Partida Rol por web

Sin duda era una putada que los hubieran localizado tan pronto. Eso sí, habían podido disparar dos torpedos y habían hecho blanco. Podían jugársela y tratar de volver a disparar, pero se exponían a ser hundidos y entonces no habría marcha atrás. La jugada era evidente, tratar de ganar profundidad y salir de los radares enemigos.

Derek se plantó frente al capitán y le dedicó una mirada. Ambos se entendían bien con un simple gesto. Von Agstein y Strauss llevaban algún tiempo navegando juntos y se podía decir que se compenetraban bien y que incluso había complicidad entre ellos. No obstante, no le iba a pasar por encima a su superior. Esperaría a que fuera él quien diera las órdenes pertinentes o que le mandara darlas a él.

-Felicidades a todos, señores, hemos impactado dos veces. -Dijo el capitán, parsimoniosamente, con el éxito en su voz, y su mirada aun en el periscopio. Atendió al comentario de Strasse con calma, cerrando el periscopio, y mirando a su alrededor. Su apreciado Strauss le miraba, como siempre, sin poder ocultarle sus deseos. Bien, ambos lo sabían. Una segunda pieza no valía el U-2004.

-Lamentándolo mucho, señores, me veo en la obligación de indicar inmersión. Por favor, transmitan las indicaciones pertinentes, proa 8°, inmersión a 120 pies. Teniente Max Weitzmann, realice los cálculos y ordene en consecuencia. Señor Strasse, indique cualquier detalle por menor que le parezca. 

Max se movía entre los tripulantes en aquella estreches. Todo el jaleo le había pillado "soltando lastre" -¡Dejad paso! me voy a peder la fiesta. Al fin un poco de emoción. Mientras avanzaba, como una ola desde el puente la excitación y la euforia se fue extendiendo por toda la nave. Habían hecho blanco.

Para cuando llego al puente el segundo torpedo también había acertado. Noto la mirada molesta del Capitán por no encontrarse en su puesto. Vaya cara de amargado. Ya le explicare que tenia entre manos un tema urgente. Que no podía esperar.

Comenzó a ejecutar su  baile de la victoria, moviendo las caderas, manos en alto. Eso hizo reír a algunos de los hombres, otros lo miraron con desaprobación. No hacia daño a nadie  y mientras cumpliera con su trabajo venían bien aquellos momentos de risas. Ya vendrían momentos más serios... Efectivamente, la alegría fue detenida en seco ante las palabras del oficial de radio Strasse.

-¡Tres destructores se aproximan por estribor! ¡Nos han localizado!

 Esas palabras pusieron fin a la fiesta. Era la hora de irse y Max sabia lo que vendría continuación. El Capitán dio la orden y él la transmitió a los hombres. - Proa 8°, bajamos hasta 120 pies. Dijo mientras se situaba tras los hombres encargados de la maniobra para corregirlos si procedía.

Sabia lo que podría venir ahora, así que busco algo donde agarrarse por si llegaba el caso.

El submarino bajó la proa en su camino a las profundidades, a la espera de poder zafarse de los anglosajones; el mismo juego de siempre... ganar rápidamente profundidad, salirse de la ruta de aproximación de los destructores, buscar una profundidad en que les fuese más difícil calcular la profundidad y el ajuste de las cargas ... y rezar para que no les puedan triangular....

-Atentos todos, preparaos para el jaleo

No grita, lo dice para la gente de la sala de máquinas, pero los mensajes se propagan como el humo, y ya todos a bordo saben lo que les espera... una dura prueba.

El submarino se inclinó hacia abajo con rapidez, intentando alejarse de la superficie y con ello, del peligro, mientras el sonido de las hélices de los destructores que se acercaban se oían cada vez con mayor claridad. A a luz del color rojizo que les rodeaba, todos los rostros miraban hacia arriba mientras el submarino intentaba escapar de su destino.

Mientras, Strasse continuaba informando.

-Minas. ¡Están lanzando minas! -informó.

Antes de que cualquiera de vosotros pudiera decir algo, escuchasteis varias explosiones a vuestro alrededor que hicieron retumbar todo el submarino y que aparecieran algunas pequeñas vías de agua.

Primeras explosiones de las cargas; siempre caen en ristras, de modo que, según van sonando más fuertes, sabemos que se acercan... esperemos que no demasiado

Primero la nave se bambolea; después, una más cercana hace que parezca un terremoto, y muchos, pese a estar agarrados, caen y se golpean; las luces parapadean y chorros de agua a presión surgen de las tuberías que recorren toda la nave..

-Cerrad esas válvulas, vamos, vamos!!! schnell!!!!

