Partida Rol por web

Johanna lo comprendió todo. O no, simplemente dejó de existir cuando descubrió que el arma que buscaban era biológica. No sólo no ganarían la guerra, sino que toda vida acabaría en el planeta.

Salió de la sala de mandos para buscar a Strauss, necesitaba encontrarle. Se fue quitando el traje por el camino y cuál sirena, Johanna atravesó la nave en busca de la entrada donde debía estar el teniente.

Cuando lo encontrase, le arrancaría la escafandra y le ofrecería un beso con el que perpetuar la especie. 

Max estaba apenado por no haber contado con el apoyo del Capitán, ni del jefe de máquinas, pero era una posibilidad que estaba ahí, sin embargo no quería verla. Ya todo estaba dicho.

-Poner todo en marcha. Emergemos a la superficie. Ordeno. -Podremos rumbo al puerto neutral más cercano. Allí cada uno podrá decidir que hacer, seguir hasta las costas francesas en esta chatarra o buscar fortuna por otros medios.  La decisión será solo vuestra.

Strauss ya empezaba a desesperarse y a pensar en alguna idea loca, como marcharse de allí, cuando vio aparecer una sombra al fondo del corredor, y segundos más tarde, a la propia Johanna... sin escafandra, pero caminando como si estuviesen desfilando delante del Fuhrer.

La confusión era tal que no sabía cómo reaccionar y se quedó quieto, esperando a que llegase. Cuando lo hizo y se colocó delante de él, se fijó en que no era solo que estuviese sin escafandra a más de doscientos metros de profundidad en el océano y que además, no estuviese respirando, sino que sus ojos... tenían una extraña sustancia negra que se removía y lo ocupaba todo.

Entonces, sin previo aviso, te arrancó la escafandra.

El agua empezó a invadirlo todo y a entrar por la boca y la nariz de Strauss, haciendo que su cuerpo se removiese, desesperado por intentar encontrar aire en donde no lo había. Lo que halló en su lugar fue la boca de Johanna, que no estaba solo dándote un beso, lo cual no acertaba a comprender Strauss, que sentía que estaba a punto de morir, sino que estaba traspasándole algo.

Y entonces todo tuvo sentido.

La sustancia negra penetró bajo tu piel y alcanzó tu cerebro, expandiéndose por todas partes y tomando el control de tu cuerpo. El dolor, insoportable, cedió al fin, y fue en ese momento cuando tu cuerpo fue ocupado por algo diferente que había estado esperando su oportunidad.

El virus.

Primero sintió un miedo intenso. Luego pasó a tener cierta relativa paz interior. Sobre todo y principalmente cuando Johanna le besó y durante los instantes que vinieron después. Pero duró poco. El intenso dolor fue lo que vino después y acto seguido... Acto seguido supo lo que debía hacer.

Se dio media vuelta agarrando de nuevo su escafandra y colocándosela frente a la cara. Ante todo debían aparentar normalidad. Le hizo un gesto a Johanna para que le siguiera y comenzó a nadar de nuevo hacia el exterior de la nave. Debían regresar al submarino y esperaba que estuviera arreglado para ese entonces. 

Tenían una misión que cumplir. Una misión que ya no era para el Fhürer o para Alemania, sino para algo mucho más grande, antiguo y universal. Debían expandirse por la Tierra. La colonización empezaba en ese preciso momento.

Tendió la botella al Capitán, para que la inaugurase como es debido... una vieja costumbre, poco reglamentaria, pero ... se reservaba para ocasiones importantes, o para hacer entrar en calor a quien lo necesitase con urgencia...

Tras mirar a un lado y a otro, consideró que podía hablar con franqueza..., siempre en voz baja

-Entre nosotros... pensé que nos pegarían un golpe y nos dejaría secos... Les sobramos, somos un testigo incómodo, así que... no te extrañe si, de noche, descubres que ya no estás entre los vivos... Saben lo que les espera si regresamos a Alemania... bueno, más concretamente,... al Reich, y alguien nos interroga. Otra cosa es.... lo que quiera que haya cuando podamos pisar de nuevo el suelo de casa... Los americanos ya habían llegado a Lorient; a saber, en este tiempo, como estarán las cosas....

Cuando le tocó el turno, tomó un trago, paladeando esa mierda que lucía el águila imperial rusa en su etiqueta... una marca que intentaba emular otros tiempos, donde todo era más claro. No sabía, al igual que el Capitán, si toda la tripulación estaba involucrada en esto... pero de no ser así.... debían ser aquellos los que moviesen ficha. En estos momentos los dos que tenían la sana intención de emborracharse, de un plumazo, no pintaban nada.

