante la proposición del capitán. - Yo lo haré.

Strauss se llevó la mano al mentón y comenzó a caminar observando bien los rostros de los marineros allí presentes. Un primer teniente tenía que dar ejemplo. Si enviaba en la chalupa a cuarto o cinco de los hombres,  pero él u otro mando no iban abordo... ¿Qué pensarían de ellos?  Evidentemente que eran unos cobardes. 

- Fritz, Molnar, Klinsmann, Hibbert y Frantz, conmigo... - Eligió a cinco hombres. 

Todos ellos jóvenes e inexpertos. Totalmente prescindibles si finalmente sucedía lo peor y no volvían pero al fin y al cabo, chicos fuertes para remar y cargar los barriles. No necesitaba más. Los cinco soldados y el primer teniente se embarcaron en la chalupa y comenzaron a remar en dirección al infierno. Remaban en silencio y a esperando que una explosión no acabará repentinamente con sus vidas. Una misión peligrosa,  pero necesaria. Por Alemania, por la gloria y por la victoria.  Pero sobre todo por sus compañeros del Siegrich. Sin combustible,  difícilmente llegarían muy lejos... 

-... Puñetas....

Viendo que iban a echar un bote hinchable al agua, se dejó de tonterías, y se encaramó al periscopio, con la ayuda primero de los dos marineros que estaban con él, y luego auxiliado con la cuerda; tenía que ver si estaba atorado o que... y tenía que aprovechar la luz fantasmagórica que emanaba del petroleo ardiente del buque desgraciado.... Mal final el de esos marinos... que, por cierto, era el tipo de final que ellos mismos dispensaban a los buques aliados, con la diferencia de que, a estas alturas, estas deberían ser aguas seguras... ¿Quién iba a buscar algo en las Malvinas, por el Amor de Dios?... allí solo había pescadores y gaviotas.

Encaramado al tubo, fué comprobando los segmentos y el encaje entre ellos, a ver si son unos simples y clásicos martillazos teutónicos podía solucionar el problema, o si por contra, era pérdida definitiva, lo cual... les pondría en una situación crítica: el periscopio eran sus ojos, literalmente.

Max salio en último lugar al exterior. El panorama que se encontró no era demasiado alentador, pero que esperar. Empezaba a pensar, que esa creencia de que subir a una mujer a bordo daba mala suerte, estaba más que justificada.

El joven miro al cielo buscando enemigos, era acto reflejo, después miro a su alrededor vigilando su perímetro. Tratando de descifrar que habían visto el Capitán y el teniente para que tuvieran esa conversación.

Pronto se dio cuenta cuando el Teniente al mando de un grupo echo al agua un bote y se alejaron remando, ahí los vio barriles flotando en el mar.

Al mirar por los prismáticos hacia el barco, viste que éste aún no estaba hundido del todo y que en la cubierta había varios bidones que sin duda, serían de combustible y que aún no habían explotado.

Strauss parecía dirigirse hacia él para recuperar alguno.

Strauss y sus hombres bajaron con una chalupa y empezaron a remar con fuerza. La superficie del mar estaba llena de combustible que flotaba por todas partes, lo que significaba que si una sola llama caía cerca, todo se prendería y ellos morirían abrasados.

La gloria del Tercer Reich bien merecía ese esfuerzo, así que procuró no pensar en ello y continuar acercándose, intentando ser lo más rápido posible y evitar los restos del barco que estaban por todas partes.

Mientras vuestro ingeniero se peleaba con el periscopio, Strauss y su pequeño grupo llegaban al barco. Visteis como subían a la cubierta y a pesar de estar rodeados por las llamas, se dirigían hacia los bidones.

Strauss empezó a dar órdenes para que sus hombres cogiesen tantos bidones como pudieran, pero mientras lo hacían, empezaron a producirse pequeñas explosiones en el barco que hicieron que todo el mundo perdiese el equilibrio. Los bidones empezaron a rodar por todas partes, amenazando con aplastaros o lanzaros al agua. Uno de sus hombres, Hibbert, fue aplastado por uno de ellos, quedando malherido. Otro, Molnar, recibió la onda expansiva de una explosión y cuando cayo al agua, todos sabíais que estaba muerto.

- ¡Hibbert! - Exclamó al ver lo sucedido y entonces una explosión lanzó a Molnar al mar. - ¡Mol...! ...nar. - Nada podían hacer por él. 

Derek se puso manos a la obra. Corrió en busca de Hibbert mientras el resto cargaba los bidones en el bote. Se agachó junto a su compañero y colocó su cabeza sobre sus piernas. 

- ¿Como estás amigo? - Le dijo. - Voy a,sacarte de aquí.

