Partida Rol por web

El agua continuaba entrando por la sala de torpedos, lo que dificultaba enormemente la inmersión del submarino, que se desequilibraba con extremada facilidad. Una nueva bomba pareció caer sobre vosotros y de nuevo todo tembló y os lanzó a muchos de vosotros al suelo o contra los distintos aparatos electrónicos.

La fuga de agua continuaba sin cerrarse y si no apareció otra de nuevo, seguramente fue por el buen hacer del piloto, que logró mantener el control del submarino y descender rápidamente hasta la profundidad solicitada.

Pero a más presión, mayor entrada de agua.

-¡Weitzmann! ¡Informe de la sala de torpedos! 

Parecía que tenían verdaderos problemas para mantener el equilibrio, y Peter von Agstein estaba preocupado, cuando acababa de reparar las dos tonterías fe sus proximidades... Ahora SI estaban jodidos... Otra de las bombas explotó, y cayó al suelo... No se había agarrado tras la breve reparación, y su vieja herida le jugó una mala pasada... Sin embargo, mantuvo la compostura, y se levantó en cuanto pudo, casi el primero de todos, sin daño... Y eso fue lo que preguntó:

-¿Algún herido? Por cierto, ¿Queda algo de aceite para intentar el engaño del aceite? Tenemos que evitar que nos golpeen otra vez, aunque a esta profundidad... El daño será menor.  Eh... Piloto, avance controlando la nave, por favor... 

- La vía de agua ha ido a más Capitán. Seguimos intentando repararla. El agua le empapa las ropas. Apenas veía lo que estaba haciendo porque el agua le salpicaba en la cara. Allí abajo todos tenían que dar el cayo. Quizá por eso los hombres veían a Max como uno de los suyos, porque no le importaba mancharse las manos.

Ciertamente iba a ser la comidilla de los hombres de aquel submarino por el error que había cometido. Estaba seguro de que aquellos monoplazas no podían lanzar cohetes o bombas. Por lo visto estaba terriblemente mal informado. Eso sí, para que aquello acabara siendo una broma recurrente, antes tenía que sobrevivir. Algo que de momento estaba en duda.

Las explosiones provocaron que cayera al suelo por dos veces. Mojado y dolorido se puso en pie y corrió para ayudar a sus compañeros en la reparación de las fugas. Estaban bajando y lo hacían muy rápido. Eso podía suponer que el U-Boot sufriera graves daños. Ya no estaban para el combate. Debían poner rumbo a puerto cuanto antes.

- ¡Pasadme ese trapo! - Gritó Derek mientras trataba de detener sin ningún éxito una fuga.

Le pasaron lo que había pedido y como pudo bloqueó la entrada de agua a través de unas juntas. Seguía entrando agua, pero al menos ya no lo hacía a chorro. Aquello era un desastre total y no quería ni saber la que se estaría formando en la sala de los torpedos. 

- ¡Vamos señores, hay mucho trabajo que hacer! - Dijo mientras corrió para tratar de cortar otra entrada de agua.

El suelo de la sala de torpedos estaba cubierto por un par de dedos de agua. La fuga parecía estar detrás de una de las mamparas de protección y llegar hasta ella estaba resultando ser más complicado de lo que parecía en un principio. Johann ladraba órdenes a diestro y siniestro, y sus hombres le respondían con nerviosismo.

-¡Esta aquí! -grito uno -. ¡La fuga está aquí!

Johann acudió con rapidez y entre todos, lograron quitar la plancha de metal. La fuga parecía ahora más abundante que nunca, pero al estar expuesta, podían taparla.

-¡Traed otra plancha! ¡Y clavos! -dijo alguien.

Solo después de 10 angustiosos minutos, conseguisteis taponar la vía, quizás no totalmente, pero sí al menos en su mayor parte, hasta llegar a puerto y poder hacer una reparación adecuada.

-La fuga está controlada, herr capitán, pero no convendría permanecer sumergidos más tiempo del necesario -informó el oficial de máquinas.

Las explosiones parecían haber parado, y tras unos angustiosos 10 minutos, semejaba que habían controlado la vía de agua de la zona de la sala de torpedos. von Agstein asintió, aliviado, por lo menos, estaban relativamente a salvo... 

-¿Heridos?¿Daños? -Preguntó. Cuando le dieron el informe de daños, asintió. Habría que ascender... Pero con cuidado. Otra vez. -¿Cuánto tiempo falta para el anochecer? Sólo deberíamos ascender al desaparecer las luces. De todos modos, podremos ascender y sufrir menos presión, asciendan lentamente a 1º hasta los 100 pies. Avance a la mínima. Ante cualquier problema, detengan el ascenso. ¿Cuánto queda para la Rochelle?

Ahora mismo, tenía intención de ser excesivamente cauto, hasta la hora de llegar a puerto y poder poner a punto el submarino... 

El contramaestre se acercó rápidamente al capitán. Estaba envuelto en sudor, mitad debido al esfuerzo y mitad por la ansiedad. Pero era un buen oficial y sabía estar en el lugar adecuado cuando era necesario.

-Hemos perdido a dos hombres, a Gunther y a Lothar, antes de sumergirnos. Ninguna otra baja, capitán -dijo, con pesar y la mirada cabizbaja. Hacía... bueno, había perdido la cuenta de las horas que habían pasado desde la última vez que había dormido.

Gunther y Lothar eran buenos hombres y buenos alemanes. Tenían familias y hasta hijos. Al menos Gunther, si Lothar tenía lo desconocía, tuvo menos trato con él. Tomó aire y cerró los ojos unos segundos. Perder compañeros nunca era plato de buen gusto. Pero tenían qie seguir adelante.

Se acercó al capitán.