Una vez terminó la infección, ambos os mirasteis y os dirigisteis hacia la salida para a continuación, caminar envueltos en el agua, para llegar al submarino.

Vuestro objetivo estaba lejos, pero ahora no teníais problema ni con la temperatura, la falta de oxígeno ni con la presión. Bueno, quizás sí con la temperatura. Los valores tan bajos a los que estabais sometidos, podían acabar con vosotros, pero dentro de aquellos cuerpos, mientras éstos aguantasen, seríais capaces de seguir adelante.

Así que mientras tanto, os acercasteis poco a poco al submarino.

Mientras os quedábais todos sorprendidos por la respuesta del capitán, Gunther miró a través del periscopio y entonces vio a dos figuras a lo lejos que se acercaban a ellos.

-¡Señor! ¡Son ellos! ¡Están regresando!

Los tripulantes empezaron a agitar las manos y a gritar, contentos. Gunther corrió al camarote para avisar a los demás.

-Capitán, capitán. ¡Vuelven al submarino! ¡El señor Strauss y la señora Heinrich están caminando hacia aquí!

Por algun motivo que desconocia aun seguian sin moverse cuando Gunther comunico que estan de regreso. Strauss y Heinrich volvian. 

Antes la alegria generalizada de los marineros Max se dejo caer rendido. Estaba psicologicamente hecho polvo pues ahora no se veia con fuerzas de negarles la entrada.

-Perdoname Reene intente cumplir la promesa. Se lamentaba.

Bebieron un par de tragos, compartiendo como viejos camaradas las penas de la Guerra. von Agstein se sentía aliviado, ya que dejaba la carga del mando sobre Max. Era buen muchacho, buen navegante, pero le faltaba curtirse. Si aquellos hombres no le habían hecho caso a el, no se lo harían al pobre Max, a menos que algo pasará. Brindó otra vez con Johann: -Amigo, esta botella es excelente. O al menos, la compañía si lo es. 

Oyó entonces desde la cabina de mando a Maas, el contramaestre, diciendo que volvían Heinrich y Strauss. -Amigo, me da igual, que lidie él loco de Max con los otros locos. Maas, ¿quieres decírselo? Yo estoy... Esperando mi momento de irme a los Cielos, en alas de las Walkirias - Se notaba que el cansancio, estrés y la decepción de sus marinos. Llevó la mano a su pistola cuando habló de su momento. 

-Que los locos se arreglen juntos. 

Johanna fue delante. No necesitaba decirle a Strauss lo que tenían que hacer, él ya lo sabía, los dos lo sabían. Debían salir a la superficie y expandirse. En el submarino estarían encerrados bajo el agua, de modo que lo principal era regresar a puerto, a Alemania, a cualquier parte del mundo en tierra firme para comenzar con la conquista. Eran parte de un plan mucho más grande, mucho más importante que un puñado de humanos peleando entre sí por nada.

Vislumbraron el submarino en mitad de la oscuridad. El océano inmenso, oscuro y siniestro. Esperaba que estuviese todo arreglado para poder continuar el viaje, volvieron a entrar y se quitaron los trajes. Se dirigió al puente de mando para avisar al capitán de que debían emerger cuanto antes.

Los dos miembros de vuestra tripulación llegaron al submarino más rápidamente de lo que esperabais. Sentisteis como la escotilla superior se abría, volvía a cerrarse y lo presurizaban de nuevo.

A los pocos segundos, la escotilla inferior dejaba ver a Strauss y Heinrich. Esta bajó en primer lugar y buscó con la mirada al capitán. Aparentó la misma frialdad de siempre, aunque mostró una irritante decepción por las noticias que traía.

-¿Capitán? Ya hemos revisado la nave y no hemos encontrado nada de utilidad, su piloto estaba muerto. Creemos... que la nave es inestable, su tecnología no está preparada para la dureza del agua marina... Será mejor que nos vayamos. Cuanto antes.

Sin embargo, detrás de su voz había algo más, diferente, que no erais capaces de distinguir. Aunque desde que la conocíais os había parecido una mujer carente de sentimientos, salvo cuando hablaba del Tercer Reich, ahora teníais todos la impresión de que era todavía más gélida que antes.

Además, sus ropas estaban mojadas. No entendíais como era posible, pero se ve que habían debido tener algún problema porque los trajes no habían aguantado herméticos.