La tribulación se lanza a verrar los grifos de los segmentos que están expulsando agua; nada que no se pueda decir normal, pero un grave peligro si va a más; lo peor sería una ruptura de cañerías, caso en el cual habría que tirar de abrazaderas.

Nervioso, reviso el panel de las baterías; de momento no hay nada raro; necesitamos tener energía o estaremos jodidos...

Derek Strauss estaba nervioso. Sabía que en cualquier momento se podía apagar la luz para siempre. Lejos de estar asustado, estaba excitado con la idea. Una explosión podía abrir un gran agujero en el casco del submarino y provocar sus muertes. No es que Derek fuera un loco suicida, no quería morir, pero aquella incertidumbre le provocaba una extraña reacción fisiológica. Para aquel aguerrido y belicista soldado alemán, aquel estaba siendo el mejor polvo de su vida.

Lo cierto era que poco o nada podía hacer. El capitán daba las órdenes, el jefe de máquinas las ejecutaba. Podría alentar a los hombres con unas palabras de ánimo, podía ordenarles que trabajaran más rápido y mejor. Podia de alguna forma hacerle saber a la tripulación que él estaba allí, que ostentaba el mando y que ellos eran sus subordinados. Pero todo era inútil, sabían quien mandaba y sabían hacer su trabajo mejor de lo que él sabía.

En cierta forma se sentía inútil. En tierra de nadie. Ni mandaba, ni recibía órdenes. Simplemente era algo así como un intermediario. Y eso no le gustaba. Casi deseaba que el capitán muriera y así el pudiera asumir el mando. Entonces el destino de esos hombres, su victoria o su fracaso, estaría en sus manos. Sería alguien relevante. Alguien útil para el führer para el Tercer Reich.

Si... deseaba ver muerto a von Agstein. Sólo de esa forma todo comenzaría a tener sentido para él.

El habitáculo estaba teñido de rojo. Como si se mirara a través de un cristal de ese color. Los rostros de los hombres mirados bajo ese filtro parecían más apagados, más asustados.

Las minas habían ocasionado daños. Pequeñas vías de agua se habían abierto. En el puente todos tenían el corazón en un puño. Estaba claro que se acercaban. Las hélices de sus perseguidores sonaban cada vez más cerca. Max miraba al Capitán esperando su decisión. Era un amargado, si, pero tenia experiencia. Si tuviera él la decisión bajaría a más profundidad aun a riesgo de producirse alguna avería grave, pero él era un temerario.

Peter miró a sus subordinados. Como ya llevaba cierto tiempo con ellos, sabía más o menos lo que pensaban, y sus características. Sabia lo que aquella tripulación necesitaba, así que siempre, incluso en esos momentos de tensión que preceden a las explosiones, respiraba hondamente antes de indicar cualquier cosa a sus lugartenientes. Podría parecer que estaba indeciso, pero su mirada decía lo contrario... Sabia que hacer. 

-¡Señores! Bajemos a 200 pies. Suelten algo de aceite hacia la superficie. Navegante, por favor, trace un nuevo rumbo. A partir de ahora, operen en silencio. 

200 pies aun dejaba mucho margen para que su U-2004 se sumergirá más, pero quizás no fuera necesario... esperó un poco a que la mancha subiera a la superficie.

-​​​​​​-Anoten en bitácora lo que hemos hecho. Y que alguien me pase un informe de daños. Señor Strasse, ¿Posición de los enemigos?

Max miro al Capitán complacido por su decisión. Había tomado la opción que el mismo habría elegido y la que a su modo de ver les daría más posibilidades de escapar hasta la próxima caza.

-Bajamos a 200 pies. Anuncio. Suelten aceite. Con suerte nos dejaran pensando que nos han hundido. Silencio todos. Se acerca al piloto y posando una mano en su hombro se acerca a su oreja. -Con suavidad Eugen. Imaginate a una de esas chicas del burdel. Esas que nos esperan con las piernas abiertas. Tras las palabras de ánimo se retira y deja hacer al timonel.

- Pasa el mensaje. Informe de daños. Susurro al hombre junto a él para que le hiciera llegar el mensaje a Johann.

- A sus órdenes...- Respondió a la petición del capitán, quién, aunque no se había dirigido a él directamente, decidio hacer esanada orden suya.

Se acercó al centro de control, donde se encontraba el señor Strasse. Le miró fijamente, parecía que el señor Srrasse no estaba haciendo mucho caso al capitán. 

- Ya ha oído al capitán. - Le recriminó. - ¿Posición de los enemigos?

La mirada desorbitada de Johann se volvía hacia arriba... como si pudiese ver las cargas que podrían lloverles directamente, o a los cabrones que se las estaban arrojando; sabía que era en vano, un mero gesto instintivo, pero no podía hacer mucho más.