- Estamos a dos días de La Rochelle, capitán. - Le desveló el primer teniente. - Estoy bastante seguro de ello, capitán.

Tras hacer aquella indicación se dio media vuelta cabizbajo. Ahora que tenía tiempo para pensar y que no había ninguna urgencia de flotabilidad que afectase a la nave que tripilaban, podía dedicar unos momentos a avergonzarse en silencio y em.solitario de su error. Sin duda era una vergüenza que podría haberles salido caro.

Jodidos... estaban jodidos

Johann conocía lo suficientemente el submarino como para entender el alcance de la situación, pese a que su principal área de responsabilidad fuese la planta motriz. Bien es cierto que podía ser peor, pensó, pero... Oyó la estimación de tiempo de Strauss para volver a la base... Demasiado.

-Mierda... esos tipos habrán avisado a la Navy, y vamos a tenerlos buscándonos noche y día; no son de los que dejan las cosas a medias. La noche tampoco será segura para nosotros. Son muchas millas navegando en superficie, a velocidad reducida para que aguante el parche. Tendremos que tirar de snorkel todo el tiempo, porque como nos localice un hidro del Mando Costero y nos tire un pepino... no tendrá ni que acertarnos directamente: la influencia de la explosión hará que el parche se venga abajo.

Poco más podía proponer... Navegar de día sumergidos implicaría usar las baterías, de modo que por la noche, tendrían que ir en superficie... pero precisamente les intentarían cazar de noche, usando los malditos aviones de patrulla de largo alcance. La solución estaba en el snorkel, que les permitiría navegar a 30 pies y usando los diesel, de modo que, además, recargarían baterías para el día... lo malo.... irían más lentos.

-Pondremos las bombas al máximo posible para evacuar el agua embarcada

... añadió antes de volverse a lo suyo. Si la vía de agua hubiese seguido... el peso en la sala de torpedos habría hecho inmanejable el submarino, y habrían tenido un problema mucho, pero mucho mayor

Max le ponía mucho corazón, pero no fue hasta llegar el jefe de máquinas y su equipo que la situación en la sala de torpedos quedo bajo control.

El joven miro a Johann y le dio unas palmaditas en el hombro  -Gracias por acudir al rescate. Llego en el momento justo.

De vuelta al puente, Max se entera de la terrible noticia. Han perdido dos hombres. Gunther y Lothar. El segundo Teniente los conocía, como a todos en aquel submarino.

Gunther había sido hace poco padre. No paraba de faldar de lo guapa que era su pequeña. Lo ponían de los nervios cuando le decían que seria una rompe corazones y que tendría que espantar a los jovencitos a cañonazos.

Lothar era un tipo serio que no se prestaba a conversaciones banales. Sabia que tenía mujer, pero poco más. Le gustaba cantar. Algo que hacia bien. Aunque siempre entonaba melodías tristes y se llevaba el abucheo de todos.

-Que el mar los acoja en su seno. Gunther, Lothar. Beberemos a vuestra salud. Ruhe in Frieden. Dijo en alto alzando la mano como quien va a brindar.

-Así que Gunther Y Lothar, ¿no señor Maas? Ahora iré a escribir las cartas a sus familias, y lo anotaré yo mismo en el cuaderno de bitácora... -Que desgracia, dos hombres menos, dos padres menos, dos buenos hombres, servidores fieles del Reich. Maldición, maldición... Mordió ligeramente la lengua, lo suficiente para que se viese la mueca de contrariedad, y luego, miró a Strauss. Dos días... Pues quedaba... Nada más que pasar desapercibidos. 

-Los daños son menores, por lo que veo, pero podrían ser complejos si nos alcanza otra explosión, ¿No señores Weitzmann y Martin? Pues no nos queda otra que tener un perfil bajo. Quiero snorkel para la noche, y 25 pies de profundidad. Para el día, 80 pies. No quiero que sigan la ruta directa a puerto, señores, aunque tardemos más, iremos más al sur, para entrar por el golfo de Vizcaya cerca de España, para luego ir en dirección Noreste hasta la Rochelle. Alli habrá, espero, menor presencia aérea de los bastardos de la Navy. Y al menos no estaremos en aguas hostiles. Por cierto,   ¿Ha quedado dañada nuestra capacidad de ataque? 

Dadas las instrucciones, von Agstein se fue a su camarote, dejando que terminasen de organizar por turnos a los tripulantes, y se sentó, a la escasa luz de su mesa, a escribir las cartas de condolencia. Y de disculpa. No usaba nunca una plantilla de la Kriegsmarine, si no que escribía de puño y letra, y honraba a los marinos que había perdido, y se disculpaba con las familias. Sobre todo con ellas...Echaría de menos poder saludarlos al acabar los turnos, y escuchar de fondo las pullas por las tristes canciones de uno y la rabia del otro al oír sobre su hermosa hija pequeña... 

Malditos aliados...

Antes de ponerse a escribir las dolorosas cartas, sacó su carta náutica, anotó en un papel las indicaciones de lo que acababa de plantear, y las mando para que el  piloto gestionarse la dirección del navío. 

Mientras el capitán ejercía la misión más dolorosa que un oficial al mando tenía, y tras darle el curso a seguir, el submarino se dirigía, bajo la superficie, hacia su lugar de descanso y reparaciones. La Rochelle. A pesar del dolor y el terror, no tardó demasiado en escucharse canciones alegres por volver a casa y a un merecido descanso, las risas y las historias sobre lo que cada uno deseaba hacer. Algunos tenían familia, pareja; otros simplemente deseaban emborracharse y estar con todas las prostitutas que pudieran pagar. 

Todos tenían ideas sobre lo que deseaban hacer una vez estuvieran en tierra, porque en cualquier caso, la siguiente misión podía ser la última.