Acto seguido se puso en pie y ayudó a Hansen Hibbert a hacer lo propio. Cargando parcialmente su peso sobre su hombro empezaron a acercarse al bote. 

- ¡Rapido, cargad esos bidones! - Ordenó con pasión. - ¡Tenemos que salir de este infierno! 

Pues vamos aviados, penso von Agstein. Ahora empezaba a lamentar haber mandado a su irritante teniente a recoger aquellos bidones, que no les servirían para nada. Estaba demasiado irritable, y la suficiencia indecente de Strauss le enervaba sobremanera. Internamente, von Agstein musitó una oración por los hombres que estaban en peligro, y se puso a mirar de nuevo, ansioso, deseando que sus hombres volviesen. Aquella loca de Heinrich le estaba sacando de quicio, y esa absurda misión, y la miró, rápidamente, y retiró la mirada. Tenía que centrarse. 

Que estén varios dispuestos a ayudarles cuando lleguen, vamos, vamos, por favor, atentos. Os quiero al máximo ahora... ¡Que ya vienen!

Sabia que Martin estaba arreglando el maldito periscopio, y deseaba que no lo hiciese, eso... Anularía todo. De todos modos dijo:

-¡Martin! ¿Cómo vais?

El primer muerto en esta estúpida misión, era Molnar. Ese gordo bonachón no se merecía acabar muerto... Miro al Capitán. Por su gesto tenso parecía que aquellos hombres le importaban al igual que a él, no tanto el Teniente Derek que por él podía quedarse a broncearse en aquel barco en llamas. -Franz, Kurt conmigo. Echarme una mano para subir esos bidones. Dispuso ante la orden del Capitán.

-¡Aún me falta, Capitán!

Encaramado al periscopio, intenta que se quede fijo de algún modo... con cuñas, lo que sea; el caso es que pueda sernos útil, pero... no me fío de que el mecanismo de subida/bajada hidráulico funcione correctamente... Lo mismo hay que dejarlo inhiesto cual verga en burdel, pues no se podría asegurar que después de bajar, vuelva a subir... Se le ocurren mil analogías fálicas, pero... no es plan

-Capitán, el problema parece estar en el hidráulico que permite subirlo y bajarlo.... a unas malas, tendremos que dejarlo izado, pero eso supondrá que, para que no asome, tendremos que bajar a 60 pies en vez de los 30 habituales... De todos modos, sigo con ello... Por lo menos, puede girar...

Echo una fugaz mirada hacia el infierno que es la superficie del mar en llamas, donde están intentando rescatar algunos bidones de gasoil.... algunos bidones...  eso son chupitos, cuando lo que necesitaríamos es un lingotazo en condiciones... Contengo una maldición... En los viejos tiempos,... o sea, hace... 4 laaargos años, la falta de combustible se solucionaba de dos modos... buques mercantes al servicio de Alemania, pero fuera de las rutas comerciales, o capturando motonaves, y tomando el combustible de las presas, antes de hundirlas o mandarlas a Alemania con una tripulación de presa, si había personal para ello... Pero eran otros tiempos...

Como hipnotizado, veo el bote pasar apuros... Nos va a costar sangre ese combustible... pero dará suficiente para alargar nuestra autonomía y conseguir más en otro sitio. Situaciones desesperadas, implican medidas desesperadas...

Strauss cogió al hombre herido y llevó al bote. Él mismo tuvo que dar un salto pare vitar que una parte de la estructura del barco le cayese encima, y saltar un enorme agujero que se había abierto en la cubierta, demostrando su preparación para situaciones de aquel tipo.

Y poco a poco, fueron cargando bidones, pero no demasiados, porque el barco parecía estar a punto de hundirse. Y así, con el barco incendiado a sus espaldas, comenzaron a remar hacia el submarino.

Centrados en la operación, ninguno de vosotros se dio cuenta de la proximidad de un destructor hasta que uno de sus disparos cayó a varios metros del submarino, haciendo que todo pareciese a punto de irse al infierno.

Derek empezó a remar como si no hubiera un mañana. Pues lo cierto era que con un destructor cercano al submarino, no lo habría si no se afanaba en llegar cuanto antes hasta el U-Boot. 

- ¡Rápido, remad, remad! - Les gritó a sus hombres.

Si aquel destructor acababa con el Siegreich todo estaría perdido. Ellos morirían o serían capturados, fuera cual fuera el resultado, lo más probable es que nunca regresaran a tierra alemana. No volvería a ver a Helga, Alemanía perdería la guerra y nunca sabría el secreto que Johanna Heinrich guardaba consigo. Por ello, debían remar y debían hacerlo como si fuera lo último que hicieran en sus miserables vidas.