Se corrió la voz... navegación silenciosa... él mismo la propagó como un susurro, no sin antes recriminar a un novato que se había sentado apoyando la espalda en una viga metálica...

-Idiota! Si cae una carga cerca, te romperá la espalda

... todo en un gruñido

Las explosiones de las minas se oían cada vez más lejos, pero no por ello estaban fuera de peligro. No obstante, a cada minuto que pasaba, parecía que el peligro había tomado otra forma.

Las tuberías que cruzaban por todo el submarino temblaban, al igual que el suelo, y pequeñas vías de agua comenzaron a producirse en todas las estancias, debido a la presión.

A la pregunta del oficial Strauss, el joven operador de radio respondió con presteza.

-Nos estamos alejando. Continúan lanzando minas, pero creo que estamos saliendo de su sonar.

-Verdammt! ¿Nadie me acerca un informe de daños? Creo que podríamos arriesgarnos, a menos que nos hayan hecho más daño del que creo. - von Agstein estaba entrecerrando los ojos, pensativo, intentando valorar la situación. Por el momento, todo les había salido de libro, de modo que no podía más que felicitarse por ello, pero... Aun les podían detectar. 

Miró a Strauss, y vio como estaba atento a los sonidos que venían de la superficie. -Teniente Strauss, ¿por lo que oye, sería necesario más profundidad? Yo me inclinaría por ello, pero usted está a la escucha. -Esperaba que el teniente le confirmara, con su amplio conocimiento, lo que había dicho el operador de radio. Miró a los demás, con gesto adusto en la mirada, dominando la situación. 

Dado que no parecía que hubiera demasiados daños, finalmente, Peter decidió dar la orden de bajar otros 100 pies. 

-Mantengan navegación silenciosa, y desciendan a 300 pies. Pero de manera muy lenta, proa a 2°, por favor. Tomen lastre con cuidado, no quiero ningún fallo ahora, por favor. 

Había analizado los datos que tenía en su mano, y en ese momento, respiró liberado. Ya había hecho todo para salvar a sus hombres. A su segunda familia. 

- Lo está haciendo bien Eugen. Siga el  nuevo rumbo trazado. Felicito al timonel. -Bajamos hasta 300 pies. Añadió.

Los hombres empezaron a moverse siguiendo las ordenes. Nuevas vías de agua comenzaban a abrirse, pero de momento aguantaban. Si no habían llegado novedades desde la sala de máquinas podían seguir tranquilos. Aquello era manejable por aquellos hombres entrenados.

Derek Strauss esperaba que aquella máquina aguantara la presión del agua. Al fin y al cabo era un ingenio alemán. Karl Dönitz había hecho un gran trabajo con aquellos submarinos y sin duda alguna se había convertido en una pieza fundamental del engranaje de la ingeniería nacional socialista. Un hombre en el que el Führer confiaba al cien por cien y del que el Reich debía estar orgulloso. Todo un ejemplo de un buen alemán.

El primer teniente se mantuvo en silencio, expectante. Quería ser el primero en enterarse de si algo iba mal. Él no hubiera tomado la determinación de seguir sumergiéndose, el enemigo estaba lejos ya y quizás hubiera bastado con alejarse de la zona. La misión estaba cumplida al menos en parte y lo que no deseaba en esos momento era que una avería por presión acabara por hundirles en una prisión de metal en medio del océano.

Todo dependía ahora de la suerte, de la capacidad de Dönitz para crear un submarino perfecto, de los ingenieros que ensamblaron la máquina, del estado de mantenimiento de la misma y por supuesto de quien estaba al mando de la misma. Demasiados factores a tener en cuenta y por suerte o por desgracia, ninguno de ellos dependía de él en ese preciso instante.

El piloto descendió la proa un poco más para proseguir con el descenso. El submarino parecía estar navegando perfectamente. Sin embargo, Strasse escuchaba algo en el sonar.

-Los barcos se acercan. Parece que estamos todavía a su alcance.

Como si estuviesen escuchándole, sentisteis las vibraciones de más cargas de profundidad, que sin embargo se oían bastante lejanas. No terminabais de perderlos de vista, pero al menos, parecía que no sabían exactamente en qué punto estabais.

Uno de los conductos que más vibraba se separó del soporte de enganche, y debido a la presión soltó varios de los tornillos que tenía en todas direcciones, convirtiéndose en verdaderos proyectiles que, afortunadamente, no hirió a nadie, aunque la tripulación empezaba a sentirse algo incómoda descendiendo tanto.

El conducto empezó a soltar agua, empapando a los tripulantes que, a toda velocidad, buscaron un trapo con qué tapar la fuga.